“Votar es
abdicar”
Élisée
Reclus
Nuestros sueños
no caben en sus urnas
Alguna vez se ha
dicho que si las elecciones sirvieran para algo estarían prohibidas. No solo no
están prohibidas sino que son obligatorias. Es obligación de los oprimidos
elegir a sus opresores.
La paradoja es
que sirven para algo; las elecciones son uno de los mecanismos que tienen los de
arriba para legitimar su gobierno sobre las mayorías. Dentro de las reglas de
juego del sistema tenemos la posibilidad de elegir a quienes nos continúen
dominando por unos cuantos años más. Es evidente que las elecciones son una
herramienta del sistema para perpetuarse. El mostrarse como el único camino
posible para un cambio social es otro de los logros de la clase dominante, es
parte de la construcción de su poder.
Hace 10 años
atrás la desconfianza en el sistema y su clase política recorría vastos sectores
de la sociedad; asambleas populares, fabricas recuperadas, movimientos de
desocupados ocuparon el centro de la escena política como exponentes de
búsquedas de construcción no institucionales. La organización de base y
asamblearia se mostró como un camino posible para ir construyendo un poder
propio de la clase oprimida y explotada. Pero los de arriba supieron revertir en
buena medida esa situación y poco a poco los políticos y representantes del
poder pudieron exhibirse nuevamente en las vidrieras del mercado electoral.
No se fue
ninguno. Volvieron, pero eso sí un poco más maquillados, unos de progresismo, o
con banderas de DDHH recién estrenadas. El sistema aprende rápido nuevos
discursos y así los represores pueden defender los DDHH, los neoliberales hablar
un dialecto más populista y todos juntos entrar por la puerta grande de una
institucionalidad que pasó por un mal momento pero que se recuperó.
Hoy una vez más
como cada 2 o 4 años se pone en funcionamiento de forma ostensiblemente burda,
toda la maquinaria de legitimación del sistema de dominación. Y la ficción se
termina de constituir cuando se apela a la idea de que éste es nuestro gran
ámbito de participación “ciudadana y democrática”, en donde definimos nuestro
destino como sociedad, pero que en realidad ponemos en manos de otros para
nosotros volver a refugiarnos en la pasividad de nuestras vidas
particulares.
Por supuesto que
no somos necios y sabemos que cada coyuntura tiene su singularidad y que existen
disputas de intereses y proyectos, disputas de las cuales los que sostenemos un
proyecto de ruptura revolucionaria con perspectiva anarquista no estamos ajenos,
pero que creemos que la tenemos que dar en los escenarios y con los métodos
acordes a nuestra estrategia de lucha y construcción de nuevas realidades
sociales.
O votamos por
los de arriba…
La idea de que
hay que tener una pata institucional se apodero de todos. Los gobiernos
populares de Venezuela y Bolivia son los paradigmas de un poder popular que
puede construirse desde el Estado Este paradigma termina estructurando la falsa
dicotomía, que los mismos gobiernos y partidos instalan, de tener que estar
apoyando el proceso estatal o hacerle el juego a la derecha. Sin embargo los
principios reguladores de nuestras fuerzas sociales deben ser guiados por la
independencia de clase como histórico antídoto a esta realidad que se presenta
dicotómica y ambivalente.
Como lo señalara
hace unos años uno de los referentes del EZLN el Subcomandante Marcos: estos
gobiernos de izquierda en Latinoamérica “son sólo momentos que pasan porque se
trata de una nueva estrategia del capitalismo, porque las condiciones del pueblo
en nada han cambiado”.
En concordancia
con el resto de Latinoamérica, a nivel local el proceso histórico kirchnerista
(ahora cristinista) a lo largo de 8 años y a punto de arrancar su 3º período de
gobierno ha conseguido un reordenamiento institucional del Estado pos 2001.
A través de una
retórica nacionalista “popular” y el ofrecimiento de recursos y cargos logró
atraer a su proyecto a parte del empresariado, la burocracia sindical, grupos de
DDHH, partidos de la izquierda, artistas e intelectuales, manteniendo al mismo
tiempo firme la alianza –que heredó de las manos de Duhalde para llegar al
poder- con lo más denso del PJ, los barones del conurbano y los gobernadores
feudales.
Todo esto bastó
para que los espacios populares independientes quedemos relegados a la
marginalidad política y a la fragmentación. No obstante hay un camino recorrido
de experiencias de lucha desde los 90 para acá.
