A la memoria de Alberto “Pocho” Mechoso,
“Santa” Romero,
León Duarte,
y en su nombre a todos los Anarquistas de Acción.
“Al fascismo no se le discute, sino que se le destruye, porqué el fascismo y el capitalismo son una misma cosa.”
Buenaventura Durruti.
1. A modo de presentación e introducción.
Entendemos conveniente la cita a documentos recientes de nuestra
organización a los efectos de presentarnos y meternos en el tema que nos
convoca.
La visión que del anarquismo propugna la FAU se constituye en torno a
una crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del
quehacer social (políticas, económicas, jurídicas, militares,
educacionales, culturales, etc.), crítica que se redefine
permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto en que
tiene lugar.
Al mismo tiempo es un proyecto de sociedad distinta basada en otras
relaciones sociales y valores. En su accionar práctico, el anarquismo se
destacó especialmente como parte de las luchas y realizaciones de un
sector del movimiento obrero internacional. Fue activo también en
diversas luchas reivindicativas y revolucionarias. Ejemplo de esto es la
fuerte participación de militantes anarquistas en la Revolución
Española. Lugar donde plasmó anarquismo real a nivel del funcionamiento
global de regiones enteras. Experiencias sociales de envergadura merecen
tener un estudio de funcionamiento más a fondo, como la Insurrección de
los Campesinos de Ucrania, los levantes del Magonismo en México, la
Junta de Aragón en la Revolución Española ya nombrada así como otros
eventos de nuestra historia.
El anarquismo como crítica del capitalismo y de su estado que se
presenta ficticiamente como poder separado y por encima de la sociedad,
como crítica de la burguesía y de la burocracia, como crítica de la
dominación y el autoritarismo deviene necesariamente en actitud de lucha
y en las luchas sociales de las clases oprimidas encuentra su razón.
Entendemos una forma de relación en la sociedad, una relación que
haga compatible lo individual en el marco de lo colectivo. Y al mismo
tiempo, entendemos la libertad como basada en la responsabilidad y no en
la coacción. Por ello entendemos el reino de la libertad como un
responsable y permanente esfuerzo de trabajo, autodisciplina y
conciencia. Con un posicionamiento individual donde la carga de valores
agregados sea basada en la iniciativa, el autodidatismo, la
participación y la necesaria agresividad política para implementar y
defender las ideas y formas más socializadoras de la vida.
Realizar en términos sociales e históricos concretos los principios y
valores fundamentales del pensamiento libertario, nos lleva de la mano
al problema político: a la ruptura del sistema actual y creación de
otro orden social.
2. Anarquismo Especifista.
a. La necesidad de la organización Anarquista.
“Una aversión inconsciente, por lo demás, se le encuentra incluso en
medio de no pocos que se profesan partidarios de la organización, pero
la aceptan sólo como una necesidad de la lucha con el preconcepto de
hacer con ello una forzada transacción con el principio anarquista, y
son llevados o a darle poca importancia o a descuidarla, o bien
aceptarla tal como es la sociedad actual, con sus defectos autoritarios
de casi siempre”. Así nos dice Malatesta sobre la necesidad de la
Organización Política Anarquista, y aún no solo sobre ello, sino también
sobre el carácter de la misma en la crítica hacia los “defectos
autoritarios de casi siempre”.
Se trata entonces, de gestar, de concebir y practicar un tipo de
organización, que nosotros la entendemos Federalista, con prácticas,
normas, estilos, que generen una nueva humanidad, una nueva
civilización. Desde nuestra organización y hacia el medio popular. Y así
profundizando un poco más la idea de desarrollar una organización no
solo para las necesidades tácticas del presente. La misma no puede ser
circunstancial, una necesidad momentánea, debe ser la roca donde
tallemos nuestras pasiones y ansias a futuro, nuestra utopía, nuestra
Libertad.
“Nosotros creemos, en cambio, que la organización no es una necesidad
transitoria, una cuestión de táctica o de oportunidad, sino que, en
cambio, es una necesidad inherente a la sociedad humana, y debe ser
considerada por nosotros como una cuestión de principio”. Y no creemos
que la Anarquía sea en sus principios enemiga de la organización,
pensamos nuestra sociedad futura como una organización libre, pensada y
practicada por todos los intereses comunes.
Para nosotros el autoritarismo, o bien le podemos llamar “la
autoridad”, no solo es enemiga de la organización social, sino que lejos
de fortalecerle y proyectarla la parasita, obstruye su evolución y a su
vez encamina sus ventajas a favor de una clase social que exprime y
explota a las demas. Somos anarquistas y gracias a ello pensamos esto de
la autoridad y los autoritarismo, “pues si creyésemos que no puede
haber organización sin autoridad, seríamos autoritarios, porque
preferiríamos aún la autoridad que obstruye y ensombrece la vida, a la
desorganización que la hace imposible” (citando a Malatesta).
A su vez, se ha hablado y se habla del partido anarquista. Si el
término partido conlleva como concepto un conjunto de individuos que
tienen un objetivo común y se esfuerzan para alcanzar el objetivo, es
normal que se entiendan, que coordinen sus fuerzas, dividan el trabajo y
tomen todas las medidas estimadas aptas para llegar al fin definido, no
vemos problemas más allá de lo terminológico o semántico, en nuestro
medio preferimos llamarle Organización Política, dando por cierto el
papel negativo y absolutista de los llamados partidos.
Sobrevivir aislados, trabajando cada cual por su lado sin entenderse
con otros, sin entrenarse y prepararse, sin juntarse en un puño fuerte
para golpear “significa condenarse a la impotencia, malgastar la propia
energía en pequeños actos sin eficacia y perder bien pronto la fe en la
meta y caer en la completa inacción”. “Nosotros entendemos por partido
anarquista el conjunto de aquellos que quieren concurrir a realizar la
anarquía, y que por eso tienen necesidad de fijarse un objetivo a
alcanzar y un camino a recorrer… Por consiguiente, los anarquistas son
un partido y tienen un programa, aún aquellos a quienes estas palabras
desagraden” (Malatesta).
