Publicado en el nº2 del Revolutionary Anarchafeminist Group de Irlanda del Norte durante
otoño de 2007.
“Feminismo,
Clase y Anarquismo”
Por Deirdre Hogan
La relación entre la sociedad
de clases y el capitalismo
La característica que define a la sociedad capitalista es que está
mayoritariamente dividida en dos clases fundamentales: la clase capitalista (la
burguesía), hecha de dueños de grandes negocios, y la clase trabajadora (el
proletariado), que consiste en más o menos todos los demás -la gran mayoría de
la gente que trabaja por un salario. Hay, por supuesto, toda una gama de grises
dentro de esta definición de sociedad de clases, y la clase trabajadora en sí
misma no está hecha de un grupo homogéneo de personas, pero incluye, por
ejemplo, trabajadores sin especialización así como la mayoría de lo que
comúnmente se denomina la clase media, y puede haber, por ende grandes
diferencias en ingresos y oportunidades para diferentes sectores de la clase
trabajadora definida ampliamente.
"Clase media" es un término problemático ya que, aunque se usa
frecuentemente, rara vez queda claro a quién se refiere exactamente. Usualmente
"clase media" se refiere a trabajadores tales como profesionales
independientes, pequeños dueños de negocios y administrativos bajos y medios.
Sin embargo, estas capas medias no son realmente una clase independiente, ellas
no son independientes del proceso de explotación y de la acumulación de capital
que constituye al capitalismo. En general están en los límites de una de las
dos clases principales, la clase capitalista y la trabajadora.[1]
Lo importante de analizar la sociedad como compuesta de dos clases
fundamentales es entender que la relación económica entre estas dos clases, los
grandes dueños de negocios y las personas que trabajan para ellos, se basa en
la explotación y por ende estas dos clases tienen intereses materiales
fundamentalmente opuestos.
El capitalismo y los negocios son, por naturaleza, movidos por la
ganancia. El trabajo que un empleado realiza crea riqueza. Algo de esta riqueza
se le da al empleado en su paquete salarial, el resto se lo queda el jefe,
sumándose a sus ganancias (si los empleados no diesen ganancia no los
emplearían). De esta manera, el dueño del negocio explota a sus empleados y
acumula capital. Es parte del interés del dueño del negocio maximizar sus
ganancias y mantener los costos de los salarios bajos; es del interés de los
empleados maximizar su paga y mejorar las condiciones laborales. Este conflicto
de intereses y la explotación de una clase por otra clase minoritaria, es
inherente a la sociedad capitalista. Loa anarquistas tienen como finalidad
abolir el sistema capitalista de clases y crear una sociedad sin clases.
La relación entre sexismo y capitalismo
El sexismo es una fuente de injusticia que difiere del tipo de
explotación de clase mencionado más arriba de varias maneras. La mayoría de las
mujeres viven y trabajan con hombres al menos parte de su vida; ellas tienen
relaciones cercanas con hombres tales como su padre, hijo, hermano, amante, compañero,
esposo o amigo. Mujeres y hombres no tienen intereses opuestos de una manera
inherente; nosotras no queremos abolir los sexos sino abolir la jerarquía de
poder que existe entre los sexos y crear una sociedad donde las mujeres y los
hombres puedan vivir libremente y juntos en igualdad.
La sociedad capitalista depende de la explotación de clase. No depende
sin embargo del sexismo y podría en teoría acomodarse en gran medida a un
tratamiento similar de mujeres y hombres. Esto es obvio si miramos lo que la
lucha por la liberación femenina logró en varias sociedades alrededor del mundo
en los últimos, digamos, 100 años; en los que hubo mejoras radicales en la
situación de mujeres y los supuestos que subyacían sobre qué roles son
naturales y están bien para la mujer. El capitalismo, con el paso del tiempo,
se ha adaptado al rol y status cambiante de la mujer en la sociedad.
El final del sexismo por ende no llevará necesariamente al final del
capitalismo. De la misma manera, el sexismo puede continuar incluso después del
capitalismo habiendo sido abolida la sociedad de clases. El sexismo es
posiblemente la forma de opresión más temprana que existió, no sólo precede al
capitalismo; sino que hay evidencia que el sexismo también precedió a formas
más tempranas de la sociedad de clases[2].