Sectores de
trabajadores tercerizados de servicios, transporte y telecomunicaciones vienen
llevando a cabo peleas por visibilizar su problemática generando alternativas de
organización gremial. Los desocupados confrontando con la acción directa en la
calle están generando nuevas formas de trabajo autogestivo y cooperativo sin
tener que depender de las dádivas del estado. Las ocupaciones de tierras para
vivir de los pueblos originarios son expresiones cabales de resistencia a la
exclusión social imperante que no da respuesta a la falta de vivienda.
O luchamos desde
abajo…
Para los
anarquistas que nos consideramos parte del anarquismo social y revolucionario el
camino consiste en la destrucción del Estado en tanto especial ámbito
institucional de dominación, que produce y reproduce éstas relaciones, y en la
supresión de las formas gubernamentales que constituyen un poder que expropia y
aliena la capacidad instituyente del conjunto de la población.
Para esto es
imprescindible gestar espacios de socialización en donde la participación social
activa sea un quehacer cotidiano y no un mero “acontecimiento” cada tanto
periodo de tiempo. En términos de realización libertaria, esto quiere decir que
el poder político asume la forma de una democracia directa, que es diferente a
la meramente representativa, ejercida desde las instituciones de base y las
instancias globalizadoras que las expresan, donde el poder circula por todo su
entramado, desde abajo, en forma dinámica, sin dar lugar a cristalizaciones que
establezcan nuevas relaciones de dominación.
Desde nuestra
perspectiva las organizaciones de base no son la masa de maniobra ni tampoco la
pata complementaria de los espacios institucionales; para nosotros son el
embrión de un poder propio de la clase oprimida, la puesta en práctica de
una praxis prefigurativa libertaria que combatiendo al Estado pueda ser
alternativa de organización social desde abajo.
El tránsito
hacia una sociedad distinta, nueva, lo tenemos que hacer desde esta vieja. Pero
la experiencia histórica indica que hay medios, orientaciones, uso de
instrumentos, utilización de instituciones, formas de organización de
actividades sociales, que deben ser desechados si es que queremos ir conformando
fuerzas político-sociales capaces de producir cambios verdaderos en las formas
de organización social, política y económica.
Un proceso de
ruptura revolucionaria tiene como condición, a nuestro parecer, que sea encarado
desde los oprimidos y explotados, desde los que sufren el rigor del sistema,
desde los que resisten, crean y buscan formas organizativas para defenderse y
avanzar.
La tarea de
remover lo viejo, deconstruir su estructura, es tarea diaria y no puntual y
episódica. Tarea que debe hacerse en el seno de las diversas expresiones de la
clase oprimida y explotada, procurando la mayor sintonía con inquietudes y
urgencias sentidas para que esa condición necesaria de participación esté
presente.
Nuestro
anarquismo implica una relación de disputa con el estado y demás instituciones
del sistema, desde nuestra propia trinchera, vinculada a múltiples luchas,
políticas, reivindicativas, teniendo bien firme el norte, la acumulación de
fuerzas, de organización autónoma, de conciencia, en función de ir construyendo
ese poder propio de los de abajo, que es antagónico al de los de arriba,
imprescindible para encarar un proyecto de ruptura en términos de una sociedad
libre, organizada desde abajo, autogestionaria, federativa, sin relaciones
mediadas por la dominación, sin clases y sin estado.
Nos organizamos
y luchamos: por fuera del estado; llevando adelante la acción directa y la
autonomía, promoviendo la organización federativa.
Nos organizamos
y luchamos contra el capitalismo y las instituciones que lo sostienen
Nos organizamos
y luchamos para ser realidad nuestros sueños de una sociedad sin oprimidos y
opresores.
Nos organizamos
y luchamos contra el estado por la revolución social y la anarquía
Nos organizamos
y luchamos por que nuestros sueños no caben en sus urnas!
Abajo el
Estado!
Arriba lxs que
luchan!
Viva la
Anarquía!
Anarquistas de Fiske Menuko (Rio Negro)
Movimiento Libertario Anarquista - Juventud Anarquista del Tucumán
Grupo Anarquista Córdoba Libertaria (Córdoba capital)
Anarquistas de San Francisco (provincia de Córdoba)
Inti Llancaj (La Rioja)
Anarquistas de San Luis
Espacio de Formación y Difusión Libertaria (Paraná, Entre Ríos)
Anarquistas de Resistencia (Chaco)
Anarquistas de Villa Ángela (Chaco)
Anarquistas de Villa Constitución (Santa Fe)
Anarquistas de Rojas (provincia de Buenos Aires)
Anarquistas de Colón (provincia de Buenos Aires)
Federación Anarco-Comunista de Argentina
(columnas zonales Capital Federal, Oeste del Conurbano Bonaerense y Rosario de Santa Fe)