por Angel Ferrero* (revista Sin Permiso)
publicado en el boletín solidario de información,
Correspondencia de Prensa, 6 de abril de 2010,
Colectivo Militante - Agenda Radical.
"Las revueltas estallan en callejones sin salida": en el vigésimo aniversario de las revueltas contra la 'poll tax' de la Sra. Thatcher No es lo que uno espera oír del director del Fondo Monetario Internacional. En su intervención en la Eurócamara el pasado 7 de marzo, Dominique Strauss-Kahn advirtió que si las prometidas reformas en el sistema financiero internacional se seguían retrasando podrían desembocar en «revueltas sociales.» [1] La advertencia de Strauss-Kahn resulta interesante porque demuestra cuanto menos lo que la prensa alemana ya llama a propósito de los recientes discursos del ministro de asuntos exteriores y presidente del FDP Guido Westerwelle la creación de una "conciencia de clase capitalista".
Desde que estalló la crisis se han registrado graves disturbios en Grecia, Islandia y Letonia. De hecho, los disturbios en Grecia e Islandia han sido los mayores desde la revuelta de noviembre de 1973 que puso fin a la dictadura de los coroneles y los que hubo contra la entrada de Islandia en la OTAN en 1949 respectivamente. El primero de mayo de 2009 terminó con graves enfrentamientos entre la policía y los manifestantes en países como Alemania o Turquía.
Sólo en Berlín, la manifestación se saldó con 289 detenidos y 273 policías hospitalizados, lo que llevó al responsable de la policía berlinesa, Dieter Glietsch, a hablar de «una nueva calidad de la violencia.» [2] El 22 de marzo el Tageszeitung ofrecía el retrato robot del perdedor de la crisis en España: «Hombre, entre 25 y 29 años […] 1'7 millones de jóvenes entre 16 y 35 años han perdido su empleo, de los cuales un 68% son hombres.» [3] El FMI tiene un miedo razonable a que este suelo inflamable –en expresión de Mike Davis– prenda y el descontento ciudadano se organice y adquiera aquí y allá una forma política que plantee una transformación socialista.
Muchos trabajadores se sienten atemorizados por la ofensiva de los bancos y la patronal. Pero también enfadados. Opiniones como la de Manolo Saco ¡en Público! criticando, en sus propias palabras, «el sagrado derecho a la huelga» y tachando la huelga de ferrocarriles de la CGT de «socialización del sufrimiento» por «atacar a los patronos dándoles patadas únicamente en nuestros culos» (sic) no contribuyen precisamente a aliviar la desazón social y tender lazos de solidaridad en la clase trabajadora. [4] Nada de esto –incluido el rodillo mediático antisindical– [5] es nuevo, sino que hasta hay ejemplos recientes: el 31 de marzo se cumplieron veinte años desde que la organización de una revuelta fiscal contra un impuesto sobre la vivienda en el Reino Unido, tras una década de inflexible política económica neoliberal, terminase en una demostración de masas seguida de unos sonados disturbios que pusieron fin a la hasta entonces inquebrantable carrera de Margaret Thatcher.
Una guerra civil de baja intensidad
Los ochenta fueron años de contraofensiva neoliberal. «La crisis de acumulación de capital que se registró en la década de 1970 sacudió a todos a través de la combinación del ascenso del desempleo y la aceleración de la inflación», escribe David Harvey. «El descontento se extendió ─continúa─ y la unión del movimiento obrero y de los movimientos sociales en gran parte del mundo capitalista avanzado parecían apuntar hacia la emergencia de una alternativa socialista al compromiso social entre el capital y de la fuerza de trabajo que de manera tan satisfactoria había fundado la acumulación capitalista en el periodo posbélico. En gran parte de Europa, los partidos comunistas y socialistas estaban ganando terreno, cuando no tomando el poder, y hasta en Estados Unidos las fuerzas populares se movilizaban exigiendo reformas globales, así como intervenciones del Estado. Esto planteaba por doquier una clara amenaza política a las elites económicas y a las clases dominantes, tanto en los países del capitalismo avanzado (Italia, Francia, España y Portugal) como en muchos países en vías de desarrollo (Chile, México, y Argentina).» [6]