Así, con una organización anarquista sin autoritarismo, es que
tomamos del mismo teórico y militante el principio de que “la libertad
no es el derecho abstracto, sino la posibilidad de hacer algo: esto es
verdad entre nosotros como en la sociedad en general”.
En síntesis el planteo involucra un triple aspecto: la organización
en general como principio y condición de vida social, la organización de
la Organización Política Anarquista, y la organización de las fuerzas
populares, el movimiento popular.
En estos aspectos se concreta y fortalece la unidad de los
anarquistas, el encuentro para practicar una nueva humanidad, y
programar y delinear la estrategia con la que desarmaremos este mundo.
Pilares y principios como la igualdad, la democracia directa, la
autonomía, independencia de clase, autogestión, son elementos
constituyentes esenciales para los libertarios del mundo. Ellos deben de
ser, por ende, fundamentales en la organización que busque
constituirse.
b. ¿Cual Organización Política para este período histórico?.
Esto nos lleva de la mano a plantearnos el papel de la organización
política en este periodo histórico. Los partidos de “vanguardia”, los
que “representaban” al proletariado y el pueblo parecen estar más en
bancarrota que nunca. Si se toma nuestra América Latina en estas últimas
décadas hay ricos ejemplos de cómo esos partidos, estuvieron al margen o
en posiciones de reproducción de lo existente, en las tantas
movilizaciones trascendentes y puebladas que llevo adelante el abajo en
gran parte impulsado por organizaciones sociales de amplio espectro.
Pero al mismo tiempo que protagonizan luchas social-políticas de
relevancia y más allá del planteo de los partidos de “izquierda” hay un
momento en el que hacen agua, queda un vacío que de inmediato es llenado
por los conocidos de siempre, los reformistas. Casi todas las
evaluaciones sobre ese vacío se hacen desde una lógica de la ausencia de
partidos de vanguardia que apunten a tomar zonas del estado o del
funcionamiento estatal actual con miras a iniciar un proceso desde ahí.
Vale decir que analizan o proponen desde la misma lógica que hizo que
los partidos de “izquierda” estuvieran ausentes o negando esos caminos
populares como válidos.
Casi no aparece planteado que el asunto sería otra forma de hacer
política y otra forma de concebir a la organización política, el rol que
debe cumplir lo político hoy a la luz de la experiencia histórica
transcurrida. Ya no funciona lo de “furgón de cola” y creemos que
tampoco lo de “polea de transmisión”, puede ser que sí funcione aquello
de “pequeño motor”. El papel de la organización política sigue siendo
válido y cubre un espacio que es distinto al de la acción de las
organizaciones sociales. Pero cada vez más parece necesario precisar
prolijamente su área de acción y las prácticas que a él corresponden.
Ubicamos así dos ejes de acción, dos niveles (sin ser uno superior al
otro), dos esferas (según se le denomina en diferentes partes de
América): la Organización Política propiamente dicha, y el nivel de
Inserción Social.
La Organización es la que nuclea a los Anarquistas, como se ha dicho
antes, actúa organizando con cohesión a los miembros, busca su
crecimiento, ordena la lucha. En definitiva explora y desarrolla el
fortalecimiento de los Anarquistas para formar una buena fuerza social.
Pero a su vez, y en relación a la fuerza social y en la construcción
de un Pueblo Fuerte se trabaja el nivel de la inserción social. Ella
busca empapar al pueblo en la lucha, y actuando los anarquistas en la
proyección de su ideología. La organización como motor, impulsora del
movimiento popular, jamás una vanguardia glorificada por sí misma. La
inserción debe ser cuidadosa y respetuosa de la pluralidad del medio
donde peleamos. Debe incluir la diversidad de opiniones y comprender a
la revolución como el proceso donde desarrollamos nuevas prácticas,
nuevas relaciones, entre otros elementos. Debe la organización política
ser rigurosa en el análisis, saber donde se introduce, sus
características fundamentales, las dinámicas que se genera, el ritmo de
cambio en las relaciones.
En definitiva la inserción social que pretenda desarrollar la
organización especifista será la fuerza popular que pretenda desplegar,
será el movimiento de ruptura. Aquello que se antepondrá al sistema de
opresión.
c. Teoría, Ideología, Práctica.
Nos parece bueno delinear dónde ubicamos lo teórico, y donde las
intenciones humanas, donde ubicamos la necesidad de continuar
estudiando, y donde ponemos el acento profundizando nuestro
conocimiento para entender mejor el contexto donde se ejerce la lucha
revolucionaria.
La teoría en cuanto a lo social, que es nuestro objeto en este
momento, apunta a la elaboración de instrumentos conceptuales para
pensar y conocer todo lo riguroso y profundo que nos sea posible del
conjunto social concreto, en definitiva, la formación social con sus
estructuras y prácticas. Así es que hablamos de teoría que podría ser
equivalente a ciencia.
La ideología, en cambio, tiene propios elementos de origen no
científico, que contribuyen a dinamizar la acción motivándola en base a
circunstancias que, aunque tienen que ver con las condiciones sociales
existentes, no derivan en sentido estricto de ellas, no están
determinadas mecánicamente por lo que en algún momento se llamaron
“condiciones objetivas”. Son elementos condicionantes para la ideología:
ideas, representaciones, comportamientos, reflejos, sensibilidad. La
expresión de motivaciones, la propuesta de objetivos, de aspiraciones,
de metas ideales, de utopías, de esperanzas, odios, anhelos, eso
pertenece al campo de la ideología.