A medida que las sociedades se han desarrollado la exacta naturaleza de la
opresión a las mujeres, la forma particular que esta toma, ha cambiado. Bajo el
capitalismo la opresión de las mujeres tiene sus caracteres propios y particulares
donde el sistema ha tomado ventaja de la histórica opresión de la mujer para
maximizar sus ganancias.
¿Pero, qué tan realista es el fin de la opresión a la mujer bajo el
capitalismo? Hay muchas formas en las que las mujeres son oprimidas como sexo en
la sociedad actual -económicamente, ideológicamente, físicamente, etc.- y es
probable que continúen las luchas feministas que llevarán a nuevas mejoras en
la condición de la mujer. Sin embargo, aunque es posible ver que con la lucha
varios aspectos del sexismo van perdiendo fuerza, hay aspectos del capitalismo
que hacen muy poco probable la total igualdad económica de mujeres y hombres en
el capitalismo. Esto es porque el capitalismo se basa en la necesidad de
maximizar sus ganancias en un sistema tal que las mujeres estén en una
desventaja natural.
En la sociedad capitalista, la habilidad de dar a luz es un defecto. El
rol biológico de la mujer implica que (si tienen hijos) tendrán que tomarse al
menos alguna licencia con goce de sueldo en su trabajo. Su rol biológico
también las hace en última instancia responsable por cualquier chico que
traigan al mundo. En consecuencia, la licencia paga por maternidad, permiso
para uno de los padres, licencia de padres, licencia para encargarse de hijos
enfermos, guarderías gratuitas y servicios para la atención infantil, etc.,
serán siempre especialmente relevantes a las mujeres. Por esta razón las
mujeres son económicamente más vulnerables que los hombres en el capitalismo:
ataques a las ganancias como guarderías, permisos a un padre, etc. afectarán
siempre desproporcionadamente más a la mujer que al hombre. Y sin embargo sin
plena igualdad económica es difícil verle un fin a las desiguales relaciones de
poder entre mujeres y hombres y la ideología asociada al sexismo. Entonces,
aunque podemos decir que el capitalismo podría acomodarse a la igualdad del
hombre y la mujer, la realidad es que la realización total de esta igualdad
será muy poco probablemente lograda en el capitalismo. Esto es simplemente
porque hay una penalización económica relacionada a la biología de la mujer,
que hace que la sociedad capitalista, movida por la ganancia, sea
inherentemente parcial contra la mujer.
La lucha por la emancipación femenina en los movimientos de la clase
trabajadora
Uno de los mejores ejemplos de cómo la lucha por el cambio puede
acarrear cambios reales y duraderos en la sociedad es la gran mejora en el
status de la mujer, sus derechos y calidad de vida; todos logros que la lucha
por la liberación femenina ha alcanzado en varios países alrededor del mundo.
Sin esta lucha (que yo llamaré feminismo a pesar de que no todos y todas las
que lucharon contra la subordinación femenina se habrían identificado como
feministas), las mujeres claramente no habríamos logrado los gigantescos avances
que hemos tenido.
Históricamente, la lucha por la emancipación femenina fue evidente
dentro del movimiento anarquista y otros movimientos socialistas. Sin embargo,
como un todo estos movimientos tendieron a tener una relación de alguna manera
ambigua con la liberación femenina y otras luchas feministas más amplias.
Aunque siempre ha sido central al anarquismo el énfasis en la abolición
todas las jerarquías de poder, el anarquismo tiene sus raíces en la lucha de
clases, en la lucha para derrotar al capitalismo, con su aspiración finalista
de crear una sociedad sin clases. Como la opresión de las mujeres no está tan
íntimamente atada al capitalismo como lucha de clase, la liberación de las
mujeres ha sido históricamente y en gran medida continúa siendo vista como un
objetivo secundario en la creación de una sociedad sin clases, no tan
importante o tan fundamental como la lucha de clases.
¿Pero a quién no le es importante el feminismo? De seguro para la
mayoría de las mujeres en los movimientos socialistas la suposición que una
transformación profunda en las relaciones de poder entre mujeres y hombres era
parte del socialismo era vital. De todas maneras, tendía a haber más hombres
que mujeres activos en los círculos socialistas y los hombres jugaron un rol
dominante. Las demandas de las mujeres fueron marginadas por la primacía de la
clase y también porque mientras los temas que afectan a los trabajadores
también afectan a las trabajadoras de manera similar, lo mismo no era cierto
para las temáticas particulares de la opresión de la mujer como sexo. La
igualdad social y económica de la mujer era a veces vista como algo que entraba
en conflicto con el interés material y las comodidades del hombre. La igualdad
de las mujeres requería profundos cambios en la división de tareas tanto en el
hogar y el trabajo como cambios en todo el sistema social de autoridad
masculina. Para lograr la igualdad de las mujeres una reevaluación de la propia
identidad debería también hacerse en la que la "identidad masculina"
no pudiera ya depender de ser visto como más fuerte o más capaz que la mujer.