En 1979 Margaret Thatcher ganó las elecciones explotando –especialmente entre las clases medias– la mala gestión de James Callaghan y sus programas de austeridad contra la crisis económica (que generaron la oleada de huelgas y acciones sindicales conocidas como el "invierno de nuestro descontento" de 1979), y gracias a una hábil campaña propagandística cocinada en las oficinas de Saatchi & Saatchi con el lema "Labour isn't working" ("El laborismo no está funcionando"). Prometió orden, prosperidad y paz. Empezó por abrir la veda en Europa para el desmantelamiento de los estados del bienestar surgidos de la posguerra, cuyas consecuencias sociales han quedado plasmadas en algunas de las mejores películas de Ken Loach o en las letras de grupos musicales como The Clash y cantantes como Billy Bragg. El artista británico Jeremy Deller ha llamado a este período la guerra civil inglesa: segunda parte (The English Civil War. Part II). Hay que tomarse este título con la mayor seriedad: el aumento de la represión policial en aquellos estados en que se ha implantado con mayor radicalidad el programa de choque neoliberal ─entre ellos, por descontado, el Reino Unido─ puede calificarse, en expresión de Mike Davis, de "guerra civil de baja intensidad".[7]
Los diez años de administración Thatcher llevaron a Gran Bretaña a niveles sin precedentes de malestar social. «A medida que avanzaban los ochenta el desempleo alcanzó los tres millones, y el contraste entre los acomodados que alardeaban de su riqueza ─la cultura de los muchapasta (Loadsamoney)─ y una creciente clase marginal […] alimentó los alborotos» [8] La administración Thatcher utilizó todos los medios legales e ilegales para destruir a la izquierda laborista (con la inestimable ayuda de Neil Kinnock, que desbrozó el camino al Nuevo Laborismo) a los sindicatos y muy especialmente a la National Union of Mineworkers (NUM), el sindicato minero que organizó la mayor huelga de la historia del Reino Unido en 1984-85: se infiltraron agentes de policía y de los servicios secretos, se instalaron micrófonos ocultos en todos sus teléfonos y se llenó la prensa y la televisión de calumnias contra sus dirigentes. En palabras de Naomi Klein, «Thatcher proyectó el enfrentamiento como una continuación de la guerra contra Argentina que requería de una solución similarmente brutal». [9] El MI5 llegó a tener un departamento entero dedicado a sabotear y vigilar a la NUM, de la que llegó a reunir 40 volúmenes tan sólo de información.
El gobierno que prometió reducir los costes y el intervencionismo del estado los incrementó a niveles astronómicos para aplastar policial y judicialmente a los sindicatos y la izquierda: durante la huelga minera el gasto público se disparó en 2.750 millones de libras, de los cuales 240 millones sólo para tener en activo a policías de 42 cuerpos diferentes que efectuaron 8.810 detenciones, de las cuales 7.100 resultaron en acusaciones y 4.318 en condenas en los más de 3.000 juicios celebrados. La policía acumuló cuarenta millones de horas extra de trabajo y 1.392 heridos, de los cuales el 10% precisó tratamiento hospitalario y 85 fue diagnosticado como grave. [10] El Socialist Workers' Party (SWP), que había visto cómo aumentaba su militancia a lo largo de los setenta, recibió el mismo tratamiento, y comenzó a ser estrechamente vigilado e infiltrado por los servicios secretos británicos con agentes a los que se proporcionaba nuevas identidades, trabajos y vehículos, una situación que ha continuado al menos hasta 1997, como recientemente reveló The Observer. [11]
Todo esto sucedía en un país que iba adoptando cada vez más las formas de un estado policial, donde los miembros de la policía podían militar libremente en el neonazi National Front (NF) y otras organizaciones racistas, lo que llevó por ejemplo a que los jóvenes negros tuvieran unas 35 posibilidades más de ser detenidos y cacheados por la policía que los jóvenes blancos. Las detenciones injustas, unidas a la segregación racial en los grandes núcleos urbanos, terminaron provocando graves disturbios en los barrios de inmigrantes de las principales ciudades del país. Los manifestantes erigieron barricadas, incendiaron comercios y automóviles y se enfrentaron a la policía con piedras y materiales de construcción. En algunos de estos enfrentamientos los policías recibieron tal lluvia de cócteles molotov que los escudos antidisturbios terminaban por derretirse. Los disturbios en Brixton terminaron con 401 policías y 48 manifestantes heridos ─el número fue con toda seguridad mayor, ya que muchos de ellos no acudieron a los hospitales por miedo a ser detenidos─, 257 arrestos y unos daños estimados en 4'75 millones de libras; los de Toxteth, con 355 policías y 132 manifestantes heridos, 244 arrestos y unos daños estimados en 4.675 libras; los de Broadwater Farm, con 163 policías heridos (siete de ellos por disparos de perdigones), además de un bombero y 17 manifestantes hospitalizados y un policía muerto.
