A continuación 3 extensos trabajos sobre el levantamiento de Kronstadt: el primero realizado por un partícipe de la rebelión como Stépán Petritchenko publicado en 1921; el segundo por Alexander Berkman extraído de el folleto que se editó en 1938 en Barcelona a partir de la edición castellana que en los años 20 hizo el Comité Pro Libertad de los anarquistas presos en Rusia. Los mismos también se pueden conseguir en la Biblioteca Virtual Conciencia Libertaria; el tercero fue extraído de la
revista de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera, El Solidario, n 12 (Madrid).
LA
VERDAD SOBRE KRONSTADT
Por Stépan
Petritchenco
Al llevar a cabo la
Revolución de Octubre de 1917, los trabajadores de Rusia y de Ukrania,
esperaban obtener su emancipación completa. Pusieron todas sus esperanzas en el
partido bolchevique, porque parecía responder a sus intereses.
¿Qué es lo que este partido, dirigido por Lenin, Trotsky,
Zinoviev y otros, les ha reportado en los tres años y medio que tienen el
poder?
El camino bolchevique no ha conducido a la emancipación de los
trabajadores, sino más bien a una esclavitud aun mayor del proletariado. En
lugar de la monarquía policíaca, los trabajadores conocen ahora el temor
permanente a caer en las manos de la cheka, que supera con creces la crueldad
de la policía del régimen zarista. Ahora son conscientes de los fusilamientos y
las humillantes vejaciones de los carceleros chekistas. Si el trabajador se
atreve a expresar la dolorosa y pesada verdad, es entonces asimilado a los
contrarrevolucionarios, agentes de la Entente, etc., recibiendo como recompensa
una descarga de fusilería o bien la prisión, es decir, la muerte por inanición.
Los bolcheviques han encadenado a los obreros a los
talleres, con ayuda de los sindicatos corruptos, haciendo que el trabajo deje
de ser creador y estimulante, para convertirse, al igual que antes, en una
nueva e insoportable esclavitud.
Los bolcheviques respondieron con fusilamientos en
masa, incontables encarcelamientos e internamientos en campos de concentración,
a las protestas de los campesinos, quienes se manifestaban con revueltas
espontáneas y a las de los obreros, obligados a recurrir a la huelga para
mejorar sus condiciones de vida.
¿Cómo viven los campesinos y qué han obtenido del
nuevo régimen?
Han conseguido la esclavitud de los trabajos
forzados, sin distinción de edad, sexo o situación familiar, el completo
pillaje de las cosechas, del ganado y de las aves de corral, llevadas a cabo
por innumerables requisiciones y confiscaciones y el control de todos los
desplazamientos, mediante incalculables destacamentos de inspección.
Se ha generalizado el reinado de la arbitrariedad. Si
un campesino tiene a tres de sus hijos en el ejército rojo y uno de ellos
regresa a su pueblo por su cuenta para conocer la situación; entonces, sin
tener en cuenta que los otros dos hijos permanecen en el servicio, la granja
familiar queda librada, por efecto de la deserción de uno de sus miembros, al
pillaje total.
No obstante, el ejército y la armada nada sabían de
la verdadera situación de país. Las informaciones que llegaban eran muy
confusas e imprecisas; era difícil hacerse una idea exacta basándose en los
rumores o en el correo familiar “censurado”.
Durante todo este tiempo, los bolcheviques engañaban
a su gente, bosquejando cuadros idílicos en los periódicos.
Si se lanzaban quejas contra los abusos, las
autoridades centrales respondían diciendo que serían tomadas las medidas
oportunas, pero todo quedaba sobre el papel. Por contra, cuando el comisario
local se enteraba que se había cursado una queja contra él, se ocupaba en
perseguir por todos los medios a su alcance a los querellantes, haciéndoles la
vida imposible.
Nadie estaba en condiciones de conocer la situación y
medios de vida de su familia: no se concedía ningún permiso, a causa de la
tensión militar y la censura impedía que pasaran las cartas que exponían la
amarga verdad. Únicamente los periódicos y la literatura bolchevique tenían
libre curso y según ellos todo iba bien en todas partes.
Por todo ello, las tripulaciones se encontraban en la
incertidumbre: unos confiaban en la propaganda oficial, pero otros no. Tuvo
lugar una desmovilización parcial del ejército y se concedieron breves
permisos, limitados al diez por ciento de los efectivos. Los que tuvieron la
suerte de acceder a ellos, estaban perfectamente al corriente de la situación
real del país a su regreso, al haber tenido ocasión de tomar conciencia de la
imbecilidad, la arbitrariedad y la violencia represiva de la comisariocracia. Éstos
explicaron a sus camaradas la represión e injusticias que reinaban en el país.
De este modo, la amarga verdad empezó a ser conocida en las unidades de
Petrogrado y Kronstadt.
Los ukranianos por su parte, se negaban a regresar al
acabar su permiso. Algunos de ellos contaron que los padres maldecían a sus
hijos por haber defendido a esa pandilla de bandidos y canallas que había
llevado a Rusia a la ruina general, a una situación de violencia espantosa y a
una opresión y arbitrariedad desconocidas hasta entonces. Así llegamos al
conocimiento de la verdad y nos pusimos a discutirla colectivamente, a pesar de
la prohibición de reunirse o concentrarse, dictada por los comisarios y
comunistas. Las asambleas se vieron cada vez más concurridas, llegando siempre
a la desaprobación unánime e indignada del poder bolchevique.
Petrogrado y Kronstadt sufrieron en ese período, al
igual que anteriormente, una grave crisis de abastecimiento. Todos se
indignaron contra el “orden bolchevique”, gracias al cual los obreros se
encontraban hambrientos, helados y encadenados a sus fábricas, en las cuales
debían agotar sus últimas fuerzas.
La paciencia llegó al límite: en los días 25 a 28 de febrero, estallaron
huelgas en Petrogrado. El poder respondió con arrestos masivos y descargas de
fusilería contra los obreros.
Las fábricas se pusieron bajo la vigilancia de los
chekistas y de los kursanty[1]; se les dijo a los obreros
que volvieran al trabajo, pero se negaron. Nuestra tripulación supo con
indignación cuanto sucedía en Petrogrado en el curso de mítines espontáneos,
los cuales estaban, no obstante, formalmente prohibidos por los comisarios; entonces
exigimos a éstos el envío de una comisión, compuesta por gente sin partido, a
Petrogrado, con el objetivo de informarse de lo sucedía en realidad, porque los
bolcheviques trataban de hacernos creer que agentes y espías de la Entente
habían intentado organizar huelgas en Petrogrado, pero que todo había vuelto a
la normalidad y las fábricas funcionaban de nuevo sin problemas.
En Petrogrado, se amenazaba a los obreros con la
intervención de Kronstadt-la-Roja, la cual los obligaría a volver al tajo, si persistían
en su actitud huelguística. Por ello supimos que, de modo generalizado, los
bolcheviques habían convertido a Kronstadt en un espantapájaros en toda Rusia
para apoyar su política; La indignación de las tripulaciones, al tener noticia
de estos hechos, fue enorme, porque este papel no podía de ningún modo ser el
de Kronstadt.
El día 27 de febrero se celebraron dos mítines
espontáneos, primero entre las tripulaciones de los acorazados Petropavlosk
y del Sebastopol y más tarde entre los componentes de la 1ª y 2ª brigada
de destructores, en el curso de los cuales todo el mundo exigió a los
comisarios de modo imperativo la elección de una comisión de delegados sin
partido, para visitar las fábricas y los acantonamientos de la guarnición
de Petrogrado. No pudiendo hacer de otro modo, Kuzmin, el comisario del
Poubalt, que acababa de llegar de Petrogrado en compañía de otros notables
bolcheviques, se vio forzado a autorizarlas. Fue elegida una delegación de 32
miembros.
El comisario de la flota del báltico ordenó que estos
delegados se presentaran ante todos los soviets de distrito y ante los comités
de fábrica. Así lo hicieron al llegar a Petrogrado, donde se les declaró que la
ciudad estaba en estado de sitio y que, por consiguiente, los mítines y reuniones
estaban formalmente prohibidos. Los delegados insistieron en querer reunirse
con los obreros en las fábricas. Entonces los bolcheviques utilizaron un
subterfugio: organizaron por su cuenta reuniones en las que presentaron a
falsos delegados de Kronstadt, aunque sí eran miembros del partido,
pretendiendo de esta forma sembrar la confusión; no obstante, los delegados de
Kronstadt pudieron hacer fracasar fácilmente esta burda maniobra.
En las asambleas de fábrica en las que los
bolcheviques presentaron a los falsos delegados, declararon que Kronstadt no
permitiría que lo continuasen los disturbios en Petrogrado; pero los auténticos
delegados consiguieron desenmascararlos en buena parte de los casos. Por
último, las asambleas fueron autorizadas, ante la insistencia de los delegados,
pero con la asistencia de miembros de la cheka, de los soviets locales, de los
comités de fábrica y de funcionarios de los sindicatos estatales para intimidar
a los obreros. Estos temían hablar con los delegados, haciéndoles comprender
que no les era posible hacerlo en presencia de todos estos esbirros; en efecto,
aquél que osaba protestar o denunciar la situación, se encontraba a la noche
siguiente en la prisión de gorokhovaya 2, donde cerca de dos mil
camaradas suyos se encontraban ya desde hacía algunos días.
En estas condiciones, los delegados exigieron que los
miembros de la cheka y otros sicarios abandonaran las reuniones. Estos últimos
rehusaron, declarando que las conversaciones solo podían desarrollarse en su
presencia.
En una reunión, los delegados pidieron a los obreros
que expresaran lo que tenían que decir, prometiéndoles defenderlos para
ahuyentar sus temores, pero únicamente pudieron responder algunos por medio de
las lágrimas, lo cual demostraba fehacientemente hasta que punto se sentían
aplastados e impotentes.
Los kronstadianos visitaron también los
acantonamientos de la guarnición de Petrogrado, convocando asambleas, en el
transcurso de las cuales se evidenció un descontento general.
Los kronstadianos propusieron a los obreros y
soldados que enviaran delegados a Kronstadt.
El 28 de febrero, los delegados regresaron a
Kronstadt, acompañados por otros de Petrogrado, exponiendo su informe en los
buques; como consecuencia el Pétropavlosk y el Sebastopol, adoptaron
una resolución que exigía, principalmente, la elección de nuevos soviets
locales mediante escrutinio secreto.
La resolución fue tomada por unanimidad, sin tener en
cuenta las maniobras de diversión y obstrucción de Kuzmin y otros notables
bolcheviques de Petrogrado que asistían a las asambleas. Kuzmin y sus colegas
llegaron a un extremo tal de cinismo en sus intervenciones y maniobras, que los
marineros, indignados, tuvieron que interrumpirles en más de una ocasión. En
este mitin se decidió convocar una Asamblea General de toda la población de
Kronstadt para el día siguiente, 1º de marzo, en la plaza del Ancla.
Kalinin, el jerarca de todas las Rusias[2], acudió a esta asamblea general de la guarnición y la
población de Kronstadt. Pronunció un discurso, esforzándose en hacer fracasar
el mitin. Cuando se dio cuenta que esto no le era posible, rehusó hablar en la
plaza y exigió que la reunión fuera transferida al puesto de maniobras de
la marina, pero los asistentes se negaron e insistieron en que el mitin se
continuase en la plaza del Ancla.
Numerosos oradores intervinieron en esta asamblea. La
resolución propuesta por los acorazados fue adoptada por unanimidad, con los
únicos votos en contra de Kalinin, Kuzmin y Vassiliev, este último presidente
del soviet saliente de Kronstadt. Al constatar semejante unanimidad de la
asamblea, Kalinin y Kuzmin declararon que “si Kronstadt dice blanco, nosotros
diremos negro” y que “Kronstadt no representa por sí sola a toda Rusia y que
por tanto no será tomada en consideración.”
Estas palabras agitaron aun más a los asistentes;
entonces alguno les preguntó por qué los bolcheviques habían afirmado hasta
este momento que Kronstadt era el centro de la revolución y su más fiel bastión
y por qué se había siempre apoyado en los krostadianos. No hubo respuesta.
El mitin decidió proceder a la elección de un nuevo
soviet al día siguiente, a través de los representantes de cada una de las
compañías, grupos profesionales y de fábrica, a razón de dos delegados por
unidad.
Los miembros del partido comunista estuvieron
reunidos toda la noche del 1 al 2 de marzo, decidiendo morir antes que entregar
el poder; durante el resto de la noche se dedicaron a armar a quienes creían más
seguros: los clubs de los soviets y otras instituciones. Kalinin se fue de
Kronstadt esa misma noche sin que nadie se lo impidiera.
El 2 de marzo, a las once de la mañana, los delegados
designados afluyeron al acorazado Petropavlosk. Todos eran independientes.
Había cerca de 250 personas, siendo insuficiente el espacio del buque, por ello
se propuso a los delegados transferir la reunión a la casa de cultura y a la
dos de la tarde se abrió la sesión.
Se designó la presidencia y cuando se llegó a la discusión
de la situación presente, Kuzmin y Vassiliev pidieron la palabra para
intervenir al respecto. La asamblea así lo acordó y ambos se pusieron a repetir
las mismas amenazas que habían lanzado en la plaza del Ancla, teniendo sumo
cuidado de evitar responder a las preguntas directas que les eran dirigidas. La
asamblea pidió entonces su arresto inmediato y su desarme, lo cual fue
ejecutado por la presidencia.
Poco después, comenzaron a afluir mensajes y
telegramas de carácter provocador. La intención manifiesta de los bolcheviques
era sabotear la reunión.
Así, por ejemplo, llegaron informaciones en las que se
afirmaba que la escuela del partido y los comisarios se estaban armando
fuertemente y se aprestaban a rodear el edificio donde discurría la asamblea de
delegados; o aun, que dos mil jinetes de Boudienny se acercaban a las puertas
de la ciudadela. La
asamblea se indignó al tener conocimiento de estos rumores y algunos comenzaron
a ponerse nerviosos, pero el presidente de sesión consiguió restablecer la
calma y los debates continuaron.
Todo el mundo sabía que los bolcheviques se habían
armado durante la noche y que un ataque al edificio era posible. Los debates se
alargaban, pero finalmente se propuso no perder tiempo, dado que los
bolcheviques actuaban y nombrar rápidamente un Comité Revolucionario. Cinco
miembros fueron elegidos para este comité: Petrichenko, presidente, Yakovenko,
Toukine, Arkhipov y el profesor Oréchine.
Al final de la reunión, las cinco de la tarde, el
Comité Revolucionario (C. R.) se instaló en el acorazado Petropavlosk,
donde se formó un estado-mayor militar.
Los destacamentos militares vinieron para ponerse a
disposición del Comité Revolucionario. En una hora se reunieron ochocientos
hombres, recibiendo la orden de ocupar todos los puntos estratégicos de la
fortaleza: la central telefónica, los locales de la cheka, el arsenal, los
depósitos de avituallamiento, las panaderías, las estaciones eléctricas, las
cisternas de agua, los estados-mayores, la defensa antiaérea, la artillería,
etc.
A las nueve de la noche, la ciudad estaba controlada
totalmente, sin disparar un tiro ni derramar una gota de sangre. Ninguno de los
edificios armados por los bolcheviques opuso resistencia, porque los militantes
de base del partido se negaron a disparar contra sus camaradas. A partir de ese
momento no quedaron más que una cincuentena de dirigentes y doscientos
estudiantes de la escuela del partido, intentando por todos los medios a su
alcance recuperar el poder que se les escapaba.
El Comité Revolucionario (el Revkom) decidió que
fueran ocupados los fuertes, después haber ocupado la ciudad, siendo tomados
igualmente sin hacer un solo disparo, ya que el grupo de bolcheviques, no
habían tenido más éxito que el que tuvieron con los marineros. Cuando la
guarnición de los fuertes quiso proceder a su arresto, se refugiaron en la
costa del golfo y consiguieron apoderarse del fuerte Krasnaya Gorka (la colina
roja), al ser un grupo suficientemente numeroso para sorprender a la guarnición
de un solo fuerte, en esos momentos aun vacilante. Una vez la plaza en su
poder, procedieron al arresto y ejecución de aquellos que encontraban
sospechosos.
Así fue como la ciudad y los fuertes de Kronstadt
pasaron a manos del Comité Revolucionario.
Ese mismo día, hacia medianoche, el Comité
Revolucionario pidió que un destacamento de cincuenta marineros y seis
delegados fueran hacia Oranienbaum, en la otra ribera del golfo. El
destacamento recorrió cinco verstas[3], hasta que fue recibido con un nutrido fuego de
ametralladoras, al llegar a una versta y media de la costa. Los seis
delegados siguieron solos, pero los kursanty ni siquiera se tomaron la
molestia de discutir con ellos, cogiendo a tres, mientras los otros escapaban y
alcanzaban al destacamento.
Los marineros intentaron poner pie en la ribera de
Oranienbaum en otro lugar, pero tampoco tuvieron éxito y al alba se vieron
obligados a regresar a Kronstadt.
En ese preciso momento llegaron tres delegados de la
división aérea de Oranienbaum, quienes comunicaron la intención de la división
de unirse a Kronstadt. Cuando volvieron, fueron inmediatamente apresados y
fusilados. A continuación, cuarenta y cuatro camaradas suyos fueron igualmente
ejecutados.
En Kronstadt todo estaba tranquilo. Solo fueron
arrestados los bolcheviques que habían abusado de la confianza del Comité
Revolucionario.
En el atardecer del 2 de marzo, el Comité
Revolucionario convocó a los responsables del estado-mayor de la fortaleza, así
como a los especialistas militares, explicándoles la situación y proponiéndoles
que participaran en la preparación y refuerzo de la defensa de Kronstadt, lo
cual aceptaron. Es necesario precisar, a este respecto, que Kozlovsky no vino a
la reunión del Comité Revolucionario en esta ocasión, sino a la que una parte
de éste celebró al día siguiente a las tres de la tarde y que tan solo se le
hizo responsable de la artillería y no de toda la defensa de la fortaleza, como
lo hicieron creer los bolcheviques.
El 3 de marzo, circularon por toda la ciudad rumores
en los que se afirmaba que los bolcheviques arrestados habían sido torturados y
fusilados, sufriendo toda clase de violencias. Miembros del grupo dirigente del
colectivo del partido comunista, se presentaron en el Comité Revolucionario
para que se les permitiera visitar el edificio donde habían sido encerrados los
comunistas arrestados. Dos miembros del Revkom se unieron a ellos para
dirigirse hacía el lugar. Habiéndose convencido de las buenas condiciones en
que se encontraban los comunistas arrestados e informado de su situación, los
miembros del colectivo comunista redactaron un llamamiento a la población de la
isla en el que desmentían los rumores provocadores y precisaban que los
comunistas arrestados se encontraban en buenas condiciones, todos sanos y
salvos, y que no se había ejercido contra ellos ninguna violencia. Este
llamamiento fue firmado por miembros muy conocidos del partido: los obreros
Illine, Kabanov y Pervouchine.
El Comité Revolucionario emitió un primer llamamiento
dirigido a la guarnición de la
ciudad. En él se pedía a los obreros que no abandonaran el
trabajo y se presentaran en los talleres; a los marineros y soldados rojos, se
les pedía permanecer en sus puestos en los buques y los fuertes; y a todos los
establecimientos públicos se pedía que continuaran con su actividad habitual.