Las mujeres tendían hacer la conexión entre la emancipación política y
personal, con esperanzas que el socialismo produciría una mujer nueva y un
hombre nuevo al democratizar todos los aspectos de las relaciones humanas. De
todas maneras, encontraron muy difícil, por ejemplo, convencer a sus propios
compañeros que la desigual división del trabajo en el hogar era un tema
político importante. En las palabras de Hannah Mitchell, activa socialista y
feminista de principios del siglo XX en Inglaterra, sobre su doble turno de
trabajo afuera y adentro del hogar:
"Incluso mi descanso dominical se fue ya que pronto descubrí que
gran parte del discurso socialista sobre la libertad era sólo discurso y que
estos jóvenes hombres socialistas esperaban cenas de domingo y té con grandes
tortas caseras, patés de carne y pasteles exactamente como sus compañeros
reaccionarios."[3]
Las mujeres anarquistas en España en la época de la revolución social en
1936 tenían quejas similares al encontrar que la igualdad hombre-mujer no se
llevaba bien con las relaciones personales íntimas. Martha Ackelsberg anota en
su libro Mujeres Libres de España que aunque la igualdad de las mujeres y
hombres fue adoptada oficialmente por los movimientos anarquistas españoles tan
temprano como en 1872:
"Virtualmente todas mis informantes se lamentaban de que, sin
importar cuán militantes fueran en las calles, hasta los anarquistas más
comprometidos esperaban ser "amos" en sus hogares -una queja que hizo
eco en muchos artículos escritos en diarios del movimiento y revistas durante
este período."
El sexismo también ocurría en la esfera pública, donde, por ejemplo, las
militantes mujeres a veces encontraban que no eran tratadas seriamente ni con
respecto por sus camaradas hombres. Las mujeres también enfrentaban problemas
en su lucha por la igualdad dentro del movimiento sindical en el siglo XIX y
XX, cuando la situación desigual de hombres y mujeres en el trabajo pago era un
tema incómodo. Los hombres en los sindicatos argumentaban que las mujeres
rebajaban los salarios de los trabajadores organizados y algunos creían que la
solución era excluir completamente a las mujeres del trabajo y elevar el
salario masculino para que los hombres pudieran mantener a sus familias. A
mediados del siglo XIX en Gran Bretaña un sastre resumió los efectos del
trabajo femenino como sigue:
"Cuando comencé por primera vez a trabajar en esta rama [cortado de
chalecos], había muy pocas sastres empleadas en la misma. Unos pocos chalecos
blancos se les daban bajo la idea de que las mujeres los harían más limpiamente
que los hombres...Pero desde el aumento de los sistemas de vapor, amos y
capataces han buscado por todas partes por manos que pudieran hacer el trabajo
por menos que el promedio . Entonces se hizo a la esposa competir con el
esposo, y a la hija con la esposa... Si el hombre no va a reducir el precio de
su trabajo a aquel de una mujer, deberá permanecer desempleado".[4]
La política de excluir a las mujeres de ciertos sindicatos a menudo
quedaba determinada por la competencia de bajar los salarios más que la
ideología sexista, aunque la ideología también jugó un rol. En la industria del
tabaco en los comienzos del siglo XX en Tampa en los EEUU, por ejemplo, un sindicato
anarcosindicalista, La
Resistencia, formado más que nada por emigrados cubanos,
buscó organizar a todos los trabajadores a lo largo y ancho de la ciudad. Más
de la cuarta parte de sus miembros eran mujeres que deshojaban el tabaco. El
sindicato fue denunciado como antimasculino y antiamericano por otro sindicato,
la Unión Industrial
de Fabricantes de Cigarros que perseguía estrategias exclusivistas y que
"muy renuentemente organizaba a las trabajadoras en una sección separada y
secundaria del sindicato". [5]
La fuerza motriz de la liberación de la mujer fue el feminismo
Está en general bien documentado que la lucha por la emancipación de la
mujer no ha sido siempre apoyada y que históricamente las mujeres han
enfrentado el sexismo dentro de las organizaciones para la lucha de clase. Los
logros incuestionables en la libertad de la mujer que se alcanzaron son gracias
a aquellas mujeres y hombres, dentro de las organizaciones de lucha de clase
así como sin éstas, que desafiaron al sexismo y pelearon por mejoras en las
condiciones de la mujer. Es el movimiento feminista en todas sus variantes
(clase media, clase trabajadora, socialista, anarquista...) que ha liderado el
camino en la liberación femenina y no movimientos focalizados en la lucha de
clase. Yo hago énfasis en este punto porque aunque hoy el movimiento anarquista
como un todo sí apoya un fin a la opresión de la mujer, aún permanece una
desconfianza hacia el feminismo, con anarquistas y otros socialistas a veces
tomando distancia de éste porque a menudo carece de un análisis de clase. Y sin
embargo es al mismísimo feminismo al que debemos agradecer por cada avance real
que las mujeres han hecho.