Entre teoría e ideología es de esperar una vinculación estrecha, ya
que las propuestas de la segunda se basarán en el análisis y el rigor de
interpretación de la primera, el análisis teórico. La ideología será
más eficaz y certera como motor de acción política cuanto más firmemente
se apoye en lo que tome de la teoría.
La producción teórica, tiene su carácter específico que se debe
ubicar con precisión y sin confusión. La caja de herramientas a usar no
excluye creaciones y posibles discontinuidades por más que estas sean
episódicas en la historia del conocimiento. De todas maneras es a partir
de determinado nivel de conocimiento que se hace posible la creación de
un nuevo conocimiento que afectará la episteme de turno. Nuestra
intención es dejar dicho con esto, que el conocimiento del conjunto de
la realidad social es susceptible de una profundización teórica
infinita. Pues el conocimiento, en tanto tal, es infinito.
Hablamos entonces, diferenciando ideología de teoría, de certidumbre
ideológica y de “ignorancia filosófica”, como gustaba decir a Malatesta.
“Ignorancia” en el sentido de que el conocimientos es infinito pero no
en que debemos tender a conocer el máximo posible en nuestro tiempo para
que nuestro acciones social – político no de palos de ciego.
El socialismo, la idea y aspiración humana hacia una sociedad
distinta, el establecimiento de relaciones sociales justas y solidarias,
los sueños de igualdad y libertad son elementos que pertenecen al campo
de la ideología. Ella, fuere la que fuere, es inherente a la condición
humana, a un ser social. No existen los desideologizados, no existen los
“sin intenciones”, los “sin anhelos”, los “sin sueños”, “sin odios”,
“sin amores”. Al no haber un sujeto en sí universal (invento de nuestro
tiempo) los sujetos han sido muy distintos en diferentes momentos. El
sujeto, en tanto construcción y producción histórica es hijo de su
tiempo.
La ideología, en sus consecuencias, es fundamental para la acción
política, está siempre presente de una manera u otra, es simultánea con
la acción. Por momentos es ella la que establece acontecimientos en los
que sin duda intervienen un amplio espectro de elementos tales como lo
económico, jurídico – político.
Importa ver operando la ideología en las formaciones sociales
concretas. En sus prácticas para con el sistema capitalista para
sostenerlo y reproducirlo, profundizarlo. Pero también resistirlo,
nociones que se dan orden para, en función de sus ideas, establecer
límites, darse la solidaridad, analizar y pensar el contexto y
desarrollo de su propia realidad. Es de primordial importancia tomar
como referencia la ideología desarrollada en los medios obreros (así le
llamaremos ahora al conjunto que luego definiremos como clases
oprimidas) a través de la historia, y los valores que legó a las
aspiraciones de una nueva sociedad sobre otras bases. Allí hay un buen
tramo recorrido para nuestras ideas sobre la Libertad, Autogestión, la
opresión y la explotación (por citar algunas).
3. Poder Popular.
El problema del poder, decisivo en un cambio social profundo, sólo
puede resolverse a través de la lucha política. Y esta requiere una
forma específica de organización: la organización política
revolucionaria, para nosotros de matriz libertaria. Sólo a través de su
acción, enraizada en las masas, en los diferentes procesos populares,
puede lograrse la destrucción del aparato estatal burgués, el conjunto
de micro poderes que lo sostienen y recrean. Es imprescindible su
sustitución por mecanismos de poder popular visto desde una perspectiva
política y asentados en un pueblo fuerte.
Y es necesario destacar brevemente algunos elementos sobre el poder.
Uno de ellos es la comprensión de que el poder circula por todo el
cuerpo social, por todas las relaciones sociales, con sus
manifestaciones y efectos en lo jurídico – político – militar,
económico, ideológico – cultural, consolidándose así a nivel de toda la
sociedad. A menor escala, el poder adquiere importancia a la luz de la
formación de embriones de nueva sociedad, nuevas relaciones, en la
entramada de diferentes formas de autoorganización, autogestión.
Ese poder, en esa dimensión chica, debe ser una fábrica de nuevas
nociones, resistencias, y técnicas, prácticas nuevas, nuevas nociones de
relacionamiento. Debe ser la práctica de la solidaridad, la
autogestión. No destruiremos este mundo con sus mismas herramientas de
funcionamiento, sus nociones más generales o específicas, lo haremos con
el poder de los de abajo. Necesitamos que nuestras herramientas surjan
de los procesos sociales concretos, de aquellas prácticas que creemos
liberadoras: alimentar nuestro pensamiento y nuestro horizonte, con las
acciones cotidianas.
Es claro que no podremos construir el mundo que no nos imaginemos,
que no soñemos. Y esta utopía, estos puñados de anhelos, en tanto
soñados y pensados deben ser practicados. Allí es donde jugará un papel
protagónico la organización política, con su estrategia y táctica.
Dicen que “el poder existe en actos”, lo mismo puede decirse de la
revolución. No es una entelequia o algo que ante determinado conjuro
viene. No es un acto aislado. Exige prácticas modificadoras, de ruptura,
de discontinuidad en campos como el económico, ideológico, el político
jurídico, el cultural general. Todo ello se concreta en un proceso con
activa participación popular. Un pueblo que lo compondríamos como un
amplio espectro de oprimidos y explotados que designamos como conjunto
de clases oprimidas. Un pueblo que sufre, dentro de los cambios
estructurales ocurridos, una fragmentación que debe ser superada, tender
lazos solidarios que lo vinculen en sus partes, que la necesidad de sus
luchas constituyan un golpe contra el sistema para ganar espacios y
gestionarlos en base a nuevos valores, con el hombre nuevo para un mundo
nuevo.
a. Conjunto de clases oprimidas.