A continuación, el Comité Revolucionario hizo un
llamamiento a todas las organizaciones de trabajadores de Rusia, instándolas a
que procedieran a convocar nuevas elecciones, más representativas, en las
fábricas, sindicatos y soviets. El Comité Revolucionario hizo también un
llamamiento al orden, la tranquilidad, la firmeza y a una nueva y honesta labor
socialista, en provecho de todos los trabajadores.
Bajo la presidencia del Revkom, se celebró una
primera reunión para tratar los problemas militares, en el curso de la cual se
elaboró el plan de autodefensa. Al anochecer, todos los destacamentos fueron
armados y ocuparon sus puestos en la ciudad y en los fuertes. Se supo que a las
cuatro de la tarde un grupo enemigo se había acercado hasta Totleben; algunos
marineros salieron del fuerte y se reunieron con ellos, comunicándoles las
resoluciones que se habían tomado y regresaron sin que hubiera enfrentamiento
armado. Además, nos llegó la información de que el tren blindado Tchernomoretz,
acababa de llegar con una compañía de kursanty.
Durante toda la jornada, fueron llegando refuerzos
bolcheviques a Oranienbaum, Sestroretsk y Lissy Nos, constituidos
principalmente de kursanty de Orloff, Nijnegorod y Moscú. Y también
destacamentos de elite bolcheviques, de la cheka y de los funcionarios de los
soviets locales, así como dos trenes blindados. Durante la noche, grupos de
exploradores se aproximaron al fuerte Nº 1, para retroceder enseguida, después
de encontrase con nuestros destacamentos.
Así dio comienzo la insurrección de Kronstadt.
¿Cómo fue presentada ésta por los bolcheviques? A
partir del 3 de marzo, en la radio de Moscú se había anunciado que un complot
de guardias blancos y un amotinamiento del buque Petropavlosk, bajo la
dirección del ex general Kozlovsky, acababa de estallar en Kronstadt; este
complot habría sido urdido por agentes y espías de la Entente. La radio
difundía la confianza en que esta rebelión de los Socialistas Revolucionarios y
de un general sería muy pronto liquidada.
A continuación, podía leerse en la “gaceta roja” y en
Pravda que los principales actores de la insurrección se habían
distribuido la jerarquía, que eran burgueses, e hijos de popes, poseedores de
numerosas propiedades. Los periódicos insistían en su pasado criminal y así
sucesivamente. De este modo presentaron los bolcheviques la revuelta de
Kronstadt.
4 de marzo
Este día el Comité Revolucionario se trasladó desde
el acorazado Petropavlosk a la Casa del Pueblo, donde permaneció hasta
el último momento. Se recibió un telegrama del Soviet de Petrogrado,
proponiendo enviar una delegación a Kronstadt.
El comité Revolucionario envió un radio mensaje
diciendo que la delegación sería muy bien recibida, pero que sería deseable que
la misma fuera elegida por representantes del pueblo, es decir, por
trabajadores, marineros y soldados rojos y que se incluyera en esta delegación
un 15% de comunistas. El Soviet de Petrogrado no respondió a la propuesta.
El Revkom tenía mucho cuidado en intentar evitar todo
inútil derramamiento de sangre.
En Kronstadt todo estaba tranquilo. Funcionaban todos
los servicios y el trabajo no se detenía en absoluto.
Durante los tres primeros días no fue disparado ni un
solo tiro. Las calles estaban animadas y los niños jugaban apaciblemente.
A las cuatro de la tarde, los delegados de todos los
establecimientos, empresas, sindicatos y unidades militares se reunieron en el
club de la guarnición.
Al abrir la sesión, el presidente informó a la
asamblea de la situación militar y del avituallamiento. También se trató el
problema del combustible. Se propuso a los obreros que se armaran y ocuparan
los puestos de guardia de la ciudad, a fin de liberar a la guarnición que podía
entonces ocupar posiciones en los puestos más avanzados.
Los obreros aprobaron la propuesta por unanimidad.
La reunión se desarrolló en medio de un gran
entusiasmo y todos se separaron con la consigna de “vencer o morir”.
En el curso de la misma, el Revkom se completó, a
propuesta del Presidente, con la inclusión de diez nuevos miembros.
Durante la noche, un grupo de exploradores enemigo
intento aproximarse a los fuertes.
5 de marzo
Por la mañana un avión sobrevoló Kronstadt lanzando
octavillas: “lo han conseguido”, donde los bolcheviques intentaban demostrar
que habíamos sido engañados por generales zaristas, añadiendo que Kronstadt
había sido completamente rodeada y que por tanto seríamos reducidos por hambre,
ya que en la ciudad no habían suficientes reservas de comestibles y llamaban a
la rendición y al desarme y arresto de los dirigentes criminales. Aquellos que
se rindieran serían perdonados por su error. El Revkom ordenó que no se
ametrallara al avión. Las octavillas fueron ampliamente difundidas entre la
guarnición y la
población. Una emisión de radio del mismo estilo fue captada
por el Petropavlosk, siendo igualmente difundida. Indignados por la
ignominia de los bolcheviques, la guarnición quiso responder por medio de un
fuego de artillería sobre Oranienbaum. El Revkom tuvo necesidad de llamar
constantemente a la calma y a recuperar el dominio de los nervios, hasta que se
tomaran algunas disposiciones.
El Revkom envió un radio mensaje: “¡A todos! ¡A
todos! ¡A todos!”, en el que se señalaba que estaba seguro de la justicia de su
causa, que Kronstadt se decantaba por el poder de los soviets libremente
elegidos en detrimento de los partidos y que solo tales soviets serían capaces
de expresar la voluntad de los trabajadores y no los bolcheviques. Hacía un
llamamiento para que se entrara inmediatamente en contacto con Kronstadt y que
se enviaran delegados, los cuales arrojarían luz sobre el movimiento de los
kronstadianos, etc.
Alrededor de la medianoche, el enemigo trató sin
éxito de apoderarse de los centinelas de los puestos avanzados, viéndose
obligados a dar marcha atrás.
Así transcurrió la jornada del día cinco.
6 de marzo
Por la mañana nos llegó la noticia: en Petrogrado se
procedía a arrestos masivos de las familias de los kronstadianos. El C.R. envió
a través de la radio una protesta contra el encarcelamiento de los familiares y
exigió su liberación, añadiendo que, entre nosotros, los comunistas disponían
de completa libertad, que a sus parientes se les había dejado por completo al
margen de todo y que este proceder era, bajo cualquier punto de vista, cobarde
y vergonzoso.
A mediodía, el Petropavlosk recibió el radio
mensaje que transmitía el ultimátum de Trotsky, ordenando la rendición
inmediata de Kronstadt y los buques amotinados, a la República Soviética,
entregar las armas y obligar a los obstinados a que lo hicieran, poniéndolos en
manos de las autoridades soviéticas: Trotsky añadía aun que había ordenado
preparar el aplastamiento militar de los amotinados. El plazo para la recepción
de la delegación de Petrogrado en Kronstadt había sido fijado a las seis de la
tarde de este día.
A las tres, un avión sobrevoló de nuevo Kronstadt y
lanzó la orden de Trotsky ya impresa. Una emisión de la radio de Moscú, fue
captada también; en ella se decía que agentes franceses se habían infiltrado en
Kronstadt y que corrompían con oro a sus habitantes, junto con otros infundios
del mismo género.
Todo esto fue ampliamente difundido entre la
población y la guarnición de Kronstadt, provocando una indignación creciente
contra la infamia de los bolcheviques. Se nos informó que las fuerzas enemigas
llegaban cada vez en mayor número alrededor de Kronstadt. Trotsky y Dybenko,
así como otros conocidos dirigentes llegaron a Oranienbaum. Fue interceptada la
orden de comenzar la ofensiva contra Kronstadt.
El Revkom se reunió con el estado mayor de la defensa
y comunicó a todos los insurgentes la orden de mantenerse alerta para rechazar
al enemigo. En la ciudad todos estaban persuadidos que el primer disparo no
tardaría en producirse.
Por la noche, fueron descubiertos grupos enemigos de
reconocimiento.
7 de marzo
Hermoso y soleado día. En Kronstadt reinaba una gran
animación debido al buen tiempo. Los niños estuvieron jugando en la calle todo
el día. Nadie hubiera podido imaginar que Kronstadt estaba asediada y que en
cualquier momento podía caer un obús que no perdonaría a nadie. Los servicios
públicos y los talleres continuaron su actividad con toda normalidad. Uno de
los fuertes nos informó que una reducida unidad de kursanty se había
aproximado a nuestros puestos avanzados, intercambiando propaganda y
retirándose.
A lo largo de la jornada, hasta el atardecer,
doscientos delegados fueron enviados desde Kronstadt en todas direcciones, con
documentos y periódicos. De ellos solo regresaron diez.
A las 18,45, el enemigo abrió un nutrido fuego sobre
la ciudad y los fuertes desde Sestroresk y Lissy Nos. Los fuertes respondieron
a la invitación, silenciando al enemigo. Al ver esto, el fuerte de Krasnaya
Gorka abrió el fuego, recibiendo una adecuada respuesta del Sebastopol,
luego hubo intercambio de artillería de todas partes, de forma intermitente,
prolongándose hasta la caída de la noche.
Los obuses cayeron sobre el puerto de la ciudad y en
las proximidades de los fuertes sin causar ningún daño; dos soldados rojos
fueron heridos en los fuertes y trasladados al hospital. La población y la
guarnición tomaron el cañoneo con tranquilidad y reaccionaron así: “al fin, la
suerte está echada, ha comenzado el gran combate”, “toda la responsabilidad
recaerá, ante el mundo entero, sobre aquellos que empezaron los primeros”,
“nosotros no queríamos verter sangre, pero si Trotsky nos obliga a hacerlo, entonces
defenderemos nuestra justa causa.”
El sonido de los cañones continuó escuchándose
durante toda la tarde, pero la población manifestó más curiosidad que espanto.
A pesar de la prohibición del Revkom, la gente acudió a la costa y al puerto
para ver el fuego enemigo. Muchos profirieron maldiciones contra los
bolcheviques, verdugos de la Revolución.
Los comunistas que se encontraban en Kronstadt
disponían de entera libertad e igualmente se indignaron contra un acto de tal
naturaleza, uniéndose a la lucha contra su propio partido.
Es preciso señalar que muchos de ellos mostraron un
gran heroísmo y abnegación en el combate.
De este modo fue disparado el primer tiro de cañón...
Hundido hasta la cintura en la sangre de los trabajadores, el sanguinario mariscal
Trotsky fue el primero en abrir fuego contra Kronstadt, sublevada contra el
dominio bolchevique, para restaurar el auténtico poder de los soviets.
Sin un solo disparo, sin derramamiento de sangre;
nosotros, soldados rojos, marineros y obreros de Kronstadt, habíamos abatido el
dominio de los comunistas, respetando incluso sus vidas. Bajo la amenaza de las
armas, quería de nuevo encadenarnos a su poder. Intentando evitar todo
derramamiento de sangre, habíamos pedido que fueran enviados a Kronstadt delegados
del Proletariado de Petrogrado que no pertenecieran a ningún partido, con el
fin de que constataran que Kronstadt luchaba por el poder de los soviets
libremente elegidos. Pero los bolcheviques ocultaron todo esto a los obreros de
Petrogrado y habían abierto el fuego; la respuesta habitual de un gobierno,
supuestamente obrero y campesino, a las exigencias de las masas trabajadoras.
Nuestra posición era la siguiente: que todo el mundo
trabajador sepa que nosotros, defensores del poder de los soviets de
trabajadores, nos hemos unido para salvaguardar las conquistas de la revolución. Venceremos
o pereceremos bajo las ruinas de Kronstadt, combatiendo por la justa causa del
pueblo trabajador. Los trabajadores del mundo entero nos juzgarán, pero la
sangre de los inocentes caerá sobre la cabeza de los bolcheviques-verdugos
embriagados de poder. ¡Viva el Poder de los Soviets!
Con un fuego de artillería terminó, pues, la jornada
del 7 de marzo. El cañoneo a la ciudad y a los fuertes mostraba claramente que
iba a producirse un ataque en la mañana del día siguiente; nos preparamos para
ello.
8 de marzo
A las 4,30 de la mañana, el enemigo desencadenó una
ofensiva contra el fuerte Totleben, y la parte este de Kotline, hacia las
puertas de Petrogrado. Una gran parte de los asaltantes fue aniquilada, el
resto huyó. Fueron hechos prisioneros cerca de 200 hombres.
Algunos kursanty se escondieron en los muelles
-y pronto fueron desalojados- los prisioneros fueron llevados en grupo al
picadero.
Al mismo tiempo se lanzó un asalto contra los fuertes
del sur; -el enemigo fue rechazado y se hizo un gran número de prisioneros-.
Del mismo modo se llevaron a cabo varios intentos de ofensiva en otros puntos,
pero sin éxito. Las ofensivas le costaron al enemigo grandes pérdidas en
muertes, heridos y ahogados -hubo ochocientos prisioneros-.
Después de tal desastre, el enemigo envió una gran
cadena de Oranienbaum[4]. Cuando estuvieron bajo el
fuego de la artillería de Kronstadt, sacaron una bandera blanca, y empezaron a
avanzar de flanco en dirección a Kronstadt
Dos miembros del comité revolucionario les salieron
al encuentro, Verchinine y Koupolv; tan pronto como estuvieron a la vista de la
cadena, soltaron sus armas y se dirigieron temerariamente a su encuentro. Pero
sin tener tiempo de decir palabra, los bolcheviques les rodearon y cogieron a
Verchinine; Koupolov logró escapar.
Utilizando este medio cobarde y vil fue como los
bolcheviques se hicieron con uno de los mejores miembros del Comité
Revolucionario: combatiente ejemplar, vehemente orador y entregado enteramente
a la causa de la revolución y de la humanidad.
Pudimos constatar que si las cadenas enemigas,
subiendo al asalto, no soportaban nuestro fuego, e intentaban retroceder, desde
la orilla, disparos de artillería y de ametralladora les cerraban la retirada
para obligarles a atacar de nuevo. Tampoco podían volverse ya que detrás de
ellos marchaba una cadena de comunistas seleccionados que les disparaban por la
espalda.
Los prisioneros nos explicaron que si en los
regimientos surgían dudas o vacilaciones, y rechazaban subir al asalto,
entonces fusilaban a uno de cada cinco. Es lo que sucedió en los regimientos de
Orchanski, Nêvelski, y de Minsk. Los asaltantes eran sobretodo Kursanty,
tropas de elite de comunistas seguros, chekistas, permanentes de la burocracia
de los soviets, destacamentos de control de carretera y otras tropas
seleccionadas cuya fidelidad estaba a toda prueba.
El 561º regimiento de Kronstadt figuraba en el número
de los atacantes; quinientos hombres fueron hechos prisioneros.
Hacia el mediodía cesaron todas las tentativas de
asalto del enemigo. Durante todo el día, sobrevolaron aviones, pero sus bombas
no causaron ningún daño en la ciudad cayendo en su mayor parte fuera de
Kronstadt, ya que las baterías antiaéreas no les permitían volar por encima de
la ciudad.
Una única bomba cayó sobre la ciudad hacia las 6 de
la tarde, como resultado destrozó la cornisa de una casa, dañó una fachada,
rompió los cristales de varias casas, y por suerte no hirió más que muy
levemente a un niño de trece años.
Durante todo el día hubo fuego de artillería. Nuestra
artillería provocó un incendio y la destrucción de la vía férrea sobre la
ribera de Oranienbaum, Kronstadt y los fuertes no sufrieron daños serios.
Unos tránsfugas nos señalaron que aquel día el
enemigo había concentrado 15000 hombres sobre la ribera sur y 8000 al norte,
con 20 baterías y 4 trenes blindados, de los cuales uno fue puesto fuera de
combate por nuestra artillería.
El enemigo recibía refuerzos incesantemente.
En todos los servicios públicos, sindicatos y las
unidades militares de Kronstadt, fueron designadas troikas
revolucionarias, entre las cuales no hubo ningún comunista. Estas troikas eran
encargadas de aplicar sobre el lugar las disposiciones tomadas por el Revkom.
El trabajo no cesó en los servicios públicos, sólo
cerraron las escuelas y los cursos para adultos. Los alumnos de clases
terminales hacían de voluntarios, al lado de los adultos en la milicia de la
ciudad
En el Comité Revolucionario se trabajaba día y
noche.
Vista la falta de botas de cuero entre los defensores
de Kronstadt, el Revkom ordenó coger las de los bolcheviques detenidos, dándoles
a cambio laptis[5]; esto proporcionó 280 pares
de botas que fueron distribuidas entre la guarnición.
Por la misma razón el Revkom se dirigió a la
población a fin de que aquellos que poseyeran varios pares los dieran a los
defensores; esto proporcionó cerca de otros 400 pares de botas.
Estas botas eran intercambiadas por los zapatos de
fieltro de los marinos, de los cuales no podían servirse en la ciudad.
Se procedió también a un reparto de abastecimiento
para el período del 8 al 14 de marzo, según las normas siguientes: la
guarnición terrestre y marítima recibió, en lugar de la ración de pan anterior,
pan y café, media libra de manzanas desecadas, medio bote de conserva de carne
y un cuarto de libra de carne por día. La población civil de categoría A
recibió media libra de pan, medio bote de conserva, media libra de carne; La de
la categoría B:
una libra de centeno, medio bote de conserva de carne, un cuarto de libra de
carne, y durante algún tiempo, media libra de azúcar y media de mantequilla
salada.
Los niños de serie A: cada día harina, cebada, o
media libra de galletas, medio bote de conserva de carne, y durante algún
tiempo, como complemento un bote de leche en conserva, media libra de azúcar y
un cuarto de libra de mantequilla.
Para los de la serie B y C, diariamente la misma ración, salvo
media libra de carne en lugar del bote de leche.
He aquí pues en qué condiciones Kronstadt tenía que
vivir; y todo esto sin un murmuro ni de la población ni de la guarnición. Cada
uno declaraba firmemente: “Sabemos en nombre de qué nosotros soportamos estas
privaciones” así terminó el día del 8 de marzo.
9 y 10 de marzo
El enemigo abrió un fuego de artillería, ya
intermitente ya continuo e intenso, sobre la ciudad y los fuertes.
Los intentos de asalto, llevados a cabo en el sur y
en el norte fueron rechazados con grandes pérdidas del enemigo. Nuestra
artillería respondía sin cesar. Tuvimos, en estos dos días, 14 muertos y 46
heridos.
El Revkom envió un mensaje por radio a los
proletarios de todos los países en el cual se destruían las mentirosas
calumnias de los bolcheviques, declaraba a todo el mundo que ningún general
blanco nos dirigía, y que estábamos organizados por nosotros mismos; que no nos
habíamos vendido a Finlandia, y que no manteníamos ningún contacto con nadie
para una eventual ayuda militar, que Kronstadt había derribado el yugo de los
bolcheviques y había decidido luchar hasta el fin.
Sin embargo, si la lucha se prolongaba durante mucho
tiempo nos veríamos obligados a pedir ayuda exterior para el abastecimiento, al
menos para nuestros heridos.
En la ciudad reinaba la calma. Cuanto, más
se prolongaba la lucha, más estrechamente se unían la población y la
guarnición.
Cada uno aspiraba a ayudar con todos sus medios la
causa común. Constantemente sobrevolaban los aviones pero sin provocar daños
serios.
11,12 y 13 de marzo
El enemigo sometió a la ciudad y a los fuertes,
durante estos tres días, a un fuego de artillería a veces intenso a veces
intermitente. Algunas tentativas enemigas de continuar el asalto tuvieron lugar
en el norte y en el sur de la
isla. Los aviones sobrevolaron sin parar Kronstadt y lanzaron
bombas. A todos estos ataques terrestres y aéreos y al fuego de la artillería
enemiga, la guarnición de Kronstadt respondió con la artillería de la fortaleza
y la de los buques, con las baterías aéreas, la ametralladoras o los fusiles.
