INTRODUCCIÓN
Este análisis de la coyuntura internacional, regional y local fue aprobado en el III Congreso de la Federación Anarquista de Rosario – Nora Giavedoni-, realizado en el mes de septiembre de 2021. El objetivo de este documento es actualizar la caracterización colectiva de diferentes aspectos del contexto social, político, económico e ideológico-cultural tomando en consideraciónlas alteraciones ocurridas en los últimos años. Si bien creemos que los rasgos centrales del período histórico (caracterizado por el capitalismo neoliberal) se mantienen, vemos que en los últimos años han tenido lugar transformaciones que dan pie para pensar en un cambio de etapa, al menos en lo respectivo a algunos aspectos de la realidad. Sin ir tan lejos, la emergencia de la pandemia a
nivel global ha marcado un antes y un después; y su impacto es todavía al día de hoy difícil de medir. Sin embargo, podemos adelantar algunas consideraciones generales en cuanto a los cambios (y continuidades) más importantes. El interés de la organización en estudiar la coyuntura se fundamenta en la constante necesidad de una lectura lo más acertada posible de las diferentes expresiones de la realidad, para poder así actuar como militantes de la forma más certera,de acuerdo a nuestros objetivos revolucionarios. Especialmente buscamos en este Congreso una forma de análisis que interpele y sea interpelada por la práctica cotidiana de militancia tanto social como política.
A continuación apuntaremos de forma sintética los diferentes temas y problemas que se abordan de forma sucesiva en el análisis, señalando además la forma en que el mismo está organizado.
La primera parte del texto se orienta a balancear el impacto de la pandemia a nivel mundial, calculando el efecto e identificando una respuesta desigual según la situación previa de cada país y región. Además, se analiza como los distintos proyectos imperialistas han aprovechado el covid 19 para poder reforzar su injerencia en las diferentes regiones y tratar de erigirse como potencia dominante en un mundo claramente multipolar. Se señala que el propio sistema de dominación –con su división internacional del trabajo y la producción, así como las desigualdades existentes y el imperialismo desplegado por siglos- han ido encauzando la pandemia para que se retome lo más rápidamente posible la normalidad capitalista, generando que quienes más afectados estarán a largo plazo serán los sectores populares de los países más pobres. Así, en esta misma sección del texto se apunta a explicitar cómo en el plano económico y financiero el impacto fue diferente para países y regiones pobres que ricos. Seguidamente, un análisis de las grandes movilizaciones de protesta en variospaíses de Latinoamérica y el mundo durante los últimos añospermite apreciar su particularidad, y especialmente poner el foco en entender su desarrollo para mesurar su importancia en el marco de la construcción de un proyecto revolucionario de socialismo y libertad. Por último, ajustando la mirada a la ciudad de Rosario, exploramos cómo impactan los intereses de los imperialismos a nivel local entendiendo que la ciudad se configura como una zona de cierta importancia dentro del marco regional y nacional a la hora de, por un lado, mesurar el impacto de la pandemia y las decisiones de los proyectos imperialistas, y por otro, para pensar sectores estratégicos de lucha sindical, ambiental y política.
nivel global ha marcado un antes y un después; y su impacto es todavía al día de hoy difícil de medir. Sin embargo, podemos adelantar algunas consideraciones generales en cuanto a los cambios (y continuidades) más importantes. El interés de la organización en estudiar la coyuntura se fundamenta en la constante necesidad de una lectura lo más acertada posible de las diferentes expresiones de la realidad, para poder así actuar como militantes de la forma más certera,de acuerdo a nuestros objetivos revolucionarios. Especialmente buscamos en este Congreso una forma de análisis que interpele y sea interpelada por la práctica cotidiana de militancia tanto social como política.
A continuación apuntaremos de forma sintética los diferentes temas y problemas que se abordan de forma sucesiva en el análisis, señalando además la forma en que el mismo está organizado.
La primera parte del texto se orienta a balancear el impacto de la pandemia a nivel mundial, calculando el efecto e identificando una respuesta desigual según la situación previa de cada país y región. Además, se analiza como los distintos proyectos imperialistas han aprovechado el covid 19 para poder reforzar su injerencia en las diferentes regiones y tratar de erigirse como potencia dominante en un mundo claramente multipolar. Se señala que el propio sistema de dominación –con su división internacional del trabajo y la producción, así como las desigualdades existentes y el imperialismo desplegado por siglos- han ido encauzando la pandemia para que se retome lo más rápidamente posible la normalidad capitalista, generando que quienes más afectados estarán a largo plazo serán los sectores populares de los países más pobres. Así, en esta misma sección del texto se apunta a explicitar cómo en el plano económico y financiero el impacto fue diferente para países y regiones pobres que ricos. Seguidamente, un análisis de las grandes movilizaciones de protesta en variospaíses de Latinoamérica y el mundo durante los últimos añospermite apreciar su particularidad, y especialmente poner el foco en entender su desarrollo para mesurar su importancia en el marco de la construcción de un proyecto revolucionario de socialismo y libertad. Por último, ajustando la mirada a la ciudad de Rosario, exploramos cómo impactan los intereses de los imperialismos a nivel local entendiendo que la ciudad se configura como una zona de cierta importancia dentro del marco regional y nacional a la hora de, por un lado, mesurar el impacto de la pandemia y las decisiones de los proyectos imperialistas, y por otro, para pensar sectores estratégicos de lucha sindical, ambiental y política.
La siguiente sección del texto se orienta a estudiar el contexto económico, político y social de la Argentina. Partiendo de un balance de las políticas impulsadas por el gobierno macrista, se analiza luego la actuación del gobierno del Frente de Todos que asumió a finales de 2019 (Gestión que se vio rápidamente atravesada por el contexto de la pandemia). Se aborda cómo el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner buscó articular con diferentes sectores políticos, económicos y sociales en pos de lograr gobernabilidad, sin en ningún momento apuntar romper con las relaciones estructurales impuestas por el sistema capitalista. Con dificultades para construir alianzas, sus políticas marcaron pocos contrastes con la del gobierno saliente. Se profundiza a este respecto la política tomada sobre la deuda ilegitima con el Fondo Monetario Internacional en un contexto de extrema crisis social. Por otro lado, se indican las diferentes acciones de lucha impulsadas en el país: lucha por la vivienda digna, movilizaciones en contra del fracking y la contaminación del agua, organización y acciones de lucha de distintos sectores de trabajadores que pelean por un salario digno, la defensa de los puestos de trabajo y mejores condiciones, entre otros. Más adelante, se apunta a profundizar las características que toma el extractivismo en nuestro país, vislumbrando que en los últimos años no ha habido transformación alguna del modelo productivo de destrucción de la naturaleza, saqueo, contaminación, explotación, destrucción de flora y fauna, etc. Por último, se procura realizar una caracterización de las izquierdas en este contexto, donde grandes sectores si bien tuvieron presencia en diferentes expresiones de lucha popular han orientado la mayor parte de sus energías en la disputa electoral y la construcción de referencias partidarias y personales, con todo lo que ello implica.
La penúltima sección del análisis se enfoca en lo ideológico-cultural. Partiendo de la noción de que existe una continuidad con alguna de las características que señalamos en análisis anteriores entorno al impacto ideológico-cultural del sistema capitalista en esta etapa neoliberal. Estas características se ven potenciadas en el contexto actual marcado por la precariedad y fragmentación que complica la capacidad subjetiva de definición de una identidad de clase. Esto supone grandes dificultades para establecer lazos y relaciones de clase estables que permitan la articulación de un programa político transformador a largo plazo. Signo de esto también es que los viejos ejes ordenadores de nuestras sociedades como son el empleo, la educación y el acceso a la salud no sólo son puestos en jaque por el neoliberalismo sino también por la pandemia. También se hace mención al impacto de la pandemia en el control social, incrementando la disciplina y represión en el marco de la sociedad de control contemporánea. Así mismo se aborda en el apartado el crecimiento de las derechas que se muestran a sí mismas tomando un lugar de rebeldía contra el sistema y jugando la carta radical mientras grandes sectores de la izquierda se institucionalizan de forma creciente, cayendo en el derrotismo y posibilismo.
Finalmente se realiza una mención especial a varias luchas y ejes reivindicativos transversales que en nuestro país, y en la región, vienen mostrando un importante dinamismo al articular discursos y prácticas antagónicas al sistema de dominación, que no solo logran instalar y ganar conquistas, sino que han llegado a grados de masividad importantes y que van a contramano de los procesos de dominación. En esa sección se realizará una caracterización de la lucha feminista, la pelea por la defensa del ambiente y la autodeterminación de los pueblos, y el combate en defensa de los derechos humanos de ayer y de hoy.
COYUNTURA INTERNACIONAL
El shock de la pandemia y sus efectos son difíciles aun de medir, tanto en lo que refiere al impacto económico, social y político en estos casi dos años así como la huella que dejará a largo plazo sobre lo que podríamos llamar la estructura del sistema social.
En nuestro país la pandemia viene a agudizar las desigualdades sociales y económicas ya existentes y podemos ver que lo mismo sucede a nivel internacional. Si bien a través de los flujos de la globalización, el covid-19 ha llegado a todos los rincones del planeta ha sido muy diferente la respuesta que ha dado cada país. Esto lo podemos ver por ejemplo en el registro sobre el desarrollo del virus, en las medidas de prevención, atención y asistencia social-económica en cada país. Sin embargo, hay puntos en común respecto de la necesidad de adaptar los sistemas de salud a la nueva situación, han aumentado las medidas de control social y se han resentido los sistemas económicos en cada lugar.
Ahora bien, este impacto diferenciado según las capacidades y condiciones de cada país no ha sido algo neutral o sobre una estructura estática. Las fuerzas políticas han procedido siempre para posicionarse a favor de sus intereses.
En el plano internacional vemos actuaciones a diferentes niveles. Por un lado, los distintos proyectos imperialistas han aprovechado la pandemia para reforzar su injerencia en las distintas regiones y tratar de erigirse como potencia dominante. En nuestro análisis de etapa de 2015 planteábamos un escenario de multipolaridad, sin una hegemonía fija de ningún proyecto imperialista sino con la emergencia de distintos polos como China, EEUU, Unión Europea y Rusia, y esto ha sido evidente durante los meses que llevamos de pandemia. De forma paralela también se registra el claro avance de imperialismo a escala regional como el de Israel y el resurgimiento de Turquía en sus proyectos expansionistas sobre pueblos como el palestino y el kurdo respectivamente.
En este marco, la competencia por lograr un liderazgo mundial se ve claramente. Por ejemplo, en un primer momento, la competencia en el manejo de la pandemia y el desarrollo tecnológico específico, envío de materiales (tests, barbijos, etc.) o dinero, entre otras formas. Recientemente, el congreso de EEUU, como iniciativa de Biden, ha aprobado el Titulado Plan de Rescate Estadounidense, paquete que equivale aproximadamente a la mitad del presupuesto federal de un año, y que busca a partir del estímulo del consumo interno favorecer la producción, por ejemplo, en nuestra región a partir de acuerdos comerciales y mayor extractivismo (como se puede ver a partir del aumento del precio de los commodities). Asimismo hay que hacer mención de la creciente injerencia de China en la región y su fuerte apuesta a acuerdos con nuestro país en materia de megaminería, energía (eléctrica y gasoductos) y la construcción de dos centrales nucleares. Como también el más resonante (y repudiado) acuerdo porcino con este mismo país para la instalación de granjas industriales de cerdos a pesar de ser bien conocidos los desastrosos efectos sanitarios y ambientales que acarrea esta modalidad de producción
Por otra parte, esta injerencia se ha reflejado en la carrera en relación al desarrollo de una vacuna como también a la distribución y acceso a la misma. Aquí la diferencia ha sido abismal entre países pobres y ricos (los países ricos en promedio tienen 5 vacunas por habitante, mientras que los pobres tienen en promedio 1 vacuna cada 10 habitantes). En este punto, podemos diferenciar entre países por su capacidad para: a) el desarrollo de una vacuna propia, b) la producción de las existentes y c) de lobby y dinero para la adquisición de las ya manufacturadas.
Aparecen también aquí los grandes ganadores en este contexto que son las farmacéuticas, monstruos económicos que han marcado el ritmo de las vacunas en muchos casos incluso poniendo en jaque –a través de la demora en la entrega de vacunas- a países desarrollados como fue para el caso de España, Italia y Alemania entre otros que están en litigios con dichas empresas.
Obviamente hay que diferenciar las vacunas desarrolladas por empresas privadas (las yanquis o inglesas) de las que han realizado los estados como Rusia, China o Cuba. En este sentido, las negociaciones han sido diferentes, en el segundo caso fue directa su utilización como herramienta para establecer o reforzar los lazos de dependencia. En el primer caso, ha sido más indirecto este uso estableciendo mecanismos de donación por parte de las adquiridas por el Estado o con cuotas de exportación, etc. Pareciera que ahora habiendo abundancia de vacunas en EEUU– en parte por la desconfianza de la población en inocularse- el gobierno plantea la necesidad de liberar las patentes de las mismas; postura que apoyarían varios países de Europa y Naciones Unidas. Esta cuestión no puede ser pensada por fuera del cambio de gobierno en dicho país, y que será abordado más adelante.
En este sentido, la ideología política de los distintos gobiernos ha influido en cómo se ha encarado la pandemia, más allá de sus capacidades o influencias, así hemos visto, por ejemplo, un negacionismo pro mercado en EEUU, Brasil, México e inicialmente en Inglaterra. También ha sucedido en países como Suecia, Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, entre otros; donde discursivamente se pone de relieve la defensa del estilo de vida y la responsabilidad individual de una “ciudadanía” aparentemente evolucionada respecto del resto del mundo.
Sin embargo, no podemos dejar de destacar que en todos los países ha habido medidas de control por parte del Estado que ha enfrentado reacciones en la calle de diversos grupos con influencias del mencionado liberalismo, como así también una heterogeneidad de sectores antivacunas, neofacistas, negacionistas y hasta conspiracionistas. En otro extremo, tenemos países como Corea del Sur o China, cuyas medidas de control poblacional han sido intensas pero también con el fin de resguardar ante todo el sistema productivo.
Aquí afloran aspectos más ideológicos-culturales que se han ido expresando a lo largo de esta pandemia. La falta de solidaridad, empatía, sentido comunitario en muchos casos latentes en las sociedades por la permeabilidad de la ideología neoliberal y, en otras, promovidas de forma deliberada por los mecanismos de dominación del Estado. La delegación hacia la responsabilidad individual –no colectiva- respecto del aumento de casos y muertos por parte de la clase política que han sido los reales responsables de tener sistemas de salud abandonados, privatizados o en el menor de los males ineficientes, está a la orden del día.
En resumen, podemos decir que el Covid-19 es un fenómeno sanitario sorpresivo aunque esperable debido a las condiciones de superpoblación, depredación del medio ambiente y condiciones de vida precarias. Ese factor de shock ha hecho que en el mundo globalizado haya impactado inicialmente en los mayores centros de comercialización y flujo de personas. Sin embargo, las propias estructuras del sistema de dominación -división internacional del trabajo y la producción, las desigualdades existentes y el imperialismo desplegado por siglos- han ido encauzando la pandemia para que se retome la normalidad capitalista. Es decir, que quienes más afectados estarán a largo plazo serán los países más pobres.
En cuanto al impacto económico, a priori se pueden ver algunos efectos de la pandemia. De manera general, podemos decir que casi todos los países entraron en recesión durante el 2020, con la excepción de China y Corea del Sur que lograron sortear el problema del covid-19 de forma más temprana. Es de esperar que en los países del llamado primer mundo, la recesión sea coyuntural y la recuperación sea inminente (ya se da en el caso por ejemplo de EEUU y parte de Europa). Algo muy distinto se estima para las regiones más pobres.
Asimismo, la mayoría de los gobiernos han incrementado su gasto público como consecuencia de haber salido a rescatar a la clase empresaria, por un lado, y a tratar de contener la conflictividad social producto del desempleo (que también ha crecido en casi todo el planeta), por el otro. En Latinoamérica, la “ayuda” gubernamental ha sido interrumpida o disminuida en lo que va del 2021, si además tenemos en cuenta que partíamos de contextos de mucha pobreza y desigualdad el escenario se torna más que preocupante.
Desde otra perspectiva podemos analizar quiénes han sido las empresas más favorecidas y los sectores económicos más afectados a mediano y largo plazo. En este sentido, en el primer grupo tenemos a las farmacéuticas, las grandes corporaciones tecnológicas (Zoom, Amazon, Netflix) y relacionadas al comercio electrónico, también las industrias químicas y de productos de higiene y limpieza. Entre los ámbitos más perjudicados tenemos el hotelero, de transporte aéreo y de turismo en general y el gastronómico.
Los sectores productivos, y en general las economías latinoamericanas que dependen más de la producción de materias primas que manufacturadas supeditadas al precio de los commodities (ya que son la entrada de dólares), que si bien ahora están en relativa alza por los estragos que va dejando el covid a nivel mundial, es bastante incierto su sostenimiento. En economías como la Argentina, con el alto nivel de inflación y endeudamiento, es muy difícil adelantar un posible escenario. Hay quienes prevén una recuperación de la construcción y la producción automotriz, pero no mucho más. En el país el modelo económico productivo extractivista y agroexportador no solo continúa fortalecido, sino que se profundiza en medio de un contexto de crisis social, económica y sanitaria, en este sentido no vemos una perspectiva a futuro de reconstrucción de la industria nacional y re-perfilamiento de los aparatos productivos nacionales.
A nivel financiero, para los países pobres será cada vez más difícil acceder a créditos y lograr pagar quienes ya están endeudados. Más a nivel estructural, entre las consultoras y grandes organismos económicos se viene hablando de un proceso de retorno a la regionalización de las cadenas de suministro. Esto es así ya que ha quedado en evidencia la vulnerabilidad del mecanismo de las cadenas globales de valor debido, principalmente al covid- 19, pero también por la crisis climática, medidas económicas como el Brexit y las disputas entre las dos mayores potencias comerciales, Estados Unidos y China.