Los cambios operados en el campo social, en la sociedad en su
conjunto y en particular en la clase trabajadora, han producido un
conjunto de nuevas y dispersas prácticas sociales. Es necesario indicar
aquí el problema ideológico que esto trae de la mano.
En otro momento histórico, otra articulación del capitalismo, se
produjeron con cierto peso un conjunto de ideas, representaciones,
nociones, sentimientos, en el imaginario del universo obrero. Los
obreros organizados en grandes fábricas se dieron sus formas
organizativas para arrancar mejoras, y por ello sufrieron crueles
represiones. Las luchas frontales, las condiciones crueles de vida, la
solidaridad grupal, despertaron los sueños que tenían que ver con la
emancipación social. Si es cierto que sólo se puede organizar lo que
tiene nivel de existencia, en estas circunstancias se organizó, en forma
primaria y también con cierto desarrollo una ideología antagónica,
enemiga del sistema capitalista y con aspiraciones de otro mundo, otro
ordenamiento social.
Valores como la solidaridad, el apoyo mutuo, soñar y anhelar un mundo
distinto al existente, ubicar al opresor y explotador como enemigo
irreconciliable. Cuerpos que fueron disciplinados para el trabajo
regular y en serie, y que recrearon esa condición en orgullo de ser
trabajador, de producir bienes para toda la sociedad, de estimar su
tarea como primordial para alcanzar el bienestar.
¿Han muerto estos valores, ideas, junto a la etapa del capitalismo
que duró hasta hace cerca de tres décadas?, ¿fueron eliminados estos
elementos ideológicos con la fragmentación?.
Comprendemos, en un principio, que no es así, comprendemos, y así nos
lo indican muchos y serios estudiosos, que la ideología no tiene el
mismo ritmo de cambio que otras estructuras sociales, que tiene la
capacidad de permanecer aún desaparecidas las condiciones que le dieron
existencia. Estaría, en nuestra opinión, toda esa producción de valores y
nociones aún viva y mezclada con nuevos valores generados y producidos
en el devenir de la historia. Allí estarían elementos sustanciales, en
el imaginario popular que es tan material como cualquier otra materia.
¿Qué ha quedado de esta ideología, donde esta?, ¿Por qué es necesario
hablar de cosas que no sabemos donde están? Tenemos la convicción de
que sin una ideología antagónica, de valores obreros, no hay posibilidad
de superación de este inmundo sistema. Y que en nuestro continente hay
expresiones ideológicas diversas que deben ser estudiadas y que sin
comprenderlas, conocer sus valores, nociones, códigos específicos, la
comunicación de una organización política se puede parecer a arar en el
desierto. Se nos hace más que necesario encontrar, ubicar, esos
elementos ideológicos, no perdidos, aún latentes y con expresión vital,
cotidiana.
La población originaria no puede ser reducida exclusivamente a la
categoría económica de agricultor, campesino. La opresión hacia
diferentes etnias, afro descendientes, la situación de la mujer, el
marginado que carece de cosas fundamentales. En este contexto, universo,
no podemos generar ideología proletaria clásica, con criterios
economiscistas, relacionada en exclusividad a su trabajo o producción.
Debemos comprender las formaciones sociales y a los oprimidos en su
cotidianeidad, en lo que vive diariamente y en cómo lo vive.
Pero volvamos al esquema anterior. Entendemos que ese esquema
general, en abstracto formal, de definir las clases, que sin duda a ese
nivel existen, entre burguesía y proletariado resultaba prácticamente
poco o nada operativo cuando el análisis se establece al nivel de las
formaciones sociales.
Hemos visto a través de la discusión, los congresos de FAU, realizar
un abordaje prolijo en cuanto a clases sociales en esta etapa del
capitalismo. Se pensó la necesidad de formular el concepto de clase de
acuerdo a los cambios operados. Fundamentalmente se estimó que la base
económica exclusivamente no resultaba suficiente para una definición de
clase. Se apunto, grosso modo, a tener presente como se expresa hoy el
conjunto complejo y articulado de relaciones de dominación en los campos
de las relaciones sociales.
“Claro está que en países capitalistas atrasados y dependientes como
los latinoamericanos – con su particular estructura económica y social
más afectada y debilitada que en otros períodos – no puede pensarse en
las posibilidades de un proceso revolucionario protagonizado
exclusivamente por los nucleamientos del proletariado fabril ni siquiera
por los asalariados en su totalidad. Menos aún en este momento
histórico, donde por ejemplo nuestro continente tiene enormes
contingentes de desocupados, excluidos, súper explotados y semiocupados.
Donde las estadísticas nos dicen que más de la mitad de sus habitantes
están en la pobreza o por debajo de la línea de pobreza o indigentes.
Es preciso pensar en la construcción, como herramienta estratégica
básica de un Frente de Clases Oprimidas que procure tener como núcleo
central a la clase trabajadora (o un sector de ella) pero que incluya
además y en igualdad de derechos a los trabajadores rurales, campesinos,
a la gran diversidad de trabajadores por cuenta propia – sector
progresivamente engrosado por la crisis y las respuestas del sistema
ante los cambios tecnológicos – , a los marginados que reclaman trabajo,
al estudiantado y diversas y nuevas expresiones autogestivas populares.
Creemos en principio que hay que agregar aquí reivindicaciones por
derechos de distintos sectores, tales como el movimiento negro,
indígena, feminista, y otros derechos humanos. Y considerar
especialmente, desde determinado ángulo, la problemática ecologista. Sin
dejar de tener presente a la clase trabajadora, especialmente sus
calores antagónicos, globalmente el “sujeto” sería entonces el espectro
de clases oprimidas”.
