Como hemos anticipado en nuestros
análisis anteriores, la pandemia se ha convertido en un gran paraguas para todo
tipo de avance de los de arriba. La cuarentena ha servido de excusa para que
los empresarios arremetan contra las reivindicaciones del movimiento obrero,
avanzado hacia mayores grados de precariedad en las condiciones laborales de la
región. De no haber resistencia de los/as de abajo, esto puede afectar a toda
la clase trabajadora como tal. Dicho escenario ha reavivado el lobby
empresarial en pos de una reforma laboral, a la vez que –mediados por la
tecnología- se han intensificado los procesos de automatización y desregulación
del empleo.
El falso debate en torno a salvar
la economía o la salud de la población, a veces disfrazado de disputa entre
gobierno y empresarios, dista mucho de lo que sucede concretamente en la
realidad. Sectores poderosos de la economía ya han mostrado quienes marcan la
dinámica del ajuste en este país. Al despido de 1500 obreros de Techint, con la
venia del Ministerio de Trabajo y la nefasta dirigencia de la UOCRA, se suman
los 250 del frigorífico Penta – represión mediante de Kicillof- y de infinidad
de lugares más chicos en todo el país. A esto debemos agregar una innumerable
cantidad de trabajadores/as suspendidos o cuyos sueldos han sido recortados, de
los cuales solo se puede contabilizar a los registrados.
Entre los sectores más
visiblemente afectados se encuentran el gastronómico-hotelero, el mercantil, la
construcción y el empleo en casas particulares; justamente donde la precariedad
es un signo constante en estos rubros. Donde no sólo se han perdido puestos de
empleo, sino que aquellos que siguen trabajando lo hacen en condiciones de
riesgo sanitario extremo como las grandes cadenas de supermercados (Carrefour,
La Gallega, Cencosud, entre otras). No estamos dispuestos a poner nuestra salud
y vidas en riesgo para que los patrones se llenen los bolsillos. Y esto lo
permite claramente la complicidad del Estado y la pasividad acordada de las
burocracias sindicales.
Por otro lado, una gran ola
flexibilizadora recorre las administraciones públicas nacional, provinciales y
municipales, con trabajadores/as de servicios esenciales precarizados, mal
pagos y expuestos a la pandemia del coronavirus y al dengue. La provincia de Chubut,
donde se dieron las grandes luchas por falta de pago el año pasado, hoy
continúa con una deuda de dos meses a los/as trabajadores/as estatales, quienes
se encuentran poniendo el cuerpo en contexto de crisis sanitaria. Asimismo los
docentes reemplazantes de gran parte del país no perciben haberes ni subsidios
de ningún tipo. A esto se le agrega el pago de bonos en negro, que no sólo está
lejos de ser una recomposición salarial sino que además su alcance es parcial.
Las medidas ambivalentes del
gobierno, lejos están de darle respuesta a los laburantes. Se busca
improvisadamente mantener cierta calma en este contexto de pandemia, pero al
mismo tiempo se han reprimido conflictos y han sacado decretos de protección
del empleo bastante difusos. En este sentido el discurso de las burocracias
alineadas al gobierno busca “defender los puestos de trabajo” a costa del
salario de los trabajadores, algo que ya venían sosteniendo durante la catástrofe
macrista en los últimos cuatro años. En este panorama buscarán, a su vez, la
eliminación definitiva de las cláusulas gatillo de los gremios que la tengan y
de fijar paritarias a la baja, defendiendo los aumentos fijos decretados por el
Poder Ejecutivo, algo que recuerda bastante al Pacto Social del ‘73.
En este sentido, el Decreto de
Necesidad y Urgencia 325/2020, si bien prohíbe los despidos y suspensiones por
60 días, deja la puerta abierta a que los mismos sean consensuados con las
burocracias sindicales (ya que se exceptúa en caso de apelar al artículo 223
bis de la Ley de Contrato de Trabajo ). Esto hace ver que la dureza del
gobierno contra el empresariado no es más que una retórica para los medios de
comunicación, quedando en evidencia que el ministerio conducido por Moroni no
deja de contemplar los intereses de los grandes capitales.
Como siempre, pero hoy más que
nunca, no son tiempos para medias tintas. O se está del lado de los/as
laburantes o se está del lado de la patronal. El discurso de que de esta crisis
“salimos entre todos”, viene a tratar de borrar los intereses de los de abajo,
ya que no apela a la solidaridad de clase sino a respaldar a la clase política
o a “cacerolear” bancando a los empresarios.
La solidaridad en este escenario
complejo es vital para responder cada guadañazo patronal. La independencia de
clase es imprescindible aquí para no quedar a merced de los intereses de los gobiernos
y partidos políticos electoralistas. Este momento bisagra requerirá, con los
recaudos y medidas sanitarias ineludibles, unidad y acción directa de los/as
trabajadores/as frente a una profundización del ajuste -o inclusive de nuevos
intentos de reforma laboral-. Es momento de continuar poniendo límites a los de
arriba, no solo con el boicot y la denuncia virtual, sino con la acción
directa, única garantía de los oprimidos. No nos quedaremos de brazos cruzados
mientras intentan quitarnos derechos y conquistas históricas, en el medio de
esta emergencia sanitaria. Tenemos en claro que la pandemia más peligrosa es la
pandemia capitalista, que precariza, empobrece y asesina a los pueblos.
Desde la FAR llamamos a resistir despidos y suspensiones, pelear por la
defensa del salario y exigir todas las medidas de seguridad e higiene que nos
corresponden!
Que la crisis social y sanitaria la paguen los de arriba!
El límite lo ponemos luchando!!!
Arriba los/as que luchan!!!
Federación Anarquista
de Rosario