A parte de la destrucción de varias casas no hubo
daños materiales considerables. Las bombas mataron e hirieron a varias
personas, el Revkom envió un mensaje por radio, el 12 de marzo, a todo el
mundo, llamando a protestar contra los asesinos de la población pacífica de la
ciudad, contra la destrucción de casas y pidiendo que se manifestara un sostén
moral a los insurrectos.
14 de marzo
Temprano, en la mañana del 14 de marzo, el enemigo
intentó, por dos veces, realizar el asalto, pero fue rechazado por nuestro
fuego.
Desde las 13 horas, empezó un diluvio de artillería
al que respondieron nuestros cañones. Esto duró hasta las 7 de la tarde,
después hubo una calma. Los aviones no aparecieron. En la ciudad todo estaba
tranquilo. La población se había de tal modo habituado a los cañonazos, que
todo el mundo se movía libremente por la ciudad como si fuera un día de fiesta.
Los niños jugaban a la guerra con bolas de nieve en la calle del Soviet y en la avenida Lenin. La
gente limpiaba las aceras de la nieve y el hielo.
El Revkom se dirigió por radio a los periodistas de
todos los países proponiéndoles que vinieran a Kronstadt para convencerse de
por qué luchaban los kronstadianos.
Se procedió a un segundo reparto de abastecimiento,
ya que el primero se había terminado el 14 de marzo.
Este reparto se hizo así: un pan grande a los
militares marinos y obreros, del 15 al 21 de marzo incluidos, media libra de
pan o un cuarto de galleta, una cuarta parte de un bote de conserva y tres
octavos de libra de carne por día. A los niños de serie A: una libra de leche
en conserva, dos libras de harina, una de carne de pollo, y tres huevos; todo
esto hasta el 1 de abril.
A los niños de serie B: media libra de cebada por
día, un cuarto de pollo, un cuarto de libra de carne por día, y un cuarto de
libra de queso; todo esto hasta el 1 de abril.
A los niños de serie C: media libra de cebada, media
de carne por día y una vez una libra y media de huevos de pescado.
A demás, un cuarto de libra de mantequilla, de
suplemento, para todos los niños, así como media libra de azúcar. Así fueron
repartidas las últimas reservas de avituallamiento.
15 de marzo
Exploradores enemigos intentaron aproximarse, en
ciertos lugares, a nuestros puestos de guardia, pero fueron dispersados por
nuestro fuego e hicimos prisioneros. De las 14 a las 17 horas hubo un
débil fuego de artillería. Después de las 18h 30’, sobrevolaron tres veces
los aviones arrojando bombas; fueron rechazados por nuestras baterías
anti-aéreas. La ciudad estaba en calma, el estado de ánimo era excelente. A las
20h tuvo lugar el transporte de los muertos desde el hospital a la catedral
marítima, así como los preparativos de los funerales del día siguiente, en la
plaza del Ancla. En la
calle Pesotchnaia, durante el transporte de los muertos, un
avión enemigo lanzó una bomba, que por suerte no explotó.
16 de marzo
El enemigo intentó llevar el asalto a distintos
puntos pero fue rechazado por nuestro fuego de artillería. Los aviones
empezaron sus razzias desde la mañana, sin causar grandes daños a la ciudad. Desde las 9
de la mañana, a partir de Lissy Nos, de Sestroretsk, de Oranienbaum, y de
Krasnaya Gorka, empezaron los cañonazos de la ciudad y de los fuertes. Nuestra
artillería respondió y en ciertos lugares hizo callar la artillería enemiga.
Al mediodía, la hora convenida para los funerales de
las víctimas de la III
Revolución, sin prestar atención a los bombardeos de la
ciudad, la población y las unidades militares que no estaban de servicio,
afluyeron a la plaza del Ancla, por el lado de la catedral marítima. Después de
la ceremonia, los veintiún féretros, envueltos en telas rojas, fueron transportados
a la fosa común fraternal preparada en la plaza. Los marinos hacían filas de honor hasta la
misma tumba. Toda la población de Kronstadt y el C. R. asistieron a los
funerales. Los féretros fueron introducidos en la tumba fraternal y cubiertos
de tierra. Las unidades armadas los saludaron. Enseguida fueron pronunciados
discursos en la tribuna, en los cuales los oradores ponían de relieve los
acontecimientos en curso y subrayaban la ferocidad sanguinaria de los
dirigentes bolcheviques.
En el intervalo de los discursos una orquestra tocó
melodías revolucionarias. Durante todo el tiempo que duraron los funerales y
los discursos, el enemigo sometió la ciudad a un intenso bombardeo; los obuses
caían muy cerca. Un marino fue herido por un estampido. De todas formas la
multitud conservó una sangre fría notable hasta el final y no se separó
más que una vez acabados los discursos de los oradores.
Hacia la tarde, el bombardeo de la ciudad se
intensificó.
De la Krasnaya Gorka, un obús de 12 pulgadas cayó sobre
el puente del acorazado Sebastopol; 14 marinos murieron y 36 fueron
heridos.
Al caer la noche, el bombardeo de todas las partes de
la ciudad y de los fuertes aún fue más intenso. Nuestra artillería respondió y
este intercambio duró hasta las 3 de la mañana, después cesó.
En la ciudad hubo casas destruidas e incendios que
fueron rápidamente controlados; un obús cayó sobre el edificio del Revkom,
hiriendo a dos marinos y con conmoción cerebral a un soldado rojo. También hubo
heridos en las casas destruidas. La población ayudó activamente a retirar los
escombros, a evacuar a los heridos al hospital y a retirar los cuerpos, así
como a apagar los incendios; todo esto bajo el fuego mortífero de los cañones
enemigos. Esta ayuda alivió en gran manera a la guarnición de la fortaleza y de
la ciudad que no podía ocuparse de todo a la vez.
17 de marzo
A las 4 h 30 de la mañana, el enemigo lanzó una
ofensiva general enviando numerosas oleadas de asaltantes, en sudarios blancos,
sobre un gran espacio para apoderarse de Kronstsdt por los lados sur, oeste y
este. Las oleadas de atacantes fueron acogidas por el fuego de nuestras
baterías y de nuestras ametralladoras.
Los asaltantes caían como haces de mies segadas, pero
los que escapaban continuaban avanzando, dispersándose en todos los sentidos.
El enemigo logró guarecerse cerca de la cárcel de instrucción, gracias a un
gran rodeo y a los sudarios blancos que llevaban los soldados, sin que se los
apercibiera. Encontrándose así en el flanco de la sexta batería dispuesta cerca
de las puertas de Petrogrado, sobre el depósito del parque de carbón, el
enemigo se adueñó con una rápida razzia, pasando por la fábrica de gas. Los
asaltantes forzaron las puertas de Petrogrado sufriendo grandes pérdidas; sin
embargo lograron adueñarse de la cárcel de instrucción.
El cuartel del norte quedó detrás; 60 marinos se
habían refugiado allí, sólo 4 pudieron salir.
Habiendo ocupado el hospital, la cárcel de
instrucción y la central de teléfonos, los bolcheviques exigieron a los
empleados, bajo amenaza de muerte, que transmitieran todo lo que les
comunicaban.
Esta acción introdujo una cierta confusión en la
defensa de Kronstadt. El enemigo liberó a los 174 bolcheviques, detenidos en la
prisión, y se adueñó de la sala de armas, del depósito de alimentos, de la
escuela de máquinas, y de todo el barrio hasta el polígono de tiro. Aislados
grupos de enemigos pudieron llegar incluso hasta el estado-mayor militar y la
catedral marítima. Instalaron dos ametralladoras en la casa del antiguo
Moltchanoff, mediante las cuales controlaban toda la calle.
Simultáneamente, una gran ofensiva tuvo lugar sobre
el puerto militar, sobre el estanque italiano, sobre la Bolsa, y sobre las
puertas de la ciudadela, del lado del fuerte Piotr. Igualmente, los fuertes del
sur y las baterías 4, 6 y 7 fueron intensamente atacadas. La ciudad era un
infierno. Los cañones tronaban sin cesar por todas partes. Las ametralladoras crepitaban
y los fusiles disparaban. Las balas silbaban por todas partes. Se había creado
una terrible confusión. Por todas partes, tenían lugar luchas encarnizadas. Era
difícil reconocerse ya que los comunistas se habían quitado sus sudarios
blancos al dispersarse por la ciudad. A demás, evidentemente, se ha de
decir también que los bolcheviques que no habían sido antes detenidos jugaron
un papel nada despreciable, disparando por la espalda a los insurrectos, lo que
hizo cundir el pánico y la confusión entre la guarnición. En un
momento el enemigo pudo adueñarse de las puertas de la ciudadela, y avanzó
rápidamente hacia la vía férrea a fin de tomar las puertas de Kronstadt, pero
se lo impedimos. Las pérdidas enemigas allí fueron enormes. El combate era
particularmente encarnecido por los dos lados. Fuera de la guarnición combatían
obreros, mujeres, e incluso adolescentes. A las 14h. Conseguimos desalojar al
enemigo de este barrio.
Hicimos más de 1200 prisioneros, el resto del
enemigo, reculó hasta los fuertes del sur. Entonces empezamos a limpiar la
parte sur de la ciudad: el depósito de alimentos, la sala de armas, y una parte
de la calle
Pesotchnaia fueron liberados; aún hicimos 2200 prisioneros en
la plaza cerca de la catedral.
Por la mañana la sexta batería norte fue tomada por
el enemigo, después la quinta que tenía sólo una ametralladora. La cuarta había
sido abandonada bajo la presión enemiga.
Los comunistas lanzaron un asalto sobre la parte
oriental de Kotline, pero fueron rechazados y se refugiaron en las baterías 4,
5 y 6.
Cerca de las puertas de Petrogrado, el combate
continuaba con ventaja nuestra, aunque al enemigo le llegaran sin cesar
refuerzos. Hacia las 5 de la tarde, habiendo recibido refuerzos, el enemigo
lanzó un nuevo asalto contra las puertas de la ciudadela, se adueñó de ella y
se dispuso cerca del laboratorio, pero nuestras reservas supervivieron y les
rechazamos de nuevo. Los comunistas lograron adueñarse de los fuertes del sur 1
y 2. En este momento fueron apercibidos refuerzos enemigos por el lado de
Oranienbaum; fueron enviadas a su encuentro las reservas hacia la parte oeste
de Kotline. Sin cesar llegaban refuerzos sobre la rivera norte de los fuertes 6
y 7; se notó un importante movimiento de tropas en la región de Oranienbaum y
de columnas de caballería por el lado de Petrogrado. La ciudad, los fuertes y
el puerto eran bombardeados por la artillería sur y norte, así como por los
trenes blindados. Krasnaya Gorka tiraba únicamente sobre el puerto.
Nuestra artillería -del Petropavlovsk, del Sebastopol,
y de los fuertes- disparaba exclusivamente sobre la ofensiva enemiga, haciendo
que se resquebrajara el hielo, y ahogaba a los asaltantes. A pesar de esto, las
cadenas enemigas se diseminaban cada vez más y accedían como hormigas sobre el
hielo.
A las 6 de la tarde quedaban en nuestra posesión los
siguientes fuertes: Constantín, Riev, Totleben , Maritimen y Krasnoarmeisky;
pero algunos de estos fuertes estaban dispuestos de manera que no podían
defenderse más que del lado mar, y no por todo el alrededor.
Había también los fuertes Chanets y Milioutine, sin
importancia militar; a demás los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol.
A las 6 de la tarde, llegaron peticiones desde el fuerte Topleten: “Enviarnos
200 hombres y 5 ametralladoras ya que sólo nos queda un cañón”; del fuerte
Riev: “Pedimos un refuerzo de 100 hombres con dos ametralladoras ya que las
piezas de los cañones empiezan a funcionar mal”; del fuerte Constantin:
“Pedimos un refuerzo de 150 hombres con ametralladoras, de otra forma no
podremos contener la presión enemiga y tendremos que evacuar el fuerte”.
Pedíamos refuerzos por todas partes para reemplazar
las pérdidas: comandantes, artilleros, ametralladores; desde el Sebastopol
se nos dijo que no quedaban más de tres obuses de doce y que no había nada para
disparar. Además muchas piezas de artillería eran defectuosas, los compresores
rotos, los soportes partidos, algunos cañones presentaban grietas y en estas
condiciones no se los podía cargar.
Algo parecido nos llegaba desde el Petropavlovsk.
El anclaje de los buques constituía un gran inconveniente, ya que estaban bordo
contra bordo, y sólo podían disparar desde un solo lado. Además, era imposible
separarlos ya que no quedaba carbón en el Sebastopol, y utilizaba la energía
eléctrica del Petropavlovsk; en fin, no había rompehielos para liberar
el pasaje de los buques.
Los combates se prolongaban en torno a las puertas de
Petrogrado. Los obreros llevaban a cabo una lucha desesperada, aliviando mucho
a la guarnición; las mujeres participaban en los combates recogiendo los
cartuchos de los muertos para darlos a los que combatían, ya que las municiones
empezaban a faltar. Los obreros tenían a los asaltantes bajo el fuego de las
ametralladoras desde lo alto de los techos y de los graneros.
Dos escuadrones de caballería que se habían adentrado
hacia Konstrsdt fueron inmediatamente barridos por sus habitantes. Desde lo
alto de la ciudad se veía cómo llegaban los refuerzos enemigos que se agrupaban
en torno de los fuertes, rodeando la ciudad.
La guarnición de la ciudad era poco numerosa, se
componía del 560º regimiento y de grupos de marinos, con un total de 350
fusiles. Muchos marinos estaban, por así decir, descalzos[6], y no podían participar en
el combate. Nos faltaban especialistas y encuadramiento. Una escasa ración, un
servicio ininterrumpido durante 15 días, un combate de 10 días, en particular
el último día, desde las 4:30 de la mañana hasta la tarde, el combate de calle,
todo esto rompió definitivamente las fuerzas de la guarnición. La
disminución de la guarnición a consecuencia de los combates; la ausencia de
reservas y de esperanza de un avituallamiento y de una ayuda militar exterior;
todo nos hacía entender que no podríamos rechazar otro ataque que sería
ciertamente sería continuado con otros asaltos.
El presidente del Revkom, habiendo analizado la
situación con el responsable de la defensa, decidió retirarse, al caer la
noche, a los fuertes de Krasnoarmeisky, Rif y Totleben, desde donde
intentaríamos resistir. Fueron convocadas urgentemente todas las troikas
revolucionarias y se pusieron de acuerdo para ponerse en orden de batalla, al
caer la noche, en los fuertes designados; se recomendó que no cundiera el
pánico ya que en este caso todas las unidades y la guarnición podrían perecer
inútilmente. Se enviaron emisarios allí donde se había cortado la comunicación. Se
comunicó al mando de la ciudad que se tenía que abandonar ésta y llevar con él
a los obreros que lo desearan, ya que estaban bajo su responsabilidad.
El estado mayor de la defensa se dividió en dos
grupos, uno debería ir al fuerte Krasnoarmeisky, y tomar sus propias
disposiciones; el otro grupo debería quedarse en su lugar para transmitir todas
las disposiciones al fuerte Krasnoarmeisky.
De esta manera, a las 8:10 de la tarde, yo abandonaba
Kronstadt con el responsable de la defensa y nuestros colaboradores para ir al
fuerte antes dicho.
Por la carretera, los grupos marchaban en dirección a
los fuertes, pero 2 Km.
antes de llegar, vimos un gran movimiento de grandes masas de hombres en las
inmediaciones del fuerte.
Llovían los obuses haciendo numerosas víctimas. El
fuerte se calló bruscamente. Al llegar al fuerte vimos que la estación
eléctrica estaba destruida, los hilos telefónicos cortados y 6 pesados cañones
inutilizados; los cañones de más calibre no giraban y estaban orientados hacia
el mar. Eran cerca de las 9:30 de la tarde. La carretera que iba del fuerte hacia
Kronstadt estaba cortada y sólo quedaba una salida. Ir en dirección de la
frontera finlandesa.
Fue así como el primer grupo del estado-mayor, en el
que yo me encontraba, abandonó Kronstadt.
El segundo grupo salió de Kronstadt a la 10 30 de la
tarde y llegó también a Finlandia; 4 miembros del Revkom no pudieron juntarse
con nosotros, su suerte me es desconocida.
Según dijeron los últimos prisioneros que hicimos, el
enemigo disponía, además de una numerosa artillería, de 4 trenes blindados y de
8 cañones encima de tractores, y que había concentrado en la región de
Oranienbaum cerca de 50mil fusiles, y 30mil por la parte de Sestroretsk y Lissy
Nos, además un número indeterminado de caballería. Las tropas estaban
compuestas principalmente de kursanty, de miembros del partido
comunista, de chekistas, de destacamentos de control de carreteras, de
permanentes de los soviets locales, de mongoles, de Bachkirs y de otras tropas
asiáticas. Desde lo más profundo de Rusia se habían llevado regimientos
enteros, pero no se les enviaba todos a la vez, cada regimiento era dividido en
varios grupos y mezclados con otros regimientos y, cuando iban al asalto,
bolcheviques probados iban detrás de ellos.
Los bolcheviques persuadían a los soldados de que
iban a combatir contra bandas de oficiales que se habían amparado de Kronstadt
y que habían detenido a todos los marinos, que ya había soldados finlandeses
llamados por estos militares rastreros. Para convencer más aún a los soldados,
vestían a miembros del partido comunista con uniformes de oficiales con
charreteras y medallas, y los paseaban ante las tropas declarando que eran
prisioneros de Kronstadt y que era contra ellos que era preciso luchar.
De la misma forma vestían a otros comunistas con
uniformes finlandeses, paseándolos de igual forma ante las tropas y con las
mismas palabras. Decían por ejemplo que los marinos y soldados rojos habían
dejado Kronstadt desde hacía mucho tiempo y se habían refugiado en Finlandia,
que sólo quedaba una banda de oficiales que sería fácil liquidar. Contaban
también a los asiáticos que el golfo era un gran campo y que detrás de él había
una gran ciudad que era preciso tomar, ya que una banda de espadachines la
había tomado y hacía reinar el terror contra la población.
Por ejemplo, un mongol explicó: “He estado en muchos
frentes, he visto muchas ciudades, pero nunca una de tan grande. He visto
muchos obuses pero nunca como estos, ya que cuando explotan hacen un gran
agujero en el agua y nos hace caer en él. Nunca había visto obuses acuáticos
como estos. Yo prefiero disparar desde un único sitio, sentado y estirado,
mientras que allí el agua me ha despedido nueve veces[7].”
Mediante distintos pretextos y engaños enviaban a las
gentes sobre el hielo. Y una vez allí ya no podían retroceder pues entonces los
bolcheviques abrían sobre ellos un fuego de ametralladoras y de artillería. Su
situación era verdaderamente espantosa ya que si querían retroceder, la cadena
bolchevique que les seguía abría fuego sobre ellos. Los prisioneros
contaron también que si en un regimiento aparecían dudas era desarmado
inmediatamente y enviado a no se sabe dónde, o bien se fusilaba uno de cada cinco,
enviando el resto al asalto. Nadie conocía realmente la verdadera
situación de Kronstadt. Estábamos absolutamente separados del mundo exterior.
No teniendo ni un solo avión, no podíamos informar a nadie.