“El frente de clases oprimidas a que hacemos referencia se constituye
como una red de relaciones permanentes, ligadas programáticamente, de
la multiplicidad de organizaciones de base capaces de expresar en la
lucha los intereses inmediatos de estos sectores sociales y de
desarrollarlos y profundizarlos en el sentido de metas y orientaciones
de tipo transformador, de constituirlos en fuerzas sociales de
gravitación efectiva”.
Esto lo traducimos en el terreno de las luchas, a la organización de
varios problemas: la vivienda, tierra, salud, enseñanza, derechos
humanos, sostener conquistas ya alcanzadas, la previsión social, el
cooperativismo, la autogestión. Problemas articulados y reticulados en
la fuerza que podamos generar los de abajo en una lucha constante y
sostenida contra el capitalismo. Ante todo, generando prácticas,
fortaleciendo la ideología, con una Organización Política Anarquista
fuerte.
b. El sujeto de cambio hay que producirlo.
“El sujeto también es una producción histórica” nos avisan los
estudiosos y por lo tanto hay que poner en funcionamiento prácticas de
liberación que lo vayan produciendo y organizando. O fortalecer aquellas
que ya están funcionando. El conjunto de prácticas del sistema, más las
heredadas de otros brutales sistemas anteriores, se han orientado a
crear un sujeto individual-colectivo que encaje lo más profundo posible
en el orden existente, en los valores que lo sustentan. No cabe duda que
es mucho lo que han logrado “internalizar” en ellos-nosotros.
Siendo así otro sujeto histórico no vendrá de la nada, no aparecerá
como arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen
otras cuestiones que chocan con lo dominante. La participación efectiva,
la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento
realmente democrático, la solidaridad y apoyo mutuo, necesitan de
mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo. Y
sólo si se produce en el pueblo podrá hacer realidad el cambio. Parece
claro que necesita constantemente organización en el seno de su activa
creación. La continuidad que necesita, para un despliegue que permita el
cambio, requiere de una sostenida estrategia. Una estrategia coherente,
para que no se desteja lo que en un momento dado se teje. Una
estrategia que tenga en su interior un mundo distinto que va desplegando
desde el seno de otro que le es antagónico. El famoso “usar todos los
medios” puede ser una manera efectiva de asegurar que no se pueda
desplegar ninguna estrategia antagónica portadora de los elementos de
desestructuración del sistema vigente. Por eso es de principal
importancia la estrategia establecida y las tácticas que guardan
correspondencia con ella. Tanto en lo social, como lo político esta
estrategia debe circular por el interior de todas sus prácticas. Debe
tender a formar la fuerza social correspondiente. Hacer realidad en un
proceso de ruptura el discurso-práctica.
Esto no implica el todo o nada. Se debe ubicar con la mayor precisión
posible cual es el punto de partida, el carácter específico que tienen
el conjunto de las relaciones sociales que configuran y sostienen el
sistema y cada formación social histórica precisa en la que debemos
actuar. Desde lo que es hoy una cruda y brutal realidad social debemos
partir, no sirve elaborar soluciones a través de procesos mentales
independientes que no guardan relación en como son y se están dando
determinados procesos sociales concretos. No se deben fabricar
realidades a nuestro gusto o para que encajen en nuestros dogmas o
esquemas, pues esto sería más lúdico que político.
c. La Fragmentación y la nueva pobreza.
En el terreno de las relaciones sociales y las consecuencias del
modelo neoliberal identificamos una producción nueva de valores y
códigos, vinculados al mundo de la pobreza. Ha procurado, mediante la
producción de técnicas y mecanismos de poder, un nuevo disciplinamiento
generando que la pobreza adoptara comportamientos que la resignara e
insertara en esta miserable realidad social.
Desde la FAU hemos reflexionado acerca del titulo que encabeza este
punto. Nos parece de primer orden pensar sobre nuevas situaciones,
nuevas nociones generadas en el seno de nuestro pueblo. Se abordaría la
presunción, mediante interrogantes planteadas, acerca de que
determinadas dinámicas sociales podrían desplegarse y profundizarse, y
que tendríamos que hacer el esfuerzo de hacer conciencia de ello.
Transcribiremos los referidos apuntes comprendiendo que aún aportan
en la procura de ubicar las situaciones y procesos que están en curso.
“En esta etapa el capitalismo ha logrado una globalización sin
precedentes. Ha extendido su política neoliberal a gran parte del
planeta. Sus organismos internacionales actúan con coherencia
aplastante. Han logrado colorear con una cultura aún más individualista
esa gran parte del mundo.
Pero, y esto es lo maravilloso, mientras todos estos mecanismos
fundamentales funcionan aceitadamente, con cohesión, en beneficio de un
grupo reducido de poderosos, al mismo tiempo producen un efecto de
fragmentación hacia abajo. Se fragmenta el mundo del trabajo, los lazos
solidarios, la vida social, la propia situación de los pobres.
Y de la mano de esto viene un fenómeno de exclusión de multitudes, de
poblaciones sobrantes, la gran y despiadada lucha por la sobrevivencia,
de lo que se podría designar como “nueva pobreza”.
Una “nueva pobreza” desesperanzada, donde la perspectiva de trabajo
se pierde en el horizonte, para la que se torna imperioso lograr el pan a
cualquier costo. O hasta el consumo de objetos menos perentorios, tan
propagandeados y para ellos tan negados. “Nueva pobreza” que ve al que
tiene mucho, algo, poco, o muy poco, como objeto desde el que hay que
obtener alguna pizca de lo que precisa.
Es una “nueva pobreza” y es una “nueva miseria”, pues el volumen es
mayor que nunca en la historia y lo que falta, dada cuenta de los
adelantos habidos, es más que nunca también. Los “miserables” como
nuevos personajes escapados de las páginas de Víctor Hugo, están
obligados a contemplar la opulencia, la corrupción, el lujo, todo lo que
la sociedad de consumo ofrece sin poder acceder a nada o casi nada.
