Extraído de texto de la Universidad Complutense
de Madrid. http://www.ucm.es
Al
final de la primera guerra mundial ocurrió una radicalización masiva en toda
Europa y el resto del mundo. Hubo una explosión de afiliaciones a sindicatos,
huelgas, manifestaciones y toda clase de agitación alcanzaron grandes niveles.
Esto se debió en parte a la guerra, en parte al aparente éxito de la revolución
rusa. A través de Europa, las ideas anarquistas se hicieron más populares y las
uniones anarcosindicalistas aumentaron de tamaño. En Gran Bretaña, por ejemplo,
se produjo el movimiento de los enlaces sindicales y las huelgas de Clydeside,
en Alemania el auge del unionismo industrial, y en España un gran crecimiento
en la anarcosndicalista CNT. Desafortunadamente,
también hubo gran crecimiento en los partidos demócrata-social y comunista.
En Agosto de
1920, hubieron huelgas de ocupación de fábricas en Italia, como respuesta a las
rebajas de los salarios y a los cierres patronales. Esta huelgas comenzaron en
las fábricas de ingeniería y pronto se
extendieron a los
ferrocarriles, transportes por carretera, y otra industrias, y los campesinos
tomaron la tierra. Los
huelguistas, sin embargo, hicieron algo más que ocupar los puestos de trabajo,
pusieron parte de ellos a régimen de auto-gestión. Muy pronto 500,000
huelguistas estaban trabajando, produciendo para ellos mismos. Errico
Malatesta, que tomó parte en estos sucesos, escribió:
"los
trabajadores pensaron que el momento estaba maduro para la toma de posesión de
una vez para siempre de los medios de producción. Se armaron para su propia
defensa ... y comenzaron a organizar la producción por su propia cuenta ... El
derecho de propiedad fue de hecho abolido .. era un nuevo régimen, una nueva
forma de vida social que hacía su entrada. Y el gobierno se echó a un lado al
sentirse impotente para ofrecer oposición." [Vida e Ideas p.134].
Durante esta
época la
Unión Sindicalista Italiana (USI) creció hasta llegar a casi
un millón de miembros y la influencia de la Unión Anarquista Italiana
(UAI) con sus 20,000 miembros creció en proporción. Según nos cuenta el
reportero marxista galés Gwyn A. Williams "los anarquistas y los
sindicalistas revolucionarios constituían el grupo más revolucionario de la
izquierda ... El rasgo más saliente en la historia del anarquismo y
sindicalismo en 1919-1920 fue el rápido crecimiento ... Los sindicalistas sobre
todo captaron la opinión de la clase obrera militante que el movimiento
socialista inútilmente trataba de captar." [Proletarian Order, pp.
194-195].
Daniel Guerin da
un buen resumen de la extensión del movimiento, "la dirección de las
fábricas ... se llevaba a cabo por medio de comités de trabajadores técnicos y
administrativos. La auto-gestión llegó lejos ... La auto-gestión emitió su
propio dinero ... Se requería estricta auto-disciplina ... [y] una estrecha
solidaridad se estableció entre las fábricas ... [donde] las menas y el carbón
se ponían en un fondo común y se repartían equitativamente" [Anarchism,
p.109].
Sobre las
fábricas ocupadas ondeaba "un bosque de banderas negras y rojas"
puesto que "el consejo del movimiento de Turin era esencialmente
anarcosindicalista" [Williams, op. cit., p.241, p.193]. Los trabajadores
ferroviarios se negaron a transportar tropas, los obreros se fueron a la huelga
en contra de las consignas de las uniones reformistas y los campesinos ocuparon
la tierra. Tales
actividades eran "ya directamente guiadas o indirectamente inspiradas por
los anarcosindicalistas" [ibid., p. 193]
No obstante,
después de cuatro semanas de ocupación los trabajadores decidieron abandonar
las fábricas. Esto fue debido a la actuación del partido socialista y las
uniones reformistas. Se opusieron al movimiento y negociaron con el estado por
una vuelta a la "normalidad" a cambio de la promesa de aumentar
legalmente el control por los trabajadores, en asociación con los jefes. Esta
promesa no se mantuvo. La falta de organizaciones inter-fábrica independientes
hizo que los obreros dependieran de los burócratas de las uniones para obtener
información sobre lo que pasaba en otras ciudades, y usaron ese poder para
aislar las fábricas y las ciudades entre sí. Esto desembocó en una vuelta al
trabajo, "a pesar de la oposición de anarquistas individuales dispersados
por todas las fábricas" [Malatesta, op. cit., p.136]. La confederación
local de uniones sindicalistas no podía proporcionar la infraestructura
necesaria para un movimiento de ocupación totalmente coordinado, puesto que las
uniones reformistas se negaban a colaborar con ellas; y aunque los anarquistas
eran una minoría grande, era al fin y al cabo una minoría.