Es preciso señalar que los bolcheviques no pudieron
enviar tropa alguna de Petrogrado y de su región, ni de infantería ni marinos.
En Petrogrado, se comprendió en seguida que los marinos se habían sublevado.
Los torpedos anclados en Petrogrado fueron desarmados y los percutores de los
cañones fueron sacados.
De igual manera, volvieron inutilizable todo lo que
hubiera podido servir en los acorazados Gangout y Poltava que de
todas maneras no podían funcionar pues estaban pendientes de reparaciones. Los
equipos de los buques fueron detenidos y evacuados de Petrogrado hacia un lugar
desconocido. Las unidades militares de la guarnición fueron acuarteladas, sin
armas ni uniformes, bajo una fuerte vigilancia.
Cuando empezaron los mítines en Kronstadt, es decir a
partir del 27 y del 28 de febrero, la situación de los bolcheviques empezó a no
tener salida, intentaron obtener pequeños permisos para los marinos enviándolos
al país, a Petrogrado, a Oraniembaum, y a otras localidades vecinas. Lograron
así sacar de Kronstadt más de mil marinos lo que debilitó considerablemente la
guarnición, tanto más cuanto que entre los que consiguieron permisos había
especialistas indispensables como los galvanómetros, los ametralladores, etc.,
que hubieran sido de un gran valor en Kronstadt. Los comisarios hicieron esto
pues con conocimiento de causa.
He aquí pues las condiciones y las circunstancias en
las que se encontró Kronstadt antes de la formación del Comité Revolucionario,
y durante su existencia y hasta su salida. Sólo añadiré que el
honor y la gloria de los habitantes de Kronstadt, al defender el auténtico
poder de los soviets libremente elegidos y no el poder de los partidos, fue
haber demostrado a todo el mundo, cómo sin ninguna violencia y con la
conciencia tranquila, el pueblo trabajador puede llevar la lucha hacia su total
emancipación.
Quedó demostrado, en particular a los miembros del
Partido Comunista Ruso que, aunque sean los más feroces enemigos del pueblo
trabajador, éste mostró una vez más, a lo largo de un combate desesperado, su
grandeza de alma rusa, y su fuerza, probando que es realmente capaz de perdonar
a sus enemigos no en palabras y sobre el papel, sino de hecho.
Kronstadt ha costado caro a los bolcheviques. La
caída de Kronstadt es la caída de los bolcheviques.
Los bolcheviques pueden fusilar a
los kronstadianos pero no podrán jamás fusilar la verdad de Kronstadt.
[1]
Recordemos que los kursanty eran los cadetes militares, los nuevos
“junkers” del Ejército Rojo, sometidos a un férreo adoctrinamiento.
[2] Presidente de
la República “soviética”.
[3] Medida de longitud del antiguo sistema ruso. Una
versta = 1.06 km.
[4] Cadena significa en este contexto varias hileras de
asaltantes, espaciados entre sí dos o tres metros, presentándose frontalmente
al objetivo (nota del traductor).
[5] Zapatos trenzados con fibras de cáñamo.
[6] Los marineros que hacían el servicio en los buques
llevaban botas de fieltro que eran inservibles en la nieve o el hielo (nota del
traductor).
[7] Los mongoles
hablaban poco o nada ruso. Petrichenko recoge las explicaciones del prisionero
tal como las oyó, lo cual explica el estilo directo y enrevesado de este pasaje
(nota del traductor).
Por Alexander Berkman
PRÓLOGO
LAS INSURRECCIONES que a lo largo del pasado siglo
nos dieron la confianza de que una sociedad sin clases, sin explotación ni
dominación, organizada según las necesidades y las posibilidades de cada uno,
era, no una utopía, sino algo a conseguir, se alejan hoy de nuestro universo
conceptual y emocional. La poca distancia de unos años es multiplicada por el
medio en el que nos movemos y por los medios que nos mueven, y así aquellas
insurrecciones tan próximas y tan modernas se ven relegadas al olvido, sino a
la manipulación y al rechazo. Acostumbrados a una cotidianidad sometida al
trabajo y al consumo impuestos -nada que ver con una actividad concreta y
deseante-, auspiciado nuestro razonamiento y nuestro sentimiento por los
programas escrupulosamente calculados de los media, reducido el ámbito de
nuestro pensamiento y de nuestro lenguaje por el poder económico y cultural,
dirigida nuestra mirada por las redes mediáticas, no llegamos a ver esta
insurrección, que está aquí al lado.
Pero aquí están, y asoman, cabezonas, y desbaratan la
historia objetiva que desde los vencedores se quiere escribir, y dan aliento a
los que en ellas, a pesar de vestir trajes bien distintos, nos reconocemos. La
insurrección de Kronstadt fue de las primeras, justo después de la revolución
de los consejos en Alemania durante los años 1918-1920, quizás la más olvidada
y ocultada, la más amplia, la más resolutiva (en pocos días abatió la monarquía
y el II Reich) y, justo antes de la revolución española, quizás la más corta,
sólo unas semanas (todos estaban en su contra), pero la más bella.
Kronstadt es la primera denuncia de la gran mentira
bolchevique, a la vez que la demostración de que una organización social
a través de los soviets es posible. Luego ha habido otras denuncias de aquella
gran mentira o de la mentira desconcertante que dirá Cíliga, pero siempre
calladas y criminalizadas por la impostura del poder intelectual en Europa:
Antón Cíliga, escapado de su periplo por Rusia y Siberia, no logrará, ya en
París, que su libro “Au pais du grand mensonge” contenga el capítulo “Lenin
también”; Panaït Istrati, a la vuelta de la URSS, y con su “Vers l’autre
flamme” se ganará la enemistad de toda la intelectualidad europea y será
tratado de reaccionario; George Orwell tendrá serias dificultades para
conseguir que un editor inglés publique su testimonio de la guerra de España y
su denuncia del estalinismo en “Homenaje a Cataluña”; igual suerte correrán
Ignazio Sillone, Alexander Berkman, ...Pero Kronstadt es la más genuina y la
que las contiene todas.
La insurrección de los marinos de Kronstadt tiene
lugar durante la revolución rusa, en marzo de 1921, cuando el pueblo ve que su
poder real, los soviets, está siendo desmantelado y sustituido por la policía
política (cheka), que el hambre, el racionamiento,...forman parte de su vida
diaria, y, tomando el relevo de la Ukrania Machnovista,
continúan la lucha, ahora contra la burocracia comunista, por el poder de
los soviets. Ante una escalada de huelgas en varias partes de Rusia y
especialmente en Petrogrado, la guarnición de Kronstadt toma partido por los
obreros contra el partido bolchevique. En su inicio lo que plantean es el poder
de los soviets, el funcionamiento real de la democracia obrera amenazada por la
burocracia bolchevique. La respuesta del partido, que consiste en la
aniquilación total del movimiento insurrecto radicalizará el movimiento que se
pondrá como objetivo la tercera revolución soviética, ahora contra el Estado.
En su propia carne, los ciudadanos de Kronstadt, han aprendido que “la
existencia del Estado y la existencia de la esclavitud” son inseparables.
Durante tres semanas la democracia obrera y el poder
de los soviets se hace realidad en Kronstadt. Pero Kronstadt está aislado del
resto de Rusia y no llega a conectar con los obreros del país. Así se impone la
mentira del Estado comunista que trata a los insurrectos de Kronstadt de
contrarrevolucionarios. Los insurrectos resistirán a las mentiras y a las armas
del gobierno bolchevique, hasta que el ejército rojo, a las órdenes de Trotsky,
los masacrará.
1.
DESÓRDENES OBREROS EN PETROGRADO
Era al comienzo de 1921. Los
largos años de guerra mundial, de revolución y de guerra civil debilitaron a
Rusia hasta el extremo [de la extenuación y pusieron al pueblo en la pendiente
de la
desesperación. Pero, en fin, la guerra civil terminó: los
numerosos frentes fueron liquidados, y Wrangel -la última carta de la Entente
intervencionista y de la contrarrevolución rusa- fue derrotado, concluyendo su
actividad militar en Rusia. El pueblo esperaba ahora con confianza una
mitigación del severo régimen bolchevique. Se esperaba que los comunistas,
terminada la guerra civil, aligerarían las pesadas cargas, abolirían las restricciones
introducidas durante la guerra, instaurarían ciertas libertades fundamentales y
comenzarían la organización normal de la vida. Lejos de ser popular, el gobierno
bolchevique era, por el contrario, soportado por los obreros debido a su plan,
frecuentemente anunciado, de emprender la reconstrucción económica del país tan
pronto cesaran las operaciones militares. El pueblo estaba lleno de celo para
cooperar, para prestar su iniciativa y su esfuerzo creador en la obra de
reconstrucción del país arruinado.
Desgraciadamente, estas esperanzas
fueron pronto frustradas. El Estado comunista no evidenció, de ningún modo,
tener la intención de debilitar el yugo. Continuaba la misma política. La
militarización del trabajo esclavizaba aún más al pueblo, y éste se exacerbaba
mas y más por la opresión creciente y por la tiranía. Tal estado
de cosas paralizaba toda posibilidad de un renacimiento industrial.
Desaparecía la última esperanza y
se reforzaba la convicción de que el partido comunista estaba más interesado en
conservar el poder político que en salvar la revolución.
El elemento más revolucionario de
Rusia, el proletariado de Petrogrado, fue el primero en protestar. Lanzó la
acusación de que, entre otras causas, la centralización bolchevique, la burocracia
y la actitud autocrática con los campesinos y obreros eran directamente
responsables, en gran parte, de la miseria y de los sufrimientos del pueblo.
Gran número de talleres y fábricas de Petrogrado debieron cerrar sus puertas;
los obreros se morían literalmente de hambre. Organizaron reuniones para
considerar la situación, y fueron dispersados por el gobierno. El proletariado
de Petrogrado, que soportó todo el peso de las luchas revolucionarias, y cuyos
enormes sacrificios y heroísmo salvaron la ciudad contra Yudenich, se irritó
ante los manejos del gobierno. La animosidad contra los métodos empleados por
los bolcheviques continuaba creciendo. Los comunistas rehusaban las menores
concesiones al proletariado, ofreciendo al mismo tiempo entenderse con los
capitalistas de Europa y de América. Los obreros se indignaron. Con el fin de
forzar al gobierno a examinar sus exigencias, se declararon huelgas en la
fábrica de municiones («Patronny»), en las fábricas del Báltico y de Trubochny,
en la fábrica de Laferni. Pero en lugar de discutir la cuestión con los obreros
descontentos, el gobierno de los obreros y campesinos creó un Comité de defensa
como en período de guerra, con Zinoviev -el hombre más odiado de Petrogrado-
como presidente. El fin manifiesto de este Comité era el de estrangular el
movimiento huelguista.
El 24 de febrero se declararon las
huelgas. El mismo día los bolcheviques enviaron los «kursanty» -los estudiantes
comunistas de la academia militar que se preparaban para los grados de
oficiales del ejército y de la marina- para dispersar a los trabajadores que se
habían reunido en Vasilievsky Ostrov, el barrio obrero de Petrogrado. Al día
siguiente, el 25 de febrero, indignados, los huelguistas de Vasilievsky Ostrov
visitaron los astilleros del Almirantazgo y los docks de la Galernaya y
persuadieron a los obreros a asociarse contra la actitud autocrática del
gobierno. La demostración intentada en las calles de la ciudad por los
huelguistas, fue dispersada por los soldados.
El 26 de febrero, en la reunión
del Soviet de Petrogrado, un conocido comunista, Laskevich, miembro del Comité
de defensa y del Consejo militar revolucionario de la república, denunció el
movimiento huelguista en los términos más acerbos. Acusó a los obreros de la
fábrica de Trubochny de haber incitado al descontento y de ser «hombres que no
pensaban más que en su provecho personal y que eran contrarrevolucionarios»;
fríamente propuso cerrar la fábrica de Trubochny, proposición aceptada por el
Comité ejecutivo del Soviet de Petrogrado, del que Zinoviev era presidente. Los
huelguistas de Trubochny fueron, pues, lock-outados y privados
automáticamente, por consecuencia, de su ración de víveres.
Las medidas del gobierno
bolchevique sirvieron para agriar más el antagonismo de los obreros.
En las calles de Petrogrado
comenzaron a aparecer proclamas de huelga. Algunas de ellas llevaban ya un
carácter francamente político; el más característico de estos manifiestos,
fijado en los muros de la ciudad el 27 de febrero, decía:
«Se ha hecho necesario un cambio
completo en la política del gobierno. En primer lugar, los obreros y los
campesinos tienen necesidad de libertad. No quieren vivir según los decretos de
los bolcheviques: ¡quieren controlar sus propios destinos!
– ¡Camaradas,
mantened el orden revolucionario! Exigid de un modo organizado y decidido:
– La
liberación de todos los socialistas y de los obreros sin partido encarcelados;
– La
abolición del estado de sitio; la libertad de palabra, de prensa y de reunión
para todos los que trabajan;
– La
elección libre de los Comités de fábrica y de los representantes a los
sindicatos y a los soviets;
– ¡Organizad
reuniones, adoptad resoluciones, enviad vuestros delegados a las autoridades y
trabajad en la realización de vuestras exigencias».
El gobierno respondió efectuando
numerosos arrestos y suprimiendo varias organizaciones obreras. Esta medida
aumentó aun más la efervescencia de las masas; las peticiones reaccionarías
comenzaron a aparecer. Así, una proclama de los «obreros socialistas del
distrito de Nevsky» apareció el 28 de febrero, terminando con un llamamiento en
favor de la
Asamblea Constituyente:
«Sabemos quién tiene miedo de la Asamblea Constituyente.
Son los que no podrán robar al pueblo entonces. Tendrán, al
contrario, que responder ante los representantes del pueblo por sus
mistificaciones, sus robos y sus crímenes.
“¡Abajo los comunistas
odiados!
“¡Abajo el gobierno
sovietista!
“¡Viva la Asamblea Constituyente!”
Durante este tiempo, los
bolcheviques concentraron en Petrogrado considerables fuerzas militares
llevadas de la provincia, y mandaban a la capital del norte, desde la línea del
frente, los regimientos comunistas más fieles. Petrogrado fue declarado en estado
extraordinario de guerra». Los huelguistas fueron subyugados por la fuerza y la
agitación obrera aplastada con mano de hierro.
2. EL
MOVIMIENTO DE KRONSTADT
Los marineros de Kronstadt se
alarmaron visiblemente ante los acontecimientos de Petrogrado. Su actitud
frente a las medidas tomadas por el gobierno contra los huelguistas estaba
lejos de ser amistosa. Sabían lo que tuvo que soportar el proletariado revolucionario
de la capital durante los primeros días de la revolución, su heroica lucha
contra Yudenich, la paciencia con que toleró las privaciones y la miseria. Pero Kronstadt
estaba lejos también de favorecer la Asamblea Constituyente,
o la experiencia del comercio libre de que se hablaba en Petrogrado. Los
marinos eran, tanto espiritualmente como en la acción, ante todo,
revolucionarios. Eran los partidarios más decididos del sistema de los soviets,
pero se oponían a la dictadura de un partido político cualquiera.
El movimiento de simpatía hacia
los obreros huelguistas de Petrogrado, comenzó primeramente entre los marinos
de los barcos de guerra Petropavlovsk y Sebastopol, los mismos
navíos que en 1917 fueron el apoyo principal de los bolcheviques. El movimiento
se extendió a toda la flota de Kronstadt, y después a los regimientos
estacionados allí. El 28 de febrero la tripulación del Petropavlovsk
adoptó una resolución que obtuvo también el consentimiento de los marinos del Sebastopol.
La resolución pedía, entre otras cosas, reelecciones libres del Soviet de
Kronstadt, cuyo mandato iba pronto a expirar. Al mismo tiempo fue enviada a
Petrogrado una comisión de marinos para obtener informaciones sobre la
situación.
El 1º de marzo se celebró una
reunión pública en la plaza del Ancla, en Kronstadt; fue convocada oficialmente
por las tripulaciones de la primera y la segunda escuadra de la flota del
Báltico. Dieciséis mil marineros, soldados rojos y trabajadores acudieron a
ella; la presidió el presidente del Comité ejecutivo del Soviet de Kronstadt,
el comunista Vasiliev. El presidente de la República socialista federativa de
los Soviets, Kalinin, y el comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, estaban
presentes, y tomaron la
palabra. Debe hacerse notar aquí, como indicación de la
actitud amistosa de los marinos hacia el gobierno bolchevique, que Kalinin, a
su llegada a Kronstadt, fue recibido con los honores militares, con música y
con banderas desplegadas.
La comisión de marinos que había
sido enviada a Petrogrado presentó su informe en el mitin. Este informe
confirmó las peores aprensiones de Kronstadt. La reunión expresó abiertamente
su indignación contra los métodos empleados por los comunistas para sofocar las
aspiraciones de los obreros de Petrogrado. La resolución adoptada por el Petropavlovsk
el 28 de febrero fue entonces presentada a los reunidos. El presidente de la
República, Kalinin, y el comisario Kuzmin atacaron ferozmente la resolución, a
los huelguistas de Petrogrado y a los marinos de Kronstadt. Pero sus argumentos
no impresionaron a los asistentes y la resolución del Petropavlovsk fue
adoptada por unanimidad. He aquí el documento histórico:
«Resolución de la reunión
general de la primera y segunda escuadra de la flota del Báltico, celebrada el
1º de marzo de 192.
Habiendo oído el informe de los
representantes enviados a Petrogrado por la reunión general de las
tripulaciones para examinar allí la situación, decide:
1) Dado que
los soviets actuales no expresan la voluntad de los obreros y de los
campesinos, celebrar inmediatamente las nuevas elecciones por voto secreto,
teniendo completa libertad de agitación entre los obreros y campesinos la
campaña electoral;
2) Establecer
la libertad de palabra y de prensa para todos los obreros y campesinos, para
los anarquistas y para los partidos socialistas de la izquierda;
3) Asegurar
la libertad de reunión para los sindicatos y para las organizaciones
campesinas;
4) Convocar
una conferencia independiente de los obreros, soldados rojos y marinos de
Petrogrado, antes del 10 de marzo de 1921;
5) Liberación
de todos los presos políticos socialistas y también de todos los obreros,
campesinos, soldados y marinos encarcelados por el delito de participación en
los movimientos obreros y campesinos;
6) Elegir una
comisión de examen de los casos de aquellos que se encuentran en las prisiones
y en los campos de concentración;
7) Abolir las
oficinas políticas, porque ningún partido debe tener privilegios para la
propaganda de sus ideas, ni recibir la ayuda financiera del gobierno para tales
fines. En su lugar será necesario instituir comisiones de educación y de
cultura social, elegidas localmente y sostenidas materialmente por el gobierno;
9) Igualación
de las raciones para todos aquellos que trabajan en oficios peligrosos para la
salud;
10) Abolición de los destacamentos
comunistas de guerra en todas las secciones del ejército, lo mismo que de la
guardia comunista apostada en los talleres y en las fábricas; en caso de
necesidad, estos destacamentos o pelotones de guardia deberán ser designados en
el ejército, desde las filas mismas, y en las fábricas según los deseos de los
obreros;
11) Dar a los campesinos plena
libertad de acción en lo que concierne a sus tierras y también el derecho a
poseer ganado, a condición de que se arreglen los campesinos mismos sin tener
que recurrir a la explotación ajena;
12) Pedir a todas las secciones del
ejército y a nuestros camaradas los kursanty militares que acepten
nuestras resoluciones;
13) Pedir a la prensa que dé la mayor
publicidad a nuestras resoluciones;
14) Designar una comisión ambulante de
control;
15) Permitir la pequeña industria a
domicilio.