Y hasta queda marcada la diferencia con los que tienen la seguridad
de un trabajo diario, que comen todos los días y que pueden que sus
hijos crezcan teniendo lo imprescindible.
¿Este conjunto de cosas no producirá más odio, más sentimiento de
ultraje y postergación, no caerá ahí como grotesca burla la palabra
justicia sea dicha así de donde sea?.
Por aquí y por allá aparecen menciones de un fenómeno nuevo. Está
formulado fragmentariamente y muy superficialmente. ¿Estaríamos en un
nuevo momento histórico en que hay ya una guerra sorda del mundo de la
“nueva pobreza y miseria” contra los pudientes de arriba y hasta
aquellos de abajo que son vistos como pudientes?.”
Este problema, en los sectores de los de abajo ya no tiene como
referencia una ideología con valores obreros, por lo que se está
produciendo otra. Puede ser el caso de marginados totales, campesinos
sumidos en la miseria total que engrosan los cinturones de pobreza en
los asentamientos periféricos de las metrópolis.
“¿No guarda relación con gran parte de lo mencionado esa política
llamada “Seguridad ciudadana”?. Esa política que ayudada por los medios,
establecen que cada “miserable” es un enemigo común?. ¿No están
pretendiendo (¿y logrando?) que avance un alianza táctica de la policía
(del sistema) con los que tienen algo?. Aunque ese algo sea solo un
trabajo seguro y bien remunerado. ¿No estaremos haciendo trinchera
común, a veces de manera sutil, en la lucha contra los “miserables”, que
para su supervivencia y reproducción el sistema lleva adelante en esta
etapa?. Muchas reflexiones nos sugiere esta nueva situación”:
La guerra entre “los miserables” y contra aquellos que poco tienen.
La guerra entre los pobres por un lado, y por el otro los levantamientos
populares a lo largo de toda América. Estas luchas, no como hechos
espontáneos aislados, sino fruto de la organización del pueblo y su
resistencia, componen aún un vector rebelde, que con violencia, donde a
pesar del contexto general, quizá vaya viniendo desde este mundo de los
más oprimidos.
Allí es donde cala la fragmentación, generando nociones y valores
vinculados a la “cultura del vivo”, del oportunista, del que mira qué se
asoma para prenderse, una pequeña porción de aquello que fuere el
bienestar mediatizado producto del marketing y las nuevas necesidades
que genera el capitalismo.
d. Estrategia y táctica.
Es necesario acercar al concepto de poder popular algunos puntos que han sido elaborados por nuestra organización ya desde 1970.
La actividad regular de una organización política debe tener como
actividad importante el prevenir situaciones, escenarios posibles en
cuanto al desarrollo de las luchas concretas, la política en un margen
amplio y también en cuanto a políticas sectoriales, la economía, todo
ello en un contexto de tiempo a futuro. Este análisis incluye también
una línea de acción a adoptar por la organización a los efectos de
incidir sobre estos en un sentido eficaz y adecuado.
A estas previsiones es a lo que le llamamos línea estratégica. Una
línea estratégica es válida mientras perdura la situación general a la
cual corresponde. Naturalmente si la situación general experimenta
cambios muy importantes, estos alterarían las condiciones dentro de las
cuales tiene que operar la organización y ésta, si quiere actuar con
eficacia, tendría que revisar su estrategia para adecuarla a la nueva
situación.
Es de orden aclarar que ello no lleva en forma implícita, ni por
asomo, la modificación de los objetivos perseguidos, los fines, ni los
principios ideológicos. La estrategia tiene que ver con la operatividad,
el ordenamiento de la práctica política de la organización. Esta
puntualización es de rigor, dado que frecuentemente, hay quienes
convierten formulaciones tácticas o estratégicas en principios. Lo
peligroso aquí es transformar una valoración o condición del momento en
un principio que pueda desviarse en un peligroso dogma de aplicación y
utilidad universal.
Íntimamente ligado a la estrategia, quien proporciona lineamientos
generales para un período de tiempo, la táctica es lo que encarna en la
realidad concreta y cotidiana. Es lo que traduce a los hechos.
En el campo de la táctica las opciones son más flexibles, las
opciones responden a problemas más precisos, concretos, inmediatos. No
obstante ello no pueden situarse a contracorriente con la estrategia,
debe de confluir en ella.
Una concepción estratégico – táctica, adecuada tiene que tener en
cuenta la situación real del período para el cual se pretende aplicar. Y
aún con esto no basta, lo hechos, la practica, la experiencia “pura”
“inmaculada” no basta. En la realidad, también, la experiencia “pura” no
existe. La organización llegará a una concepción a partir de ciertos
presupuestos (implícitos o explícitos) que son ideológicos, teóricos.
No puede existir una estrategia apolítica, neutral ideológicamente.
Ella se nutre de las valoraciones, objetivos, fines, principios, de la
organización que la plantea. La organización como conjunto, como cuerpo.
Nunca será ajena a las pautas morales, éticas, que la consideran y
moldean, que delimitan su tiempo, buscan y analizan su vigencia y
actualidad, realizan los ajustes tácticos para adecuarla al momento.
Será un trabajo intelectual, colectivo, con mayor aporte o presencia
personal, pero no estará exenta jamás de nuestro odio a este mundo
enfermo, y nuestros amores por una sociedad libre, con abolición de
clases, nuestro Socialismo Libertario.
e. Estrategia en un sentido estricto.
Habíamos llegado a la conclusión, en discusiones congresales, que
entre los conceptos de Estrategia General y táctica había una especie de
vacío en el medio. Es decir, había cuestiones que si bien no
correspondían a la Estrategia tampoco entraban en el terreno de la
táctica. Es de allí que surge la definición provisoria de Estrategia en
sentido estricto.