El impacto en la opinión pública de estos graves disturbios llevaron a la aprobación de una ley en 1985, la Police and Criminal Evidence Act, que restringió el número de situaciones por las que una persona podía ser detenida por la policía, y la discriminación racial se convirtió en motivo de expulsión inmediata del cuerpo. Pero también implicaron, conviene recordarlo, la mejora del equipo y las tácticas de la policía antidisturbios, modeladas a partir de las utilizadas por la policía de Hong Kong y otras fuerzas coloniales. Partidos como el mencionado Socialist Workers' Party y organizaciones anarquistas como Class War decidieron quitarse los guantes y comenzaron a promover la acción directa, diseñando las manifestaciones para enfrentarse físicamente con la policía o la extrema derecha. [12] Las calles se agitaban. Las prisiones se desbordaban. Como sentencia Ian Hernon «La promesa de Margaret Thatcher de 1979 de traer armonía al país se convirtió en una broma.» [13]
La segunda batalla de Trafalgar
Esta espiral de violencia culminó con unos impresionantes disturbios en Londres en 1990 contra la poll tax o community charge, un impuesto sobre la vivienda por el cual se pretendía, básicamente, que un acaudalado duque pagase tanto por su mansión como el basurero por su apartamento (según rezaba un conocido eslogan contrario a su aplicación: "a duke would pay the same as a dustman"), pues se cobraba por individuo y no en proporción al valor de la propiedad. «Para una pareja que viviera en una propiedad con un valor en el mercado alto un importe que ascendía a miles de libras se reduciría tan sólo a unos pocos cientos.» [14]
Para noviembre de 1989, los partidos y organizaciones socialistas arriba mencionados y otros movimientos nacidos a raíz de la protesta contra la poll tax ya se habían agrupado en la All Britain Anti-Poll Tax Federation (ABF) con el objetivo de coordinar sus acciones y paralizar su aprobación. Su primera respuesta fue una campaña de desobediencia fiscal, siguiendo el ejemplo de los socialistas escoceses ─la poll tax se había implantado primero allí─ que, aunque podía significar el embargo y aún el encarcelamiento por evasión de impuestos, fue seguida por 18 millones de británicos. La ABF tomó como inspiración la revuelta fiscal de Poplar de 1921, cuando los concejales laboristas de este barrio obrero de Londres desafiarion al gobierno, al ayuntamiento de Londres y a los propios dirigentes del Partido Laborista y distribuyeron el dinero recaudado por los impuestos entre los más necesitados.
La desobediencia fiscal hacia la poll tax tuvo en algunas partes de Escocia un seguimiento de hasta el 60% de los contribuyentes, a quienes la ABF ofreció asesoramiento legal para evitar los embargos por impago. Los funcionarios de la agrupación "Funcionarios contra la Poll Tax" arrojaban directamente la deducción del impuesto a las papeleras. Terry Fields, miembro del parlamento por el Partido Laborista, llegó a pasar 60 días en prisión por negarse a pagar el impuesto. El Partido Laborista, en cambio, se opuso a la ABF, recomendó a los ciudadanos pagar la poll tax y abandonó a los militantes de base (a muchos de los cuales llegó a expulsar) a su suerte. [15] Beccy Palmer, una miembro de la ABF que fue encarcelada por no pagar el impuesto, ofrece un testimonio del trato que recibieron los acusados: «demostré ante el tribunal que era incapaz de pagar el impuesto. Podría haber pagado una libra a la semana, pero no lo hice por principios. Me enviaron tres meses a prisión. El alcalde dijo que era una jovencita estúpida que necesitaba unos cuantos azotes. Cuando otros prisioneros que salían de los tribunales oyeron la razón por la que me encontraba allí, empezaron a sacudir el furgón policial, gritando, "¡Dejadla salir!". Estar en la prisión de Durham fue un shock. La privación de libertad es un eufemismo. Allí había cucarachas, suciedad, mala comida –perdí más de seis kilos durante mi estancia. Pero los prisioneros me respetaban. Recibí más de 1.000 cartas de todo el mundo mientras estuve allí. Mereció la pena, sin ninguna duda.» [16]
A todo ello hizo oídos sordos Margaret Thatcher, quien convirtió a la poll tax en su caballo de batalla y declaró repetidamente que el gobierno no daría marcha atrás en su decisión. Para 1989, la arrogancia de la dama de hierro no conocía ya límites: había derrotado militarmente a Argentina en tres meses infligiéndole un severo castigo (649 muertos, 1.068 heridos y 11.313 prisioneros argentinos frente a 258 muertos, 777 heridos y 115 prisioneros británicos) hundiendo incluso barcos que se batían en retirada, doblegado y destruido a los sindicatos, acorralado electoralmente al Partido Laborista, promovido la energía nuclear obviando las advertencias de los ecologistas, estrechado la alianza con la OTAN permitiendo que aviones estadounidenses utilizasen bases inglesas para el bombardeo punitivo de Libia en 1986. Se había reído de la opinión internacional elogiando a Augusto Pinochet como «el hombre que trajo la democracia a Chile» y opuesto a la Reunificación alemana, y todo ello mientras contemplaba desde las costas de Inglaterra el naufragio de la Unión Soviética. Algunas voces de la izquierda –¡qué poco cambian algunas cosas!