La resolución es adoptada por
unanimidad por la reunión de la brigada, absteniéndose de votar sólo dos
personas.
PETRICHENKO
Presidente de la reunión de la
brigada
PEREPELKIN
Secretario
Resolución adoptada por aplastante
mayoría por la guarnición de Kronstadt.
VASILIEV
Presidente».
Esta resolución que, como hemos
dicho ya, fue combatida ardientemente por Kalinin, fue adoptada a pesar de su
protesta. Después de la reunión, Kalinin pudo volver a Petrogrado sin ser
inquietado.
En esta misma reunión se resolvió
enviar a Petrogrado un comité que explicaría a los obreros y a la guarnición de
la capital las peticiones de Kronstadt y pediría que delegados independientes
(no pertenecientes a ningún partido) fuesen enviados por ellos a esta ciudad
para informarse sobre el estado verídico de las cosas y sobre las peticiones de
los marinos. Este comité, compuesto de treinta miembros, fue detenido en
Petrogrado por los bolcheviques; su suerte ha quedado siempre en el misterio.
Como la existencia legal del
Soviet de Kronstadt llegaba a su término, la reunión de la brigada decidió
convocar una conferencia de delegados para el 2 de marzo, a fin de discutir el
modo de celebrar las elecciones. En la conferencia tomaban parte representantes
de los navíos de guerra, de la guarnición, de las diferentes instituciones soviéticas,
de los sindicatos y de los talleres. Cada organización estaba representada por
dos delegados.
Celebróse la conferencia el 2 de
marzo en la Casa de Educación (anteriormente Escuela de Ingenieros de
Kronstadt), asistiendo a ella trescientos delegados, entre los que se
encontraban también comunistas.
La reunión, abierta por el marino
Petrichenko, eligió una presidencia de cinco miembros. La cuestión principal a
resolver por los delegados concernía a las nuevas elecciones del Soviet de
Kronstadt, que debían verificarse pronto, y establecer los principios sobre los
cuales deberían celebrarse. La reunión tenía también que poner en práctica las
resoluciones adoptadas la víspera y acordar los mejores medios para ayudar al
país a salir de las condiciones lamentables creadas por el hambre y por la
falta de calefacción.
El espíritu de la conferencia era
claramente sovietista; Kronstadt exigía los Soviets libres de toda intervención
y de todo partido político, Soviets independientes que fueran el reflejo de las
aspiraciones de los obreros y campesinos y expresaran su voluntad. La actitud
de los delegados era antagónica al régimen arbitrario de los comisarios
burocráticos, pero simpática a la orientación del partido comunista como tal.
Eran partidarios abnegados del sistema de los Soviets y sinceros en su deseo de
encontrar amistosa y pacíficamente una solución a estos problemas apremiantes.
El comisario de la flota del
Báltico, Kuzmin, fue el primero en usar de la palabra. Hombre
más bien de energía que de juicio, no se dio cuenta de la gran importancia del
movimiento. No supo ponerse a la altura de la situación; atraerse los corazones
y cerebros de estos hombres tan sencillos, marinos y trabajadores, que habían
hecho tantos sacrificios por la revolución y estaban extenuados y desesperados.
Los delegados se habían reunido para entenderse con los representantes del
gobierno. Pero en lugar de ese espíritu conciliador, el discurso de Kuzmin fue
una antorcha encendida lanzada sobre pólvora. Indignó a todos por su arrogancia
y su insolencia. Negó los tumultos obreros de Petrogrado, diciendo que la
ciudad estaba tranquila y los obreros satisfechos. Alabó el trabajo de los
comisarios, puso en duda los motivos revolucionarios de Kronstadt y habló de
los peligros que amenazaban por la parte de Polonia. Llegó hasta proferir
insinuaciones indignas y a rugir amenazas. «Si queréis la guerra abierta,
concluyó Kuzmin, la tendréis, porque los comunistas no aflojarán las riendas
del gobierno. Lucharemos hasta el fin».
El discurso provocativo y
desprovisto de tacto del comisario de la flota del Báltico fue un insulto a los
delegados. El discurso del presidente del Soviet de Kronstadt, el comunista
Vasiliev, que habló después de Kuzmin, no causó ninguna impresión; fue impreciso
y sin mérito. Cuanto más se desarrollaba el mitin, más francamente
antibolchevique se tornaba la actitud general. Y, sin embargo, les delegados
esperaban llegar todavía a entenderse con los representantes del gobierno. Pero
se advirtió en seguida, decía el informe, oficial[2],
que «no podíamos tener confianza en nuestros camaradas Kuzmin y Vasiliev, y que
se había hecho necesario aislarnos temporalmente, sobre todo porque los
comunistas están en posesión de las armas y nosotros no tenemos acceso a los
teléfonos. Los soldados tienen miedo a los comisarios, de lo cual tenemos la
prueba en la carta leída en la reunión de la guarnición».
Kuzmin y Vasiliev fueron entonces
alejados de la reunión y arrestados. Un rasgo característico del espíritu de la
conferencia está en el hecho de que una moción que pedía el arresto de los
demás comunistas presentes fue rechazada por inmensa mayoría, Los delegados
sostenían que los comunistas debían ser considerados igualmente que los
representantes de las otras organizaciones y debían gozar de los mismos
derechos y respetos. Kronstadt estaba siempre resuelta a hallar una base de
reconciliación con el partido comunista y con el gobierno bolchevique.
Las resoluciones del 1º de marzo
fueron leídas y adoptadas con entusiasmo. En ese momento la reunión se animó y
excitó vivamente al declarar un delegado que quince camiones de soldados y de
comunistas armados de fusiles y de ametralladoras habían sido enviados por los
bolcheviques con orden de atacar a los reunidos. «Esta información -continúa el
informe del Izvestia- promovió un profundo resentimiento entre los
delegados.» La investigación hecha demostró que el informe carecía de todo
fundamento, pero persistían los rumores de que un destacamento de kursanty,
con el famoso chekista Dukin a la cabeza, marchaba ya en dirección al fuerte de
Krasnaya Gorka. En vista de estos nuevos acontecimientos y de las amenazas de
Kuzmin y de Kalinin, la conferencia se dedicó inmediatamente a organizar la
defensa de Kronstadt contra el ataque bolchevique. El tiempo apremiaba y se
decidió transformar la presidencia de la conferencia en un Comité
revolucionario provisional, que tenía por deber mantener el orden y la
salvaguardia de la ciudad, El Comité debía emprender también los preparativos
necesarios para celebrar las nuevas elecciones del Soviet de Kronstadt.
3. LA CAMPAÑA BOLCHEVIQUE
CONTRA KRONSTADT
Reinaba en Petrogrado gran tensión
nerviosa. Estallaban nuevas huelgas y se difundían persistentes rumores sobre
tumultos obreros ocurridos en Moscú y de rebeliones agrarias surgidas en el
este y en Siberia. La falta de prensa en la que se hubiera podido confiar hacía
que la población prestase oído a los rumores más exagerados y más transparentemente
falsos. Todas las miradas se habían vuelto hacia Kronstadt, en espera de
importantes sucesos.
Los bolcheviques no perdieron un
instante en organizar su ataque a Kronstadt. Ya el 2 de marzo el gobierno había
publicado una orden, firmada por Lenin y Trotzky, denunciando el movimiento de
Kronstadt como un motín, una rebelión contra las autoridades comunistas. En ese
documento, los marinos fueron acusados de ser «instrumentos de antiguos
generales zaristas que, junto con los socialrevolucionarios traidores han
preparado una conspiración contrarrevolucionaria contra la república
proletaria».
El movimiento de Kronstadt fue
calificado por Lenin y Trotzky como «obra de los intervencionistas de la
Entente y de espías franceses». -«El 28 de febrero, dice la orden, los marinos
del Petropavlovsk han aprobado resoluciones que exaltan el espíritu de
la reacción más negra. Después apareció en escena el grupo del antiguo general
Kozlovzky. Él y tres de sus oficiales, cuyos nombres nos son todavía desconocidos,
han asumido abiertamente la dirección de la revuelta. La
explicación de los últimos acontecimientos, por tanto, se hace coincidente.
Detrás de los socialistas revolucionarios; se encuentra de nuevo un general
zarista. Tomando todo esto en consideración, el Consejo del Trabajo y de la
Defensa ordena: 1) declarar al antiguo general Kozlovzky y a sus partidarios
fuera de la ley; 2) promulgar el estado de guerra en la ciudad y en la
provincia de Petrogrado; 3) poner el poder supremo de todo el distrito de
Petrogrado en manos del Comité de defensa de Petrogrado.
Había, en efecto, en Kronstadt, un
ex general Kozlovzky, Fue Trotzky el que lo estableció allí como especialista
artillero. No desempeñó, en absoluto, ningún papel en los acontecimientos de Kronstadt;
pero los bolcheviques explotaron con habilidad su nombre para denunciar a los
marinos como enemigos de la república sovietista, y su movimiento, como
contrarrevolucionario. La prensa oficial bolchevique comenzó entonces su
campaña de calumnias y de difamación contra Kronstadt como «el nido de la
conspiraron blanca dirigida por el general Kozlovzky»; los agitadores
comunistas fueron enviados a los obreros de las fábricas y de los talleres de
Petrogrado y de Moscú a fin de llamar al proletariado a «asociarse al soporte y
a la defensa del gobierno de los obreros y campesinos contra la rebelión
contrarrevolucionaria de Kronstadt».
Lejos de tener el menor contacto
con generales y contrarrevolucionarios, los marinos de Kronstadt rehusaron la
ayuda del propio partido socialista revolucionario. El jefe del partido, Víctor
Chernov, que estaba entonces en Reval, intentó inclinar a los marinos en favor
de su partido y de sus reivindicaciones, pero no recibió ningún aliento del
Comité revolucionario provisional. Chernov transmitió a Kronstadt el radiograma
siguiente[3]:
«El presidente de la Asamblea Constituyente,
Víctor Chernov, envía sus saludos fraternales a los camaradas marinos heroicos,
los soldados rojos y a los obreros que, por tercera vez después de 1905, rompen
el yugo de la tiranía.
Les ofrece su ayuda para el envío de refuerzos y de
aprovisionamientos a Kronstadt por intermedio de las cooperativas rusas en el
extranjero. Informadnos de lo que os hace falta y de la cantidad necesaria.
Estoy dispuesto a ir en persona a poner mis energías y mi autoridad al servicio
de la revolución del pueblo. Tengo fe en la victoria final de las masas
laboriosas... ¡Honor a los que son los primeros en levantar la bandera de la
liberación del pueblo! ¡Abajo el despotismo de la izquierda y de la derecha!»
El partido socialista
revolucionario envió, al mismo tiempo, el siguiente mensaje a Kronstadt:
«La delegación socialista
revolucionaria en el extranjero..., ahora que la copa del pueblo encolerizado
desborda, ofrece ayudaros por todos los medios a su disposición en la lucha por
la libertad y por el gobierno popular. Informadnos de la ayuda que necesitáis.
¡Viva la revolución del pueblo! ¡Vivan los Soviets libres y la Asamblea Constituyente!»
El Comité revolucionario de
Kronstadt declinó el ofrecimiento y envió la siguiente respuesta Víctor
Chernov:
El Comité revolucionario de
Kronstadt expresa a todos sus hermanos del extranjero su profunda gratitud por
su simpatía. El Comité revolucionario provisional agradece al camarada Chernov
su ofrecimiento, pero se abstiene de aceptarlo por el momento, es decir, hasta
que los próximos acontecimientos aclaren más la situación. En tanto
todo será tomado en consideración.
PETRICHENKO
«Presidente del Comité provisional
revolucionario.»
La campaña de insinuaciones
continuó, no obstante, en Moscú, cuya estación T. S. F. envió el 3 de
marzo el siguiente mensaje al mundo (algunos pasajes son indescifrables a causa
de la intervención de otra estación): «La revuelta armada del ex general
Kozlovzky ha sido organizada por los espías de la Entente, como sucedió, en
numerosos complots precedentes, se hace evidente por e! periódico burgués
francés Le Matin, que, dos semanas antes de la revuelta, publicó el
siguiente telegrama de Helsingfòrs: «Como resultado de la reciente rebelión de
Kronstadt. las autoridades militares bolcheviques han tomado medidas a fin de
aislar a Kronstadt e impedir que los soldados y marinos de Kronstadt se
acerquen a Petrogrado.» - «Es evidente que el motín de Kronstadt ha sido
preparado en París y organizado por el servicio secreto francés. Los
socialistas revolucionarios, controlados y dirigidos también desde París,
tramaron estas rebeliones contra el gobierno sovietista, y apenas sus
preparativos fueron completados, el verdadero amo -el general zarista- hizo su
aparición.»
El carácter de las otras numerosas
informaciones enviadas por Moscú puede ser juzgado por el siguiente radiograma:
«Petrogrado está tranquilo y en
calma, y aun las fábricas en que habían sido últimamente lanzadas acusaciones
contra el gobierno sovietista comprenden ahora que todo era obra de
provocadores. Comprenden adonde les llevaron los agentes de la Entente y de la
contrarrevolución».
«Justamente en el momento en que
en América asume de nuevo las riendas del gobierno el partido republicano y se
muestra inclinado a reanudar las relaciones comerciales con la Rusia
sovietista, la difusión de falsos rumores y la organización de desórdenes en
Kronstadt tienen por único objeto impresionar al nuevo presidente americano
para que cambie su táctica hacia Rusia. La Conferencia de Londres se celebró en
este mismo período y la diseminación de semejantes rumores influyó en la
delegación turca y la hizo apta para ceder a las exigencias de la Entente. La revuelta
de la tripulación del Petropavlovsk es, sin duda alguna, un punto de la
gran conspiración para crear dificultades en el interior de la Rusia soviética
y para desacreditar nuestra situación internacional. Este plan es puesto en
ejecución en la Rusia misma por un general zarista y por ex oficiales, y sus
actividades reciben el apoyo de los mencheviques y de los
socialrevolucionarios».
El Comité de defensa de
Petrogrado, dirigido por su presidente, Zinoviev, asumió el control completo de
la ciudad y de la provincia de Petrogrado. Todo el distrito norte fue declarado
en estado de guerra y todas las reuniones quedaron prohibidas. Se tomaron
precauciones extraordinarias para proteger las instituciones gubernamentales y
se colocaron ametralladoras en el hotel Astoria, ocupado por Zinoviev y otros
altos funcionarios bolcheviques. Proclamas pegadas en los muros ordenaban la
vuelta inmediata de los huelguistas a sus fábricas, prohibiendo la suspensión
del trabajo y previniendo a la población para que no se reuniese en las calles.
«En casos semejantes -se decía en el ukase- los soldados recurrirán a las
armas. En caso de resistencia, la orden es fusilar sumariamente».
El Comité de defensa tomó medidas
sistemáticas «para limpiar la ciudad». Numerosos obreros, soldados y marinos en
los que se sospechaban simpatías por Kronstadt, fueron encarcelados. Todos los
marinos de Petrogrado y varios regimientos del ejército, considerados
«políticamente sospechosos», fueron enviados a puntos lejanos, en tanto que las
familias de los marinos de Kronstadt, que vivían en Petrogrado, fueron
detenidas en calidad de rehenes. El Comité de defensa notificó a
Kronstadt su decisión por medio de una proclama difundida en la ciudad el 4 de
marzo por un aeroplano y en la cual se decía: «El Comité de defensa declara que
los encarcelados son retenidos como rehenes por el comisario de la flota del
Báltico, N. N. Kuzmin, por el presidente del Soviet de Kronstadt, T. Vasiliev,
y otros comunistas. Al menor daño que sufran nuestros camaradas arrestados, los
rehenes pagarán con su vida».
«No queremos efusión de sangre. Ni
un solo comunista ha sido fusilado por nosotros», fue la respuesta de
Kronstadt.
4. LAS ASPIRACIONES DE KRONSTADT
Una nueva vida reanimó a
Kronstadt. El entusiasmo revolucionario igualaba al de las jornadas de octubre,
cuando el heroísmo y la decisión de los marinos jugaron un papel
decisivo. Por primera vez, después dé haber tomado el partido comunista en sus
manos el control exclusivo de la revolución y de los destinos de Rusia,
Kronstadt se sentía libre. Un nuevo espíritu de solidaridad y fraternidad había
reunido a los marinos, a los soldados de la guarnición, a los obreros de las
fábricas y a los elementos destacados que no pertenecían a ningún partido, en
un esfuerzo común por la causa de todos. Hasta los mismos comunistas se
contagiaron de la fraternidad de toda la ciudad y participaron en los
preparativos para las elecciones del Soviet de Kronstadt.
Entre las primeras medidas tomadas
por el Comité revolucionario provisional, hay que mencionar las referentes a la
conservación del orden revolucionario en Kronstadt y la de hacer aparecer un
órgano oficial del Comité, Izvestia, cotidiano. Su primer llamamiento al
pueblo de Kronstadt (núm. 1, marzo 3 de 1921), caracterizaba completamente la
actitud y el espíritu de los marinos: «El Comité revolucionario, se dice allí,
se preocupa sobre todo de que no haya efusión de sangre. Ha dedicado todos sus
esfuerzos a mantener el orden revolucionario en la ciudad, en la fortaleza y en
los fuertes. ¡Camaradas y ciudadanos, no detengáis el trabajo! ¡Obreros,
permaneced en vuestros establecimientos! ¡Marinos y soldados, no abandonéis
vuestros puestos! Todos los empleados, todas las instituciones sovietistas
deben continuar su trabajo. El Comité revolucionario provisional os exhorta,
camaradas y ciudadanos, a prestarle ayuda. Su misión es organizar, en
cooperación fraternal con vosotros, las condiciones necesarias para las
elecciones justas y honestas del nuevo Soviet».
Las páginas del Izvestia
traen pruebas abundantes de la profunda fe del Comité revolucionario en el
pueblo de Kronstadt y en sus aspiraciones hacia los soviets libres como el
verdadero camino de la emancipación del yugo opresivo de la burocracia
comunista. En su diario y en los radiogramas, el Comité revolucionario tomaba
en serio, con indignación, la campaña de calumnias, y se dirigió nuevamente al
proletariado de Rusia y del mundo en demanda de su simpatía y de su ayuda. El
radiograma del 6 de marzo daba la idea fundamental del llamado de Kronstadt:
«Nuestra causa es justa. Estamos
por el poder de los Soviets y no de los partidos. Estamos por la elección libre
de los representantes de las masas laboriosas. Los sucedáneos de los soviets,
manipulados por el partido comunista, fueron siempre sordos a nuestras
necesidades y a nuestras peticiones; la única respuesta que hemos recibido
siempre fue la bala asesina. ¡Camaradas! No sólo os engañan; desnaturalizan
deliberadamente la verdad y se rebajan hasta la difamación más vil. En
Kronstadt todo el poder está exclusivamente en manos de los marinos, de los
soldados y de los obreros revolucionarios, y no en las de los
contrarrevolucionarios dirigidos por un Kozlovsky, como trata de haceros creer
el radio embustero de Moscú. ¡No tardéis, camaradas! Uníos a nosotros, entrad
en contacto con nosotros; exigid la admisión de vuestros delegados en
Kronstadt. Ellos solos podrán deciros toda la verdad, y desenmascararán la
calumnia cruel sobre el pan finlandés y los ofrecimientos de la Entente.
¡Viva el proletariado revolucionario
de la ciudad y de los campos!
¡Viva el poder de los Soviets
libremente elegidos!»