A este concepto, ya elemento del conjunto estrategia – táctica, le
asignamos la facultad de hacer un diseño general pero en el plano de un
acercamiento mayor a la acción social – política. Es decir, este
concepto de estrategia en sentido estricto lleva en sí los lineamientos
generales ya establecidos en diferentes campos, pero opera como
herramienta para acercar aún más a la realidad social. Significa no
operar en la realidad en forma pragmática o solamente empírica y tampoco
limitados en la dimensión táctica. A modo de síntesis y aporte
adicional, es necesario observar que nuestra discusión nos lleva a
comprender que el cambio en la orientación de la táctica, puede llevar
en relación a las prácticas que se definan, a un cambio, sea mayor o
menor, de la estrategia.
A su vez será quien nutra de orientación coyuntural al Programa de trabajo para el período que se estime conveniente considerar.
f. El Programa.
Según resoluciones congresales al programa “lo situamos específica y
concretamente en el campo de las prácticas sociales. En el campo que se
expresan las tensiones y luchas sociales”. Deberá tomar la evaluación
que se realice de la sociedad, el sistema, y ubicar el espacio de acción
donde desplegar la militancia.
Debe comprender también “la orientación del conjunto de nuestra
acción para un período”. Pretende pues, no ir haciendo y realizando las
tareas en función de cómo se presenten, o como se vayan dando. Tampoco
pretende analizar aisladamente cada cosa que aparece, ni darse por
concluido u obsoleto cuando el avance no es inmediatamente visible. Se
trata de forjar objetivos y avanzar hacia ellos. Lo dicho implica, claro
está que habrá actividades que no encararemos, hechos en los que no
estaremos. Ellos pueden ser importantes y hasta espectaculares, pero, no
cuentan si no encajan en los propósitos para la etapa de nuestro
programa. También es de considerar que se presenten las más diversas
situaciones, donde estemos en minoría, o con complicaciones, en
situaciones que sí condicen con nuestra propuesta programática. Estas
luchas, sean que traigan mejoras para el pueblo, sean experiencias
autogestionarias, de defensa de derechos ya conquistados, deberán contar
con nuestro apoyo, y aún más aquellas de tono combativo y adecuado
sentido social.
En este contexto y marco programático es donde se debe considerar el
tiempo. ¿Cómo evaluar actividades y acciones concretas en relación a
objetivos de mediano o largo aliento?. Hay trabajos que van dando sus
resultados en relación al tiempo en el que se procesa la lucha. La
acumulación político – social que podamos desarrollar es compleja, se
combinan en este tiempo aciertos y errores, correcciones y
reiteraciones. El puntualismo, la tarea episódica como política no
conduce a ningún puerto por sí sola.
El programa, entonces, deberá evaluar constantemente nuestros
recursos, nuestra fuerza, nuestra energía, la capacidad de la
militancia. Es allí donde los objetivos del programa guardan una íntima
relación con la fuerza que podamos dar, con las perspectivas de
crecimiento y desarrollo en el campo político – social. El programa no
comprende solo el ordenamiento del trabajo hacia fuera, implica
necesariamente hacer lo mismo hacia adentro, agregaríamos hacia toda la
dinámica y ritmo de militancia que nos demos y nos damos los anarquistas
organizados en una organización política y con perspectivas de
militancia popular. “Descuidar la tarea en cualquiera de los dos planos
nos trae de la mano una hipertrofia particularmente delicada. Hay que
cuidar que el conjunto de la actividad marche coherentemente”.
Que la organización política no quede desatendida. El “recipiente”
que recoge los frutos del trabajo militante es la organización
especifista, la organización política. Ella aúna los esfuerzos y da
continuidad y sentido a la acción. Es la custodia de una finalidad de
cambio. Impulsa el crecimiento de conciencia combativa y transformadora
en la población y va sufriendo su propia transformación en el marco de
esa tarea. Si nuestra fuerza y presencia hacia fuera crece precisamos al
mismo tiempo una organización específica con la fuerza correspondiente a
los que se incide en el campo de las relaciones sociales. Este concepto
es de relevancia y tiene implicancias decisivas en como encarar una
estrategia operativa y de ruptura en las actuales circunstancias.
g. Etapa de resistencia: poder popular y ruptura.
La realidad, la cotidianidad, las condiciones sociales, políticas e
ideológicas parecen señalarnos que no estamos ante un escenario de
situación revolucionara, ni siquiera de acumulación combativa. Es
sumamente necesario pensar en esto, no para hacer una discusión teórico –
abstracta sino para articular nuestro quehacer hoy. En esta
perspectiva, es que establecemos que la nuestra, es una etapa de
resistencia. Esta línea general, no trata ni por asomo, dejar de tener
en cuenta, en los análisis debidos, la lucha armada de la guerrilla
colombiana ni a esa creativa y vigorosa fuerza del movimiento zapatista
de claro y nuevo signo revolucionario.
Dice un documento de nuestra organización: “Y esa resistencia está
alumbrando un futuro distinto, la posibilidad de la radical
transformación de este orden. Resistencia, entonces, para esta etapa.
Para fortalecer luchas, para levantar la moral, para recrear la
confianza en las propias fuerzas, para pensar en un mañana justo, para
crear una alternativa colectiva, para combatir el individualismo y el
derrotismo, para rescatar la solidaridad, para generar nuevas
posibilidades revolucionarias”.
El trabajo, en la resistencia, debe conjuntar las prácticas que
demuestren coherencia en este plano. Esto quiere decir que no convivan,
por inercia de experiencias anteriores, prácticas sociales y políticas
que se correspondan con otro momento de la sociedad en conjunto con el
actual momento histórico. Este desfazamiento puede generar confusión y
llevar a que no tengamos una práctica en el medio social, por lo que la
misma intención revolucionaria no necesariamente conllevará en sí las
prácticas para un momento diferente.