Antes las cadenas estaban optimizadas para entregar rápido y con los menores costos posibles, aunque esto no se adaptara rápidamente a los altos cambios en la demanda. Esta poca flexibilidad de las cadenas a nivel global las fue obligando a migrar poco a poco de un modelo globalizado a uno regionalizado. Es de esperar, entonces, que los centros logísticos resurjan a nivel regional, las empresas buscarán proveerse, ensamblar y entregar dentro del mismo mercado para eliminar la dependencia de un sólo proveedor y tener una cadena de suministro más flexible y capaz de adaptarse a los cambios de la demanda. Esto puede implicar el cierre de miles de puestos de empleo en un lado y la apertura de los mismos en otras regiones.
Cabe resaltar que mientras las fronteras se cerraban y la circulación se restringía, ante la dependencia de estos centros globales de suministros se abrieron el tráfico para dos ítems esenciales: los productos sanitarios y los alimentos. Lo cual ante la urgencia, y el fantasma del desabastecimiento, se hizo sin establecer protocolos serios, exponiendo a los trabajadores de estos sectores a la enfermedad.
Otra consecuencia de tipo estructural, y que empalma con procesos previos, es una mayor tecnificación, digitalización y modalidad de teletrabajo; lo cual como ya sabemos va de la mano de mayor desempleo, flexibilización, precarización laboral y ataque a la seguridad social. Detrás de esto uno de los principales objetivos de los sectores dominantes es acabar con la sindicalización y los Convenios Colectivos de Trabajo en aquellos países que aun los poseen. Es aquí, donde la pandemia jugó un rol de acelerador del proceso de flexibilización laboral que se venía instalando desde hace unos años, así los distintos experimentos en la región en cuanto a reforma laboral o “modificaciones” laborales buscan desligar las responsabilidades patronales sobre los derechos adquiridos hasta el momento por la lucha de las y los trabajadores.
De esta forma se fue instalando la figura del emprendedurismo, el monotributismo y la tercerización del empleo, buscando no solo la eliminación de los Convenios Colectivos de trabajo sino además establecer una división entre los trabajadores a modo de borrar todo intento de organización en pos de mejorescondiciones de trabajo. De esta manera, además de instalarse una imagen negativa sobre los sindicatos se comienza a desdibujar la realidad de las necesidades de las y los trabajadoras/es que se encuentran registradas/os como “privilegiadas/os” por conservar mayores derechos y seguridad social que el resto.
Al margen de la pandemia
Previamente y en paralelo a la pandemia han surgido dos fenómenos de relevancia que debemos incluir en el análisis.
El primero se relaciona con la gran capacidad de respuesta popular a través de la acción directa reflejado en grandes movilizaciones en rechazo al aumento de la miseria, a la carestía de la vida, del desempleo, a las políticas extractivistas y al aumento de la represión. Esto sucedió durante los últimos años en Latinoamérica (Colombia, Chile, Perú, Bolivia, Guatemala, Paraguay, Ecuador, Puerto Rico, Haití, entre otros) y en otros lugares del mundo como el sudeste asiático (Indonesia, Myanmar).
En cuanto a lo que sucede en Latinoamérica, podemos decir de manera general que hay un agotamiento de los sectores populares con las clases políticas -cuya función autoproclamada se centra en resolver los problemas sociales- producto del desmanejo social y sanitario durante la pandemia como también de problemas persistentes anteriores.
Vale destacar especialmente las puebladas en Chile y en Colombia, como el resultado de una reacción al sistemático proceso de acumulación de políticas de ajuste y represión; que de forma de estallido irrumpen la coyuntura nacional. Es de considerar el rol fundamental de las organizaciones sociales que ante escenarios de aparente espontaneidad, dan continuidad a las luchas en el tiempo. Sin embargo,queda por ver cuánto de esto será encauzado por la institucionalidad y cuanto generará mayor organización y fuerza en el abajo. Por ejemplo, en el caso de Chile, podemos ver que fue un proceso surgido de una aparente espontaneidad, como explosión de descontento por las condiciones de vida de los sectores populares, logrando mantener la movilización callejera durante meses, pero encontrando una canalización institucional con la Constituyente, y viéndose interrumpida por la llegada del coronavirus (aunque en algún grado las manifestaciones continuaron en paralelo al avance de la pandemia en este país). Pero desde ya se puede visualizar el límite real que estos acontecimientos ponen al avance de los de arriba.
Diferente, aunque importante, fue lo sucedido en Bolivia a partir del golpe cívico-policial, que llevó al exilio de Evo Morales durante el 2019. La toma de las calles de los sectores populares tuvo que ver más con un rechazo a los golpistas que a la clase política en general; aunque en los últimos años fue perdiendo apoyo debido fundamentalmente al avance de las políticas extractivistas y el desgaste propio de sostenerse en el poder.
El segundo fenómeno tiene que ver con movilizaciones populares en grandes potencias como las que se dieron contra el racismo en EEUU y contra el sistema político en el caso de Rusia. En cuanto al primero, desde la guerra de Vietnam que no se daban este tipo de movilizaciones generando inestabilidad política y social en el país modelo de “la democracia” mundial. El “blacklivesmatter” obligó a relegar parte de la agenda internacional –como por ejemplo el intervencionismo sobre Venezuela- para poder atender los problemas propios. A estas grandes manifestaciones que hicieron temblar a Trump (con el ejército en las calles y miles de detenciones), lo sucedió algo impensado como fue el intento de golpe de sectores reaccionarios partidarios del presidente en el marco de una acusación de fraude electoral hacia Biden.
En el caso de Rusia, durante los últimos meses también se han sucedido acciones de protesta contra las políticas autoritarias de Putín, en un contexto de cientos de presos políticos en su mayoría militantes populares. Otro claro ejemplo de resistencia popular es el de Myanmar, donde la gente salió a manifestarse contra el golpe de Estado durante semanas enteras.
Estasmanifestaciones, aunque disimiles, expresan la situación de opresión hacia el interior de las grandes potencias (en el caso de Rusia y de EEUU) que en general las vemos operando sobre otros países. Y además, queda al descubierto el poco margen de acción de los sectores populares que deben enfrentar la inmediata represión y cárcel.
Podríamos inferir en el caso de EEUU que un recambio de poder hacia el partido demócrata, a partir de la asunción de Biden – mostrándose incluso victorioso ante el intento del golpe-, busca mostrar una cara amigable y fortalecida del país ante el resto del mundo. Como decíamos más arriba las acciones en torno al coronavirus también van en este sentido, así como también la vuelta de la agenda medioambiental.
Queda aun en suspenso cual va a ser su política exterior en términos de intervencionismo, que en principio se visualiza distinta a la de Trump. Este último fue menos diplomático, su principal herramienta política fue Twitter y encabezó grandes políticas proteccionistas. Así tenemos en su haber de manera general un repliegue en cuanto a la injerencia en distintos lugares del mundo (incluido América Latina con excepción de Venezuela, Cuba y Nicaragua), una mayor confrontación con China –incluso utilizando despliegues militares- y asesinatos de líderes en el Medio Oriente (sin un contexto que les dé coherencia dentro de los parámetros estadounidenses). Podríamos decir que su preocupación estuvo centrada más en “defender” a su público votante a través de dos ejes fundamentales: el proteccionismo económico y la lucha contra la inmigración (recordemos los miles de millones de dólares destinados a la construcción del muro en la frontera con México y los campos de detención de inmigrantes ilegales).
En contraposición, Biden ha articulado un discurso más progresista respecto de los inmigrantes, hasta prometiendo el otorgamiento de ciudadanías a cientos de migrantes que habitan los estados unidos y la suspensión de los acuerdos de cooperación de asilo. También ha retomado la retórica –aunque vaga- vinculada al liderazgo estadounidense, el respaldo a los aliados y la crítica a “los abusos de derechos humanos” en el extranjero. Muchos de sus asesores de campaña respecto de este tema son conocidos por sus posturas intervencionistas (incluso más relacionadas a Bill Clinton que a Obama); por lo que todo hace suponer que nos encontramos en un retorno a la política típica estadounidense pre-trump, aunque con algunos retoques. El presidente ha anunciado por un lado su participación en la próxima reunión de OTAN que se realizará en Junio donde “reafirmará el compromiso de Estados Unidos con la misma, la seguridad transatlántica y la defensa colectiva”; al mismo tiempo que anunció la retirada en Afganistán después de dos décadas de ocupación.
Para América Latina vemos que se ha incorporado a su agenda asuntos políticos respecto de Colombia, Honduras, Guatemala, El Salvador y una revisión de las sanciones a Venezuela con el objetivo de encarar una nueva estrategia con dicho país (supuestamente en busca de una “solución negociada”).
Otro punto a tener en cuenta es que lo que sucede en EEUU en términos de resistencia popular, como fue el caso de la lucha contra el racismo, genera un impacto favorable hacia otros lugares del planeta. La resonancia de esta lucha en Europa, así como en Latinoamérica, especialmente en Brasil ha sido notoria.
Rosario y su rol dentro del esquema imperialista
Los intereses del imperialismo siguen reflejados a nivel local en el control de una eficiente salida de materias primas (extraídas en distintas zonas del país como minerales y cereales) a través del puerto de Rosario y la hidrovía del Paraná. Es un punto del engranaje que se puso en marcha desde principio del siglo XXI en el marco del plan IIRSA, que implicó obras que arrasaron con zonas protegidas y comunidades a lo largo de Sudamérica.
También nuestra ciudad es polo comercial dentro de la región pampeana, productora de alimentos por excelencia en nuestro país, y epicentro del modelo productivo de la Argentina designado como uno de los “graneros del mundo” para los intereses Norteaméricanos, Chinos y la Unión Europea.
En consonancia, tienen oficinas varias poolesde siembra, aceiteras y empresas de tecnología agropecuaria como Bioceres, Monsanto y la ex Nidera; la primera de éstas destacada este año por cotizar en la bolsa de EEUU con apoyo del gobierno a través del Conicet (órgano que ha mantenido su política de apoyar este sector de investigación independientemente de los signos de distintos gobiernos).
Otro aspecto fundamental es que es una de las ciudades más importantes dentro del reservorio de agua dulce y pulmón de la región que significan los humedales de las islas que se extienden desde el noreste del país hasta Capital Federal.
El cordón productivo de la zona del Gran Rosario se monta sobre estos tres ejes, siendo su principal industria manufacturera la alimenticia, seguida por la automotriz y la química. Sin embargo, es bastante inferior a lo que se produce a nivel industrial en el AMBA o Gran Córdoba.
Todo esto configura una zona de cierta importancia dentro del marco regional y nacional a la hora de, por un lado, medir el impacto de la pandemia y las decisiones de los proyectos imperialistas, y por otro, para pensar sectores estratégicos de lucha sindical, ambiental y política.
COYUNTURA POLÍTICA Y ECONÓMICA: DEPENDENCIA Y CONTINUIDAD DEL MODELO NEOLIBERAL
El contexto de turbulencias económicas y políticas, y los grandes niveles de desigualdad a nivel mundial, agravados aun más por la pandemia y las posibilidades de dar respuesta de cada Estado, dependiendo de la posición que ocupen dentro de las relaciones de dominación capitalista, tienen su correlato directo en la actualidad económica, política y social de la Argentina. Tras cuatro años del gobierno de Cambiemos, enmarcado en un período neoliberal, con matices entre el liberalismo político, el discurso asistencialista de centroderecha y un fuerte aparato represivo que buscó mantener el "orden social", el rol del Estado desde 2020 se centralizó en políticas asistencialistas y focalizadas que buscaron apaciguar el malestar social por los altísimos niveles de desigualdad, la desfinanciación a sectores esenciales como ciencia, salud, tecnología, educación; priorizando la especulación financiera y el empoderamiento de los sectores empresariales, con respuestas represivas para imponer políticas de hambre, ajuste,
endeudamiento y criminalización de la protesta.
Las expectativas y esperanzas de una parte importante de los sectores populares que apoyó electoralmente un armado político de lo más heterogéneo, una retórica discursiva en favor de la distribución de la riqueza y del empoderamiento popular, y planteándose como único modelo antagónico a la desigualdad social y las políticas de hambre y endeudamiento que significó el Macrismo, terminó llevando al Frente de Todos al poder.
La resistencia, la lucha y la organización contra las políticas de ajuste que se vieron reflejadas en varios paros, movilizaciones, tomas de universidades y medidas de fuerza entre sectores estudiantiles, sindicales, docentes, movimientos sociales, organismos de derechos humanos, etc., hasta el año 2018, tuvieron un gran decrecimiento durante el año electoral y se profundizó la posición expectante de muchos espacios durante el primer año del gobierno entrante.
Los discursos de gobernabilidad, democracia institucional y el fantasma instalado por todo el arco oficialista de la "vuelta del Macrismo" en la campaña de “Reconstrucción Argentina”, sumado a la llegada de una situación excepcional y la posterior crisis sanitaria que trajo consigo la pandemia del Covid-19, dieron un tiempo de tregua a nivel político y social al gobierno de Alberto Fernández, quien buscó la conciliación con los distintos actores políticos, económicos y sociales para lograr esa gobernabilidad esperada, sin romper con las relaciones estructurales impuestas por el sistema capitalista.
Rápidamente se pudieron identificar alianzas y búsquedas de conciliación con sectores financieros y empresariales, el apoyo incondicional y la complicidad de numerosos burócratas sindicales, el acercamiento a los grandes productores agropecuarios y terratenientes de la mesa de enlace, corriente de opinión favorable de los medios de comunicación hegemónicos y la constitución de la coalición gobernante a partir de sumatorias y alianzas
–en muchos casos volátiles- con personajes impresentables de la historia reciente, como Eduardo Duhalde, Felipe Solá, el finado Carlos Menem y Omar Perotti o Gildo Insfrán y los recientemente incorporados al gobierno Anibal Fernández y el católico ultramontano Juan Manzur, entre otros.
Se podría decir que desde el primer año de gobierno de Alberto y Cristina existe quizás una sensación de falta de planificación a partir de esas alianzas políticas endebles, a diferencia de gobiernos peronistas anteriores. Esto quedó en evidencia puntualmente con el quiebre público –culebrón de por medio- entre Cristina y Alberto luego de las PASO 2021, donde luego de la estrepitosa derrota electoral, distintos actores del PJ y el kirchnerismo se posicionaron críticamente o como apoyatura a la figura de Alberto. Por un lado aquellos espacios políticos provenientes de la ex Unidad Ciudadana, se encolumnaron públicamente atrás de La Cámpora y de un “planteo crítico” hacia las medidas económicas del Gobierno, el mismo que pergeñó Cristina y que fue aplaudido como una jugada magistral por la militancia de las fuerzas tradicionales. Por otro lado, al lado de Alberto, quedaron varios gobernadores, la cúpula de la CGT, y organizaciones sociales aliadas al Movimiento Evita. Si bien no podemos hablar de una ruptura total de la coalición de Gobierno, sí comienzan a aflorar en cambio matices sobre el modo de relacionamiento y los planes de pago de la deuda al FMI, así como los posibles proyectos de “renovación” de cara al 2023, que tienen como exponentes a figuras como Massa, Máximo o Kicillof entre otros.
Por último, se hace evidente como la oposición reaccionaria encabezada por Larreta –no sin internas hacia dentro y fuera de la coalición de Cambiemos- ya muestra los dientes de un proyecto que pretende volver a gobernar en 2023 con las mismas recetas de siempre.
En el plano económico, como habíamos indicado allá por mayo de 2019 en la posición de coyuntura “Fernández x2”, estaba más que claro que el Gobierno nacional no venía a modificar la matriz productiva del país. Como mucho, y luego del desguace macrista, se esperaba la vuelta a una reactivación económica a partir de una estimulación del consumo interno con emisión monetaria. Pero los planes de acuerdo con el FMI, y el cumplimiento de las exigencias, no estaban para nada en discusión. El principal gesto político que quiso dar el Gobierno fue el comienzo de una relación aparentemente “tensa” de negociación, lo que luego dio paso a ceder y apuntalar el modelo con la irreal expectativa de cumplimiento de plazos, para dar lugar finalmente al pago de intereses de una deuda completamente ilegítima, garantizando la impunidad de los históricos responsables políticos que se llenaron de fortunas mediante la fuga de capitales.
Pero una de los puntos más graves del asunto tiene que ver, no solo con la ausencia generalizada de medidas de rechazo de una parte importante de las organizaciones populares y sindicales, sino peor aún, con la venia de la cúpula de la CGT -tras una reunión que mantuvieron con los enviados del FMI- argumentando que en realidad “el Fondo viene a ayudar a la Argentina”.
Al día de hoy, todas las promesas de campaña cayeron en sacos rotos, con una deuda nacional que ya supera los 46 mil millones, mas de 3,8 puestos de trabajo perdidos y una pérdida salarial de al menos un 40%.En otro orden, la falsa dicotomía planteada tanto desde los sectores empresariales como desde el gobierno, sobre priorizar la economía o la salud respectivamente, en un contexto de crisis social y sanitaria, que afecta en magnitudes completamente diferentes a los sectores populares y las clases acomodadas, fue rápidamente desestimada por la realidad social que vivimos en todo este tiempo los de abajo.
A contramano de su discurso proteccionista, distributivo y de reconstrucción del aparato productivo, el Ggobierno nacional intervino con políticas asistencialistas, dándole continuidad al mismo modelo de “ayuda social” de las últimas décadas. El gasto público se concentra en brindar alguna ayuda mínima y mal distribuida a algunos sectores castigados por el hambre y la desocupación, y que no transforman ninguna realidad económica y social. La cual está signada por la dramática pérdida de puestos de trabajo, una inflación de más del 50% interanual -que hace imposible garantizar la comida de un hogar día a día-, crisis habitacional -en un contexto donde la única posibilidad de acceso a una vivienda es a través del alquiler y que cada vez se hace más difícil de sostener- y niveles de pobreza, indigencia y desempleo estructural que crecen cada vez más, a tal punto que pasan a ser mostrados nada más que como una estadística y una realidad inevitable en un contexto de crisis.
La discusión economía-salud también es manejada con un cinismo muy descarado, conociendo el sistemático desfinanciamiento de los últimos años del sistema de salud pública, se optó por darle prioridad a los intereses de los sectores empresariales y capitales privados. No se cuestionó ni se modificó estructuralmente las bases de un modelo productivo sostenido por el extractivismo, la megaminería y las retenciones a la agroexportación, con una "distribución de la riqueza" entre los de arriba. Para la clase política en su conjunto es prioridad sostener la ganancia de los más ricos, “de los que invierten”, del empresariado, con la esperanza de que en algún momento llegue a los/as de abajo. Mientras los de arriba buscan achicar los gastos patronales, recortar cada vez más derechos laborales, flexibilizar condiciones de trabajo y continuar con paritarias por debajo de la inflación, el salvataje económico es siempre para los mismos.