– aseguraban que los viejos métodos de lucha y resistencia política, sindical y ciudadana habían quedado obsoletos y no servían para combatir a una Gran Bretaña muy transformada por las medidas thatcheristas. [17] El derrotismo caló hondo. Según Tommy Sheridan, los baqueteados trabajadores escoceses le respondían habitualmente en las reuniones anti-poll tax: "Ye cannae beat her son, she’s faced doon Galtieri and beat the miners. She’s the iron lady" ("No puedes acabar con ella, hijo, se enfrentó a Galtieri y acabó con los mineros. Es la dama de hierro.") [18]
El Comité Ejecutivo de la ABF decidió convocar una gran manifestación en Londres para el sábado 31 de marzo de 1990, coincidiendo con la fecha de la aprobación del impuesto. El seguimiento superó todas las previsiones de la Federación, que había calculado la asistencia de alrededor de 60.000 manifestantes. La coordinación de los partidos y de los movimientos sociales, el buen tiempo y la decisión a última hora del Partido Laborista de unirse a la protesta, atrajeron al mediodía hasta Kennington Park, al sur del Támesis, a más de 200.000 manifestantes procedentes de todo el país, que se desbordaron en todas direcciones, colapsando prácticamente por completo el centro urbano. Hasta Londres se desplazaron al menos 2.000 mineros de Yorkshire, que vieron en la manifestación la oportunidad para devolver el golpe al despiadado ataque de Thatcher a la NUM en la huelga de 1984-85. [19]
Hacia las 14:30 Trafalgar Square, el lugar donde terminaba la marcha, ya se encontraba casi a su plena capacidad. La policía, temiendo que algún grupo de manifestantes alcanzase y bloquease Downing Street, desplegó a sus unidades antidisturbios y bloqueó Whitehall Street por sus dos salidas, atrapando a un buen número de participantes en la marcha. Otro grupo de manifestantes, en su mayoría miembros de Class War que desconocían la maniobra policial, entró en Whitehall por Richmond Terrace (la calle que lleva precisamente a Downing Street) justo cuando habían empezado las primeras detenciones con el objetivo de evitar a toda costa la llegada de los anarquistas hasta la residencia del Primer Ministro. Cuando algunos manifestantes trataron de impedirlas estallaron los primeros enfrentamientos serios, que poco a poco se fueron desplazando hasta llegar a Trafalgar Square. Por el camino se rompieron a pedradas las ventanas del Ministerio de Defensa y la bandera británica del Cenotafio fue arrancada, ultrajada, hecha jirones por los manifestantes y finalmente quemada. A medida que los manifestantes retrocedían informaban a los demás de lo sucedido: «Me abrí camino hasta Whitehall junction, donde era evidente que algo había sucedido. Un hombre trataba de dirigirse a la multitud y me recorrió una sensación de pánico cuando le oí gritar: "Llevaos a los niños de aquí, van a cargar".» [20]
Frente al pedestal de la columna al almirante Nelson se había instalado una tarima desde la cual habían de intervenir políticos como Tony Benn, Dave Nellist o George Galloway. Tommy Sheridan, que tenía que hablar después de Galloway, ni siquiera llegó a tomar el micrófono. La policía entró abriéndose paso con violencia en la plaza. Los manifestantes en Trafalgar se prepararon para el choque. Y a partir de aquí ya no hubo punto de retorno. La policía trató de dispersar a la gente a caballo, cargando contra hombres, mujeres, niños y ancianos. Una joven fue arrollada por los caballos y arrastrada varios metros. Inmediatamente después de los caballos vinieron los antidisturbios, en una serie de cargas sucesivas en las que docenas de manifestantes resultaron contusionados y heridos de diversa consideración. El fotógrafo Keith Parnell resultó agredido por la policía aquel día: «Tropecé con una barrera y cuando me estaba levantando de la caída vi como un policía se acercaba a mí. Le oí decir: "tú lo vas a pagar" y empezó a golpearme con la porra. Intenté cubrirme con el antebrazo y me golpeó, rompiéndomelo. Entonces la policía empezó a golpear al tío que había detrás mío... La policía había perdido el control» [21] Los manifestantes repelieron las cargas con palos, piedras, botellas, vallas, papeleras, botas y conos de tráfico, todo el material que encontraron a mano. (Cuando un grupo de manifestantes logró abrirse paso hasta la embajada de Sudáfrica hubieron de añadirse extintores a la lista.) De ese modo no sólo consiguieron repeler la carga policial, sino que empezaron a avanzar contra los agentes obligándoles a recular en una de las imágenes televisivas