Estas prácticas, para nuestra organización, deben de girar tomando
como eje, como concepto motor al poder popular. Es por ello que él se
convierte en un elemento constitutivo de la estrategia, y en su
significado más estricto, se transforma en un componente elemental y
transversal a las prácticas revolucionarias que podamos generar, ya en
el seno de las organizaciones del campo popular.
Es así que pretendemos y proponemos esta resistencia, con dinámicas y
prácticas en su seno para construir un mundo nuevo, para resignificar
la democracia (para nosotros democracia directa dada la connotación
histórica que este concepto finalmente ha tenido). Practicar la
solidaridad, el apoyo mutuo, para crear y recrear nuevas nociones
jurídicas que se apoyen en la libertad.
Ahora bien, asegurar la viabilidad de implantación del poder popular,
así como lo hemos definido desde nuestra corriente libertaria, está
relacionado directamente a una definición determinada de ruptura
revolucionaria. Este debate es uno de los núcleos fundamentales de la
izquierda latinoamericana. Existen algunos planteos que no apuntan al
empoderamiento del pueblo, sino a buscar su apoyo, canalizar su energía
combativa y ansias de cambio social. Todo ello llevado hacia lo
institucional, al sistema de dominación.
Pero lo nuestro es distinto, el proceso de poder popular deberá
llevar en su esencia Autonomía. De ella depende el camino que lleve un
proceso revolucionario como las connotaciones que tengan las acciones
que combatan al sistema. La tarea debe contar con una acumulación
efectiva del pueblo creando instancias organizativas que le son propias,
nuevas formas, nuevos mecanismos, que generen un contexto finalmente de
ruptura revolucionaria en términos de desenlace popular.
En materiales de FAU se destaca: “No caben dudas, la historia lo está
señalando, que las posibilidades de construcción socialista se
fortifican en proporción a la participación popular y se debilitan si
los eventos de rebelión son concebidos exclusivamente desde un punto de
vista que tiene a cambios copulares dentro de una estructura de
dominación”.
Desde el punto de vista del poder, no se trata simplemente de
quitarle a las clases dominantes su poder global centralizado, sino de
difundirlo, descentralizarlo en los organismos populares: transformarlo
en otra cosa. Transformarlo en una nueva estructura político – social.
Así lo planteaba hace unos años Bakunin: “La libre Organización
seguirá a la abolición del estado. La sociedad podrá y deberá empezar su
propia reorganización que, sen embargo, no debe efectuarse de arriba
abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos
sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder
dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio
universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a
la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de
personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase
volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el
pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado… En efecto,
¿Qué vemos en la Historia? Que el estado ha sido siempre el patrimonio
de una clase privilegiada.”
Así serán las cosas, crear y recrear, fortalecer y consolidar las
organizaciones obrero – populares, del conjunto de los oprimidos y
defender su protagonismo, encausar esta pelea es para nosotros el único
socialismo posible. Paso a paso, con la estrategia que nos demos los
Anarquistas siendo parte íntima del pueblo y sus nociones y practicas
solidarias. En la derrota del orden capitalista y autoritario está el
poder popular como nueva realidad, y se juega todos los días, en
relación a como se orienta y concreta el trabajo político y social
permanentemente.
El trabajo, la lucha, de remover todo lo viejo, desplazarlo,
desconstruir su estructura. En tarea cotidiana, siempre de abajo hacia
arriba, combatiendo la guerra entre los de abajo, pensando, creando la
resistencia, practicando en lo poco o mucho que podamos la sociedad
futura, la nueva civilización.
Esa es nuestra necesidad, más que un anhelo, debe ser algo inmediato,
un problema bien formulado para todos los días. Con la organización
especifista para nuclear a los Anarquistas, para soñar y pensar la
libertad, para fortalecernos y profundizar los lazos que estrechemos con
nuestro pueblo. Con los vecinos, los compañeros de trabajo, con los
Ateneos en los barrios, con los Sindicatos, el movimiento estudiantil,
con todas las expresiones de pueblo oprimido, dominado, con intensiones
de ruptura, de perder definitivamente y por siempre las cadenas. Con
todos nuestros hermanos caídos en la pelea con un mundo nuevo en el
corazón, generación tras generación.
En la memoria siempre, con “una gota de plomo en el lacrimal”, con
las ganas de encarnar a este mundo de libertad, que nos sacan de los
márgenes “racionales” y “correctos”, con la exigencia de la acción
directa como elemento constitutivo de la lucha y la nueva humanidad.
Con Durruti y las enseñanzas que nos ha dejado el anarcosindicalismo
clasista de la CNT – FAI, con nuestro hermano a la distancia “el Quico” y
todas las mujeres y hombres que han soñado esa España que se plantó
fusil al hombro contra el mundo de la opresión sea de oriente u
occidente. Con nuestros asesinados, torturados, desaparecidos, caídos en
la pelea por la libertad y con el corazón entramado en la pelea. Con la
miseria ante nuestros ojos y atravesando nuestra vida, dándonos las
herramientas para combatir y sin contener el asco contra los criminales
de nuestra clase. Con la rabia, tan necesaria, ante tanta inmundicia
capitalista. Con la necesidad de forjar la unidad como realidad en la
lucha y no como slogan fanfarrón, engañoso y manipulador.
Por el Socialismo y la Libertad.
“Construiremos un mundo nuevo,
Porque llevamos un mundo nuevo,
En nuestros corazones”.
Porque llevamos un mundo nuevo,
En nuestros corazones”.
Hasta la utopía siempre!!!.
Arriba los que luchan!!!.
Arriba los que luchan!!!.
FAU.