Lo positivo es que los actores políticos institucionales no son los únicos que toman un rol significativo en la coyuntura actual. Aun en un contexto de desmotivación y derrotismo se pudo ver la resistencia organizada del sector gremial de la salud pública para dar respuesta a la pandemia, en fuerte contraste con el sector gremial privado que brilló por su ausencia. A pesar de los intentos de algunos sectores que buscan mantener la fragmentación y la individualización de la sociedad para garantizar las relaciones neoliberales, hubo muchísimos gestos de solidaridad, organización y lucha desde abajo, que buscaron cuestionar las distintas formas de opresión y reivindicar la dignidad de los sectores populares.
Acción directa popular en este tiempo
Desde la organización y la lucha de cientos de familias sin hogar que se enfrentaron a la represión del Estado, en defensa del derecho a una vivienda en Guernica, la Matanza y otros puntos del país, donde quedó expuesta la nefasta figura del represor Sergio Berni y la voluntad política del Estado en defender la propiedad privada de las clases acomodadas y mantener un modelo de represión y "mano dura" contra los sectores populares. En Catamarca, Mendoza y Chubut, se dieron enormes movilizaciones en contra del fracking y la contaminación del agua, en Chubut particularmente sufrieron un fuerte choque con la patota sindical del petrolero Ávila con el apoyo del gobierno del Frente Renovador encabezado por Arcioni. La organización y las acciones de lucha de distintos sectores de trabajadores que pelean por un salario digno, la defensa de los puestos de trabajo y mejores condiciones, se vio protagonizada por aceiteros, docentes, químicos, choferes y trabajadores de la salud, por nombrar algunos espacios que priorizaron la acción directa por encima de los intereses de las burocracias sindicales condicionadas por agendas político-partidarias dentro del Estado.
Además, en el campo de la resistencia y la organización popular que pone en cuestionamiento los discursos reformistas institucionales y las relaciones de dominación y opresión capitalista, se destaca un repudio y un accionar directo en contra de la destrucción y el saqueo de bienes comunes, la megaminería, el extractivismo, el fracking y el uso de agrotóxicos. También se pudo sentir un repudio total a las medidas del gobierno que fueron en contra del bolsillo de los monotributistas, lo que obligó a dar marcha atrás esos ajustes.
Extractivismo una constante intrínseca al capitalismo
El gobierno del Frente de Todos asumió en el año 2019 con un discurso de defensa de la soberanía y un proyecto ambientalista, con un ministerio que se autodenominaba "verde". A pesar de esto, rápidamente se pudieron traslucir distintos gestos políticos que no avistaron una transformación del modelo productivo y económico nacional basado en el extractivismo y la exportación agropecuaria, sino todo lo contrario. Lo cierto es que una sorpresa sería avizorar un modelo de Estado capitalista con una perspectiva disruptiva con la explotación natural, ya que en sí mismo, el modelo capitalista, se sostiene y reproduce con la explotación y el saqueo de bienes comunes, contaminación del agua, apropiación de tierras y explotación de cuerpos y su fuerza de trabajo. Ningún tipo de democracia capitalista, a lo largo de la historia argentina, pudo ni mostró interés en romper con las relaciones de dependencia imperialistas, que fueron simplemente alternando en hegemonía dominante entre un Estado y otro, desde el imperialismo yanqui, hasta el actual fortalecimiento de las "relaciones bilaterales" con China y Rusia. El Frente de Todos no es la excepción, a pesar de sus intentos de camuflaje discursivo.
Este arte de fingir también se vio cuando se puso en debate la sanción del ineficiente e invisible "impuesto extraordinario a las grandes fortunas", que aparentaba ser un ejemplo redistributivo y de empoderamiento hacia los sectores populares frente a la acumulación obscena de riqueza de las minorías, y que significó simplemente un tímido pedido de aporte mínimo, por única vez. La recaudación se destinó al pago de los intereses de la deuda con el FMI y el financiamiento de la explotación de hidrocarburos a través de YPF, en una disputa histórica de intereses económicos en Vaca Muerta entre grupos concentrados y el Estado. Se hace evidente que la prioridad es sostener el modelo económico por sobre el cuidado ambiental y la salud del pueblo.
En el año 1996, de la mano del entonces ministro de agricultura Felipe Solá, Argentina habilitó el uso de transgénicos y pesticidas en el campo, apostando a un modelo de producción de alimentos cancerígenos y la fumigación con agrotóxicos, contaminando y exponiendo la salud de miles de familias rurales. En la actualidad, a pesar de cientos de informes internacionales que demuestran las consecuencias del modelo de producción de vanguardia de Monsanto, el gobierno nacional sigue apostando a fortalecer y beneficiar económicamente a los pooles de siembra y al empresariado privado que negocia con el esparcimiento del cáncer y la destrucción de la tierra. En el año 2020, Felipe Solá, tras solo medio año de gestión y en plena cuarentena, autorizó importar 32 millones de litros/kilos de insumos para la producción de agrotóxicos inmunosupresores, con el único objetivo de beneficiar a las corporaciones del agronegocio y asegurarles las ventas de formulados comerciales para que continúen durante el aislamiento social obligatorio en las fumigaciones, las cuales a su vez, fueron declaradas actividad esencial.
La destrucción de la flora y la fauna en la región del delta del Paraná, producto de los enormes focos de incendio en la zona de Islas en Rosario, Entre Ríos y que se replicó en la mayoría de las provincias argentinas, tuvo consecuencias devastadoras a nivel ambiental para nuestro país, con más de 300 mil hectáreas arrasadas por el fuego y con seguridad por la codicia del empresariado terrateniente y el negocio inmobiliario. Para los especialistas todavía es difícil calcular el enorme daño ambiental y sus consecuencias producto de la destrucción de la flora y la fauna de los humedales. El daño en la biodiversidad, con cientos de especies animales al borde de la extinción y una flora transformada en un desierto carbonizado, representan lo dañino, destructivo e inconsciente que es el modelo capitalista, el cual continúa con avaricia, destruyendo todo a su paso, solo para incrementar su ganancia.
La organización y solidaridad popular vinieron de forma inmediata; fue la lucha de los colectivos de vecinos, vecinas, organizaciones y bomberos/as voluntarios/as, quienes dieron la batalla contra el fuego y repudiaron la complicidad y la falta de actuación del Estado, que no aportó presupuesto, sin buscar a los responsables materiales y políticos, dándole vía libre al empresariado para continuar con la devastación ambiental. Asambleas, cortes de ruta, corte al puente Rosario-Victoria, festivales, recaudación de fondos, muchas expresiones de organización, como por ejemplo Sindicatos por el Ambiente en 2020, se gestaron en defensa del cuidado de los humedales y las tierra y en repudio al enorme daño que generan el negocio inmobiliario y el modelo agroexportador.
La hidrovía y el imperialismo ¿Y nuestro anarquismo que dice al respecto?
Otra de las disputas de significativa relevancia para el futuro del modelo productivo argentino y en particular a nuestra provincia, es el del fin de la concesión y la propuesta de estatización de Hidrovía SA. El 30 de abril de 2021 venció la concesión de los servicios de dragado y señalización de la llamada Hidrovía Paraná-Paraguay, que nuclea los ríos Paraguay, Paraná y el rio de la plata, y por donde se centraliza el mayor caudal de comercio agroexportador. A través de la hidrovía navegan la mayor cantidad de barcos y buques que transportan la exportación del país y de Paraguay, Brasil, Uruguay y Bolivia (4500 buques por año). Es un medio de circulación y transporte de mercadería y comercio nacional de vital importancia en la economía argentina, donde se transporta desde productos y materia prima del campo, hasta gas natural, petróleo y productos refinados.
El mantenimiento, dragado y señalización de la hidrovía pasó a ser de carácter privado desde el año 1995, durante el gobierno de Menem, estando hasta este año en manos de Hidrovía SA, teniendo la potestad de cobrar un peaje por tonelada circulada y generando una ganancia de 300 millones de dólares anuales para capitales privados, sosteniendo el control privado de los puertos y el control del comercio exterior del país. Es decir, que a pesar de un modelo económico basado en la producción y exportación de productos de la agroindustria, toda la circulación y el comercio están regulados por empresas privadas que acumulan riquezas por millones de dólares mensuales, mientras familias no tienen garantizada la comida de todos los días. Y debido a la falta de regulación y de controles por parte del Estado, muchísima de la producción que se exporta, se hace en negro, garantizando aun mayores ganancias y la posibilidad del contrabando.
Otra de las consecuencias de la hidrovía es su impacto social y ambiental, debido a la adaptación de los ríos, el dragado constante para permitir la circulación de barcos y buques cada vez más grande con mayor cantidad de toneladas de productos para la exportación, cuyas consecuencias se derivan en las constantes inundaciones de ciudades portuarias, siendo afectados directamente el equilibrio dinámico de los humedales que regulan los picos de crecidas de los ríos y de sequía, donde las bajadas de los ríos son muy pronunciadas, los humedales mantienen el equilibrio de los ecosistemas.
Es decir, la explotación constante de la hidrovía Paraná-Paraguay para el negocio de la exportación viene beneficiando únicamente a pocas empresas privadas, como Cargill, Benneton, Vicentin, etc., y solamente deja un impacto y una destrucción ambiental irreparable a nuestro país y una desigualdad social y económica cada vez más marcada. La injerencia de capitales extranjeros que continúan con la acumulación de riquezas a través del saqueo de recursos y materia prima y la dependencia económica.
El discurso oficialista y progresista hace uso de estas cuestiones de denunciar la acumulación y el saqueo de recursos de capitales privados, apelando a una retórica de soberanía nacional, intervencionismo y fortalecimiento del Estado, pero nunca cuestionando el modelo de producción, de extractivismo y desigualdad, tampoco cuestionando el impacto ambiental y las alternativas a los enormes daños generados por el actual modelo productivo. Nos preguntamosqué tan significativo seria el cambio a una regulación estatal. Por nuestra partedesde el anarquismo organizado proponemos una alternativa desde abajo: una gestión pública (no Estatal) con participación directa de organizaciones populares (ambientalistas, gremiales, vecinales) que decidan no solamente la cuestión económica sino también con miras a lo socioambiental.
Las izquierdas en este contexto
La izquierda partidaria de la oposición, enmarcada en las distintas facciones del trotskismo, basa su militancia en una actitud constantemente denunciativa y corriendo siempre por detrás de la agenda del oficialismo kirchnerista. Mientras los espacios de las nuevas expresiones de derecha mucho más reaccionarias y nefastas vienen ocupando las calles con marchas, cooptando a muchos espacios sociales con discursos pro patronales y en defensa de la "libertad", que mezcla liberalismo, con nacionalismo y cuestiones conspiranoicas, la mayoría de los partidos de izquierda hacen su propio juego en la disputa electoral, intentando sumar imagen positiva a través de sus constantes denuncias y críticas al oficialismo, pero no acumulando ni apostando a la organización colectiva horizontal, sin mucha incidencia ni participación en instancias de base, en las fábricas o en los barrios, sino más bien yendo detrás de los distintos conflictos que se dan en el momento, buscando hegemonizar y acumular su militancia, hasta que se agota el conflicto.
Si bien es cierto que no podemos negar la participación de las distintas facciones del trotskismo en las luchas, como el PTS, el PO, etc., en distintas movilizaciones a nivel nacional en contra del gatillo fácil, por la desaparición de Facundo Castro, en la multisectorial por los humedales, en los desalojos en Guernica, contra la megaminería en Chubut, etc., pareciera que todas sus participaciones son una búsqueda de acumulación política-partidaria, canalizando los conflictos hacia un personalismo y una disputa directa con el kirchnerismo y no con una perspectiva de empoderamiento popular, de acompañar los procesos de lucha y organización.
Estamos en un momento de mucha pasividad y de inactividad de los espacios combativos, se promociona mucho al sujeto autoconvocado o ciudadanista con una proyección política superficial o nula. En este sentido, vemos con alarma la pérdida de interés que en muchas ocasiones mostró parte de la izquierda troskista en fortalecer los sindicatos. Como ya hemos señalado el foco de su atención viró a la estrategia electoral, y en cuanto a las movilizaciones y organizaciones esto lleva a una apuesta a construir espacios autoconvocados, especialmente en el caso de los precarizados (docentes reemplazantes, contratados estatales, etc.) jugando una peligrosa maniobra con el único fin de fortalecer las referencias partidarias pero sembrando desorganización y aportando a los discursos anti-gremiales. En este sentido, para importantes sectores de la izquierda, hoy parece que todas las disputas de poder se dan desde los espacios institucionales y electorales, dejando la acción directa y las calles en un segundo plano. Si bien el contexto de pandemia no ayuda, hay muchísimas razones para seguir apostando a la militancia de base, a la organización horizontal, al empoderamiento popular y la acción directa, por fuera de las lógicas partidistas y electorales.
COYUNTURA IDEOLÓGICA/CULTURAL: UNA PANDEMIA A LA MEDIDA DEL NEOLIBERALISMO
Para el análisis de coyuntura atravesado por la pandemia respecto de esta esfera, nuestro esfuerzo está abocado a repasar el contexto donde aparece este fenómeno y establecer posibles tendencias u orientaciones en que pueden producirse sus efectos en términos culturales/ideológicos.
Una primera hipótesis, que es compartida a nivel general por la sociedad, es que el covid-19 viene a reforzar aún más las desigualdades. Sin embargo, tenemos que poner el foco en poder entender cómo se da este proceso para así adecuar nuestra práctica política en función de ello.
Más fragmentación y precariedad
En nuestro primer congreso caracterizamos a esta etapa del sistema capitalista como neoliberal. Esta etapa ha configurado nuevos modos de vida signados por la precariedad como la norma que rige y configura la vida de las personas. La precariedad no se ciñe a una porción de la población sino que es una característica general en el neoliberalismo e implica una forma de gobierno de la población, se gobierna sobre la incertidumbre y su consecuente inseguridad.
Sin embargo, la precariedad no es igual para todos sino que se produce un reparto de la inseguridad con arreglo a las relaciones de desigualdad, es decir que es una cuestión de clase. El sistema de dominación asegura la protección solo de algunos frente a la condición existencial precaria. Es decir, que se produce un reparto diferencial de la precariedad a través de distintos mecanismos (políticas gubernamentales focalizadas, flexibilización laboral, sistema jurídico y de seguridad discriminatorio, etc.). De esta manera, el proceso de normalización de la precarización no significa la igualdad en la inseguridad, muy por el contrario se refuerzan las desigualdades.
Cabe destacar que mientras antes la seguridad frente a esa precariedad general o existencial venía de la mano de las relaciones sociales, comunitarias, familiares, hoy en día ha ido desplazándose hacia la idea de que cada uno debe auto gestionarse la propia seguridad.
Las distintas modalidades de precarización –no solamente la proveniente de la flexibilización del trabajo- van teniendo efectos diferenciados en distintos segmentos de la población y dan lugar a “la emergencia de una estructura de clases fragmentaria”.
Entonces precariedad y fragmentación se combinan entorpeciendo subjetivamente la capacidad de definición de una identidad –aunque siempre entendida como contingente- tanto a nivel individual como colectivo, es decir de clase. Esto supone grandes dificultades para establecer lazos y relaciones de clase estables que permitan la articulación de un programa político transformador a largo plazo.
La pandemia opera en ambos aspectos. Así la precariedad escala a otro nivel, la muerte se plasma más cercana y el sistema sanitario se visualiza como incapaz. Los medios de subsistencia también se ven en peligro: la falta de empleo, la imposibilidad de salir a hacer changas, la flexibilización laboral se ha acelerado sin necesidad de que gobiernos y empresarios tengan que recurrir a grandes reformas que pasen por el congreso y que deban enfrentar la resistencia en las calles. Los niveles de deserción escolar también son un indicador del riesgo de desvirtuación de instituciones que aún se mantenían como espacios firmes, y que frente al acceso desigual de recursos materiales, de educación tecnológica y condiciones de trabajo paupérrimas de los docentes, han llevado a la expulsión de miles de jóvenes e infancias del mismo. Es decir los tres ejes ordenadores de nuestras sociedades empleo, educación y salud – y que todos los gobiernos prometen recuperar pero cada vez abandonan más- no sólo son puestos en jaque por el neoliberalismo sino también por la pandemia.
La fragmentación también se ha reforzado por los discursos del gobierno, ya que en los picos de contagio el encuentro se presenta como un peligro, la circulación ha sido restringida aportando aun más a la segregación territorial. El límite puesto al desarrollo de la vida orgánica de las organizaciones sociales, las restricciones para su movilización van socavando y desarticulando las defensas colectivas ante estas formas de control social. Propiciando de forma indirecta la emergencia de protestas más o menos espontáneas, que se articulan en base a la “identidad ciudadana” o la “indignación” pero que poco dejan en capital organizativo, incluso aportando más a los sectores reaccionarios que a los intereses populares.
Asimismo el impacto diferenciado que puede tener el covid 19 según edad ha ensanchado la brecha generacional, que tiende a condenar a la juventud como irresponsablemente peligrosa y sin rumbo, aun cuando esto sea mucho más complejo y no realmente constatable en términos de focos de contagio. Esto abona a la incapacidad de imaginar un futuro mejor, lo cual será abordado más abajo.
Disciplinamiento y represión
Foucault llevó a cabo estudios respecto de enfermedades y epidemias para el desarrollo de parte de su teoría, especialmente lo concerniente a la llamada biopolítica. En este sentido, las enfermedades han supuesto una oportunidad para la “creación” y puesta en marcha de mecanismos de administración y dominación poblacional a gran escala.
Sus estudios respecto de la lepra, la peste negra y la viruela dan cuenta de dispositivos que podemos ver hoy en día en el marco del manejo del covid. Así vemos que se “retoman” ciertos mecanismos como la cuarentena, la represión, el aislamiento forzoso de enfermos, la medición y recuento estadísticos centralizados, que son propios de las llamadas sociedades disciplinarias y represivas, pero que en esta etapa se enlaza con los dispositivos más sofisticados de la sociedad de control contemporánea.