más impactantes y recordadas del día, porque, como escribió Bertolt Brecht en Me-Ti, «las revueltas estallan en callejones sin salida». Según el relato de un manifestante: «Los antidisturbios cargaron contra los manifestantes en formación de cuña, pero no consiguieron ganar espacio porque la gente no empezó a correr. […] La policía parecía no saber qué hacer.» Otro manifestante relató que para él «lo más importante fue el modo en que la gente se preparó para enfrentarse a la policía antidisturbios. Nunca he visto algo así. Fue algo increíble ver a la gente corriendo a socorrer a quienes estaban siendo detenidos» e incluso algunos policías fueron arrastrados por los escudos hasta el campo de los manifestantes. Un tercero recuerda que para «mucha gente, la poll tax era la gota que colmaba el vaso de toda una década […] Toda la rabia acumulada, el odio, la frustración y la impotencia salieron a borbotones en un torrente de furia.» [22] Para Roy Hanney, que fue introducido en el fragor de la contienda en una furgoneta de policía y duramente golpeado, «estaba claro que aquello iba sobre la poll tax, pero también sobre mucho más. Sobre cómo la sociedad estaba yendo en general, y la gente diciendo "ya es suficiente."» [23]
El enfrentamiento pronto se transformó en una feroz batalla campal. Robert Huntley, un policía que se vio atrapado con su sargento en un coche patrulla, relató tiempo después cómo «la pata de un andamio atravesó una de las ventanas y luego nos arrojaron una señal de tráfico» (la escena quedó registrada por un equipo de televisión de la ITN). [24] A las 16:30 la policía tomó la decisión de cerrar las estaciones de metro, atrapando a toda la gente en la plaza. Un grupo de jóvenes trepó por unos andamios cercanos, desde los que lanzaron una lluvia de cascotes, retrasando el avance policial aquí y allá. La policía, siguiendo una táctica de las fuerzas de seguridad sudafricanas, condujo sus furgonetas antidisturbios contra los manifestantes como método de disuasión. Carmela Ozzi, que se encontraba en el lugar, describió la situación al diario The Independent: «Daba miedo. Estábamos cerca de una furgoneta que fue conducida contra la multitud, y nos empujaban con los caballos más y más contra la pared. Recuerdo que pensé: "Hoy alguien va a resultar herido". [...] Aquel día fue decisivo para mí, terriblemente doloroso; supe que nunca más vería a la policía del mismo modo.» [25] Un manifestante fue arrastrado 60 yardas bajo los neumáticos de una de ellas. Según una manifestante: «vi una furgoneta de policía dirigirse hacia nosotros. Salí de la calzada y vi horrorizada cómo avanzaba contra la multitud, frenaba en seco y un cuerpo salía despedido y aterrizaba frente un grupo a un lado de la calle. […] Exploté de rabia y corrí hacia la furgoneta gritando y abrí la puerta del conductor, gritándole policía asesino mientras el oficial aterrorizado en su interior bloqueaba la puerta desde dentro.» [26] Inflamados, un numeroso grupo consiguió frenarlas, rodearlas, atrancar las ruedas con barras de metal y desmontar la protección de los cristales, llevándose algunos cascos y escudos de los antidisturbios, que emplearon para defenderse de aquellos a quienes se los habían sustraído. Los oficiales de una de las furgonetas no pudieron hacer otra cosa que encerrarse en su interior y esperar a que amainase la tormenta para ser rescatados por sus compañeros. John Andrews, que cubría la manifestación como periodista de la BBC, recuerda: «Desde nuestra cámara instalada desde lo alto de Trafalgar Square, el 31 de marzo de hace 20 años, la escena parecía un tableau revolucionario. Había cargas de la policía montada, mientras los edificios en construcción de la zona proveían a los alborotadores con todo un arsenal de armas. Se utilizaron las barras de metal de los andamios para atacar tres furgonetas de policía que intentaron atravesar la plaza.» [27]
El caos era ya absoluto. Hacia las cinco de la tarde una caseta de herramientas al sur de Trafalgar Square y una sala de la embajada de Sudáfrica ─la Sudáfrica del apartheid─ empezaron a arder, cubriendo por completo la plaza con una espesa humareda. La oscuridad obligó a la policía a detenerse durante veinte minutos y abrir las salidas sur de la plaza. Al ordenar las autoridades el cierre de los pubs de la zona, sólo consiguieron aumentar el número de alborotadores, al haber privado a docenas de hooligans de sus reglamentarias pintas vespertinas. Entre las seis y las siete de la tarde, la cadena de mando de la policía parecía haberse roto definitivamente y la multitud salió en todas direcciones, rompiendo escaparates, asaltando tiendas para proveerse de botellas y volcando e incendiando automóviles a su paso por Picaddilly Circus, Oxford Street, Regent Street, Charing Cross Road y Covent Garden, que es tanto como decir todo el centro de Londres, hasta las 3 de la madrugada.