¿Qué tan relevante es la clase
cuando se trata de sexismo?
¿Cuáles son las aproximaciones comunes al feminismo por los anarquistas
que levantan la lucha de clases hoy? En un extremo de reacción contra el
feminismo tenemos el punto de vista absolutamente reduccionista a la clase:
Sólo importa la clase. Este punto de vista dogmático tiende a ver al feminismo como
divisionista (¿de seguro que el sexismo no es más divisionista que el
feminismo?) y una distracción de la lucha de clases y se agarra de que
cualquier sexismo que de hecho existe va a desaparecer automáticamente con el
fin del capitalismo y la sociedad de clases.
Sin embargo, un enfoque más común desde el anarquismo al feminismo es la
aceptación de que el sexismo sí existe, no va a extinguirse automáticamente con
el fin del capitalismo y se necesita luchar contra él aquí y ahora. Aún así,
como se mencionó antes, a las anarquistas les cuesta dolores separarse ellas
mismas del feminismo "convencional" por su falta de análisis de
clase. En su lugar, se acentúa que la experiencia del sexismo es diferente en
cada clase y que por ende la opresión de las mujeres es un tema de clase. Es
muy cierto que la riqueza mitiga en cierta medida el efecto del sexismo: Es
menos difícil, por ejemplo, obtener un aborto si no tenés que preocuparte sobre
cómo juntar el dinero para el viaje al exterior; temas sobre quién hace la
mayor parte del trabajo doméstico y el cuidado de los niños se vuelven menos
importantes si podes pagar a alguien más para que ayude. También, dependiendo
de tu trasfondo socioeconómico tendrás diferentes prioridades.
De todas maneras, en este constante acento sobre como la experiencia del
sexismo está diferenciada por clase, los anarquistas parecen pasar por alto o
ignorar algo que también es cierto: que la experiencia de clase está
diferenciada por sexo. El problema, la injusticia, del sexismo es que hay
relaciones desiguales entre mujeres y hombres dentro de la clase trabajadora y
de hecho en toda la sociedad. Las mujeres siempre están en desventaja respecto
a los hombres de su propia clase.
En mayor o menor medida el sexismo afecta a las mujeres de todas las
clases; sin embargo un análisis feminista que no enfatice la clase es a menudo
objeto de crítica. ¿Pero es relevante la clase para todos los aspectos del
sexismo? ¿Cómo es relevante por ejemplo la clase en la violencia sexual? La
clase de seguro que no siempre es el punto más importante en todos los casos. A
veces hay una insistencia en tomar un análisis de clases para todas las
posiciones feministas como si se necesitara darle credibilidad al feminismo,
para validarlo como una lucha que valga la pena para los anarquistas que
levantan la lucha de clases. Pero esta instancia pasa por alto lo central que
es, de seguro, que estamos contra el sexismo, ¿en todas sus formas a cualquiera
que afecte?
Si una persona es golpeada a muerte en un ataque racista, ¿necesitamos
saber la clase de la víctima antes de expresar rabia? ¿No nos concierne el
racismo si resulta que la víctima es un miembro bien pago de la clase
dominante? De manera similar, ¿si alguien es discriminado en el trabajo por su
raza, sexo o sexualidad, sea esa persona personal de limpieza o un profesor de
la universidad, de seguro en ambos casos está mal y está mal por las mismas
razones? Claramente, la liberación de la mujer es, por propio derecho, algo por
lo que vale la pena luchar como, en general, la opresión y la injusticia son
cosas contra las que vale la pena luchar, no importa la clase del oprimido.