R. Farrán, D. Singer y S. Vignale plantean que “producir y administrar la salud de la población puede, como toda política, articularse de los modos más variados. En algunos casos, puede llevar al genocidio; en otros, puede constituirse en una red de salud pública y de cuidados socioambientales que profundice la equidad en toda la población”. Es difícil creer que en este sistema de dominación un fenómeno como el covid lleve a situaciones de mayor equidad, en todo caso será la resistencia de las organizaciones populares las que pueden llegar a poner algún freno sobre la orientación de sus efectos.
El gobierno del Frente de Todos ha sido pendulante en cuanto a su política sanitaria (especialmente si nos movemos provincia por provincia), sin embargo podemos afirmar que su principal propósito ha sido el de conservar algo de la institucionalidad ante un marco de crisis como el actual. Esa indefinición persistente y más susceptible a las presiones del empresariado y las elecciones venideras, ha hecho que su política sanitaria fuera un fracaso rotundo.
La fragmentación de la que hablábamos más arriba es tal que no hubo una respuesta unificada por parte de las organizaciones populares respecto de las medidas adoptadas por el gobierno. La utilización de la famosa grieta partidaria para justificar las posturas, se ha ido rearmando en torno a dicotomías como restricciones vs libertad, salud vs economía (la de quién?), presencialidad vs virtualidad, sputnik vs astrazeneca/pfizer, etc.
Es de destacar que el discurso de la libertad se ha tornado por demás de ambivalente en este contexto, donde son necesarias restricciones en la circulación. Los autores mencionados arriba nos plantean el desafío de “cómo abordar nuestras libertades, ya no con el corset jurídico y formal de las libertades individuales, sino en el efectivo ejercicio de prácticas de libertad, que intervengan en procesos de desubjetivación de las determinaciones de la experiencia histórica de la que formamos parte, y constituyan nuevas tramas y procesos de subjetivación”; es decir desplazar el concepto de libertad que el neoliberalismo ha promovido exitosamente por una libertad colectiva, responsable y solidaria, propia de nuestra corriente política.
Derecha, izquierda y futuro
Para abordar este tema sería interesante retomar algunas reflexiones de Pablo Stefanoni en su libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?”, sobre la izquierda y el surgimiento de nuevos grupos de derecha.Entre sus críticas plantea que “en las últimas décadas, en la medida en que se volvió defensiva y se abroqueló en la normatividad de lo políticamente correcto, la izquierda, sobre todo en su versión “progresista”, fue quedando dislocada en gran medida de la imagen histórica de la rebeldía, la desobediencia y la transgresión que expresaba. Parte del terreno perdido en su capacidad de capitalizar la indignación social fue ganándolo la derecha, que se muestra eficaz en un grado creciente para cuestionar el “sistema” (más allá, como veremos, de lo que esto signifique). En otras palabras, estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla.”
En este sentido, sostiene que “las izquierdas “antisistémicas” abrazaron la democracia representativa y el Estado de bienestar o bien se transformaron en grupos pequeños y sin incidencia efectiva; mientras tanto, son las denominadas “derechas alternativas” las que vienen jugando la carta radical y proponiendo “patear el tablero” con discursos contra las élites, el establishment político y el sistema”, haciendo uso de un discurso que remite de forma directa al utilizado por el viejo y conocido fascismo.
Podríamos decir entonces que las fuerzas políticas organizadas mayoritariamente se han institucionalizado en torno a ciertas premisas neoliberales capitalistas que configuran el campo político que suele acceder a los puestos de gobierno, por lo menos en nuestro país. En ese sentido, son más los puntos en común entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio que las diferencias. En todo caso, es característico de gobiernos como el del Frente de Todos (así como los gobiernos del Socialismo del siglo XXI o Podemos en España) que tengan discursos y gestos más progresistas pero que apelando a una correlación de fuerzas desfavorables siempre terminan favoreciendo a los sectores dominantes.
De esta manera, la centro izquierda y la izquierda institucionalizada se encarga de presentarse como incapaz de generar transformaciones, y se remiten a la política de lo posible.Hay así un claro desgaste del otrora paladín “progresismo”. Este desgaste se evidencia en un cada vez mayor derrotismo e inclinación a conformar a potenciales votantes con medidas que lo acercan cada vez más a los sectores de derecha. Así de lejos estamos de discursos que propongan transformaciones o rupturas del capitalismo, con una atención absoluta en el juego electoral.
Laberinto o callejón sin salida
En los márgenes queda esa izquierda sin mucha influencia real –o por lo menos no masiva- y una derecha (no necesariamente nueva) que emerge como se señaló más arriba (cuyos personajes nacionales lo integran Milei, Laje, entre otros).El coronavirus ayudó a fortalecer a esta última, expresado por ejemplo en las marchas en contra de los confinamientos y las medidas de aislamiento social, e incluso contra las vacunas; alimentadas por diversos tipos de teorías de la conspiración alrededor del globo.
En este marco, y sumando a lo que sosteníamos sobre fragmentación y precariedad, Stefanoniindaga sobre la ausencia de propuestas sobre un futuro por parte de la izquierda. En este sentido sostiene que la misma “se quedó sin imágenes de futuro para ofrecer, en parte porque el propio futuro está en crisis, excepto cuando se lo piensa como distopía”.
Así este investigador retoma a la “filósofa española Marina Garcés que habla de una ´parálisis de la imaginación´ que provoca que ´todo presente sea experimentado como un orden precario y que toda idea de futuro se conjugue en pasado´. Sostiene que hoy se imponen las ´retroutopías, por un lado, y el catastrofismo, por otro´. Por eso, el presente se ha transformado en ´una tabla de salvación, al alcance de cada vez menos gente´ y el futuro se percibe cada vez más “como una amenaza”. “La capacidad ´científica´ de imaginar el fin del mundo supera, por lejos, la capacidad ´política´ de imaginar un sistema alternativo.” Dice Garcés, “nuestro tiempo es el tiempo del todo se acaba. Vimos acabar la modernidad, la historia, las ideologías y la revoluciones”.
En correlato con esto, grandes sectores de la izquierda abogan por un capitalismo más amigable y una transformación del capitalismo, dejando totalmente de lado una perspectiva que se oriente a la ruptura revolucionaria entendiéndolacomo algo imposible e inimaginable. Esta orientación, que romantiza el sistema no deja lugar a la construcción de ninguna alternativa al capitalismo.
El autor también habla de la otra cara de este pesimismo político: “observamos un extenso debate sobre la “muerte de la democracia” y sobre el hecho de que sean precisamente partidos populistas de derecha los que muchas veces atraen a los abstencionistas en contextos de fuertes declives en la participación electoral, en especial en los países donde el voto no es obligatorio. A menudo, la centroizquierda y la centroderecha terminaron construyendo consensos que ahogan un verdadero debate sobre las alternativas en juego” tal como pasa con el kirchnerismo y juntos por el cambio, que produce una tendencia al bipartidismo.
En este contexto en donde el futuro aparece como una amenaza, lo más seguro y más sensato parece ser defender lo que hay, pero en esta línea de pensamiento está muy cerca el riesgo de caer en el conservadurismo y renunciar a disputar el sentido del mundo que viene. Así, “el realismo político y la necesidad de resistir fueron arrinconando a la izquierda y los movimientos populares en formas de movilización y organización esencialmente defensivas, locales e incapaces de ir más lejos que la mera reproducción de las condiciones de vida ya precarias de los grupos movilizados”.
Por tanto debemos repensar el rol de nuestra propuesta política en el marco de estas problemáticas ideológicas/culturales. Cómo hacemos para:
- no quedar atrapados en una mera defensa de viejas conquistas populares sino avanzar en articular la lucha cotidiana contra diferentes expresiones del sistema de dominación con la proyección y construcción de una nueva organización de la sociedad como alternativa a largo plazo en pos de una futura ruptura revolucionaria.
- que nuestra propuesta vaya ganando influencia y que no quede en los márgenes de la política. No solo a partir de la crítica al sistema sino también en torno a aquellos valores antagónicos al neoliberalismo.
- combatir el contexto actual signado por la fragmentación y la precariedad. Identificando como el camino más prometedor el sostenimiento de organizaciones estables en el tiempo, con programas de largo plazo y lecturas de la realidad acordes.
En este sentido se torna urgente realizar propuestas programáticas de avanzada y proyección por encima de la meradenuncia. Como hemos señalado a lo largo del texto, el capitalismo generó el empobrecimiento de la gran mayoría de la población mundial, la clase política se muestraineficaz e incapaz de solucionar los problemas estructurales y sin ningún interés en salidas por fuera del capitalismo, dejando claro que son los sectores populares quienes tienen que encabezar una alternativa desde abajo y colectiva a la crisis. Entendiendo así que es necesario trabajar en la perspectiva de la construcción de un frente de clases oprimidas, que incorpore por pertenencia de clase a un conjunto complejo y amplio de sectores, que se encuentran en el campo de las relaciones sociales oprimidas y explotadas. El Frente de Clases Oprimidas marcauncamino de mayor articulación de las luchas y de una creciente incidencia y posibilidad de agencia de las clases oprimidas organizadas en los diferentes contextos.
LOS COMBATES DE HOY
A pesar del estado de situación antes descripto, no solamente los sectores sindicales, barriales y estudiantiles han logrado articular algunas iniciativas de resistencia frente al contexto de avanzada neoliberal. También, otras luchas y ejes reivindicativos transversales en nuestro país vienen mostrando que es posible articular discursos y prácticas antagónicas al sistema de dominación, que no solo logran instalar y ganar conquistas, sino que han llegado a grados de masividad importantes y que van a contramano de los procesos de dominación antes enunciados.
Este es el caso del feminismo, la lucha por los derechos humanos y algunas luchas ambientalistas y de pueblos originarios. En el primer caso, ya hemos desarrollado bastante esta temática (incluso abordando críticamente la institucionalización de una parte importante del movimiento), pero vale la pena acá subrayar algunos aspectos en torno a la cuestión de la noción de futuro, su carácter transgresor y su masividad.
La lucha feminista, germen de rebeldía
El feminismo ha logrado acumular décadas (o siglos) de lucha ideológica contra el sistema de dominación en su carácter patriarcal. Siempre ha estado ligado a expresiones de rebeldía, ya sea a partir de la irrupción de las mujeres en la escena pública y política como también de tácticas cargadas de desobediencia al mandato social imperante, señalando sistemáticamente allí donde cuesta reconocer la dominación. Incluso siendo masivo y teniendo arraigo, el feminismo es todavía poseedor de ese signo rebelde que hace que muchas mujeres que acordando con sus premisas no se reconocen como feministas ya que es símbolo de “extremismo” o “radicalidad”. Además, siempre ha sido un movimiento reflexivo y amplio que ha sabido albergar e impulsar sectores como el lgbtqia+, extendiendo sus propias fronteras críticas.
Es importante también destacar que, a la par de ganar reivindicaciones como la del aborto legal en plena pandemia, marca un horizonte de cambio positivo y posible. Son muchas las personas que creen que las próximas generaciones serán educadas en un marco de mayor igualdad de género, esto no es menor en términos de imaginario social.
A este respecto, sectores del feminismo han ido más allá, estableciendo propuestas de formas organizativas más democráticas y responsables. Así, planteos en torno a sostenibilidad de la vida, que abarca no sólo las cuestiones productivas y reproductivas en un sentido clásico sino también en relación al ecologismo de manera radical (y en vínculo con pueblos originarios). Si bien hay vertientes que no tienen en cuenta la cuestión de clase y del Estado como mecanismos de dominación, también es real que se encuentran en tensión hacia la interna del movimiento y que no está todo dicho en términos de disputa.
Autodeterminación de los pueblos y la defensa del ambiente.
Otro claro ejemplo de luchas y ejes reivindicativos articuladores de discursos y prácticas que ponen en cuestionamiento al sistema de dominación capitalista y sus formas de relaciones productivas y sociales que viene creciendo exponencialmente en los últimos tiempos es el de las luchas ambientalistas. Enormes movilizaciones a nivel nacional, regional e incluso en distintos puntos del mundo, vienen poniendo en agenda la discusión y el cuestionamiento hacia lo dañino del modelo de producción capitalista y la necesidad de repensar el impacto de nuestras acciones hacia el mundo en el que vivimos. Desde la contaminación del recurso más importante, y últimamente cada vez más escaso, como es el agua; movimientos en contra de la mega-minería, el fracking y la extracción de hidrocarburos; repudio hacia el uso de agro tóxicos y pesticidas, la pesca indiscriminada, la deforestación y venta de tierras a manos de empresariados privados. Los incendios y la destrucción de los humedales del Delta del Paraná y sus impactos directos en la armonía de los ecosistemas y su flora y fauna. Una enormelista de ejes reivindicativos y de luchas que se vienen gestando en el último tiempo, pero con una larga data histórica de repudio hacia las distintas formas de explotación del sistema de dominación.
La lucha y los discursos del fenómeno ambientalista pueden generar en los pueblos una identidad y un sentimiento de pertenencia colectiva, de conciencia colectiva que busca poner en cuestionamiento las actuales relaciones productivas. A pesar del intento de camuflaje retórico y propagandístico de sectores de derecha y del Estado mismo, la realidad deja al desnudo las constantes fallas y el poco interés de los sectores de poder en priorizar el cuidado del medio ambiente sobre las ganancias privadas.
Si bien entendemos que el movimiento ambientalista es policlasista, que no se puede encasillar hacia un determinado sector social, ya que es un movimiento muy heterogéneo, el mismo tiene como característica principal el ser un fenómeno de masas, de movilización de amplios sectores sociales, que hasta el momento ha tenido resultados diversos, en algunos casos logrando poner un freno a emprendimentos extractivistas puntuales y en otros, ganando legislaciones proteccionistas y procesos más institucionalizados que, en algunos casos, terminan siendo apagados con el tiempo, como por ejemplo la ley de humedales que sigue siendo encajonada y burocratizada por el Estado.
En Catamarca, Mendoza, Chubut, La Rioja, entre otros puntos importantes, las movilizaciones dejaron un precedente muy difícil de ignorar. Si bien son luchas articuladas en torno a proyectos concretos de explotación o de privatización de territorios, han sido capaces de organizar a pueblos enteros y oponerse mediante la acción directa a grandes monstruos trasnacionales. Aquí cabe destacar que han escapado de la lógica paralizante del centralismo, y han sabido sostener en el largo plazo sus reivindicaciones sobre la base del apoyo mutuo. Así se puede señalar que la resistencia ambientalista en Argentina viene enfrentando de manera directa la matriz económico-productiva del país, como es el capital extractivista.
En el caso de Rosario, la situación merece una reflexión especial. La movilización por la defensa de los humedales del delta del Paraná tomó fuerza durante el 2020 logrando llevar adelante importantes medidas de acción directa como cortes al puente Rosario-Victoria y acampes en la Plaza 25 de Mayo. Sin embargo, no ha logrado construir un anclaje multisectorial para sostener esa lucha, no pudiendo coordinar con sectores combativos locales, más allá de las expresiones de solidaridad de algunos sindicatos puntuales. Otra limitante se plasmó en la apuesta de varios sectores a los dictámenes de instituciones estatales (como el Concejo y el Ministerio de Ambiente) los cuales han ido marcando sus ritmos a las movilizaciones.
La lucha por la autodeterminación, el respeto cultural, el reconocimiento a la identidad, la lucha por el territorio y en contra del racismo de los pueblos originarios también tiene un rol importante dentro de estas luchas articuladoras, ya que en gran medida pone en cuestionamiento la forma de vida del capitalismo occidental, reivindicando otras formas de organización social. Aquí el aspecto transgresor reside fundamentalmente en el cuestionamiento al Estado como autoridad legítima de gobierno, Estado que se estructuro sobre el genocidio de estos pueblos, sobre la base de un modelo estructural eurocéntrico y agroexportador, y que lo desnuda como mecanismo de opresión, subsumiendo la lucha por la cuestión indígena a una doble opresión, la de oprimido por clase social y por pertenecer a un sector invisibilizado durante siglos, pero llega a triplicarse en caso de las mujeres y disidencias indígenas por pertenecer a la clase oprimida, de su rol como mujeres ante una sociedad patriarcal y por pobre en su condición de indígenas.
Las tácticas de acción directa y de enfrentamiento con las fuerzas de seguridad públicas o privadas, varían según la historicidad de cada pueblo y las colocan como frentes de resistencia, tanto urbanas como rurales. Sin embargo, un sector de las organizaciones indígenas han elegido la institucionalización como vía de visibilización, lo cual deja la resistencia a un costado, cayendo en lógicas de asistencialismo por parte del Estado, que dejan al desnudo los enormes problemas estructurales, habitacionales y la persecución policial que no logran solucionarse con programas de mínima asistencia económica y reubicación geográfica, recurriendo al hacinamiento. Queda en claroque solo a través de la organización colectiva y la lucha es la manera de lograr conquistas, frente a la avaricia y el negacionismo del estado capitalista.
Derechos humanos y pandemia, la misma respuesta represiva para los reclamos de las/os de abajo
La lucha por los derechos humanos en Argentina es un capítulo imprescindible de nuestra historia reciente. Desde tiempos de la última dictadura militar diferentes organizaciones fueron surgiendo para realizar una denuncia y combate al terrorismo de estado y los crímenes cometidos durante este período. En estas cuatro décadas es mucho lo que se ha logrado, en materia de condena y juzgamiento a genocidas y cómplices del terrorismo de Estado. Todo ha sido gracias a la lucha en la calle y la constante respuesta a los intentos de impunidad, como fue el reciente caso del 2x1 para los genocidas detenidos, o los apresurados pedidos de prisión domiciliaria en el marco de la pandemia.
Pero los juzgamientos a los crímenes de la dictadura no agotan la agenda de la lucha por los derechos humanos. Hoy en día hay una clara continuidad de la doctrina de “mano dura”, violencia y represión que no ha cambiado, a pesar de 40 años de retorno de la democracia. Más allá del repudio social y de movilización de los sectores populares, quienes sufren la violencia y la persecución policial todos los días, los discursos del gobierno nacional se alinea con el de la derecha opositora, donde “seguridad” se confunde con represión y militarización de los barrios, y no responde a las enormes desigualdades económicas, estructurales y sociales, no es casualidad que las cárceles estén todas llenas de pobres, mientras quienes roban, evaden, explotan y saquean desde sus lugares de privilegio gozan de la protección del Estado.
