CON LUCHA, COMBATIMOS LOS PRIVILEGIOS PARA LOS DE ARRIBA Y EL AJUSTE PARA LOS DE ABAJO
Posición FAR - Febrero 2021
Comienza el año 2021 marcado fuertemente por la pandemia y sus consecuencias. Como venimos diciendo en los distintos análisis que realizamos durante el año pasado, no se trata tanto de las causas de la pandemia, sino de sus efectos. Y estos han sido desbastadores para los y las de abajo debido principalmente a que la misma transcurre en un tiempo histórico signado por la dominación capitalista en su faceta neoliberal, que sin miramientos deja a importantes porciones de la población mundial en total desamparo. Por ello era de esperarse las disputas geopolíticas y comerciales por las vacunas, y la diferencia de acceso a las mismas entre países pobres y ricos.
Argentina no escapa a este panorama general. La situación social es realmente dramática con índices de pobreza por encima del 50%, pérdida de empleo, caída del poder adquisitivo del salario (con una merma promedio del 4% interanual), y consolidación de esquemas de precariedad laboral y de restricción de la herramientas sindicales. Para completar este cuadro de situación de extrema desigualdad social -que viene profundizándose continuamente-, cada vez son más las personas que viven en barriadas que no tienen acceso a servicios públicos esenciales, más grandes son los sectores de la población se encuentran desocupados y con un acceso cada vez más restricto a la educación (especialmente de forma remota).
El gobierno ha decidido seguir al pie de la letra lo que dicta la premisa capitalista, esto es: los intereses de los poderosos no se tocan. Si bien ha esbozado parches como el IFE, no ha podido ni siquiera sostenerlo en el tiempo. En este punto hay que incluir al “Aporte solidario y extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia” de algunos privilegiados, que por su inutilidad y tibieza nadie recuerda, más allá de los 15 días que duró la operación de los medios oficialistas. En este sentido, el gobierno se ha mostrado habilidoso en ejecutar amagues distributivos (como el anuncio de suba de retenciones a las agroexportadoras) que ante la resistencia de este poderoso sector lo ha utilizado para hacerle llegar a su militancia el mensaje de una “correlación de fuerza desfavorable”, buscando mantener a raya cualquier intento de reclamo desde algún sector de su frente.
En los hechos, en el plano económico y social, los únicos sectores “sacrificados” por el contexto de pandemia han sido los sectores populares y la clase trabajadora, cuyo ajuste en el salario y las condiciones de vida están pagando los costos de la crisis social y la pandemia.
En el plano sanitario, tampoco han sido alentadores los números de infectados y muertos, encontrándose el país muy arriba en las escalas mundiales, con más de 2 millones de infectados y más de 50.000 muertes. Lo cual junto a la agónica llegada de las vacunas, proyecta un panorama donde es de esperarse más contagios y muertes durante el transcurso del año, especialmente si se tiene en cuenta que poco ha mejorado en la capacidad de respuesta del sistema de salud. En este sentido, el amortiguador han sido las y los trabajadores de la primera línea contra la pandemia, con sobrecarga laboral y en espacios donde faltan insumos y personal para soportar otra “ola” de contagios. Cabe mencionar que esto ha sido más acuciante cuanto más nos alejamos de la Capital Federal.
Actualmente parece que la política de prevención pasa, por un lado, por trasladar a la población la responsabilidad absoluta de la política sanitaria (a través de campañas como la de los Cuidadanistas o el exacerbado discurso contra la juventud por la nueva ola de contagios), haciendo eje exclusivamente en los encuentros sociales como factor de contagio, excluyendo los cuestionables criterios para definir la esencialidad de los trabajos que en los hechos, implicó que gran parte de la clase trabajadora no pudo hacer una cuarentena propiamente dicha. Por otro lado, con medidas de control social, muchas veces selectiva, que ha dado lugar a innumerables casos de abusos policiales, confinamientos y vulneración de derechos que aportan a la consolidación de la política represiva estatal.
Pero la mayor calamidad de la política sanitaria del Estado nacional, se vio a las claras en las últimas horas, con la aparición de los “vacunados VIP”. El oficialismo habla de “traidores” y de operaciones de prensa. La oposición reaccionaria habla de “estafa a la Nación”. Sin embargo este escándalo, viene a desnudar con claridad una política de inmunidad privilegiada para los de arriba, que intenta poner a la clase política y a los empresarios como principales beneficiarios de la vacuna, sin distinción de color político ni lado de la grieta. En este punto, sabemos muy bien que la corrupción y los privilegios son inherentes al Estado y los capitalistas, y esto quedó demostrado con los vacunados en el Ministerio de Salud (legisladores oficialistas y empresarios de grandes medios) o con la presión de diputados y senadores de ser puestos como prioridad.