El Comité revolucionario
provisional tenía al principio su sede a bordo del barco insignia, el Petropavlovsk;
pero después de algunos días se trasladó a la Casa del Pueblo, en el centro de
Kronstadt, de modo que estuviera, como escribe el Izvestia, «en contacto
más continuo con la población y fuera más fácil el acceso al Comité que cuando
estaba a bordo del navío». A pesar de que la demencia virulenta continuaba en
la prensa comunista contra Kronstadt, calificada de «rebelión
contrarrevolucionaria del general Kozlovsky», la verdad es que el Comité
revolucionario era exclusivamente proletario, estando compuesto, en su mayor
parte, de obreros de un pasado revolucionario. El Comité estaba compuesto de
los quince miembros siguientes:
1. Petrichenko,
primer escribiente, pabellón Petropavlovsk.
2. Yakovenko,
telefonista, distrito de Kronstadt.
3. Ososov, mecánico
del «Sebastopol».
4. Arjipof, mecánico.
5. Perepelkin,
mecánico del «Sebastopol».
6. Petruchev,
jefe mecánico del «Petropavlovsk».
7. Kupolov, primer
ayudante mecánico.
8. Verchinin,
marinero del «Sebastopol».
9. Tiukin, electricista.
10. Romanenko, guarda de los docks
de aviación.
11. Orechin, administrador de la Tercera Escuela Técnica.
12. Valk, carpintero.
13. Pavlov, obrero de las minas
marinas.
14. Baikov, carretero.
15. Kilgast, marinero.
Izvestia, de
Kronstadt, comentó como sigue esta lista: «He aquí nuestros generales, señores
Trotzky y Zinoviev, en tanto que los Brusilov, los Kamenev, los Tujachevski y
otras celebridades del régimen zarista están en vuestras filas».
El Comité revolucionario
provisional gozaba de la confianza de toda la población de Kronstadt. Se
conquistó el respeto general estableciendo el principio de «derechos iguales
para todos, privilegios para nadie», y manteniéndolo rigurosamente. La ración
de víveres (paiok) fue nivelada, Los marinos, que, bajo el régimen
bolchevique, recibían raciones mucho más elevadas que las establecidas para los
obreros, decidieron no aceptar más de lo que se daba al ciudadano o al obrero.
Las raciones especiales y las mejores se distribuyeron solamente en los
hospitales y entre los niños.
La actitud generosa y equitativa
del Comité revolucionario hacia los miembros del partido comunista en Kronstadt
-sólo algunos de ellos fueron arrestados, a pesar de las represiones
bolcheviques y de la detención de las familias de los marinos como rehenes-
ganó el respeto de los comunistas mismos. Las páginas del Izvestia
contienen comunicaciones numerosas de agrupaciones y organizaciones comunistas
de Kronstadt, que condenan la actitud del gobierno central y apoyan la línea de
conducta y las medidas tomadas por el Comité revolucionario provisional. Gran
número de comunistas de Kronstadt habían anunciado públicamente su salida del
partido en señal de protesta contra su despotismo y su corrupción burocrática.
En diversos números del Izvestia se publicaron centenares de nombres de
comunistas a quienes su conciencia hacía imposible «la permanencia en el
partido del verdugo Trotzky», como se expresaban algunos. Las dimisiones del
partido comunista fueron pronto tan numerosas, que daban la impresión de un
éxodo general[4]. Las cartas
siguientes, tomadas al azar de entre un montón, dan una característica
suficiente del sentimiento de los comunistas de Kronstadt:
«He comprendido al fin que la
política del partido comunista llevó al país a un abismo. El partido se ha
hecho burocrático. No aprendió nada y nada quiere aprender. Rehúsa escuchar la
voz de 115 millones de campesinos, y no quiere comprender que únicamente la
libertad de palabra y la posibilidad de participar en la reconstrucción del
país por medio de métodos diferentes de elecciones pueden despertar a la nación
de su letargo».
Rehusó de aquí en adelante
considerarme miembro del partido comunista ruso. Apruebo completamente la
resolución adoptada en la reunión de toda la población el 1º de marzo y pongo,
por consiguiente, mis energías y mis aptitudes a disposición del Comité
revolucionario provisional».
«Herman Kanev, oficial del ejército rojo.»
«Hijo de un desterrado del proceso de los 193[5].»
(Izvestia, núm. 3, marzo 5 de 1921.)
«A mis alumnos de las Escuelas
industrial, militar roja y naval:»
«¡Camaradas!»
«He vivido casi treinta años con
el amor profundo al pueblo y he llevado la luz y la ciencia, en la
medida de mis fuerzas, a todos los que estaban ávidos de ellas, y esto hasta el
último momento».
«La revolución de 1917 dio más
ímpetu a mi trabajo, aumentando mi actividad, y me dediqué más que nunca a
servir a mi ideal. «La consigna comunista «todo para el pueblo» me inspiró con
su nobleza y su belleza, y en febrero del año 1920 fui candidato del partido
comunista. Pero el primer tiro de fusil disparado contra un pueblo pacífico,
sobre mis hijos queridos, cuyo número asciende a siete mil en Kronstadt, me
llenó de horror al poder ser considerada como cómplice de la responsabilidad en
la efusión de sangre de estos inocentes. Siento que no puedo creer ya ni
propagar la idea que ha caído en desgracia por un acto criminal. Así, pues,
desde el primer disparo de fusil ceso de considerarme miembro del partido
comunista».
«María Nicolaevna Schatel, maestra.»
(Izvestia, núm. 6, 8 de marzo de 1921.)
Declaraciones semejantes aparecen
casi en cada número del Izvestia. La declaración más interesante fue la del Bureau provisional
de la sección de Kronstadt del partido comunista; su manifiesto a los miembros
de la sección fue publicado en el Izvestia (núm. 2, del 4 de marzo):
«Que cada camarada de nuestro
partido esté a la altura de la importancia del momento.
«No deis ningún crédito a los
falsos rumores de que han fusilados comunistas y de que los comunistas de
Kronstadt tienen la intención de rebelarse con las armas en la mano. Esos rumores son
difundidos con el propósito de provocar la efusión de sangre».
«Declararnos que nuestro partido
ha defendido siempre las conquistas de la clase obrera contra todos los
enemigos conocidos y desconocidos del poder de los Soviets obreros y campesinos
y continuará defendiéndolos».
«El Bureau provisional del partido
comunista de Kronstadt reconoce la necesidad de las nuevas elecciones del
Soviet y pide a los miembros del partido comunista que participen en ellas».
«El Bureau provisional ordena a
los miembros del partido permanezcan en sus puestos y no impidan ni
obstaculicen las medidas del Comité revolucionario provisional».
«¡Viva el poder de los Soviets!»
«¡Viva la unión internacional de
los trabajadores!»
«Bureau provisional de la sección de Kronstadt
del partido comunista ruso, F. Pervuchin, I. Ilin, A. Kabanov.»
Otras diversas secciones civiles y
militares expresaron en términos análogos su oposición al régimen de Moscú y su
asentimiento a las peticiones de los marinos de Kronstadt. Un gran número de
resoluciones en ese sentido fueron también adoptadas por los regimientos del
ejército rojo de guarnición en Kronstadt. La siguiente resolución da una idea
del espíritu y de la tendencia que reinaba en todas partes:
«Nosotros, soldados del ejército
rojo del fuerte de Krasnoarmeets, estamos en cuerpo y alma con el Comité
revolucionario provisional y defenderemos hasta el último momento al Comité
revolucionario, a los obreros y a los campesinos«.
«Que nadie crea en las mentiras de
las proclamas comunistas diseminadas por los aeroplanos. No tenemos aquí ni
generales ni oficiales zaristas. Kronstadt fue siempre la ciudad de los obreros
y de los campesinos, y lo seguirá siendo. Los generales están al servicio de
los comunistas».
«En el momento actual, cuando la
suerte del país está en la balanza, nosotros, que hemos tomado el poder en
nuestras manos, y que hemos entregado el mando supremo al Comité
revolucionario, declaramos a la guarnición entera y a todos los trabajadores
que estamos dispuestos a morir por la libertad de las clases laboriosas».
«Libertados del yugo comunista de
estos tres años y del terror, preferimos morir antes que retroceder un solo
paso. ¡Viva la Rusia libre del pueblo obrero!»
«El destacamento del fuerte de Krasnoarmeets.»
(Izvestia, núm. 5, 7 de marzo de 1921.)
Kronstadt fue inspirado por el
amor apasionado hacia la Rusia libre y por la fe ilimitada en los Soviets
verdaderos. Era seguro ganar la ayuda de toda Rusia, de Petrogrado sobre todo,
realizando así la liberación completa del país, El Izvestia de Kronstadt
vuelve siempre sobre esta esperanza y esta actitud, y en numerosos artículos y
manifiestos trata de hacer lícita su posición ante los bolcheviques y sus
aspiraciones hacia la fundación de una nueva vida libre para Kronstadt, para el
resto de Rusia. Este gran ideal, la pureza de los motivos y la esperanza
ferviente de la liberación próxima, son puestas de relieve de un modo notable
en las páginas del órgano oficial del Comité revolucionario provisional de
Kronstadt, y expresan integralmente el espíritu de los soldados, de los marinos
y de los obreros. A los ataques feroces de la prensa bolchevique, a las
mentiras infames sembradas por la radio de Moscú que acusaba a Kronstadt de
contrarrevolucionario y de conspirador blanco, el Comité revolucionario respondía
con dignidad. Reproducía a menudo en, su órgano las proclamas de Moscú, de modo
que la población de Kronstadt se diera cuenta de en qué bajezas eran capaces de
caer los bolcheviques. De tanto en tanto, los métodos comunistas eran expuestos
y caracterizados por el Izvestia con una indignación legítima. Así
leemos en el número 6, del 8 de marzo, bajo el título «Nosotros y ellos»:
«No sabiendo cómo retener el poder
que se les va de las manos, los comunistas emplean las más villanas
provocaciones. La prensa despreciable ha movilizado todas las fuerzas para
incitar a las masas y para hacer aparecer el movimiento de Kronstadt como una
conspiración de los guardias blancos. En este momento, una camarilla de
bellacos desvergonzados envió al mundo la infame noticia de que Kronstadt se
había vendido a Finlandia. Sus periódicos vomitan fuego y veneno; habiendo
fracasado en la tarea de persuadir al proletariado de que Kronstadt está en
manos de los contrarrevolucionarios, tratan ahora de apelar a los sentimientos
nacionalistas».
«Todos los países saben ya, por
nuestros radiogramas, por qué luchan la guarnición de Kronstadt y los obreros.
Pero los comunistas tratan de desnaturalizar la importancia de los
acontecimientos, esperando de este modo inducir a error a nuestros hermanos de
Petrogrado».
«Petrogrado está cercado por las
bayonetas de los kursanty y de los «guardias» del partido, y Maliuta
Schuratov -Trotzky- no permite a los delegados de los obreros y de los soldados
independientes venir a Kronstadt. Teme que averigüen toda la verdad, y que la
verdad barra inmediatamente a los comunistas, dando a las masas obreras
instruidas la posibilidad de tomar el poder en sus manos callosas».
Esta es la razón por la cual el
Soviet de Petrogrado no respondió a nuestro radio en que pedíamos fuesen
enviados a Kronstadt camaradas verdaderamente imparciales.
«Asustados por su propio miedo,
los jefes comunistas estrangularon la verdad y defienden la mentira de que los
guardias blancos obran en Kronstadt, de que el proletariado de Kronstadt se ha
vendido a Finlandia y a los espías franceses, de que los finlandeses han
organizado ya su ejército para atacar a Petrogrado con la ayuda de los rebeldes
de Kronstadt, y así sucesivamente».
«A todo esto no tenemos más que
una sola cosa que responder: ¡Todo el poder a los Soviets! ¡Quitad vuestras
manos de ellos, esas manos rojas con la sangre de los mártires de la libertad,
que murieron luchando contra los guardias blancos, contra los propietarios y
contra la burguesía!»
En un lenguaje sencillo y franco,
Kronstadt trataba de expresar la voluntad del pueblo, que aspiraba a la
libertad y a la posibilidad de determinar su propio destino. Sentía que era la
vanguardia, por decirlo así, del proletariado de Rusia, dispuesto a levantarse
para defender el gran ideal por el cual el pueblo había luchado y sufrido en la
revolución de octubre. La fe de Kronstadt en el sistema de los soviets era
profunda y persistente: su consigna universal: ¡Todo el poder a los Soviets y
no a los partidos!, era su programa; no había tiempo de desarrollarlo ni de
ocuparse en teorías. Los esfuerzos convergían hacia la emancipación del pueblo
del yugo comunista. Este yugo, ya insoportable, hizo necesaria una nueva, una tercera
revolución. La ruta hacia la libertad y la paz pasaba por los Soviets
libremente elegidos; esta era la piedra fundamental de la nueva revolución».
Las páginas del Izvestia testimonian ampliamente la rectitud
incorruptible y la abnegación sin límites de los obreros y de los marinos de
Kronstadt, la fe conmovedora que tenían en su misión de iniciadores de la
tercera revolución. Estas aspiraciones y estas esperanzas están claramente
expuestas en el número 6 del Izvestia del 9 de marzo, en el artículo de
fondo titulado «Por qué finalidad combatimos»:
«Por la revolución de octubre
había esperado alcanzar su emancipación. Pero una esclavitud todavía más grande
de la individualidad humana resultó de ella».
El poder de la monarquía policíaca
cayó en manos de los usurpadores -los comunistas- que, en lugar de dar al
pueblo la libertad, le han inspirado solamente un miedo terrible a la checa, la
cual, por sus horrores, supera al régimen policiaco del zarismo... Pero lo que
es peor y más criminal es la cábala espiritual de los comunistas; han puesto
también su mano sobre el mundo interior de las masas laboriosas, obligando a
cada uno a pensar según la fórmula comunista».
«La Rusia de los trabajadores, la
primera que levantó la bandera roja de la emancipación del trabajo, está
anegada en la sangre de los martirizados para mayor gloria de la dominación
comunista. Los comunistas ahogan en ese mar de sangre todas las bellas promesas
y posibilidades de la revolución proletaria. Es evidente, en la actualidad, que
el partido comunista ruso no es el defensor de las masas obreras, como lo
pretende. Los intereses de la clase obrera le son extraños. Una vez obtenido el
poder, no tiene más que un solo temor el de perderle. Considera, por tanto,
aplicables todos los medios de difamación, violencia, decepción, asesinato y
venganza sobre las familias de los rebeldes».
«Pero el fin de esta paciencia de
mártir está próximo; el país está iluminado aquí y allá por el incendio de la
rebelión en la lucha contra la opresión y la violencia. Las
huelgas de obreros se multiplican, pero el régimen policiaco de los
bolcheviques ha tomado todas sus precauciones contra la conflagración de la
inevitable tercera revolución».
«Pero, pese a todo esto, ha
llegado y es realizada por las masas obreras. Los generales del comunismo saben
bien que es el pueblo el que se ha levantado, que es el pueblo el que se ha
convencido de la traición de los comunistas a las ideas del socialismo.
Temiendo por su piel y sabiendo que no podrán ocultarse en ninguna parte para
escapar a la cólera de los trabajadores, los comunistas tratan aún de
aterrorizar a los rebeldes con la prisión, con la ejecución y con otras
barbaridades. Pero la vida bajo la dictadura comunista es peor que la muerte...
»
«No existe un camino intermedio.
¡Es preciso vencer o morir! ejemplo lo ha dado Kronstadt, el terror de la
contrarrevolución de la derecha como de la izquierda. Es aquí
donde el gran acto revolucionario fue realizado. Es aquí donde fue enarbolada
la bandera de la rebelión contra la tiranía de estos tres años y contra la
opresión de la autocracia comunista que hicieron palidecer el despotismo
monárquico de los últimos tres años. Es aquí, en Kronstadt, donde se colocó la
piedra fundamental de la tercera revolución que romperá las últimas cadenas del
trabajador y le abrirá la nueva y amplia ruta de la edificación socialista».
«Esta nueva revolución sublevará
las grandes masas del Oriente y Occidente y servirá de ejemplo al nuevo
socialismo constructor, en oposición a la «construcción» comunista mecánica y
gubernamental. Las masas obreras sabrán que todo lo que ha sido hecho hasta
aquí en nombre de los obreros y campesinos, no era el socialismo».
«El primer paso se ha dado sin un
solo disparo de fusil, sin la efusión de una sola gota de sangre. No la
verterán más que en caso de defensa. Los obreros y campesinos avanzan: dejan
tras sí a la Constituyente con su régimen burgués y la dictadura del partido
comunista con su checa y su capitalismo de Estado que han estrechado el nudo en
tomo al cuello de los trabajadores y amenazan estrangularlos».
«El cambio que acaba de tener
lugar ofrece a las masas laboriosas la posibilidad de asegurarse, por fin, los
Soviets libremente elegidos y que podrán ser perfeccionados sin temor al látigo
del partido; pueden reorganizarse ahora los sindicatos estatizados en
asociaciones voluntarias de obreros, de campesinos y de trabajadores
intelectuales. La máquina policíaca de la autocracia, por fin, ha sido
quebrantada».
Así estaba concebido el programa;
estas fueron las peticiones inmediatas en respuesta de las cuales el gobierno
bolchevique comenzó el ataque a Kronstadt el 7 de marzo de 1921, a las 6’45 de la
tarde.
5. ULTIMÁTUM
BOLCHEVIQUE A KRONSTADT
Kronstadt
era generoso. Ni una gota de sangre comunista fue vertida, a pesar
de todas las provocaciones, del bloqueo de la ciudad y de las medidas
represivas del gobierno bolchevique. Desdeñaba imitar el ejemplo comunista de
venganza y llegaba hasta vigilar la población contra todo exceso de que
pudieran ser objeto los miembros del partido comunista. El Comité
revolucionario provisional publicó en este sentido un manifiesto a la población
de Kronstadt, justamente después que el gobierno bolchevique hubo rechazado la
petición de los marinos para la liberación de los rehenes detenidos en
Petrogrado. La petición de Kronstadt, enviada radiotelegráficamente al Soviet
de Petrogrado, y el manifiesto del Comité revolucionario fueron publicados el
mismo día, 7 de marzo. Los reproducimos aquí:
«En nombre de la guarnición de
Kronstadt, el Comité revolucionario de Kronstadt exige que las familias de los
marinos, obreros y soldados rojos detenidas como rehenes por el Soviet de
Petrogrado sean puestas en libertad en el plazo de veinticuatro horas».
«La guarnición de Kronstadt
declara que los comunistas gozan de plena libertad en Kronstadt y que sus
familias están absolutamente fuera de todo peligro. El ejemplo del Soviet de
Petrogrado no será seguido aquí, porque consideramos esos métodos (la toma de
rehenes) como los más ignominiosos y bárbaros, aunque sean provocados por la desesperación. La
historia no conoce una infamia tal».
«Marino Petrichenko, presidente del
Comité revolucionario provisional. - Kilgast, secretario.»
En el manifiesto a la población de
Kronstadt se dice, entre, otras cosas:
«La opresión constante de las
masas laboriosas por la dictadura comunista, produjo una indignación y un
resentimiento completamente natural en la población. A consecuencia
de este estado de cosas, algunas personas, emparentadas con los comunistas,
fueron maltratadas y boicoteadas. Esto no debe suceder. Nosotros no buscamos la
venganza, defendemos nuestros intereses obreros».
Kronstadt vivía en el espíritu de
su santa cruzada, tenía fe completa en la justicia de su causa y se consideraba
el verdadero defensor de la revolución.