Según un informe de Correpi de Agosto del 2020 desde el momento de inicio del DNU de aislamiento preventivo obligatorio en todo el territorio Argentino, habían sucedido 92 asesinatos en manos de las fuerzas represivas. Entre ellos encontramos casos emblemáticos que causaron repudio y movilizaciones populares a nivel nacional, como la desaparición forzada de Facundo Castro Astudillo y la clara complicidad de la policía de Kicillof y Berni. Los violentos desalojos en Guernica, La Matanza y otros puntos del país. La desaparición forzada de Luis Espinoza en Tucumán. La continuidad de un modelo de criminalización y represión contra la protesta y las movilizaciones populares. Y los incontables casos de gatillo fácil que vienen de la mano con un armado político-judicial que garantiza la impunidad de las fuerzas represivas del Estado, como en los emblemáticos casos de Santiago Maldonado, Pichon Escobar, Franco Casco, Luciano Arruga o más cerca en el tiempo con Carlos Bocacha Orellano, Franco Cardozo, entre muchos otros.
Así también la persecución a la organización y protesta social continúa siendo un tema importante a considerar. Por señalar solamente un ejemplo podemos mencionar la criminalización de los 27 estudiantes de la Universidad de Córdoba que están siendo llevados a juicio. En una medida totalmente desmedida luego de la toma de la facultad, en el marco de movilizaciones por la defensa la Universidad Pública. Buscando con ello sentar un ejemplo que disuada futuros conflictos que se enfrenten a la agenda de ajuste y recorte en educación.
La situación en el resto de América es más compleja en materia de derechos humanos, debido a que las particularidades políticas, sociales, económicas de cada país llevo a distintas movilizaciones populares masivas y a protestas que derivaron en respuestas represivas y de terrorismo de Estado, tanto en Chile, como en Colombia y Ecuador. Imágenes de la represión directa y el uso de las fuerzas militares para detener de forma ilegal, reprimir y hasta asesinar a manifestantes recorrieron el mundo y generaron repudio; la fuerza de la organización popular logró la marcha atrás de algunas medidas económicas y políticas. Dejando un saldo escalofriante de asesinados, mutilados y presos (en Chile todavía hay hoy miles de presos políticos por las protestas).
Otro análisis merecen las situaciones en Cuba, Bolivia y Venezuela, donde las disputas políticas y la injerencia e intervencionismo del imperialismo norteamericano dejan al pueblo en medio, denunciando y repudiando hacia un lado u otro, violaciones en materia de derechos humanos, detenciones ilegales, represión, etc.
Lo cierto es que, a pesar de discursos progresistas liberales, la doctrina de la represión continúa siendo el principal mecanismo de control social en las democracias capitalistas, donde la prioridad del gasto público se ubica en el presupuesto para tecnificación, militarización y salarios para represión. Donde los principales slogans de campaña en un año electoral se centran en el pedido de fuerzas federales y el lema Bolsonarista del “paz y orden”. Donde los responsables políticos de desapariciones forzadas y asesinatos de militantes, trabajadorxs, estudiantes, ocupan cargos políticos y los genocidas y represores gozan de prisión domiciliaria y reducción de condenas.
Frente a esto, es nuestra responsabilidad mantener viva la memoria de cada compañero/a, mantener vivo el espíritu de rebeldía y de organización popular, mantener la lucha por la dignidad y la libertad de los/as de abajo, hacer frente a cada intento de avanzada represiva y reaccionaria, con organización popular, teniendo en claro que a los problemas causados por el capitalismo no los vamos a erradicar con policías, sino a través de la construcción de otra sociedad.
La penúltima sección del análisis se enfoca en lo ideológico-cultural. Partiendo de la noción de que existe una continuidad con alguna de las características que señalamos en análisis anteriores entorno al impacto ideológico-cultural del sistema capitalista en esta etapa neoliberal. Estas características se ven potenciadas en el contexto actual marcado por la precariedad y fragmentación que complica la capacidad subjetiva de definición de una identidad de clase. Esto supone grandes dificultades para establecer lazos y relaciones de clase estables que permitan la articulación de un programa político transformador a largo plazo. Signo de esto también es que los viejos ejes ordenadores de nuestras sociedades como son el empleo, la educación y el acceso a la salud no sólo son puestos en jaque por el neoliberalismo sino también por la pandemia. También se hace mención al impacto de la pandemia en el control social, incrementando la disciplina y represión en el marco de la sociedad de control contemporánea. Así mismo se aborda en el apartado el crecimiento de las derechas que se muestran a sí mismas tomando un lugar de rebeldía contra el sistema y jugando la carta radical mientras grandes sectores de la izquierda se institucionalizan de forma creciente, cayendo en el derrotismo y posibilismo.
Finalmente se realiza una mención especial a varias luchas y ejes reivindicativos transversales que en nuestro país, y en la región, vienen mostrando un importante dinamismo al articular discursos y prácticas antagónicas al sistema de dominación, que no solo logran instalar y ganar conquistas, sino que han llegado a grados de masividad importantes y que van a contramano de los procesos de dominación. En esa sección se realizará una caracterización de la lucha feminista, la pelea por la defensa del ambiente y la autodeterminación de los pueblos, y el combate en defensa de los derechos humanos de ayer y de hoy.
COYUNTURA INTERNACIONAL
El shock de la pandemia y sus efectos son difíciles aun de medir, tanto en lo que refiere al impacto económico, social y político en estos casi dos años así como la huella que dejará a largo plazo sobre lo que podríamos llamar la estructura del sistema social.
En nuestro país la pandemia viene a agudizar las desigualdades sociales y económicas ya existentes y podemos ver que lo mismo sucede a nivel internacional. Si bien a través de los flujos de la globalización, el covid-19 ha llegado a todos los rincones del planeta ha sido muy diferente la respuesta que ha dado cada país. Esto lo podemos ver por ejemplo en el registro sobre el desarrollo del virus, en las medidas de prevención, atención y asistencia social-económica en cada país. Sin embargo, hay puntos en común respecto de la necesidad de adaptar los sistemas de salud a la nueva situación, han aumentado las medidas de control social y se han resentido los sistemas económicos en cada lugar.
Ahora bien, este impacto diferenciado según las capacidades y condiciones de cada país no ha sido algo neutral o sobre una estructura estática. Las fuerzas políticas han procedido siempre para posicionarse a favor de sus intereses.
En el plano internacional vemos actuaciones a diferentes niveles. Por un lado, los distintos proyectos imperialistas han aprovechado la pandemia para reforzar su injerencia en las distintas regiones y tratar de erigirse como potencia dominante. En nuestro análisis de etapa de 2015 planteábamos un escenario de multipolaridad, sin una hegemonía fija de ningún proyecto imperialista sino con la emergencia de distintos polos como China, EEUU, Unión Europea y Rusia, y esto ha sido evidente durante los meses que llevamos de pandemia. De forma paralela también se registra el claro avance de imperialismo a escala regional como el de Israel y el resurgimiento de Turquía en sus proyectos expansionistas sobre pueblos como el palestino y el kurdo respectivamente.
En este marco, la competencia por lograr un liderazgo mundial se ve claramente. Por ejemplo, en un primer momento, la competencia en el manejo de la pandemia y el desarrollo tecnológico específico, envío de materiales (tests, barbijos, etc.) o dinero, entre otras formas. Recientemente, el congreso de EEUU, como iniciativa de Biden, ha aprobado el Titulado Plan de Rescate Estadounidense, paquete que equivale aproximadamente a la mitad del presupuesto federal de un año, y que busca a partir del estímulo del consumo interno favorecer la producción, por ejemplo, en nuestra región a partir de acuerdos comerciales y mayor extractivismo (como se puede ver a partir del aumento del precio de los commodities). Asimismo hay que hacer mención de la creciente injerencia de China en la región y su fuerte apuesta a acuerdos con nuestro país en materia de megaminería, energía (eléctrica y gasoductos) y la construcción de dos centrales nucleares. Como también el más resonante (y repudiado) acuerdo porcino con este mismo país para la instalación de granjas industriales de cerdos a pesar de ser bien conocidos los desastrosos efectos sanitarios y ambientales que acarrea esta modalidad de producción
Por otra parte, esta injerencia se ha reflejado en la carrera en relación al desarrollo de una vacuna como también a la distribución y acceso a la misma. Aquí la diferencia ha sido abismal entre países pobres y ricos (los países ricos en promedio tienen 5 vacunas por habitante, mientras que los pobres tienen en promedio 1 vacuna cada 10 habitantes). En este punto, podemos diferenciar entre países por su capacidad para: a) el desarrollo de una vacuna propia, b) la producción de las existentes y c) de lobby y dinero para la adquisición de las ya manufacturadas.
Aparecen también aquí los grandes ganadores en este contexto que son las farmacéuticas, monstruos económicos que han marcado el ritmo de las vacunas en muchos casos incluso poniendo en jaque –a través de la demora en la entrega de vacunas- a países desarrollados como fue para el caso de España, Italia y Alemania entre otros que están en litigios con dichas empresas.
Obviamente hay que diferenciar las vacunas desarrolladas por empresas privadas (las yanquis o inglesas) de las que han realizado los estados como Rusia, China o Cuba. En este sentido, las negociaciones han sido diferentes, en el segundo caso fue directa su utilización como herramienta para establecer o reforzar los lazos de dependencia. En el primer caso, ha sido más indirecto este uso estableciendo mecanismos de donación por parte de las adquiridas por el Estado o con cuotas de exportación, etc. Pareciera que ahora habiendo abundancia de vacunas en EEUU– en parte por la desconfianza de la población en inocularse- el gobierno plantea la necesidad de liberar las patentes de las mismas; postura que apoyarían varios países de Europa y Naciones Unidas. Esta cuestión no puede ser pensada por fuera del cambio de gobierno en dicho país, y que será abordado más adelante.
En este sentido, la ideología política de los distintos gobiernos ha influido en cómo se ha encarado la pandemia, más allá de sus capacidades o influencias, así hemos visto, por ejemplo, un negacionismo pro mercado en EEUU, Brasil, México e inicialmente en Inglaterra. También ha sucedido en países como Suecia, Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, entre otros; donde discursivamente se pone de relieve la defensa del estilo de vida y la responsabilidad individual de una “ciudadanía” aparentemente evolucionada respecto del resto del mundo.
Sin embargo, no podemos dejar de destacar que en todos los países ha habido medidas de control por parte del Estado que ha enfrentado reacciones en la calle de diversos grupos con influencias del mencionado liberalismo, como así también una heterogeneidad de sectores antivacunas, neofacistas, negacionistas y hasta conspiracionistas. En otro extremo, tenemos países como Corea del Sur o China, cuyas medidas de control poblacional han sido intensas pero también con el fin de resguardar ante todo el sistema productivo.
Aquí afloran aspectos más ideológicos-culturales que se han ido expresando a lo largo de esta pandemia. La falta de solidaridad, empatía, sentido comunitario en muchos casos latentes en las sociedades por la permeabilidad de la ideología neoliberal y, en otras, promovidas de forma deliberada por los mecanismos de dominación del Estado. La delegación hacia la responsabilidad individual –no colectiva- respecto del aumento de casos y muertos por parte de la clase política que han sido los reales responsables de tener sistemas de salud abandonados, privatizados o en el menor de los males ineficientes, está a la orden del día.
En resumen, podemos decir que el Covid-19 es un fenómeno sanitario sorpresivo aunque esperable debido a las condiciones de superpoblación, depredación del medio ambiente y condiciones de vida precarias. Ese factor de shock ha hecho que en el mundo globalizado haya impactado inicialmente en los mayores centros de comercialización y flujo de personas. Sin embargo, las propias estructuras del sistema de dominación -división internacional del trabajo y la producción, las desigualdades existentes y el imperialismo desplegado por siglos- han ido encauzando la pandemia para que se retome la normalidad capitalista. Es decir, que quienes más afectados estarán a largo plazo serán los países más pobres.
En cuanto al impacto económico, a priori se pueden ver algunos efectos de la pandemia. De manera general, podemos decir que casi todos los países entraron en recesión durante el 2020, con la excepción de China y Corea del Sur que lograron sortear el problema del covid-19 de forma más temprana. Es de esperar que en los países del llamado primer mundo, la recesión sea coyuntural y la recuperación sea inminente (ya se da en el caso por ejemplo de EEUU y parte de Europa). Algo muy distinto se estima para las regiones más pobres.
Asimismo, la mayoría de los gobiernos han incrementado su gasto público como consecuencia de haber salido a rescatar a la clase empresaria, por un lado, y a tratar de contener la conflictividad social producto del desempleo (que también ha crecido en casi todo el planeta), por el otro. En Latinoamérica, la “ayuda” gubernamental ha sido interrumpida o disminuida en lo que va del 2021, si además tenemos en cuenta que partíamos de contextos de mucha pobreza y desigualdad el escenario se torna más que preocupante.
Desde otra perspectiva podemos analizar quiénes han sido las empresas más favorecidas y los sectores económicos más afectados a mediano y largo plazo. En este sentido, en el primer grupo tenemos a las farmacéuticas, las grandes corporaciones tecnológicas (Zoom, Amazon, Netflix) y relacionadas al comercio electrónico, también las industrias químicas y de productos de higiene y limpieza. Entre los ámbitos más perjudicados tenemos el hotelero, de transporte aéreo y de turismo en general y el gastronómico.
Los sectores productivos, y en general las economías latinoamericanas que dependen más de la producción de materias primas que manufacturadas supeditadas al precio de los commodities (ya que son la entrada de dólares), que si bien ahora están en relativa alza por los estragos que va dejando el covid a nivel mundial, es bastante incierto su sostenimiento. En economías como la Argentina, con el alto nivel de inflación y endeudamiento, es muy difícil adelantar un posible escenario. Hay quienes prevén una recuperación de la construcción y la producción automotriz, pero no mucho más. En el país el modelo económico productivo extractivista y agroexportador no solo continúa fortalecido, sino que se profundiza en medio de un contexto de crisis social, económica y sanitaria, en este sentido no vemos una perspectiva a futuro de reconstrucción de la industria nacional y re-perfilamiento de los aparatos productivos nacionales.
A nivel financiero, para los países pobres será cada vez más difícil acceder a créditos y lograr pagar quienes ya están endeudados. Más a nivel estructural, entre las consultoras y grandes organismos económicos se viene hablando de un proceso de retorno a la regionalización de las cadenas de suministro. Esto es así ya que ha quedado en evidencia la vulnerabilidad del mecanismo de las cadenas globales de valor debido, principalmente al covid- 19, pero también por la crisis climática, medidas económicas como el Brexit y las disputas entre las dos mayores potencias comerciales, Estados Unidos y China.
Antes las cadenas estaban optimizadas para entregar rápido y con los menores costos posibles, aunque esto no se adaptara rápidamente a los altos cambios en la demanda. Esta poca flexibilidad de las cadenas a nivel global las fue obligando a migrar poco a poco de un modelo globalizado a uno regionalizado. Es de esperar, entonces, que los centros logísticos resurjan a nivel regional, las empresas buscarán proveerse, ensamblar y entregar dentro del mismo mercado para eliminar la dependencia de un sólo proveedor y tener una cadena de suministro más flexible y capaz de adaptarse a los cambios de la demanda. Esto puede implicar el cierre de miles de puestos de empleo en un lado y la apertura de los mismos en otras regiones.
Cabe resaltar que mientras las fronteras se cerraban y la circulación se restringía, ante la dependencia de estos centros globales de suministros se abrieron el tráfico para dos ítems esenciales: los productos sanitarios y los alimentos. Lo cual ante la urgencia, y el fantasma del desabastecimiento, se hizo sin establecer protocolos serios, exponiendo a los trabajadores de estos sectores a la enfermedad.
Otra consecuencia de tipo estructural, y que empalma con procesos previos, es una mayor tecnificación, digitalización y modalidad de teletrabajo; lo cual como ya sabemos va de la mano de mayor desempleo, flexibilización, precarización laboral y ataque a la seguridad social. Detrás de esto uno de los principales objetivos de los sectores dominantes es acabar con la sindicalización y los Convenios Colectivos de Trabajo en aquellos países que aun los poseen. Es aquí, donde la pandemia jugó un rol de acelerador del proceso de flexibilización laboral que se venía instalando desde hace unos años, así los distintos experimentos en la región en cuanto a reforma laboral o “modificaciones” laborales buscan desligar las responsabilidades patronales sobre los derechos adquiridos hasta el momento por la lucha de las y los trabajadores.
De esta forma se fue instalando la figura del emprendedurismo, el monotributismo y la tercerización del empleo, buscando no solo la eliminación de los Convenios Colectivos de trabajo sino además establecer una división entre los trabajadores a modo de borrar todo intento de organización en pos de mejorescondiciones de trabajo. De esta manera, además de instalarse una imagen negativa sobre los sindicatos se comienza a desdibujar la realidad de las necesidades de las y los trabajadoras/es que se encuentran registradas/os como “privilegiadas/os” por conservar mayores derechos y seguridad social que el resto.
Al margen de la pandemia
Previamente y en paralelo a la pandemia han surgido dos fenómenos de relevancia que debemos incluir en el análisis.
El primero se relaciona con la gran capacidad de respuesta popular a través de la acción directa reflejado en grandes movilizaciones en rechazo al aumento de la miseria, a la carestía de la vida, del desempleo, a las políticas extractivistas y al aumento de la represión. Esto sucedió durante los últimos años en Latinoamérica (Colombia, Chile, Perú, Bolivia, Guatemala, Paraguay, Ecuador, Puerto Rico, Haití, entre otros) y en otros lugares del mundo como el sudeste asiático (Indonesia, Myanmar).
En cuanto a lo que sucede en Latinoamérica, podemos decir de manera general que hay un agotamiento de los sectores populares con las clases políticas -cuya función autoproclamada se centra en resolver los problemas sociales- producto del desmanejo social y sanitario durante la pandemia como también de problemas persistentes anteriores.