Este período de
la historia italiana explica el crecimiento del fascismo en Italia. Como indica
Tobias Abse, "el auge del fascismo en Italia no puede desprenderse de los
sucesos del biennio rosso, los dos años rojos de 1919 y 1920, que le
precedieron. El fascismo fue prevención contra-revolucionaria ... lanzado como
resultado de la fracasada revolución" ["The Rise of Fascism in an
Industrial City" p. 54, en Rethinking Italian Fascism, pp.52-81].
Durante la época
de la ocupación de las fábricas Malatesta sostuvo que "Si no la llevamos
hasta el final, pagaremos con lágrimas de sangre por el miedo que le hemos
metido ahora a la burguesía". Sucesos posteriores lo confirmaron, cuando
los capitalistas y los ricos terratenientes apoyaron a los fascistas para
enseñar a la clase trabajadora cual era su lugar. Sin embargo, incluso en los
más oscuros días del terror fascista, los anarquistas resistieron las fuerzas
del totalitarismo. "No es casualidad que la más fuerte resistencia de la
clase obrera al fascismo ocurrió en ... los pueblos y ciudades en las que había
una fuerte tradición anarquista, sindicalista o anarcosindicalista"
[Tobias Abse, Op. Cit., p.56].
Los anarquistas
participaron, y a menudo organizaron, secciones del Arditi del Popolo, una
organización obrera dedicada a la auto defensa de los intereses de los
trabajadores. Los Arditi del Popolo organizaron y alentaron la resistencia
obrera a las escuadras fascistas, derrotando a menudo superiores contingentes
fascistas. Los Arditi fueron lo más cercano a la idea de un frente obrero
unido, revolucionario contra el fascismo en Italia, como sugirió Malatesta y la UAI. Sin embargo, los
partidos socialista y comunista se retiraron de la organización, los
socialistas firmando un "Pacto de Pacificación" con los fascistas.
Los líderes de los socialistas autoritarios prefirieron la derrota y el
fascismo al riesgo de que sus seguidores se "infectaran" de
anarquismo.
Inclusive después
de la creación del estado fascista, los anarquistas opusieron resistencia
dentro y fuera de Italia. Muchos italianos, anarquistas y no anarquistas,
viajaron a España para resistir a Franco en 1936. Durante la segunda guerra
mundial, los anarquistas jugaron un papel importante en el movimiento partisano
italiano. El hecho de que el movimiento antifascista estaba dominado por
elementos anticapitalistas llevo a los EEUU y al Reino Unido a colocar
conocidos fascistas en posiciones gubernamentales en las localidades que
"liberaban" (a menudo el pueblo ya había sido tomado por los
partisanos, resultando que las tropas aliadas "liberaban" al pueblo
de sus propios habitantes!).
No es
sorprendente que los anarquistas fuesen los más consistentes y triunfales
opositores al fascismo. Los dos movimientos no podían estar más aparte, el uno
por el estadismo total al servicio del capitalismo mientras que el otro estaba
por una sociedad libre, no-capitalista. Ni tampoco sorprende que cuando sus
privilegios y poder estaban en peligro, los capitalistas y los terratenientes
se volvieran al fascismo a que los salvase. Este proceso es muy común en la
historia (tres ejemplos, Italia, Alemania y Chile).