Todo esto sin ninguna política realista para frenar los contagios que traerá la vuelta a los espacios cerrados en otoño.
Hay que sumar aquí la posición demagógica del Ministerio de Educación habilitando la apertura de clases presenciales sin una planificación, medidas de prevención ni infraestructuras adecuadas en este contexto, en un planteo que necesitará de la firme resistencia de los sindicatos docentes preocupados verdaderamente por la situación sanitaria, educacional y de contención social de la comunidad educativa. A su vez, parece que el gobierno nacional usará la crisis del coronavirus como excusa para hacer pasar el programa del FMI, que incluye reforma laboral, fiscal, congelamiento de salarios y jubilaciones, dolarización de tarifas de servicios públicos, entre otros. Algunos de estos puntos ya se han ejecutado aun si haber firmado el acuerdo. La inflación no da tregua y el año comenzó con aumento de la gran mayoría de servicios públicos, obras sociales, alimentos y artículos indispensables como la nafta, que acumula ocho aumentos en los meses de enero y febrero. Un claro ejemplo de esto es la posición propatronal del Ministerio de Trabajo al demorar lo más posible la homologación de los acuerdos salariales –con recomposiciones por encima de la media- de aceiteros y bancarios.
Es así que con una retórica tibia, y con el fantasma de la vuelta posible del macrismo, el Frente de Todos encuentra un terreno más fértil para ajustar que un gobierno descaradamente neoliberal. Abonan a esto las direcciones sindicales burocráticas y de las organizaciones sociales oficialistas, que no han movido un dedo para hacer frente a esta situación.
En un año electoral es de esperarse recomposiciones y disputas dentro del campo de la política del sistema. Se van perfilando distinciones dentro de la coalición gobernante con la intención de despegar a Cristina de los posibles escenarios de estruendosos fracasos del modelo. A su vez, asistimos al crecimiento de una derecha ultra-liberal que aprovecha las contradicciones del progresismo para gestar un discurso de odio a lo popular.
También es de esperarse que este gobierno siga buscando contener cualquier desborde que por abajo se pueda impulsar debido a las desbastadoras condiciones en la que se está viviendo. Así como hace un año se presentaba con la meta de un gran acuerdo social el presidente se viene reuniendo con empresarios y cúpulas sindicales burocráticas bajo la misma lógica. Que la creciente desigualdad desangre silenciosamente como lo viene mostrando el aumento de la violencia social que en nuestra ciudad se ha cobrado más una muerte diaria, incluido niños/as, desmembramientos de cadáveres y balaceras por doquier.
En este contexto de incertidumbre sanitaria, fragmentación social, desmovilización promovida desde arriba, mayor control social y violencia; debemos trascender los márgenes de acción que nos dejó el año pasado para las y los de abajo. La acción comunitaria, sindical, estudiantil debe ser fortalecida redoblando nuestros esfuerzos para ponerle freno al ajuste de los de arriba.
Es imprescindible que sigamos impulsando y apoyando medidas de lucha sectoriales en lo sindical como las que lograron torcer algunas avanzadas patronales, especialmente en cuanto a despidos, suspensiones y brutales ajustes salariales. Aquí desatacamos ejemplos como el histórico paro encabezado por la Federacion Aceitera y los Recibidores de Granos, a finales de 2020 -que culminó con una merecida recomposición salarial-. También será estratégico para nuestra militancia seguir peleando por condiciones de trabajo seguras y una vacunación masiva que llegue a todas las barriadas populares, rechazando cualquier privilegio sanitario que se intenten imponer desde arriba los sectores dominantes. Por consiguiente, la estrategia del anarquismo organizado en este contexto debe apostar a la construcción de un Pueblo Fuerte, abocando nuestra militancia al trabajo de base cotidiano en los sindicatos, barrios, y centros de estudiantes, con una metodología que dispute lógicas estatizantes y burocráticas, y que pueda poner en el primer plano de la escena política el programa de resistencia de la clase oprimida desde un protagonismo colectivo.
Por el socialismo y la libertad!
Federación Anarquista de Rosario