Vale destacar especialmente las puebladas en Chile y en Colombia, como el resultado de una reacción al sistemático proceso de acumulación de políticas de ajuste y represión; que de forma de estallido irrumpen la coyuntura nacional. Es de considerar el rol fundamental de las organizaciones sociales que ante escenarios de aparente espontaneidad, dan continuidad a las luchas en el tiempo. Sin embargo,queda por ver cuánto de esto será encauzado por la institucionalidad y cuanto generará mayor organización y fuerza en el abajo. Por ejemplo, en el caso de Chile, podemos ver que fue un proceso surgido de una aparente espontaneidad, como explosión de descontento por las condiciones de vida de los sectores populares, logrando mantener la movilización callejera durante meses, pero encontrando una canalización institucional con la Constituyente, y viéndose interrumpida por la llegada del coronavirus (aunque en algún grado las manifestaciones continuaron en paralelo al avance de la pandemia en este país). Pero desde ya se puede visualizar el límite real que estos acontecimientos ponen al avance de los de arriba.
Diferente, aunque importante, fue lo sucedido en Bolivia a partir del golpe cívico-policial, que llevó al exilio de Evo Morales durante el 2019. La toma de las calles de los sectores populares tuvo que ver más con un rechazo a los golpistas que a la clase política en general; aunque en los últimos años fue perdiendo apoyo debido fundamentalmente al avance de las políticas extractivistas y el desgaste propio de sostenerse en el poder.
El segundo fenómeno tiene que ver con movilizaciones populares en grandes potencias como las que se dieron contra el racismo en EEUU y contra el sistema político en el caso de Rusia. En cuanto al primero, desde la guerra de Vietnam que no se daban este tipo de movilizaciones generando inestabilidad política y social en el país modelo de “la democracia” mundial. El “blacklivesmatter” obligó a relegar parte de la agenda internacional –como por ejemplo el intervencionismo sobre Venezuela- para poder atender los problemas propios. A estas grandes manifestaciones que hicieron temblar a Trump (con el ejército en las calles y miles de detenciones), lo sucedió algo impensado como fue el intento de golpe de sectores reaccionarios partidarios del presidente en el marco de una acusación de fraude electoral hacia Biden.
En el caso de Rusia, durante los últimos meses también se han sucedido acciones de protesta contra las políticas autoritarias de Putín, en un contexto de cientos de presos políticos en su mayoría militantes populares. Otro claro ejemplo de resistencia popular es el de Myanmar, donde la gente salió a manifestarse contra el golpe de Estado durante semanas enteras.
Estasmanifestaciones, aunque disimiles, expresan la situación de opresión hacia el interior de las grandes potencias (en el caso de Rusia y de EEUU) que en general las vemos operando sobre otros países. Y además, queda al descubierto el poco margen de acción de los sectores populares que deben enfrentar la inmediata represión y cárcel.
Podríamos inferir en el caso de EEUU que un recambio de poder hacia el partido demócrata, a partir de la asunción de Biden – mostrándose incluso victorioso ante el intento del golpe-, busca mostrar una cara amigable y fortalecida del país ante el resto del mundo. Como decíamos más arriba las acciones en torno al coronavirus también van en este sentido, así como también la vuelta de la agenda medioambiental.
Queda aun en suspenso cual va a ser su política exterior en términos de intervencionismo, que en principio se visualiza distinta a la de Trump. Este último fue menos diplomático, su principal herramienta política fue Twitter y encabezó grandes políticas proteccionistas. Así tenemos en su haber de manera general un repliegue en cuanto a la injerencia en distintos lugares del mundo (incluido América Latina con excepción de Venezuela, Cuba y Nicaragua), una mayor confrontación con China –incluso utilizando despliegues militares- y asesinatos de líderes en el Medio Oriente (sin un contexto que les dé coherencia dentro de los parámetros estadounidenses). Podríamos decir que su preocupación estuvo centrada más en “defender” a su público votante a través de dos ejes fundamentales: el proteccionismo económico y la lucha contra la inmigración (recordemos los miles de millones de dólares destinados a la construcción del muro en la frontera con México y los campos de detención de inmigrantes ilegales).
En contraposición, Biden ha articulado un discurso más progresista respecto de los inmigrantes, hasta prometiendo el otorgamiento de ciudadanías a cientos de migrantes que habitan los estados unidos y la suspensión de los acuerdos de cooperación de asilo. También ha retomado la retórica –aunque vaga- vinculada al liderazgo estadounidense, el respaldo a los aliados y la crítica a “los abusos de derechos humanos” en el extranjero. Muchos de sus asesores de campaña respecto de este tema son conocidos por sus posturas intervencionistas (incluso más relacionadas a Bill Clinton que a Obama); por lo que todo hace suponer que nos encontramos en un retorno a la política típica estadounidense pre-trump, aunque con algunos retoques. El presidente ha anunciado por un lado su participación en la próxima reunión de OTAN que se realizará en Junio donde “reafirmará el compromiso de Estados Unidos con la misma, la seguridad transatlántica y la defensa colectiva”; al mismo tiempo que anunció la retirada en Afganistán después de dos décadas de ocupación.
Para América Latina vemos que se ha incorporado a su agenda asuntos políticos respecto de Colombia, Honduras, Guatemala, El Salvador y una revisión de las sanciones a Venezuela con el objetivo de encarar una nueva estrategia con dicho país (supuestamente en busca de una “solución negociada”).
Otro punto a tener en cuenta es que lo que sucede en EEUU en términos de resistencia popular, como fue el caso de la lucha contra el racismo, genera un impacto favorable hacia otros lugares del planeta. La resonancia de esta lucha en Europa, así como en Latinoamérica, especialmente en Brasil ha sido notoria.
Rosario y su rol dentro del esquema imperialista
Los intereses del imperialismo siguen reflejados a nivel local en el control de una eficiente salida de materias primas (extraídas en distintas zonas del país como minerales y cereales) a través del puerto de Rosario y la hidrovía del Paraná. Es un punto del engranaje que se puso en marcha desde principio del siglo XXI en el marco del plan IIRSA, que implicó obras que arrasaron con zonas protegidas y comunidades a lo largo de Sudamérica.
También nuestra ciudad es polo comercial dentro de la región pampeana, productora de alimentos por excelencia en nuestro país, y epicentro del modelo productivo de la Argentina designado como uno de los “graneros del mundo” para los intereses Norteaméricanos, Chinos y la Unión Europea.
En consonancia, tienen oficinas varias poolesde siembra, aceiteras y empresas de tecnología agropecuaria como Bioceres, Monsanto y la ex Nidera; la primera de éstas destacada este año por cotizar en la bolsa de EEUU con apoyo del gobierno a través del Conicet (órgano que ha mantenido su política de apoyar este sector de investigación independientemente de los signos de distintos gobiernos).
Otro aspecto fundamental es que es una de las ciudades más importantes dentro del reservorio de agua dulce y pulmón de la región que significan los humedales de las islas que se extienden desde el noreste del país hasta Capital Federal.
El cordón productivo de la zona del Gran Rosario se monta sobre estos tres ejes, siendo su principal industria manufacturera la alimenticia, seguida por la automotriz y la química. Sin embargo, es bastante inferior a lo que se produce a nivel industrial en el AMBA o Gran Córdoba.
Todo esto configura una zona de cierta importancia dentro del marco regional y nacional a la hora de, por un lado, medir el impacto de la pandemia y las decisiones de los proyectos imperialistas, y por otro, para pensar sectores estratégicos de lucha sindical, ambiental y política.
COYUNTURA POLÍTICA Y ECONÓMICA: DEPENDENCIA Y CONTINUIDAD DEL MODELO NEOLIBERAL
El contexto de turbulencias económicas y políticas, y los grandes niveles de desigualdad a nivel mundial, agravados aun más por la pandemia y las posibilidades de dar respuesta de cada Estado, dependiendo de la posición que ocupen dentro de las relaciones de dominación capitalista, tienen su correlato directo en la actualidad económica, política y social de la Argentina. Tras cuatro años del gobierno de Cambiemos, enmarcado en un período neoliberal, con matices entre el liberalismo político, el discurso asistencialista de centroderecha y un fuerte aparato represivo que buscó mantener el "orden social", el rol del Estado desde 2020 se centralizó en políticas asistencialistas y focalizadas que buscaron apaciguar el malestar social por los altísimos niveles de desigualdad, la desfinanciación a sectores esenciales como ciencia, salud, tecnología, educación; priorizando la especulación financiera y el empoderamiento de los sectores empresariales, con respuestas represivas para imponer políticas de hambre, ajuste,
endeudamiento y criminalización de la protesta.
Las expectativas y esperanzas de una parte importante de los sectores populares que apoyó electoralmente un armado político de lo más heterogéneo, una retórica discursiva en favor de la distribución de la riqueza y del empoderamiento popular, y planteándose como único modelo antagónico a la desigualdad social y las políticas de hambre y endeudamiento que significó el Macrismo, terminó llevando al Frente de Todos al poder.
La resistencia, la lucha y la organización contra las políticas de ajuste que se vieron reflejadas en varios paros, movilizaciones, tomas de universidades y medidas de fuerza entre sectores estudiantiles, sindicales, docentes, movimientos sociales, organismos de derechos humanos, etc., hasta el año 2018, tuvieron un gran decrecimiento durante el año electoral y se profundizó la posición expectante de muchos espacios durante el primer año del gobierno entrante.
Los discursos de gobernabilidad, democracia institucional y el fantasma instalado por todo el arco oficialista de la "vuelta del Macrismo" en la campaña de “Reconstrucción Argentina”, sumado a la llegada de una situación excepcional y la posterior crisis sanitaria que trajo consigo la pandemia del Covid-19, dieron un tiempo de tregua a nivel político y social al gobierno de Alberto Fernández, quien buscó la conciliación con los distintos actores políticos, económicos y sociales para lograr esa gobernabilidad esperada, sin romper con las relaciones estructurales impuestas por el sistema capitalista.
Rápidamente se pudieron identificar alianzas y búsquedas de conciliación con sectores financieros y empresariales, el apoyo incondicional y la complicidad de numerosos burócratas sindicales, el acercamiento a los grandes productores agropecuarios y terratenientes de la mesa de enlace, corriente de opinión favorable de los medios de comunicación hegemónicos y la constitución de la coalición gobernante a partir de sumatorias y alianzas
–en muchos casos volátiles- con personajes impresentables de la historia reciente, como Eduardo Duhalde, Felipe Solá, el finado Carlos Menem y Omar Perotti o Gildo Insfrán y los recientemente incorporados al gobierno Anibal Fernández y el católico ultramontano Juan Manzur, entre otros.
Se podría decir que desde el primer año de gobierno de Alberto y Cristina existe quizás una sensación de falta de planificación a partir de esas alianzas políticas endebles, a diferencia de gobiernos peronistas anteriores. Esto quedó en evidencia puntualmente con el quiebre público –culebrón de por medio- entre Cristina y Alberto luego de las PASO 2021, donde luego de la estrepitosa derrota electoral, distintos actores del PJ y el kirchnerismo se posicionaron críticamente o como apoyatura a la figura de Alberto. Por un lado aquellos espacios políticos provenientes de la ex Unidad Ciudadana, se encolumnaron públicamente atrás de La Cámpora y de un “planteo crítico” hacia las medidas económicas del Gobierno, el mismo que pergeñó Cristina y que fue aplaudido como una jugada magistral por la militancia de las fuerzas tradicionales. Por otro lado, al lado de Alberto, quedaron varios gobernadores, la cúpula de la CGT, y organizaciones sociales aliadas al Movimiento Evita. Si bien no podemos hablar de una ruptura total de la coalición de Gobierno, sí comienzan a aflorar en cambio matices sobre el modo de relacionamiento y los planes de pago de la deuda al FMI, así como los posibles proyectos de “renovación” de cara al 2023, que tienen como exponentes a figuras como Massa, Máximo o Kicillof entre otros.
Por último, se hace evidente como la oposición reaccionaria encabezada por Larreta –no sin internas hacia dentro y fuera de la coalición de Cambiemos- ya muestra los dientes de un proyecto que pretende volver a gobernar en 2023 con las mismas recetas de siempre.
En el plano económico, como habíamos indicado allá por mayo de 2019 en la posición de coyuntura “Fernández x2”, estaba más que claro que el Gobierno nacional no venía a modificar la matriz productiva del país. Como mucho, y luego del desguace macrista, se esperaba la vuelta a una reactivación económica a partir de una estimulación del consumo interno con emisión monetaria. Pero los planes de acuerdo con el FMI, y el cumplimiento de las exigencias, no estaban para nada en discusión. El principal gesto político que quiso dar el Gobierno fue el comienzo de una relación aparentemente “tensa” de negociación, lo que luego dio paso a ceder y apuntalar el modelo con la irreal expectativa de cumplimiento de plazos, para dar lugar finalmente al pago de intereses de una deuda completamente ilegítima, garantizando la impunidad de los históricos responsables políticos que se llenaron de fortunas mediante la fuga de capitales.
Pero una de los puntos más graves del asunto tiene que ver, no solo con la ausencia generalizada de medidas de rechazo de una parte importante de las organizaciones populares y sindicales, sino peor aún, con la venia de la cúpula de la CGT -tras una reunión que mantuvieron con los enviados del FMI- argumentando que en realidad “el Fondo viene a ayudar a la Argentina”.
Al día de hoy, todas las promesas de campaña cayeron en sacos rotos, con una deuda nacional que ya supera los 46 mil millones, mas de 3,8 puestos de trabajo perdidos y una pérdida salarial de al menos un 40%.En otro orden, la falsa dicotomía planteada tanto desde los sectores empresariales como desde el gobierno, sobre priorizar la economía o la salud respectivamente, en un contexto de crisis social y sanitaria, que afecta en magnitudes completamente diferentes a los sectores populares y las clases acomodadas, fue rápidamente desestimada por la realidad social que vivimos en todo este tiempo los de abajo.
A contramano de su discurso proteccionista, distributivo y de reconstrucción del aparato productivo, el Ggobierno nacional intervino con políticas asistencialistas, dándole continuidad al mismo modelo de “ayuda social” de las últimas décadas. El gasto público se concentra en brindar alguna ayuda mínima y mal distribuida a algunos sectores castigados por el hambre y la desocupación, y que no transforman ninguna realidad económica y social. La cual está signada por la dramática pérdida de puestos de trabajo, una inflación de más del 50% interanual -que hace imposible garantizar la comida de un hogar día a día-, crisis habitacional -en un contexto donde la única posibilidad de acceso a una vivienda es a través del alquiler y que cada vez se hace más difícil de sostener- y niveles de pobreza, indigencia y desempleo estructural que crecen cada vez más, a tal punto que pasan a ser mostrados nada más que como una estadística y una realidad inevitable en un contexto de crisis.
La discusión economía-salud también es manejada con un cinismo muy descarado, conociendo el sistemático desfinanciamiento de los últimos años del sistema de salud pública, se optó por darle prioridad a los intereses de los sectores empresariales y capitales privados. No se cuestionó ni se modificó estructuralmente las bases de un modelo productivo sostenido por el extractivismo, la megaminería y las retenciones a la agroexportación, con una "distribución de la riqueza" entre los de arriba. Para la clase política en su conjunto es prioridad sostener la ganancia de los más ricos, “de los que invierten”, del empresariado, con la esperanza de que en algún momento llegue a los/as de abajo. Mientras los de arriba buscan achicar los gastos patronales, recortar cada vez más derechos laborales, flexibilizar condiciones de trabajo y continuar con paritarias por debajo de la inflación, el salvataje económico es siempre para los mismos.
Lo positivo es que los actores políticos institucionales no son los únicos que toman un rol significativo en la coyuntura actual. Aun en un contexto de desmotivación y derrotismo se pudo ver la resistencia organizada del sector gremial de la salud pública para dar respuesta a la pandemia, en fuerte contraste con el sector gremial privado que brilló por su ausencia. A pesar de los intentos de algunos sectores que buscan mantener la fragmentación y la individualización de la sociedad para garantizar las relaciones neoliberales, hubo muchísimos gestos de solidaridad, organización y lucha desde abajo, que buscaron cuestionar las distintas formas de opresión y reivindicar la dignidad de los sectores populares.
Acción directa popular en este tiempo
Desde la organización y la lucha de cientos de familias sin hogar que se enfrentaron a la represión del Estado, en defensa del derecho a una vivienda en Guernica, la Matanza y otros puntos del país, donde quedó expuesta la nefasta figura del represor Sergio Berni y la voluntad política del Estado en defender la propiedad privada de las clases acomodadas y mantener un modelo de represión y "mano dura" contra los sectores populares. En Catamarca, Mendoza y Chubut, se dieron enormes movilizaciones en contra del fracking y la contaminación del agua, en Chubut particularmente sufrieron un fuerte choque con la patota sindical del petrolero Ávila con el apoyo del gobierno del Frente Renovador encabezado por Arcioni. La organización y las acciones de lucha de distintos sectores de trabajadores que pelean por un salario digno, la defensa de los puestos de trabajo y mejores condiciones, se vio protagonizada por aceiteros, docentes, químicos, choferes y trabajadores de la salud, por nombrar algunos espacios que priorizaron la acción directa por encima de los intereses de las burocracias sindicales condicionadas por agendas político-partidarias dentro del Estado.
Además, en el campo de la resistencia y la organización popular que pone en cuestionamiento los discursos reformistas institucionales y las relaciones de dominación y opresión capitalista, se destaca un repudio y un accionar directo en contra de la destrucción y el saqueo de bienes comunes, la megaminería, el extractivismo, el fracking y el uso de agrotóxicos. También se pudo sentir un repudio total a las medidas del gobierno que fueron en contra del bolsillo de los monotributistas, lo que obligó a dar marcha atrás esos ajustes.
Extractivismo una constante intrínseca al capitalismo
El gobierno del Frente de Todos asumió en el año 2019 con un discurso de defensa de la soberanía y un proyecto ambientalista, con un ministerio que se autodenominaba "verde". A pesar de esto, rápidamente se pudieron traslucir distintos gestos políticos que no avistaron una transformación del modelo productivo y económico nacional basado en el extractivismo y la exportación agropecuaria, sino todo lo contrario. Lo cierto es que una sorpresa sería avizorar un modelo de Estado capitalista con una perspectiva disruptiva con la explotación natural, ya que en sí mismo, el modelo capitalista, se sostiene y reproduce con la explotación y el saqueo de bienes comunes, contaminación del agua, apropiación de tierras y explotación de cuerpos y su fuerza de trabajo. Ningún tipo de democracia capitalista, a lo largo de la historia argentina, pudo ni mostró interés en romper con las relaciones de dependencia imperialistas, que fueron simplemente alternando en hegemonía dominante entre un Estado y otro, desde el imperialismo yanqui, hasta el actual fortalecimiento de las "relaciones bilaterales" con China y Rusia. El Frente de Todos no es la excepción, a pesar de sus intentos de camuflaje discursivo.