Escenas a las que nadie que tenga el carácter británico por atemperado y flemático podría dar crédito pudieron verse aquel día: un manifestante hubo de huir de la policía saltando sobre los techos de los autobuses en un atasco; un arrogante conductor que intentó abrirse paso a la fuerza entre los manifestantes fue sacado de su Jaguar por la multitud, que incendió su coche. [28] En St. Martin's Lane los manifestantes incendiaron un Porsche valorado en 35.000 libras. [29] Según un agente de policía, desde Regent Street a Trafalgar Square «todas las ventanas de bancos y comercios estaban rotas.» [30] Con todo, no puede decirse que se tratase precisamente de violencia descontrolada: la oficina de reclutamiento del ejército, las oficinas de las aerolíneas sudafricanas, las oficinas de la BBC, The Body Shop, Burberry's, Mappin and Webb, McDonalds, Barclays Bank, Tie Rack, Armani, Ratner, National Westminster Bank, los almacenes Liberty’s, Pizza Hut y varios concesionarios de automóviles y otras tiendas del West End fueron atacados con especial saña. Los pubs, el pequeño comercio, los kioskos de comida, los utilitarios y las oficinas de las aerolíneas irlandesas Aer Lingus amanecieron sorprendentemente indemnes a pesar de la magnitud los disturbios.
Mientras los medios de comunicación cubrían las revueltas, la Primera Ministra se encontraba en una conferencia del Partido Conservador en Cheltenham, que se centraba casualmente en el impuesto que había provocado lo que ya se empezaba a conocer popularmente como la segunda Batalla de Trafalgar. Cuando le informaron de lo ocurrido, Thatcher sólo fue capaz de articular una palabra: 'wickedness'. Las cifras de daños de las revueltas de Brixton, Toxteth Broadwater Farm empequeñecían al lado de las de la poll tax: cientos de manifestantes heridos de diversa consideración, 500 policías heridos (60 de ellos requirieron hospitalización), hasta 50 automóviles fueron volcados y/o incendiados, 394 establecimientos y oficinas destrozados, 391 arrestados (que aumentarían en las semanas subsiguientes) y 1.900 denuncias presentadas en los tribunales. [31] Una campaña en favor de los detenidos consiguió demostrar con pruebas de vídeo que al menos 491 de los acusados fueron arrestados con pruebas falsas. Roy Hanney, un profesor universitario que asistió a la manifestación y se subió a un andamio para ponerse a salvo de la carga policial, fue derribado y detenido por los agentes. Hanney fue posteriormente absuelto y recibió 30.000 libras en compensación. [32] Hubo docenas de casos como el de Hanney, pero las consecuencias, con todo, podrían haber sido todavía peores: en el 2006 el gobierno británico desclasificó unos documentos que revelaban que la policía, creyendo haber perdido el control de la situación, ordenó abrir fuego real contra los manifestantes, orden que no fue efectuada por un fallo en las comunicaciones. Por si los disturbios contra la poll tax no hubieran sido suficientes, a la mañana siguiente los presos de la prisión de Strangeways (Manchester) se amotinaron en protesta por los continuos maltratos por parte de los funcionarios de prisiones y las deplorables condiciones de las cárceles británicas. Los presos se hicieron con el control de la prisión durante 25 días –convirtiéndolo en el motín carcelario más largo de la historia británica– y se extendió a otras prisiones de Inglaterra, Escocia y Gales hasta que la policía entró por la fuerza en el edificio. El motín de Strangeways terminó con 147 funcionarios de prisiones y 47 presos heridos, un preso muerto y daños por valor de 55 millones de libras esterlinas. La repercusión de esta revuelta obligó al gobierno a revisar las condiciones de todas las cárceles británicas e introducir mejoras.