Penetrados de esta idea, los
marinos no querían creer que el gobierno los atacaría con las armas en la mano. En estos hijos del
sol y del mar, persistía semiconscientemente la idea de que la victoria no
puede ganarse solamente con la
violencia. La psicología eslava parece inducir que la
justicia de su causa y la fuerza del espíritu revolucionario bastan para que
esa causa triunfe. En todo caso, Kronstadt rehusó tomar la iniciativa.
El Comité revolucionario no quiso
escuchar la opinión persuasiva de los peritos militares en favor de un ataque
inmediato contra Oranienbaum, fortaleza de gran valor estratégico. Los soldados
y los marinos de Kronstadt tenían por fin el establecimiento de los Soviets
libres, y estaban dispuestos a defender sus derechos contra todo ataque, pero
se negaban a convertirse en agresores.
En Petrogrado circulaban rumores
persistentes de que el gobierno se preparaba a operar militarmente contra
Kronstadt. Pero la población no creía en esos rumores; la cosa parecía de tal
modo repugnante, que se la consideraba ridícula. Como se dijo anteriormente, el
Comité de defensa (llamado oficialmente Consejo de Trabajo y de Defensa) declaró
la capital en «estado extraordinario de sitio». Las reuniones, las más
insignificantes aglomeraciones en las calles, fueron prohibidas. Los obreros de
Petrogrado no sabían nada de lo que pasaba en Kronstadt; las únicas
informaciones, procedentes de la prensa comunista, y los frecuentes boletines
hablaban siempre del «general zarista Kozlovsky, que había organizado la
rebelión contrarrevolucionaria en Kronstadt». La población esperaba con
ansiedad la sesión convocada por el Soviet de Petrogrado y que debía decidir
sobre la actitud frente a Kronstadt.
El Soviet de Petrogrado se reunió
el 4 de marzo; no podían asistir a esa reunión más que los invitados, y estos,
generalmente, eran los comunistas. El autor del presente trabajo -entonces en
buenas relaciones con los bolcheviques y sobre todo con Zinoviev- estuvo
presente en esa reunión. Como presidente del Soviet de Petrogrado, Zínoviev
declaró abierta la sesión y pronunció un largo discurso sobre la situación de
Kronstadt. Yo confieso que había ido a la reunión más bien dispuesto a favor
del punto de vista de Zinoviev; estaba alerta contra el menor indicio de una
tentativa contrarrevolucionaria en Kronstadt. Pero el discurso de Zinoviev
bastó para convencerme de que las acusaciones comunistas contra los marinos
eran una pura invención sin la menor sombra de veracidad. Oí hablar a Zinoviev
en varias ocasiones. Tenía el don de convencer, una vez aceptadas sus premisas,
pero en esa reunión todo su aspecto, su argumentación, su tono, sus modales,
todo reflejaba la falsedad, la insinceridad de sus palabras. Me parecía
patentizar la protesta de su propia conciencia. La única «pieza de convicción»
presentada contra Kronstadt era la famosa resolución del 1º de marzo, cuyas
peticiones eran justas y hasta moderadas. Sólo a base de ese documento y de la
denuncia vehemente y casi histórica de Kalinin contra los marinos, se decidió
el paso fatal. La resolución contra Kronstadt, preparada de antemano y
presentada por conducto de Yevdokimo -la mano derecha de Zinoviev- fue aceptada
por los delegados sobreexcitados a un alto grado de intolerancia y de ferocidad
sanguinaria; la aceptación de esta moción tuvo efecto en pleno tumulto y en medio
de las protestas de varios delegados de las fábricas de Petrogrado y del
representante de los marinos. La resolución declaró a Kronstadt culpable de un
motín contrarrevolucionario contra el poder sovietista, y exigía su rendición
inmediata.
Eso era una declaración de guerra.
Gran número de los comunistas mismos se negaban a creer que se llegara a poner
en ejecución la resolución; era monstruoso atacar con fuerza armada «el orgullo
y la gloria de la revolución rusa», como había bautizado Trotzky a los marinos
de Kronstadt. En círculo íntimo de amigos, gran número de comunistas sensatos
amenazaban con separarse del partido si se consumaba un acto tan sanguinario.
Trotzky debía dirigir el Soviet de
Petrogrado; su ausencia era interpretada por algunos como señal de que la
gravedad de la situación era exagerada. No obstante, llegó a Petrogrado durante
la noche, y al día siguiente, 5 de marzo, publicó su ultimátum a Kronstadt:
«El gobierno de los obreros y
campesinos ha decretado que Kronstadt y los navíos en rebelión deben someterse
inmediatamente a la autoridad de la república sovietista. Ordeno, por
consiguiente a todos los que levantaron su mano contra la patria socialista que
rindan de inmediato las armas. Los recalcitrantes deberán ser desarmados y, remitidos
a las autoridades sovietistas. Los comisarios y otros representantes del
gobierno que se encuentren arrestados deben ser puestos en libertad
inmediatamente. Sólo aquellos que se rindan incondicionalmente pueden contar
con el perdón de la república sovietista.
«Publico simultáneamente las
órdenes de preparar la represión de la revuelta y la sumisión de los amotinados
por la fuerza armada. Toda la responsabilidad de los daños que la población
pacífica tenga que sufrir, recaerá enteramente sobre la cabeza dé los
insurrectos contrarrevolucionarios.
«Esta advertencia es definitiva».
«Trotzky, presidente del Consejo
revolucionario de la República. - Kamenev, comandante en jefe.»
La situación empeoraba.
Considerables fuerzas militares afluían a Petrogrado y a sus alrededores. El
ultimátum de Trotzky fue seguido de una orden que contenía la amenaza
histórica: “Os abatiré como perdices». Varios anarquistas, entonces en
Petrogrado, intentaron un último esfuerzo para inducir a los bolcheviques a que
desistieran de atacar a Kronstadt. Consideraban de su deber, ante la
revolución, el intento de ese esfuerzo, aunque desesperado, para impedir la
masacre inminente de la flor revolucionaria de Rusia, los marinos y los obreros
de Kronstadt. Enviaron el 5 de marzo una protesta al Comité de Defensa,
indicando las intenciones pacíficas y las justas peticiones de Kronstadt,
recordando a los comunistas la historia revolucionaria heroica de los marinos y
proponiendo un medio de resolver el conflicto, propio de camaradas y de
revolucionarios. He aquí el documento:
«Al Consejo de Trabajo y de
Defensa de Petrogrado», «Al presidente Zinoviev».
«Guardar silencio ahora es
imposible, es hasta criminal. Los acontecimientos que acaban de
producirse nos obligan, como anarquistas, a hablar francamente y a declarar
nuestra actitud en la situación actual».
«El espíritu de descontento y de
inquietud presente entre los obreros y marinos es el resultado de causas que
exigen nuestra más seria atención. El frío y el hambre han engendrado el
descontento, y la ausencia de la menor posibilidad de discusión y de crítica
obliga a los marinos y a los obreros a declarar abiertamente sus agravios».
»Las bandas de guardias blancos
quieren y podrán explotar ese intento en beneficio de sus propios intereses de
clase. Ocultándose tras los nombres de los marinos reclaman la Asamblea Constituyente,
el comercio libre y otras peticiones del mismo género.
«Nosotros, anarquistas, hemos
expuesto desde hace mucho tiempo el fondo engañoso de esas exigencias y
declaramos ante todos que lucharemos con las armas en la mano contra toda
tentativa contrarrevolucionaria, en común con todos los amigos de la revolución
social y al lado de los bolcheviques».
«Respecto al conflicto entre el gobierno
sovietista y los obreros y los marinos, somos de opinión que debería ser
liquidado, no por las armas, sino por medio de un acuerdo revolucionario
fraternal y con espíritu de camaradería. Recurrir a la efusión de sangre de
parte del gobierno sovietista, en la situación actual, ni intimidaría ni
apaciguaría a los obreros; al contrario, serviría sólo para agravar la crisis y
para reforzar los manejos de la Entente y de la contrarrevolución interior».
«Y lo que es aun más importante,
el empleo de la fuerza por el gobierno de los obreros y los campesinos contra
obreros y campesinos, tendrá un efecto reaccionario en el movimiento
revolucionario internacional y resultará en todas partes un daño y un mal
incalculable para la revolución social».
«¡Camaradas bolcheviques,
reflexionad antes que sea demasiado tarde! No juguéis con fuego; estáis en la
víspera de dar un paso decisivo».
«Os sometemos la proposición
siguiente: elegir una comisión de cinco miembros, entre ellos algunos
anarquistas. La comisión irá a Kronstadt para arreglar el conflicto por medios
pacíficos. En la situación presente es ese el método más radical. Tendrá una
importancia revolucionaria internacional».
«Alejandro Berkman, Emma Goldman, Perkus,
Petrovsky. »
«Petrogrado, 5 de mayo de 1921.»
Zinoviev, que había sido informado
de que debía ser sometido un documento sobre Kronstadt al Consejo de Defensa,
envió a buscarlo a un representante personal. Si fue o no discutida la carta
por este Consejo, no lo sé. Lo cierto es que no se decidió nada al respecto.
6. EL
PRIMER TIRO
Kronstadt, heroico y generoso,
soñaba con la liberación de Rusia por la tercera revolución, que estaba
orgulloso de haber iniciado. Libertad y fraternidad universal eran su lema.
Consideraba la tercera revolución como un desenvolvimiento gradual de la
emancipación, cuyo primer paso era la acción libre de los Soviets
independientes, sin el control de un partido político cualquiera y que
cristalizase la voluntad y los intereses del pueblo. Estos marinos sinceros y
cándidos proclamaban a los obreros del mundo su gran ideal, y apelaban al
proletariado para que uniese sus fuerzas a las suyas en la lucha, con plena
confianza de que su causa hallaría un apoyo entusiasta y de que, sobre todo y
ante todo, los obreros de Petrogrado se apresurarían a ir en su ayuda.
En el intervalo, Trotzky reunía
sus fuerzas. Las divisiones más fieles de todos los frentes, los regimientos de
los kursanty, los destacamentos de la Checa y las unidades militares más
exclusivamente compuestas de comunistas, se habían reunido en los fuertes de
Sestroretsk, Lisy Nos, Krasnaia Gorka y en las posiciones vecinas fortificadas.
Los mejores técnicos militares rusos fueron enviados al teatro de operaciones
para trazar los planes del bloqueo y del ataque a Kronstadt, mientras el famoso
Tujachevsky fue designado comandante en jefe durante el asedio de Kronstadt.
El 7 de marzo, a las 6'45 de la
tarde, las baterías de Sestroretsk y de Lisy Nos descargaron sus primeros tiros
sobre Kronstadt. Era el aniversario del día de los obreros. Kronstadt, asediado
y atacado, no olvidó esa gran fiesta. Bajo el fuego de numerosas baterías, los
bravos marinos enviaron un radio de congratulación a los obreros del mundo,
acto característico del estado de espíritu de la ciudad rebelde. He aquí el
mensaje:
«Hoy es una fiesta universal, el
día del obrero. Nosotros los kronstadinos enviamos -en medio del estruendo de
los cañones- nuestros saludos fraternales a los trabajadores del mundo. Os
deseamos que realicéis pronto vuestra emancipación de toda forma violencia y de
opresión. ¡Vivan los obreros libres revolucionarios! ¡Viva la revolución
mundial!»
No menos característico fue el
grito de angustia de Kronstadt -«Que el mundo sepa»- publicado después
del primer disparo de cañón en el número 6 del Izvestia del 8 de marzo:
«Ha sonado el primer disparo. El
mariscal Trotzky, manchado hasta las rodillas en la sangre de los obreros, fue
el primero en disparar sobre el Kronstadt revolucionario que se levantó contra
la autocracia de los comunistas para establecer el verdadero poder de los
Soviets.
«Sin haber derramado una sola gota
de sangre, nosotros nos hemos libertado, nosotros, soldados rojos, marinos y
obreros de Kronstadt, del yugo de los comunistas y hemos conservado sus vidas.
Con la amenaza de los cañones quieren subyugamos ahora, otra vez, a su
tiranía».
«No queriendo ninguna efusión de
sangre, hemos pedido que fueran enviados ante nosotros delegados independientes
del proletariado de Petrogrado, para ver que Kronstadt combate por el poder de
los Soviets. Pero los comunistas ocultaron nuestra petición a los obreros de
Petrogrado, y abrieron el fuego -la respuesta ordinaria del sedicente gobierno
de los obreros y campesinos a las demandas de las masas laboriosas».
«Que los obreros del mundo entero
sepan que nosotros, los defensores del poder de los Soviets, velamos por las conquistas
de la revolución social».
«Venceremos o pereceremos bajo las
ruinas de Kronstadt, luchando por la justa causa de las masas trabajadoras».
«Los obreros del mundo serán
nuestros jueces. La sangre de los inocentes caerá sobre la cabeza de los
comunistas fanáticos embriagados por el poder».
«¡Viva el poder de los Soviets!»
7. LA CAÍDA DE KRONSTADT
El bombardeo de Kronstadt por la
artillería, comenzado la tarde del 7 de marzo, fue seguido de una tentativa de
tomar por asalto la
fortaleza. El ataque se llevó desde el norte y desde el sur
por la flor y nata de las tropas comunistas vestidas con lienzos blancos cuyo
color se confundía con la nieve que cubría el golfo helado de Finlandia. Estas
primeras tentativas terribles para tomar la fortaleza por asalto mediante un
sacrificio inconsiderado de seres humanos, fueron profundamente deploradas por
los marinos en condolencias conmovedoras hacia sus hermanos de armas engañados
para que considerasen a Kronstadt como contrarrevolucionario. El 8 de mayo
decía el Izvestia de Kronátadt:
«No queríamos verter sangre de
nuestros hermanos, y rehusábamos hacer fuego a menos que se nos obligara a
ello. Debíamos defender la justa causa del pueblo obrero y nos vimos forzados a
disparar sobre nuestros propios hermanos enviados a la muerte segura por los
comunistas, que han engordado a expensas del pueblo».
«Desgraciadamente para vosotros,
se produjo un terrible torbellino de nieve y todo fue envuelto en las tinieblas
de una noche negra. Los verdugos comunistas os empujaron a todo precio, sin
embargo, sobre el hielo, amenazándoos desde la retaguardia con sus
ametralladoras manejadas por destacamentos comunistas».
«Muchos de vosotros perecisteis
esta noche en la vasta extensión helada del golfo de Finlandia. Y cuando llegó
el alba y se apaciguó el huracán, sólo los restos míseros de vuestros
destacamentos, agotados y hambrientos, casi incapaces de marchar, vinieron a
nosotros con sus blancos sudarios».
S«e contaba un millar de vosotros
hacia el alba, y en el curso del día no se os pudo contar ya. Habéis pagado a
costa de vuestra sangre esta aventura, y después de vuestra derrota, Trotzky
fue a Petrogrado para traer más víctimas a la masacre, ¡porque la sangre de
nuestros obreros y de nuestros campesinos le cuesta poco!...»
Kronstadt vivió en la fe profunda
de que el proletariado de Petrogrado acudiría en su ayuda. Pero los obreros de
la capital fueron aterrorizados y Kronstadt efectivamente bloqueada y aislada,
de modo que en realidad no era posible socorro de ninguna parte.
La guarnición de Kronstadt estaba
compuesta de menos de 14.000 hombres, de los cuales 10.000 eran marinos. Esta
guarnición tenía que defender un frente extenso y gran número de fuertes y
baterías diseminados en la extensión del golfo. Los ataques continuos de los
bolcheviques, que recibían sin cesar refuerzos del gobierno central; la falta
de aprovisionamiento de la ciudad asediada; las largas noches de frío, todo
esto aminoraba la vitalidad de Kronstadt. Y, a pesar de todo, los marinos
fueron de una perseverancia heroica, confiando hasta en el último momento en
que su noble ejemplo de liberación sería seguido por todo el país y les llevaría,
así, ayuda y refuerzos.
En su «Manifiesto a los camaradas
obreros y campesinos», el Comité revolucionario provisional declaró (Izvestia,
nº 9, marzo 11):
«Camaradas obreros: Kronstadt
lucha por vosotros, por los hambrientos, por los transidos de frío, por los sin
albergue. Kronstadt ha levantado la bandera de la revuelta, confiando que
decenas de millones de obreros y campesinos responderán a su llamada. Es preciso
que el alba que acaba de despuntar en Kronstadt se convierta en el sol
brillante de toda Rusia. Es preciso que la explosión de Kronstadt reanime a
Rusia entera, y en primer lugar a Petrogrado.»
Pero la ayuda no acudía, y cada
día que pasaba dejaba a Kronstadt más agotado. Los bolcheviques continuaban
reuniendo tropas frescas contra la fortaleza asediada y la debilitaban con
ataques constantes. Los comunistas iban consiguiendo ventaja tras ventaja.
Kronstadt no ha sido construida para sostener un asalto desde atrás. Los
bolcheviques difundieron el rumor de que los marinos querían bombardear a
Petrogrado, y esto es de una falsedad transparente. La famosa fortaleza ha sido
construida con el único fin de servir de defensa a Petrogrado contra los enemigos
del exterior que se acercasen por el mar. Además, en caso de que cayese en
poder del enemigo exterior, las baterías de la costa y los fuertes de Krasnaya
Gorka están combinados para una batalla contra Kronstadt. Previendo esta
posibilidad, los constructores no reforzaron expresamente la parte trasera de
Kronstadt.
Los bolcheviques continuaron sus
ataques casi cada noche.
Toda la jornada del 10 de marzo la
artillería de los comunistas bombardeó sin cesar desde las costas del sur y del
norte. En la noche del 12 al 13 los comunistas atacaron por el sur, habiendo
recurrido nuevamente a los blancos sudarios y sacrificando varios centenares de
kursanty. Kronstadt se batía con encarnizamiento, a pesar de las
numerosas noches en vela y de la falta de hombres y de víveres. Luchaba con un
heroísmo extraordinario contra los asaltos simultáneos del norte, del este y
del sur, en tanto que las baterías de Kronstadt no servían más que para
defender la fortaleza por el lado occidental. Los marinos no tenían ni un rompehielos
para imposibilitar la aproximación de las fuerzas comunistas.
El 16 de marzo los bolcheviques
dirigieron un ataque concentrado por tres sectores a la vez: norte, sur y este.
«El plan de ataque -describió más tarde Dibenko, excomisario bolchevique de la
flota, y más tarde dictador de Kronstadt- fue elaborado en sus detalles más
minuciosos según las directivas del comandante en jefe, Tujachevsky y del
estado mayor del ejército del sur. Al llegar la noche se inició el ataque a los
fuertes. Los blancos sudarios y el valor de los kursanty nos dieron la
posibilidad de avanzar en columnas.»
La mañana del 17 habían sido
tomados ya varios fuertes. Por la puerta de Petrogrado, el punto más débil de
Kronstadt; los bolcheviques forzaron su entrada en la ciudad; entonces comenzó
la masacre brutal. Los comunistas, cuyas vidas habían sido salvadas por los
marinos, los traicionaban ahora, atacándolos por la espalda. El comisario
de la flota del Báltico, Kuzmin, y el presidente del Soviet de Kronstadt,
Vasiliev, libertados de la prisión por los comunistas, se lanzaron al combate
fratricida. La lucha desesperada de los marinos y soldados de Kronstadt
continuó hasta avanzada la noche contra fuerzas de una superioridad aplastante.
La ciudad, que durante quince días no había hecho mal alguno a los comunistas,
estaba inundada ahora por la sangre de hombres, mujeres y niños de Kronstadt.