Este arte de fingir también se vio cuando se puso en debate la sanción del ineficiente e invisible "impuesto extraordinario a las grandes fortunas", que aparentaba ser un ejemplo redistributivo y de empoderamiento hacia los sectores populares frente a la acumulación obscena de riqueza de las minorías, y que significó simplemente un tímido pedido de aporte mínimo, por única vez. La recaudación se destinó al pago de los intereses de la deuda con el FMI y el financiamiento de la explotación de hidrocarburos a través de YPF, en una disputa histórica de intereses económicos en Vaca Muerta entre grupos concentrados y el Estado. Se hace evidente que la prioridad es sostener el modelo económico por sobre el cuidado ambiental y la salud del pueblo.
En el año 1996, de la mano del entonces ministro de agricultura Felipe Solá, Argentina habilitó el uso de transgénicos y pesticidas en el campo, apostando a un modelo de producción de alimentos cancerígenos y la fumigación con agrotóxicos, contaminando y exponiendo la salud de miles de familias rurales. En la actualidad, a pesar de cientos de informes internacionales que demuestran las consecuencias del modelo de producción de vanguardia de Monsanto, el gobierno nacional sigue apostando a fortalecer y beneficiar económicamente a los pooles de siembra y al empresariado privado que negocia con el esparcimiento del cáncer y la destrucción de la tierra. En el año 2020, Felipe Solá, tras solo medio año de gestión y en plena cuarentena, autorizó importar 32 millones de litros/kilos de insumos para la producción de agrotóxicos inmunosupresores, con el único objetivo de beneficiar a las corporaciones del agronegocio y asegurarles las ventas de formulados comerciales para que continúen durante el aislamiento social obligatorio en las fumigaciones, las cuales a su vez, fueron declaradas actividad esencial.
La destrucción de la flora y la fauna en la región del delta del Paraná, producto de los enormes focos de incendio en la zona de Islas en Rosario, Entre Ríos y que se replicó en la mayoría de las provincias argentinas, tuvo consecuencias devastadoras a nivel ambiental para nuestro país, con más de 300 mil hectáreas arrasadas por el fuego y con seguridad por la codicia del empresariado terrateniente y el negocio inmobiliario. Para los especialistas todavía es difícil calcular el enorme daño ambiental y sus consecuencias producto de la destrucción de la flora y la fauna de los humedales. El daño en la biodiversidad, con cientos de especies animales al borde de la extinción y una flora transformada en un desierto carbonizado, representan lo dañino, destructivo e inconsciente que es el modelo capitalista, el cual continúa con avaricia, destruyendo todo a su paso, solo para incrementar su ganancia.
La organización y solidaridad popular vinieron de forma inmediata; fue la lucha de los colectivos de vecinos, vecinas, organizaciones y bomberos/as voluntarios/as, quienes dieron la batalla contra el fuego y repudiaron la complicidad y la falta de actuación del Estado, que no aportó presupuesto, sin buscar a los responsables materiales y políticos, dándole vía libre al empresariado para continuar con la devastación ambiental. Asambleas, cortes de ruta, corte al puente Rosario-Victoria, festivales, recaudación de fondos, muchas expresiones de organización, como por ejemplo Sindicatos por el Ambiente en 2020, se gestaron en defensa del cuidado de los humedales y las tierra y en repudio al enorme daño que generan el negocio inmobiliario y el modelo agroexportador.
La hidrovía y el imperialismo ¿Y nuestro anarquismo que dice al respecto?
Otra de las disputas de significativa relevancia para el futuro del modelo productivo argentino y en particular a nuestra provincia, es el del fin de la concesión y la propuesta de estatización de Hidrovía SA. El 30 de abril de 2021 venció la concesión de los servicios de dragado y señalización de la llamada Hidrovía Paraná-Paraguay, que nuclea los ríos Paraguay, Paraná y el rio de la plata, y por donde se centraliza el mayor caudal de comercio agroexportador. A través de la hidrovía navegan la mayor cantidad de barcos y buques que transportan la exportación del país y de Paraguay, Brasil, Uruguay y Bolivia (4500 buques por año). Es un medio de circulación y transporte de mercadería y comercio nacional de vital importancia en la economía argentina, donde se transporta desde productos y materia prima del campo, hasta gas natural, petróleo y productos refinados.
El mantenimiento, dragado y señalización de la hidrovía pasó a ser de carácter privado desde el año 1995, durante el gobierno de Menem, estando hasta este año en manos de Hidrovía SA, teniendo la potestad de cobrar un peaje por tonelada circulada y generando una ganancia de 300 millones de dólares anuales para capitales privados, sosteniendo el control privado de los puertos y el control del comercio exterior del país. Es decir, que a pesar de un modelo económico basado en la producción y exportación de productos de la agroindustria, toda la circulación y el comercio están regulados por empresas privadas que acumulan riquezas por millones de dólares mensuales, mientras familias no tienen garantizada la comida de todos los días. Y debido a la falta de regulación y de controles por parte del Estado, muchísima de la producción que se exporta, se hace en negro, garantizando aun mayores ganancias y la posibilidad del contrabando.
Otra de las consecuencias de la hidrovía es su impacto social y ambiental, debido a la adaptación de los ríos, el dragado constante para permitir la circulación de barcos y buques cada vez más grande con mayor cantidad de toneladas de productos para la exportación, cuyas consecuencias se derivan en las constantes inundaciones de ciudades portuarias, siendo afectados directamente el equilibrio dinámico de los humedales que regulan los picos de crecidas de los ríos y de sequía, donde las bajadas de los ríos son muy pronunciadas, los humedales mantienen el equilibrio de los ecosistemas.
Es decir, la explotación constante de la hidrovía Paraná-Paraguay para el negocio de la exportación viene beneficiando únicamente a pocas empresas privadas, como Cargill, Benneton, Vicentin, etc., y solamente deja un impacto y una destrucción ambiental irreparable a nuestro país y una desigualdad social y económica cada vez más marcada. La injerencia de capitales extranjeros que continúan con la acumulación de riquezas a través del saqueo de recursos y materia prima y la dependencia económica.
El discurso oficialista y progresista hace uso de estas cuestiones de denunciar la acumulación y el saqueo de recursos de capitales privados, apelando a una retórica de soberanía nacional, intervencionismo y fortalecimiento del Estado, pero nunca cuestionando el modelo de producción, de extractivismo y desigualdad, tampoco cuestionando el impacto ambiental y las alternativas a los enormes daños generados por el actual modelo productivo. Nos preguntamosqué tan significativo seria el cambio a una regulación estatal. Por nuestra partedesde el anarquismo organizado proponemos una alternativa desde abajo: una gestión pública (no Estatal) con participación directa de organizaciones populares (ambientalistas, gremiales, vecinales) que decidan no solamente la cuestión económica sino también con miras a lo socioambiental.
Las izquierdas en este contexto
La izquierda partidaria de la oposición, enmarcada en las distintas facciones del trotskismo, basa su militancia en una actitud constantemente denunciativa y corriendo siempre por detrás de la agenda del oficialismo kirchnerista. Mientras los espacios de las nuevas expresiones de derecha mucho más reaccionarias y nefastas vienen ocupando las calles con marchas, cooptando a muchos espacios sociales con discursos pro patronales y en defensa de la "libertad", que mezcla liberalismo, con nacionalismo y cuestiones conspiranoicas, la mayoría de los partidos de izquierda hacen su propio juego en la disputa electoral, intentando sumar imagen positiva a través de sus constantes denuncias y críticas al oficialismo, pero no acumulando ni apostando a la organización colectiva horizontal, sin mucha incidencia ni participación en instancias de base, en las fábricas o en los barrios, sino más bien yendo detrás de los distintos conflictos que se dan en el momento, buscando hegemonizar y acumular su militancia, hasta que se agota el conflicto.
Si bien es cierto que no podemos negar la participación de las distintas facciones del trotskismo en las luchas, como el PTS, el PO, etc., en distintas movilizaciones a nivel nacional en contra del gatillo fácil, por la desaparición de Facundo Castro, en la multisectorial por los humedales, en los desalojos en Guernica, contra la megaminería en Chubut, etc., pareciera que todas sus participaciones son una búsqueda de acumulación política-partidaria, canalizando los conflictos hacia un personalismo y una disputa directa con el kirchnerismo y no con una perspectiva de empoderamiento popular, de acompañar los procesos de lucha y organización.
Estamos en un momento de mucha pasividad y de inactividad de los espacios combativos, se promociona mucho al sujeto autoconvocado o ciudadanista con una proyección política superficial o nula. En este sentido, vemos con alarma la pérdida de interés que en muchas ocasiones mostró parte de la izquierda troskista en fortalecer los sindicatos. Como ya hemos señalado el foco de su atención viró a la estrategia electoral, y en cuanto a las movilizaciones y organizaciones esto lleva a una apuesta a construir espacios autoconvocados, especialmente en el caso de los precarizados (docentes reemplazantes, contratados estatales, etc.) jugando una peligrosa maniobra con el único fin de fortalecer las referencias partidarias pero sembrando desorganización y aportando a los discursos anti-gremiales. En este sentido, para importantes sectores de la izquierda, hoy parece que todas las disputas de poder se dan desde los espacios institucionales y electorales, dejando la acción directa y las calles en un segundo plano. Si bien el contexto de pandemia no ayuda, hay muchísimas razones para seguir apostando a la militancia de base, a la organización horizontal, al empoderamiento popular y la acción directa, por fuera de las lógicas partidistas y electorales.
COYUNTURA IDEOLÓGICA/CULTURAL: UNA PANDEMIA A LA MEDIDA DEL NEOLIBERALISMO
Para el análisis de coyuntura atravesado por la pandemia respecto de esta esfera, nuestro esfuerzo está abocado a repasar el contexto donde aparece este fenómeno y establecer posibles tendencias u orientaciones en que pueden producirse sus efectos en términos culturales/ideológicos.
Una primera hipótesis, que es compartida a nivel general por la sociedad, es que el covid-19 viene a reforzar aún más las desigualdades. Sin embargo, tenemos que poner el foco en poder entender cómo se da este proceso para así adecuar nuestra práctica política en función de ello.
Más fragmentación y precariedad
En nuestro primer congreso caracterizamos a esta etapa del sistema capitalista como neoliberal. Esta etapa ha configurado nuevos modos de vida signados por la precariedad como la norma que rige y configura la vida de las personas. La precariedad no se ciñe a una porción de la población sino que es una característica general en el neoliberalismo e implica una forma de gobierno de la población, se gobierna sobre la incertidumbre y su consecuente inseguridad.
Sin embargo, la precariedad no es igual para todos sino que se produce un reparto de la inseguridad con arreglo a las relaciones de desigualdad, es decir que es una cuestión de clase. El sistema de dominación asegura la protección solo de algunos frente a la condición existencial precaria. Es decir, que se produce un reparto diferencial de la precariedad a través de distintos mecanismos (políticas gubernamentales focalizadas, flexibilización laboral, sistema jurídico y de seguridad discriminatorio, etc.). De esta manera, el proceso de normalización de la precarización no significa la igualdad en la inseguridad, muy por el contrario se refuerzan las desigualdades.
Cabe destacar que mientras antes la seguridad frente a esa precariedad general o existencial venía de la mano de las relaciones sociales, comunitarias, familiares, hoy en día ha ido desplazándose hacia la idea de que cada uno debe auto gestionarse la propia seguridad.
Las distintas modalidades de precarización –no solamente la proveniente de la flexibilización del trabajo- van teniendo efectos diferenciados en distintos segmentos de la población y dan lugar a “la emergencia de una estructura de clases fragmentaria”.
Entonces precariedad y fragmentación se combinan entorpeciendo subjetivamente la capacidad de definición de una identidad –aunque siempre entendida como contingente- tanto a nivel individual como colectivo, es decir de clase. Esto supone grandes dificultades para establecer lazos y relaciones de clase estables que permitan la articulación de un programa político transformador a largo plazo.
La pandemia opera en ambos aspectos. Así la precariedad escala a otro nivel, la muerte se plasma más cercana y el sistema sanitario se visualiza como incapaz. Los medios de subsistencia también se ven en peligro: la falta de empleo, la imposibilidad de salir a hacer changas, la flexibilización laboral se ha acelerado sin necesidad de que gobiernos y empresarios tengan que recurrir a grandes reformas que pasen por el congreso y que deban enfrentar la resistencia en las calles. Los niveles de deserción escolar también son un indicador del riesgo de desvirtuación de instituciones que aún se mantenían como espacios firmes, y que frente al acceso desigual de recursos materiales, de educación tecnológica y condiciones de trabajo paupérrimas de los docentes, han llevado a la expulsión de miles de jóvenes e infancias del mismo. Es decir los tres ejes ordenadores de nuestras sociedades empleo, educación y salud – y que todos los gobiernos prometen recuperar pero cada vez abandonan más- no sólo son puestos en jaque por el neoliberalismo sino también por la pandemia.
La fragmentación también se ha reforzado por los discursos del gobierno, ya que en los picos de contagio el encuentro se presenta como un peligro, la circulación ha sido restringida aportando aun más a la segregación territorial. El límite puesto al desarrollo de la vida orgánica de las organizaciones sociales, las restricciones para su movilización van socavando y desarticulando las defensas colectivas ante estas formas de control social. Propiciando de forma indirecta la emergencia de protestas más o menos espontáneas, que se articulan en base a la “identidad ciudadana” o la “indignación” pero que poco dejan en capital organizativo, incluso aportando más a los sectores reaccionarios que a los intereses populares.
Asimismo el impacto diferenciado que puede tener el covid 19 según edad ha ensanchado la brecha generacional, que tiende a condenar a la juventud como irresponsablemente peligrosa y sin rumbo, aun cuando esto sea mucho más complejo y no realmente constatable en términos de focos de contagio. Esto abona a la incapacidad de imaginar un futuro mejor, lo cual será abordado más abajo.
Disciplinamiento y represión
Foucault llevó a cabo estudios respecto de enfermedades y epidemias para el desarrollo de parte de su teoría, especialmente lo concerniente a la llamada biopolítica. En este sentido, las enfermedades han supuesto una oportunidad para la “creación” y puesta en marcha de mecanismos de administración y dominación poblacional a gran escala.
Sus estudios respecto de la lepra, la peste negra y la viruela dan cuenta de dispositivos que podemos ver hoy en día en el marco del manejo del covid. Así vemos que se “retoman” ciertos mecanismos como la cuarentena, la represión, el aislamiento forzoso de enfermos, la medición y recuento estadísticos centralizados, que son propios de las llamadas sociedades disciplinarias y represivas, pero que en esta etapa se enlaza con los dispositivos más sofisticados de la sociedad de control contemporánea.
R. Farrán, D. Singer y S. Vignale plantean que “producir y administrar la salud de la población puede, como toda política, articularse de los modos más variados. En algunos casos, puede llevar al genocidio; en otros, puede constituirse en una red de salud pública y de cuidados socioambientales que profundice la equidad en toda la población”. Es difícil creer que en este sistema de dominación un fenómeno como el covid lleve a situaciones de mayor equidad, en todo caso será la resistencia de las organizaciones populares las que pueden llegar a poner algún freno sobre la orientación de sus efectos.
El gobierno del Frente de Todos ha sido pendulante en cuanto a su política sanitaria (especialmente si nos movemos provincia por provincia), sin embargo podemos afirmar que su principal propósito ha sido el de conservar algo de la institucionalidad ante un marco de crisis como el actual. Esa indefinición persistente y más susceptible a las presiones del empresariado y las elecciones venideras, ha hecho que su política sanitaria fuera un fracaso rotundo.
La fragmentación de la que hablábamos más arriba es tal que no hubo una respuesta unificada por parte de las organizaciones populares respecto de las medidas adoptadas por el gobierno. La utilización de la famosa grieta partidaria para justificar las posturas, se ha ido rearmando en torno a dicotomías como restricciones vs libertad, salud vs economía (la de quién?), presencialidad vs virtualidad, sputnik vs astrazeneca/pfizer, etc.
Es de destacar que el discurso de la libertad se ha tornado por demás de ambivalente en este contexto, donde son necesarias restricciones en la circulación. Los autores mencionados arriba nos plantean el desafío de “cómo abordar nuestras libertades, ya no con el corset jurídico y formal de las libertades individuales, sino en el efectivo ejercicio de prácticas de libertad, que intervengan en procesos de desubjetivación de las determinaciones de la experiencia histórica de la que formamos parte, y constituyan nuevas tramas y procesos de subjetivación”; es decir desplazar el concepto de libertad que el neoliberalismo ha promovido exitosamente por una libertad colectiva, responsable y solidaria, propia de nuestra corriente política.
Derecha, izquierda y futuro
Para abordar este tema sería interesante retomar algunas reflexiones de Pablo Stefanoni en su libro “¿La rebeldía se volvió de derecha?”, sobre la izquierda y el surgimiento de nuevos grupos de derecha.Entre sus críticas plantea que “en las últimas décadas, en la medida en que se volvió defensiva y se abroqueló en la normatividad de lo políticamente correcto, la izquierda, sobre todo en su versión “progresista”, fue quedando dislocada en gran medida de la imagen histórica de la rebeldía, la desobediencia y la transgresión que expresaba. Parte del terreno perdido en su capacidad de capitalizar la indignación social fue ganándolo la derecha, que se muestra eficaz en un grado creciente para cuestionar el “sistema” (más allá, como veremos, de lo que esto signifique). En otras palabras, estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla.”
En este sentido, sostiene que “las izquierdas “antisistémicas” abrazaron la democracia representativa y el Estado de bienestar o bien se transformaron en grupos pequeños y sin incidencia efectiva; mientras tanto, son las denominadas “derechas alternativas” las que vienen jugando la carta radical y proponiendo “patear el tablero” con discursos contra las élites, el establishment político y el sistema”, haciendo uso de un discurso que remite de forma directa al utilizado por el viejo y conocido fascismo.
Podríamos decir entonces que las fuerzas políticas organizadas mayoritariamente se han institucionalizado en torno a ciertas premisas neoliberales capitalistas que configuran el campo político que suele acceder a los puestos de gobierno, por lo menos en nuestro país. En ese sentido, son más los puntos en común entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio que las diferencias. En todo caso, es característico de gobiernos como el del Frente de Todos (así como los gobiernos del Socialismo del siglo XXI o Podemos en España) que tengan discursos y gestos más progresistas pero que apelando a una correlación de fuerzas desfavorables siempre terminan favoreciendo a los sectores dominantes.