La desobediencia fiscal continuó tras los disturbios, pero se desplazó de las calles a los tribunales. Docenas de ayuntamientos del Reino Unido enviaron citaciones judiciales a los millones de personas que no habían pagado el impuesto. Los acusados formaban largas colas en los tribunales, colapsando los servicios judiciales. En Warrington, el ayuntamiento laborista envió 5.500 citaciones judiciales, esperando que sólo unos cuántos compareciesen y no fuese más que una formalidad. Se presentaron 1.000 personas y los jueces desestimaron todas las denuncias. Escenas similares se repitieron a lo largo del país. Los tories comenzaban a perder la guerra por la poll tax. [33] La dama de hierro se oxidaba. El conservador Alan Clark escribió el día después de la revuelta contra la poll tax que «en los pasillos y en los salones de té se habla abiertamente de enterrar a Thatcher para salvar su pellejo.» [34] La aparición de rivales en el seno del Partido Conservador, aprovechando el momento de debilidad de su líder, terminó con la victoria de John Major sobre Thatcher. Si en 1987 Margaret Thatcher había ganado las elecciones por tercera vez consecutiva y parecía invencible a ojos de la opinión pública, tres años después abandonaba Downing Street con lágrimas en los ojos. El Partido Laborista vio remontar su porcentaje electoral hasta el 24'5%, pero la ejecutiva de Neil Kinnock desperdició esta ventaja. El portavoz de los laboristas, Roy Hattersley, eludió todo comentario sobre la actuación policial y culpó a los anarquistas y trotskistas de la violencia en la manifestación, pidiendo el arresto de sus principales miembros y «sentencias ejemplares» para los procesados. [35] Cuando Thatcher atacó al movimiento anti-poll tax en el parlamento, condenando las manifestaciones como «una negación de la democracia», Neil Kinnock respondió dócilmente: «Déjenme decirles antes que nada que estoy de acuerdo con todo lo que ha dicho la Primera Ministra»; e inmediatamente después denunció a los manifestantes como «revolucionarios de juguete.» [36] La defección de los laboristas alienó su base electoral y permitió que John Major ganase limpiamente las elecciones de 1992.
Lo primero que hizo Major nada más llegar al poder fue abolir la poll tax. Un periodista del Observer redactó su necrológica, tomó la empuñadura de la espada y la hundió sobre lo que quedaba de ella: «Si la poll tax está muerta, fue asesinada por el impago, una táctica que los tres partidos principales insistieron en considerar vana y errónea. La acción extraparlamentaria, la pesadilla de los políticos de Westminster, demostró su fuerza durante todo el proceso y expuso la vaciedad de nuestras proclamas democráticas... este fin de semana todos y cada uno de quienes no pagaron el impuesto deberían sentirse orgullosos de sí mismos.» [37]
* Àngel Ferrero es licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente realiza el doctorado en esa misma universidad y escribe artículos de crítica cultural en la revista SINPERMISO.
Notas
[1] "Strauss-Kahn advierte que el retraso de las reformas puede desembocar en 'revueltas sociales'", El País, 7 de marzo de 2010.
[2] "Eine neue Qualität der Gewalt", Deutsche Welle, 1 de mayo de 2009. http://www.dw-world.de/dw/article/0,,4222105,00.html
[3] "Ende des Baubooms in Spanien: Die Jugend kann nur auswandern", Tageszeitung, 22 de marzo de 2010. http://www.taz.de/1/politik/europa/artikel/1/die-jugend-kann-nur-auswandern/
[4] Manolo Saco, "El sagrado derecho a la huelga", Público, 1 de abril de 2010. http://blogs.publico.es/manolosaco/1946/el-sagrado-derecho-a-la-huelga/
[5] Un ejemplo lo proporcionaba Gregorio Morán recientemente: «El pasado mes de noviembre el inefable diario económico madrileño La Gaceta de los Negocios publicaba en primera página y a cuatro columnas, foto incluida: "Un alto dirigente de UGT cena en El Bulli a 300 euros el cubierto". El subtítulo no le iba a la zaga: "La central se manifestará el 12 de diciembre en contra de los empresarios y a favor de los derechos de los trabajadores". Ya lo saben los sindicalistas, a partir de ahora los periodistas de raza se atendrán al principio de que si te manifiestas quedan suspendidos los caprichos, aunque te lo pagues de tu bolsillo. Admitamos que las clases subalternas no disfrutan, trabajan. O como diría monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, evitar el sufrimiento espiritual del materialismo.» Gregorio Morán, "¿Por qué odian a Michael Moore?", Sin Permiso, 31 de enero de 2010. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3063
[6] David Harvey, Breve historia del neoliberalismo (Madrid, Akal, 2005), p. 20
[7] Mike Davis, "El mundo se ha vuelto inflamable y la revuelta griega es el primer chispazo", Sin Permiso, 21 de diciembre del 2008 http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2239
[8] Ian Hernon, Riot! Civil Insurrection From Peterloo to the Present Day (Londres, Pluto Press, 2006), p. 211.