Nombrado comisario de Kronstadt,
Dibenko fue investido con plenos poderes para «limpiar la ciudad rebelde».
Siguió una orgía de venganza, y la Checa contaba las numerosas víctimas de sus
ejecuciones nocturnas en masa.
El 18 de marzo, el gobierno
bolchevique y el partido comunista festejaban públicamente la Comuna de París
de 1871, ahogada en, la sangre de los obreros franceses por Gallifet y Thiers.
Celebraron al mismo tiempo la victoria de Kronstadt.
Durante las semanas que siguieron,
las prisiones de Petrogrado estuvieron repletas de centenares de prisioneros de
Kronstadt. Cada noche, pequeños grupos de estos prisioneros eran sacados por
orden de la Checa y fusilados; entre ellos, Perepelkin, miembro del Comité
revolucionario provisional de Kronstadt.
En las prisiones y campos de
concentración de la región glacial de Arkangelsk y en los desiertos del lejano
Turquestán, mueren lentamente hombres de Kronstadt que se levantaron contra la
burocracia bolchevique y proclamaron, en marzo de 1921, la consigna de la
revolución de noviembre de 1917: «¡Todo el poder a los Soviets!»
8.
LECCIONES Y SIGNIFICACIÓN DE KRONSTADT
El movimiento de Kronstadt fue
espontáneo, sin preparativos preliminares y pacífico. Si se transformó en un
conflicto armado de fin trágico y sangriento, fue únicamente gracias al
despotismo de la dictadura comunista.
Dándose bien cuenta del carácter
general de los bolcheviques, Kronstadt, no obstante, creía en la posibilidad de
una solución amistosa. Creía que el gobierno comunista entraría en razón; le
prestaba un cierto espíritu de justicia y de libertad.
La experiencia de Kronstadt prueba
una vez más que Gobierno o Estado -cualesquiera que sea su nombre y forma- es
siempre el enemigo mortal de la libertad y de la independencia del pueblo.
El Estado no tiene ni alma ni
principios. No tiene más que un objetivo: asegurarse el poder y conservarlo a
todo precio. Esta es la lección política de Kronstadt.
Otra lección, una lección
estratégica, nos ha sido dada por esta rebelión.
El éxito de una revuelta depende
de su determinación, de su energía y de su fuerza agresiva. Los insurrectos
tienen siempre la simpatía de las masas. Esta simpatía se acelera con la ola
creciente de la
insurrección. El apaciguamiento no debe permitirse jamás; no
debe nunca debilitarse por una vuelta a la monotonía normal.
Por otro lado, toda revolución
tiene en contra el aparato omnipotente del Estado. El gobierno puede concentrar
fácilmente en sus manos las fuentes de aprovisionamiento y los medios de
comunicación. No hay que permitir al gobierno que haga uso de sus poderes. La
rebelión debe ser vigorosa, sus golpes deben ser dirigidos de improviso y
resueltamente. No debe quedar localizada; ello significaría un estancamiento.
Debe propagarse y desarrollarse. Una rebelión que queda localizada, que emplea
la política de la espera o que se coloca a la defensiva, está inevitablemente
condenada a la derrota.
Sobre todo, en esto Kronstadt
repitió los errores estratégicos fatales de los comunistas de París. Estos
últimos no quisieron seguir la opinión de los que proponían un ataque inmediato
a Versalles, cuando el gobierno de Thiers estaba desorganizado. No extendieron
la revolución a todo el país. Ni los obreros de París, en 1871, ni los
marineros de Kronstadt, tenían por objeto la abolición del gobierno. Los
comunalistas no querían, en suma, más que ciertas libertades republicanas, y
cuando el gobierno intentó desarmarlos expulsaron a los ministros de Thiers de
París, establecieron sus libertades se prepararon a defenderlas y nada más.
Kronstadt exigió sólo elecciones libres a los Soviets. Habiendo arrestado a
varios comunistas, los marineros se dispusieron a defenderse contra el ataque.
Kronstadt rehusó seguir la opinión de los peritos militares d apoderarse
inmediatamente de Oranienbaum. Este fuerte era de la mayor importancia militar
y tenía además 50.000 puds[6] de harina
perteneciente a Kronstadt. La toma de Oranienbaum era fácil, dado que los
bolcheviques, sorprendidos, no tenían tiempo de enviar refuerzos. Pero los
marinos rehusaron tomar la ofensiva; así se perdió el momento psicológico.
Algunos días después, cuando las declaraciones y los actos del gobierno
bolchevique debieron convencer a Kronstadt de que era arrastrada a una lucha a
vida o muerte, era demasiado tarde para corregir el error[7].
Lo mismo pasó en 1871. Cuando la lógica de la lucha a que fueron llevados
demostró a los comunalistas la necesidad de abolir el régimen de Thiers, no
sólo en París sino en toda la extensión del país, era ya demasiado tarde. En
París, como en Kronstadt, la tendencia hacia la táctica pasiva y defensiva fue
fatal.
Kronstadt cayó. El movimiento de
Kronstadt por los Soviets libres fue ahogado en sangre, en el mismo momento que
el gobierno bolchevique hacía concesiones a los capitalistas europeos, firmaba
la paz de Riga, gracias a la cual una población de doce millones fue arrojada a
merced de Polonia y ayudaba al imperialismo turco a estrangular las repúblicas
del Cáucaso.
Pero el «triunfo» de los
bolcheviques en Kronstadt llevaba en sus entrañas la derrota del
bolcheviquismo. Expuso el carácter verdadero de la dictadura comunista. Los
comunistas mostraron que estaban dispuestos a sacrificar el comunismo, a sellar
cualquier compromiso con el capitalismo internacional; y por tanto rehusaron
las justas peticiones de su propio pueblo, peticiones que repetían las
consignas de 1917, lanzadas por los bolcheviques mismos: Soviets elegidos por
el voto directo y secreto, según la constitución de la R. S. F. S. R.; y la
libertad de palabra y de prensa para los partidos revolucionarios.
El segundo congreso panruso del
partido comunista se reunía en Moscú en el momento de la rebelión de Kronstadt.
En ese congreso, toda la política económica bolchevique cambió de color debido
a los acontecimientos de Kronstadt y a la actitud amenazante de las masas
trabajadoras de las distintas partes de Rusia y de Siberia. Los bolcheviques
han preferido liquidar su política fundamental, abolir la requisa obligatoria,
introducir la libertad de comercio, hacer concesiones a los capitalistas y
deshacerse del comunismo -del comunismo por el cual fue proclamada la
revolución de noviembre, por el cual se derramaron mares de sangre y por el
cual fue llevada Rusia a la ruina y a la desesperación- antes que permitir la
elección de los Soviets libres.
¿Hay alguno, en la hora actual,
que pueda dudar de las intenciones reales de los bolcheviques? ¿Han perseguido
el ideal comunista o el ideal estatista?
Kronstadt es de una gran
importancia histórica. Tocó la campana fúnebre del bolcheviquismo con su
dictadura de partido, su centralización insensata, su terrorismo chequista y
sus castas burocráticas. Desencantó al mismo tiempo a los espíritus
inteligentes y honrados de Europa y de América, y los obligó a examinar las
teorías y los hechos bolcheviques. Deshizo el mito bolchevique del Estado
comunista «como gobierno de los obreros y campesinos». Demostró que la
dictadura del partido comunista y la revolución rusa eran dos fenómenos
opuestos, contradictorios, que se excluían recíprocamente. Demostró que el
régimen bolchevique es una tiranía y una reacción implacables, y que el Estado
comunista es la contrarrevolución más poderosa y peligrosa.
Kronstadt cayó. Pero cayó
victorioso en su idealismo y su fuerza moral, en su generosidad y su humanidad
superiores. Kronstadt estaba orgulloso. Estaba orgulloso con razón de no haber
derramado la sangre de sus enemigos, los comunistas que se encontraban en su
seno. Los marinos ineducados e incultos, toscos en sus modales y en su
lenguaje, eran demasiado nobles para seguir el ejemplo bolchevique de la
venganza: no fusilaron ni a los odiosos comisarios. Kronstadt encarna el
espíritu generoso y clemente del alma eslava y del movimiento emancipador
secular de Rusia.
Kronstadt fue la primera tentativa
popular y enteramente independiente para libertarse del yugo del socialismo de
Estado, una tentativa hecha directamente por el pueblo, por los obreros,
soldados y marinos mismos. Era el primer paso hacia la tercera revolución, que
es inevitable y que, así lo esperamos, llevará a la desdichada Rusia
la libertad permanente y la paz.
[1] Zagraaditelnye otriady,
destacamentos armados organizados por los bolcheviques para suprimir el
comercio ilícito y para confiscar los víveres y otros productos. La
irresponsabilidad y la arbitrariedad de estos métodos se han hecho proverbiales
en toda la extensión del país. El gobierno suprimió estos destacamentos en la
provincia de Petrogrado la víspera de su ataque a Kronstadt -una jugarreta al
proletariado de Petrogrado.
[2] Izvestia, del Comité Revolucionario provisorio de Kronstadt,
número 9; 11 de marzo de 1921.
[3] Publicado en Revoliutsionnaya
Rosia (órgano socialista revolucionario para el extranjero), núm. 8; marzo
de 1921. Ver también Izvestia, de Moscú (órgano comunista), núm. 154; 13
de junio de 1922.
[4] El Comité central del
partido comunista consideró su sección de Kronstadt de tal modo «democratizada»
que, después de la derrota de Kronstadt, ordenó un nuevo registro completo de
todos los comunistas de esa ciudad.
[5] El proceso célebre de los
193 en el primer período del movimiento revolucionario ruso. Comenzó hacia
fines de 1877 y acabó en los primeros meses de 1878.
[6] El pud es igual a 16'4
kilos.
[7] La negativa a apoderarse
de Oranienbaum dió al gobierno la posibilidad de re!orzar la fortaleza con sus
regimientos fieles, de eliminar las partes «infectadas» de la guarnición y de
fusilar a los jefes de la escuadra aérea que iban justamente a unirse a los
rebeldes de Kronstadt. Más tarde, los bolcheviques hicieron uso de la fortaleza
como de un punto ventajoso de ataque contra Kronstadt. Entre los fusilados en
Oranienbaum se enconiraban: Kolosov, jefe de la división de los aviadores de la
flota roja y presidente del Comité revolucionario provisional que acababa de
organizarse en Oranienbaum; Balabanov, secretario de ese Comité; Romanov,
Vladimirov, etc.
Artículo extraído de la revista de la Confederación Sindical Solidaridad Obrera, El Solidario, n 12 (Madrid).
¿Qué era Kronstandt?
Una ciudad fortificada y base naval, mandada construir por el
zar Pedro el Grande en el siglo XVIII y en la isla Kotlin, en el golfo de
Finlandia. Defendía el acceso a Petrogrado, situada a 30 kilómetros, y a la
parte norte del país. Era el núcleo de la flota rusa del mar Báltico, la más
numerosa e importante. (…) Estaba habitada por los marineros de la flota del
Báltico, soldados de la guarnición, varios miles de obreros de los arsenales e
industrias auxiliares, entre otros.
El contexto general
A comienzos de 1.921 se podía dar por terminada la guerra
civil. Los ejércitos blancos habían sido derrotados, el gobierno menchevique de
Georgia estaba sometido y los últimos restos de las milicias anarquistas ucranianas
se batían a la desesperada, con su líder, Néstor Makhno, herido y acorralado.
Sin embargo, una profunda crisis económica se extendía por el país; las
comunicaciones no se restablecían adecuadamente, la industria estaba paralizada
y la producción agrícola había disminuido drásticamente.
Durante la guerra el gobierno bolchevique había impulsado una
política económica de férreo control estatal, el llamado Comunismo de Guerra.
La vida pública estaba prácticamente militarizada y sometida a todo tipo de
controles y en los aspectos económicos este control era asfixiante. Los
instrumentos principales de esta política eran los zagraaditelnye otriady,
destacamentos armados que efectuaban las requisas y confiscaciones (…); además
se había organizado una eficaz policía política para aterrorizar a los
disidentes y descontentos, la
Cheka, que no dudaba ante el asesinato y la tortura. La
situación del campesinado era similar a la esclavitud feudal zarista, sobre
todo en las granjas estatales, los Kolzsjos; los obreros industriales estaban
obligados a jornadas de trabajo extenuantes, dada la caída en picado de sus
salarios, que sin embargo no les procuraban medios suficientes de subsistencia.
Los sindicatos también estaban controlados y las protestas eran reprimidas como
actos de traición. Con el final de la guerra cabría esperar el cambio de esta
política, pero esto no se produjo. Los disturbios y las huelgas se extendían
espontáneamente por las principales ciudades, sobre todo Moscú y Petrogrado en
demanda de mejoras económicas y de la vuelta de las libertades conseguidas al
comienzo de la revolución. La respuesta del gobierno bolchevique fue el envío y
despliegue de tropas, liberadas por el cese de los combates, y carta blanca
para la actuación de la cheka, como ocurrió en Petrogrado.
La actitud de Kronstadt
Kronstadt ya había tenido fricciones con el gobierno
bolchevique. Fue de las primeras ciudades en nombrar su soviet, su propia
milicia y sus comités populares para organizar autónomamente la vida en los
barcos, las fábricas, la distribución de alimentos, el aprovechamiento agrícola
de las tierras circundantes… El eje sobre el que giraba la sociedad kronstiana
era la Plaza
del Ancla, sede de multitudinarias y activas asambleas. La burocracia
centralizada orquestada por el nuevo poder chocó con este sistema de vida, la
firma del tratado de Brest-Litovsk, entre Lenin y el gobierno alemán, que
significaba la renuncia a la extensión de la revolución, irritó a la población.
Los marinos vieron además catastrófica la reorganización militar decretada por
Trotsky para poner en pie el Ejército Rojo y que abolía el poder de las
asambleas en los barcos y reinstauraba la disciplina y jerarquía anteriores,
precisamente la revolución había sido posible por el arresto y ejecución de
buena parte de los antiguos oficiales. El carisma de los bolcheviques declinaba
y miles de marinos abandonaban el partido. El soviet de Kronstadt se vaciaba de
bolcheviques y acogía un mayor número de socialistas de izquierda y
anarquistas. Con el fin de la guerra los marineros obtuvieron permisos y
pudieron comprobar sobre el terreno los estragos que el Comunismo de Guerra
ocasionaba por todo el país.
Con ocasión de las huelgas y disturbios en Petrogrado,
Kronstadt envió una delegación a la ciudad y, a pesar de los obstáculos que le
interpusieron, pudo constatar en toda su crudeza las condiciones en que vivían
los obreros y la represión que se estaba desatando sobre ellos. El hecho de
conocer que se amenazaba a los huelguistas con la marcha de los marineros de
Kronstadt sobre Petrogrado para reinstaurar el orden irritó sobremanera a los
32 delegados desplazados. El 28 de febrero se celebraron tensas reuniones a
bordo de los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, anclados en Kronstadt, que
emitieron una resolución conjunta de 15 puntos. Esta resolución será refrendada
el 1 de marzo por una gran asamblea en la Plaza del Ancla; la prepotencia y amenazas de los
oradores bolcheviques, sobre todo los prebostes Kalinin, presidente de la República, y Kuzmin, comisario
jefe de la flota, consiguieron que el refrendo fuera prácticamente unánime. La
resolución contiene las bases y programa de la rebelión. Exige la celebración
inmediata y generalizada de elecciones para sustituir a todos los soviets
locales por soviets libres; la libertad de palabra y prensa para todos, en
especial anarquistas y socialistas de izquierda; libertad de reunión de
sindicatos obreros y campesinos; libertad para los revolucionarios
encarcelados; cierre de las oficinas del partido bolchevique sostenidas por el
Estado; supresión de los zagraaditelnye otriady y sus confiscaciones;
igualación de las raciones de víveres; abolición de los destacamentos militares
comunistas permanentes en fábricas o unidades militares…
Finalmente, se consumó la ruptura con las autoridades al
designarse un Comité revolucionario provisional, Revkon, en tanto se celebrasen
elecciones al nuevo soviet y procederse al arresto de los bolcheviques más
destacados. Se comenzó a imprimir un diario, Izvestiia, cuya cabecera subrayaba
“Todo el poder a los soviets y no a los partidos”. Sin embargo, hasta que no se
intercambiaron los primeros cañonazos Konstradt siempre pensó que el acuerdo
con los jerarcas bolcheviques era posible sin derramamiento de sangre.
La reacción bolchevique
El gobierno de Lenin, Trotsky y Zinoviev no iba a consentir el
deseo de los kronstianos de encabezar esta “Tercera Revolución”. Se trató
primeramente de aislar el movimiento haciendo desaparecer a las decenas de
delegados de las comisiones informativas que salían de Kronstadt y formulando
diversas acusaciones masivamente difundidas por su aparato de propaganda:
complot de oficiales zaristas, engaño de espías de países extranjeros, entrega
de la ciudad al ejército finlandés… El miedo a la extensión del movimiento y a
la llegada de la primavera, que permitiría, a comienzos de abril con el
deshielo del golfo, la movilidad de la flota; les determinó a aplastar
militarmente Kronstadt cuanto antes. Así decretaron el arresto de todos los
familiares de los kronstianos en calidad de rehenes, ejecutaron a los
responsables de la escuadra aérea, que simpatizaba con el movimiento y
concentraron en Petrogrado ingentes cantidades de armamento y hombres. Según
revelarían los últimos prisioneros del ejército rojo, apresados por los
kronstianos el 17 de marzo, no menos de 80.000 fusileros, varios miles de
jinetes, 4 trenes blindados, decenas de baterías móviles…constituían el
formidable aparato militar lanzado contra Kronstadt.
La caída de Kronstadt
La ciudad no era un hueso fácil de roer, sus sólidas murallas,
su potente artillería y la resolución de sus habitantes alargó el asedio
durante 11 días. El 7 de marzo comenzó el cañoneo de la fortaleza. Los
kronstianos confiaban en un levantamiento generalizado de Petrogrado, pero la
presencia del ejercitó lo imposibilitó. El ataque se vertebró sobre los
Kursanty, fanáticos cadetes de las academias de oficiales del Ejército Rojo y
sobre los destacamentos de la
Cheka. La situación de muchos de los asaltantes fue
increíblemente dramática. Como en otras ocasiones las tropas de choque las
constituían principalmente mongoles y asiáticos que apenas entendían el ruso;
si una unidad se negaba a atacar se la desarmaba y sus miembros enviados a
presidio; si vacilaba se ejecutaba a la quinta parte de sus efectivos. La
artillería de Kronstadt resquebrajaba el hielo del golfo y oleadas de
asaltantes perecían en el agua helada; pero si trataban de retroceder los
kursanty los ametrallaban por la espalda.
Finalmente la constante afluencia de refuerzos atacantes y la
debilitación progresiva de los recursos de Kronstadt provocó que el 17 de marzo
un ataque masivo de soldados envueltos en sudarios blancos consiguiera penetrar
en la fortaleza. La lucha cuerpo a cuerpo se prolongó hasta el 18 de marzo en
que la ciudad fue totalmente ocupada. Algunos grupos de kronstianos
consiguieron abrirse paso hasta Finlandia y otros se dispersaron por la región
pero la gran mayoría de los vencidos fueron ejecutados por la cheka o enviados
a campos de concentración de la helada región de Arkangelsk y del Turquestán.
La aniquilación de Kronstadt fue el ejemplo de lo que los
dirigentes del partido bolchevique entendían por dictadura del proletariado,
fue la constatación de cómo la nueva burocracia traicionaba los ideales revolucionarios
en su afán de retener el poder y eliminar toda disidencia.