De esta manera, la centro izquierda y la izquierda institucionalizada se encarga de presentarse como incapaz de generar transformaciones, y se remiten a la política de lo posible.Hay así un claro desgaste del otrora paladín “progresismo”. Este desgaste se evidencia en un cada vez mayor derrotismo e inclinación a conformar a potenciales votantes con medidas que lo acercan cada vez más a los sectores de derecha. Así de lejos estamos de discursos que propongan transformaciones o rupturas del capitalismo, con una atención absoluta en el juego electoral.
Laberinto o callejón sin salida
En los márgenes queda esa izquierda sin mucha influencia real –o por lo menos no masiva- y una derecha (no necesariamente nueva) que emerge como se señaló más arriba (cuyos personajes nacionales lo integran Milei, Laje, entre otros).El coronavirus ayudó a fortalecer a esta última, expresado por ejemplo en las marchas en contra de los confinamientos y las medidas de aislamiento social, e incluso contra las vacunas; alimentadas por diversos tipos de teorías de la conspiración alrededor del globo.
En este marco, y sumando a lo que sosteníamos sobre fragmentación y precariedad, Stefanoniindaga sobre la ausencia de propuestas sobre un futuro por parte de la izquierda. En este sentido sostiene que la misma “se quedó sin imágenes de futuro para ofrecer, en parte porque el propio futuro está en crisis, excepto cuando se lo piensa como distopía”.
Así este investigador retoma a la “filósofa española Marina Garcés que habla de una ´parálisis de la imaginación´ que provoca que ´todo presente sea experimentado como un orden precario y que toda idea de futuro se conjugue en pasado´. Sostiene que hoy se imponen las ´retroutopías, por un lado, y el catastrofismo, por otro´. Por eso, el presente se ha transformado en ´una tabla de salvación, al alcance de cada vez menos gente´ y el futuro se percibe cada vez más “como una amenaza”. “La capacidad ´científica´ de imaginar el fin del mundo supera, por lejos, la capacidad ´política´ de imaginar un sistema alternativo.” Dice Garcés, “nuestro tiempo es el tiempo del todo se acaba. Vimos acabar la modernidad, la historia, las ideologías y la revoluciones”.
En correlato con esto, grandes sectores de la izquierda abogan por un capitalismo más amigable y una transformación del capitalismo, dejando totalmente de lado una perspectiva que se oriente a la ruptura revolucionaria entendiéndolacomo algo imposible e inimaginable. Esta orientación, que romantiza el sistema no deja lugar a la construcción de ninguna alternativa al capitalismo.
El autor también habla de la otra cara de este pesimismo político: “observamos un extenso debate sobre la “muerte de la democracia” y sobre el hecho de que sean precisamente partidos populistas de derecha los que muchas veces atraen a los abstencionistas en contextos de fuertes declives en la participación electoral, en especial en los países donde el voto no es obligatorio. A menudo, la centroizquierda y la centroderecha terminaron construyendo consensos que ahogan un verdadero debate sobre las alternativas en juego” tal como pasa con el kirchnerismo y juntos por el cambio, que produce una tendencia al bipartidismo.
En este contexto en donde el futuro aparece como una amenaza, lo más seguro y más sensato parece ser defender lo que hay, pero en esta línea de pensamiento está muy cerca el riesgo de caer en el conservadurismo y renunciar a disputar el sentido del mundo que viene. Así, “el realismo político y la necesidad de resistir fueron arrinconando a la izquierda y los movimientos populares en formas de movilización y organización esencialmente defensivas, locales e incapaces de ir más lejos que la mera reproducción de las condiciones de vida ya precarias de los grupos movilizados”.
Por tanto debemos repensar el rol de nuestra propuesta política en el marco de estas problemáticas ideológicas/culturales. Cómo hacemos para:
- no quedar atrapados en una mera defensa de viejas conquistas populares sino avanzar en articular la lucha cotidiana contra diferentes expresiones del sistema de dominación con la proyección y construcción de una nueva organización de la sociedad como alternativa a largo plazo en pos de una futura ruptura revolucionaria.
- que nuestra propuesta vaya ganando influencia y que no quede en los márgenes de la política. No solo a partir de la crítica al sistema sino también en torno a aquellos valores antagónicos al neoliberalismo.
- combatir el contexto actual signado por la fragmentación y la precariedad. Identificando como el camino más prometedor el sostenimiento de organizaciones estables en el tiempo, con programas de largo plazo y lecturas de la realidad acordes.
En este sentido se torna urgente realizar propuestas programáticas de avanzada y proyección por encima de la meradenuncia. Como hemos señalado a lo largo del texto, el capitalismo generó el empobrecimiento de la gran mayoría de la población mundial, la clase política se muestraineficaz e incapaz de solucionar los problemas estructurales y sin ningún interés en salidas por fuera del capitalismo, dejando claro que son los sectores populares quienes tienen que encabezar una alternativa desde abajo y colectiva a la crisis. Entendiendo así que es necesario trabajar en la perspectiva de la construcción de un frente de clases oprimidas, que incorpore por pertenencia de clase a un conjunto complejo y amplio de sectores, que se encuentran en el campo de las relaciones sociales oprimidas y explotadas. El Frente de Clases Oprimidas marcauncamino de mayor articulación de las luchas y de una creciente incidencia y posibilidad de agencia de las clases oprimidas organizadas en los diferentes contextos.
LOS COMBATES DE HOY
A pesar del estado de situación antes descripto, no solamente los sectores sindicales, barriales y estudiantiles han logrado articular algunas iniciativas de resistencia frente al contexto de avanzada neoliberal. También, otras luchas y ejes reivindicativos transversales en nuestro país vienen mostrando que es posible articular discursos y prácticas antagónicas al sistema de dominación, que no solo logran instalar y ganar conquistas, sino que han llegado a grados de masividad importantes y que van a contramano de los procesos de dominación antes enunciados.
Este es el caso del feminismo, la lucha por los derechos humanos y algunas luchas ambientalistas y de pueblos originarios. En el primer caso, ya hemos desarrollado bastante esta temática (incluso abordando críticamente la institucionalización de una parte importante del movimiento), pero vale la pena acá subrayar algunos aspectos en torno a la cuestión de la noción de futuro, su carácter transgresor y su masividad.
La lucha feminista, germen de rebeldía
El feminismo ha logrado acumular décadas (o siglos) de lucha ideológica contra el sistema de dominación en su carácter patriarcal. Siempre ha estado ligado a expresiones de rebeldía, ya sea a partir de la irrupción de las mujeres en la escena pública y política como también de tácticas cargadas de desobediencia al mandato social imperante, señalando sistemáticamente allí donde cuesta reconocer la dominación. Incluso siendo masivo y teniendo arraigo, el feminismo es todavía poseedor de ese signo rebelde que hace que muchas mujeres que acordando con sus premisas no se reconocen como feministas ya que es símbolo de “extremismo” o “radicalidad”. Además, siempre ha sido un movimiento reflexivo y amplio que ha sabido albergar e impulsar sectores como el lgbtqia+, extendiendo sus propias fronteras críticas.
Es importante también destacar que, a la par de ganar reivindicaciones como la del aborto legal en plena pandemia, marca un horizonte de cambio positivo y posible. Son muchas las personas que creen que las próximas generaciones serán educadas en un marco de mayor igualdad de género, esto no es menor en términos de imaginario social.
A este respecto, sectores del feminismo han ido más allá, estableciendo propuestas de formas organizativas más democráticas y responsables. Así, planteos en torno a sostenibilidad de la vida, que abarca no sólo las cuestiones productivas y reproductivas en un sentido clásico sino también en relación al ecologismo de manera radical (y en vínculo con pueblos originarios). Si bien hay vertientes que no tienen en cuenta la cuestión de clase y del Estado como mecanismos de dominación, también es real que se encuentran en tensión hacia la interna del movimiento y que no está todo dicho en términos de disputa.
Autodeterminación de los pueblos y la defensa del ambiente.
Otro claro ejemplo de luchas y ejes reivindicativos articuladores de discursos y prácticas que ponen en cuestionamiento al sistema de dominación capitalista y sus formas de relaciones productivas y sociales que viene creciendo exponencialmente en los últimos tiempos es el de las luchas ambientalistas. Enormes movilizaciones a nivel nacional, regional e incluso en distintos puntos del mundo, vienen poniendo en agenda la discusión y el cuestionamiento hacia lo dañino del modelo de producción capitalista y la necesidad de repensar el impacto de nuestras acciones hacia el mundo en el que vivimos. Desde la contaminación del recurso más importante, y últimamente cada vez más escaso, como es el agua; movimientos en contra de la mega-minería, el fracking y la extracción de hidrocarburos; repudio hacia el uso de agro tóxicos y pesticidas, la pesca indiscriminada, la deforestación y venta de tierras a manos de empresariados privados. Los incendios y la destrucción de los humedales del Delta del Paraná y sus impactos directos en la armonía de los ecosistemas y su flora y fauna. Una enormelista de ejes reivindicativos y de luchas que se vienen gestando en el último tiempo, pero con una larga data histórica de repudio hacia las distintas formas de explotación del sistema de dominación.
La lucha y los discursos del fenómeno ambientalista pueden generar en los pueblos una identidad y un sentimiento de pertenencia colectiva, de conciencia colectiva que busca poner en cuestionamiento las actuales relaciones productivas. A pesar del intento de camuflaje retórico y propagandístico de sectores de derecha y del Estado mismo, la realidad deja al desnudo las constantes fallas y el poco interés de los sectores de poder en priorizar el cuidado del medio ambiente sobre las ganancias privadas.
Si bien entendemos que el movimiento ambientalista es policlasista, que no se puede encasillar hacia un determinado sector social, ya que es un movimiento muy heterogéneo, el mismo tiene como característica principal el ser un fenómeno de masas, de movilización de amplios sectores sociales, que hasta el momento ha tenido resultados diversos, en algunos casos logrando poner un freno a emprendimentos extractivistas puntuales y en otros, ganando legislaciones proteccionistas y procesos más institucionalizados que, en algunos casos, terminan siendo apagados con el tiempo, como por ejemplo la ley de humedales que sigue siendo encajonada y burocratizada por el Estado.
En Catamarca, Mendoza, Chubut, La Rioja, entre otros puntos importantes, las movilizaciones dejaron un precedente muy difícil de ignorar. Si bien son luchas articuladas en torno a proyectos concretos de explotación o de privatización de territorios, han sido capaces de organizar a pueblos enteros y oponerse mediante la acción directa a grandes monstruos trasnacionales. Aquí cabe destacar que han escapado de la lógica paralizante del centralismo, y han sabido sostener en el largo plazo sus reivindicaciones sobre la base del apoyo mutuo. Así se puede señalar que la resistencia ambientalista en Argentina viene enfrentando de manera directa la matriz económico-productiva del país, como es el capital extractivista.
En el caso de Rosario, la situación merece una reflexión especial. La movilización por la defensa de los humedales del delta del Paraná tomó fuerza durante el 2020 logrando llevar adelante importantes medidas de acción directa como cortes al puente Rosario-Victoria y acampes en la Plaza 25 de Mayo. Sin embargo, no ha logrado construir un anclaje multisectorial para sostener esa lucha, no pudiendo coordinar con sectores combativos locales, más allá de las expresiones de solidaridad de algunos sindicatos puntuales. Otra limitante se plasmó en la apuesta de varios sectores a los dictámenes de instituciones estatales (como el Concejo y el Ministerio de Ambiente) los cuales han ido marcando sus ritmos a las movilizaciones.
La lucha por la autodeterminación, el respeto cultural, el reconocimiento a la identidad, la lucha por el territorio y en contra del racismo de los pueblos originarios también tiene un rol importante dentro de estas luchas articuladoras, ya que en gran medida pone en cuestionamiento la forma de vida del capitalismo occidental, reivindicando otras formas de organización social. Aquí el aspecto transgresor reside fundamentalmente en el cuestionamiento al Estado como autoridad legítima de gobierno, Estado que se estructuro sobre el genocidio de estos pueblos, sobre la base de un modelo estructural eurocéntrico y agroexportador, y que lo desnuda como mecanismo de opresión, subsumiendo la lucha por la cuestión indígena a una doble opresión, la de oprimido por clase social y por pertenecer a un sector invisibilizado durante siglos, pero llega a triplicarse en caso de las mujeres y disidencias indígenas por pertenecer a la clase oprimida, de su rol como mujeres ante una sociedad patriarcal y por pobre en su condición de indígenas.
Las tácticas de acción directa y de enfrentamiento con las fuerzas de seguridad públicas o privadas, varían según la historicidad de cada pueblo y las colocan como frentes de resistencia, tanto urbanas como rurales. Sin embargo, un sector de las organizaciones indígenas han elegido la institucionalización como vía de visibilización, lo cual deja la resistencia a un costado, cayendo en lógicas de asistencialismo por parte del Estado, que dejan al desnudo los enormes problemas estructurales, habitacionales y la persecución policial que no logran solucionarse con programas de mínima asistencia económica y reubicación geográfica, recurriendo al hacinamiento. Queda en claroque solo a través de la organización colectiva y la lucha es la manera de lograr conquistas, frente a la avaricia y el negacionismo del estado capitalista.
Derechos humanos y pandemia, la misma respuesta represiva para los reclamos de las/os de abajo
La lucha por los derechos humanos en Argentina es un capítulo imprescindible de nuestra historia reciente. Desde tiempos de la última dictadura militar diferentes organizaciones fueron surgiendo para realizar una denuncia y combate al terrorismo de estado y los crímenes cometidos durante este período. En estas cuatro décadas es mucho lo que se ha logrado, en materia de condena y juzgamiento a genocidas y cómplices del terrorismo de Estado. Todo ha sido gracias a la lucha en la calle y la constante respuesta a los intentos de impunidad, como fue el reciente caso del 2x1 para los genocidas detenidos, o los apresurados pedidos de prisión domiciliaria en el marco de la pandemia.
Pero los juzgamientos a los crímenes de la dictadura no agotan la agenda de la lucha por los derechos humanos. Hoy en día hay una clara continuidad de la doctrina de “mano dura”, violencia y represión que no ha cambiado, a pesar de 40 años de retorno de la democracia. Más allá del repudio social y de movilización de los sectores populares, quienes sufren la violencia y la persecución policial todos los días, los discursos del gobierno nacional se alinea con el de la derecha opositora, donde “seguridad” se confunde con represión y militarización de los barrios, y no responde a las enormes desigualdades económicas, estructurales y sociales, no es casualidad que las cárceles estén todas llenas de pobres, mientras quienes roban, evaden, explotan y saquean desde sus lugares de privilegio gozan de la protección del Estado.
Según un informe de Correpi de Agosto del 2020 desde el momento de inicio del DNU de aislamiento preventivo obligatorio en todo el territorio Argentino, habían sucedido 92 asesinatos en manos de las fuerzas represivas. Entre ellos encontramos casos emblemáticos que causaron repudio y movilizaciones populares a nivel nacional, como la desaparición forzada de Facundo Castro Astudillo y la clara complicidad de la policía de Kicillof y Berni. Los violentos desalojos en Guernica, La Matanza y otros puntos del país. La desaparición forzada de Luis Espinoza en Tucumán. La continuidad de un modelo de criminalización y represión contra la protesta y las movilizaciones populares. Y los incontables casos de gatillo fácil que vienen de la mano con un armado político-judicial que garantiza la impunidad de las fuerzas represivas del Estado, como en los emblemáticos casos de Santiago Maldonado, Pichon Escobar, Franco Casco, Luciano Arruga o más cerca en el tiempo con Carlos Bocacha Orellano, Franco Cardozo, entre muchos otros.
Así también la persecución a la organización y protesta social continúa siendo un tema importante a considerar. Por señalar solamente un ejemplo podemos mencionar la criminalización de los 27 estudiantes de la Universidad de Córdoba que están siendo llevados a juicio. En una medida totalmente desmedida luego de la toma de la facultad, en el marco de movilizaciones por la defensa la Universidad Pública. Buscando con ello sentar un ejemplo que disuada futuros conflictos que se enfrenten a la agenda de ajuste y recorte en educación.
La situación en el resto de América es más compleja en materia de derechos humanos, debido a que las particularidades políticas, sociales, económicas de cada país llevo a distintas movilizaciones populares masivas y a protestas que derivaron en respuestas represivas y de terrorismo de Estado, tanto en Chile, como en Colombia y Ecuador. Imágenes de la represión directa y el uso de las fuerzas militares para detener de forma ilegal, reprimir y hasta asesinar a manifestantes recorrieron el mundo y generaron repudio; la fuerza de la organización popular logró la marcha atrás de algunas medidas económicas y políticas. Dejando un saldo escalofriante de asesinados, mutilados y presos (en Chile todavía hay hoy miles de presos políticos por las protestas).
Otro análisis merecen las situaciones en Cuba, Bolivia y Venezuela, donde las disputas políticas y la injerencia e intervencionismo del imperialismo norteamericano dejan al pueblo en medio, denunciando y repudiando hacia un lado u otro, violaciones en materia de derechos humanos, detenciones ilegales, represión, etc.
Lo cierto es que, a pesar de discursos progresistas liberales, la doctrina de la represión continúa siendo el principal mecanismo de control social en las democracias capitalistas, donde la prioridad del gasto público se ubica en el presupuesto para tecnificación, militarización y salarios para represión. Donde los principales slogans de campaña en un año electoral se centran en el pedido de fuerzas federales y el lema Bolsonarista del “paz y orden”. Donde los responsables políticos de desapariciones forzadas y asesinatos de militantes, trabajadorxs, estudiantes, ocupan cargos políticos y los genocidas y represores gozan de prisión domiciliaria y reducción de condenas.
Frente a esto, es nuestra responsabilidad mantener viva la memoria de cada compañero/a, mantener vivo el espíritu de rebeldía y de organización popular, mantener la lucha por la dignidad y la libertad de los/as de abajo, hacer frente a cada intento de avanzada represiva y reaccionaria, con organización popular, teniendo en claro que a los problemas causados por el capitalismo no los vamos a erradicar con policías, sino a través de la construcción de otra sociedad.