[9] Naomi Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre (Barcelona, Paidós, 2007), p. 187.
[10] Ian Hernon, op. cit., pp. 234-235.
[11] "Undercover policeman reveals how he infiltrated UK's violent activists", The Observer, 14 de marzo de 2010. http://www.guardian.co.uk/uk/2010/mar/14/undercover-policeman-infiltrated-violent-activists
[12] Véase la comparación de Tony Cliff entre la francesa SOS Racismo y la británica Anti-Nazi League en El marxismo ante el milenio, capítulo 8: «El mes de agosto del 1977 el NF organizó una marcha en Lewisham, una localidad del sudeste de Londres con una gran población negra. El SWP llevó a .000 de sus militantes y movilizó localmente a unos 8000 obreros y jóvenes, principalmente negros, con los cuales rompieron el cordón policial y detuvieron físicamente la marcha fascista. […] Nuestra política de combatir el fascismo era bidireccional: atacar a las ratas y atacar las alcantarillas donde las ratas se multiplican. […] Así pues, ¿cómo explicar la diferencia entre los destinos del FN [Front National] y del NF [National Front]? Hay que tener en cuenta el elemento subjetivo. En Gran Bretaña tenemos la ANL. En Francia la principal organización contra los nazis ha sido SOS Racismo. Esta organización es la cola del Partido Socialista. Su dirigente, Harlem Desir, es contrario al "enfrentamiento" con el FN, ya que eso "jugará a favorde Le Pen". Se dirige a la opinión pública para desarraigar así el racismo y espera una contribución igual de les organizaciones de izquierdas que las de derechas. Aunque SOS Racismo convoca manifestaciones, éstas no se diseñan para enfrentarse físicamente al FN.» <http://www.marxists.org/catala/cliff/2000/millenium/chap08.htm>. Para una historia de Class War en castellano, Stewart Home [1988], El asalto a la cultura. Corrientes utópicas del letrismo a Class War (Barcelona, Virus, 2002), cap. 17.
[13] Ian Hernon, op. cit., p. 218.
[14] John Andrew, "A rate for the rich·", The Guardian, 28 de marzo de 2010. <http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/mar/28/council-tax-reform-property-poll> [15] "Voices from poll tax struggle", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010. http://www.socialistworker.co.uk/art.php?id=20675
[16] "Fifteen years since poll tax revolt", Socialist Worker, 9 abril de 2005. http://www.socialistworker.co.uk/article.php?article_id=6178
[17] "Poll Tax riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010. <http://www.socialistworker.co.uk/art.php?id=20676> [18] "Poll Tax Rebellion: 20 Years On", Tommy Sheridan, Solidarity, 31 de marzo de 2010. http://www.solidarityscotland.org/content/view/609/66/
[19] "Fifteen years since poll tax revolt", Socialist Worker, 9 abril de 2005.
[20] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto, reproducido en Libcom.org: http://libcom.org/history/1990-accounts-poll-tax-riot
[21] "Poll Tax riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010.
[22] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto.
[23] "Voices from poll tax struggle", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010.
[24] Ian Hernon, op. cit., p. 241.
[25] "The Battle of Trafalgar Square: The poll tax riots revisited", The Independent, 25 de marzo de 2010. <http://www.independent.co.uk/news/uk/politics/the-battle-of-trafalgar-square-the-poll-tax-riots-revisited-1926873.html> [
26] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto.
[27] John Andrew, "A rate for the rich·", The Guardian, 28 de marzo de 2010
[28] Ian Hernon, op. cit.., p. 245. [29] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto
[30] "Poll Tax riots: 20 years after violence shook London", BBC News, 31 de marzo de 2010. http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/magazine/8593158.stm
[31] "1990: Accounts of the poll tax riot", panfleto
[32] "Poll Tax riots: 20 years after violence shook London", BBC News, 31 de marzo de 2010.
[33] "Poll Tax riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010.
[34] "Fifteen years since poll tax revolt", Socialist Worker, 9 abril de 2005. http://www.socialistworker.co.uk/article.php?article_id=6178
[35] "Poll Tax riot: The day that sunk Thatcher's flagship", Socialist Worker, 27 de marzo de 2010. [36] Íbid. [37] Íbid.