¿Mujeres y hombres del mundo
unidos contra el sexismo?
Dado que una cosa que las mujeres tienen en común a través de las clases
y las culturas es la opresión, hasta cierto punto, ¿podemos nosotras como sexo
llamar a las mujeres (y hombres) del mundo a unirse contra el sexismo? ¿O hay
intereses de clase opuestos que harían inútil tal estrategia?
Los conflictos de interés de seguro que pueden aparecer entre las
mujeres de clase trabajadora y las ricas de clase media o de la clase
dominante. Por ejemplo, en Francia, en una conferencia feminista en 1900 las
delegadas se dividieron ante el tema del mínimo salario para las sirvientas
domésticas, medida que habría lastimado los bolsillos de aquellos que podían
pagar sirvientes. Hoy, las consignas por ausencia con goce de sueldo por
paternidad o los servicios de guarderías enfrentarán la oposición de los dueños
de los negocios que no quieren que achiquen sus ganancias. El feminismo no es
siempre bueno para la generación de ganancias en el corto plazo. Las luchas por
la igualdad económica con los hombres en la sociedad capitalista necesariamente
incluirán una lucha continua y permanente por reivindicaciones -esencialmente
una lucha de clase.
Entonces, los diferentes intereses de clase pueden a veces poner
obstáculos a la unidad feminista en un nivel práctico. Es de todas maneras
mucho más importante para los anarquistas acentuar la conexión con el más
amplio movimiento feminista que enfatizar las diferencias. Después de todo, las
clases dominantes están en minoría y la vasta mayoría de las mujeres en la
sociedad comparten un interés común en ganar la igualdad económica con el
hombre. Además, muchas temáticas feministas no están afectadas por tales
conflictos de interés basados en la clase pero conciernen a todas las mujeres
en distinto grado. En lo que tiene que ver con los derechos reproductivos, por
ejemplo, los anarquistas en Irlanda hemos estado y continuamos estando
involucrados en grupos pro-choice [por la legalización del aborto] al lado de
partidos capitalistas sin comprometer nuestras políticas porque, en lo que
tiene que ver con la lucha contra el sexismo que niega a las mujeres el control
de sus propios cuerpos, ésta es la mejor táctica. Finalmente, vale la pena
también notar que a menudo el rechazo del "feminismo de clase media"
viene de los mismos anarquistas/socialistas que abrazan la definición marxista
de clase (dada al inicio de este artículo) que ubicaría a la mayoría de las
personas de clase media firmemente en el rango de la amplia clase trabajadora.
Reformas, no reformismo
Hay dos enfoques que podemos tomar hacia el feminismo: nos podemos
distanciar de otras feministas enfocándonos en la crítica al feminismo
reformista o podemos apoyar totalmente la lucha por las reformas feministas
mientras permanentemente decimos ¡Queremos más! Esto es importante
especialmente si queremos hacer al anarquismo más atractivo a las mujeres (una
encuesta reciente del Irish Times mostraba que el feminismo es importante para
más del 50% de las mujeres irlandesas). En la visión anarcocomunista de la
sociedad futura con su principio guía, a cada cual según sus necesidades, de
cada cual según sus posibilidades, no hay parcialidad institucional contra la
mujer como la hay en el capitalismo. Además de los beneficios tanto para las
mujeres y hombres el anarquismo tiene un montón para ofrecer a las mujeres en
particular, en términos de libertad sexual, económica y personal yendo más
profundo y ofrece sobre todo más que cualquier igualdad precaria que pueda ser
alcanzada bajo el capitalismo.
[1] Esta descripción de la
clase media se toma prestada de Wayne Price. Ver ¿Por qué la clase trabajadora?
En anarkismo.net http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=6488
[2] . Ver por ejemplo los artículos en
Toward an Anthropology of Women, editados por Rayna R. Reiter.
[3]
Hannah Mitchell, cita tomada de Women in Movement (p. 135) por Sheila
Rowbotham.
[4] Cita
tomada de Women and the Politics of Class (p. 24) por Johanna Brenner.