(Posición FAR- mayo 2022)
Como venimos advirtiendo, la situación social a nivel nacional es alarmante. Cotidianamente cientos de miles somos azotadxs por el hambre, por la miseria y por una profunda pobreza que ronda entre el 37% (según índices del Gobierno) y el 44% (según el observatorio de la UCA). Nuestras condiciones de vida ya deplorables sufren un deterioro constante a causa de la avanzada de los de arriba, cada día somos más precarizadxs, al tiempo que padecemos altos niveles de desocupación y un fuerte aumento de la informalidad en el ámbito laboral. De esto se desprende además que haya un 44,7% de la población dependiendo de planes sociales para poder -con suerte- sobrevivir.
El escenario a futuro se presenta más desalentador aún a partir de lo que viene sucediendo. Las consecuencias del acuerdo con el FMI se hacen cada vez más evidentes, y como siempre las pagamos lxs de abajo. Prueba de esto son los aumentos que venimos sufriendo en las tarifas de los servicios, para las cuales se proyectan subas de más de un 20% en el caso de la telefonía, internet, gas y electricidad, entre otras.
Otro ejemplo concreto es el BCRA dando pié a las cámaras bancarias y los grandes comercios para aplicar más subas en las tasas de interés, promoviendo una mayor especulación financiera y afectando por sobretodas las cosas el acceso de la población a la canasta básica y otros bienes. En este punto debemos considerar las mediciones de la Junta Interna ATE Indec, donde la Canasta Básica para una familia tipo rondaba en unos $145.000 el mes de marzo, un monto totalmente alejado de los salarios reales que percibimos la gran mayoría de la clase trabajadora.
Sin olvidar la escalada del dólar -pedido explícito del FMI al gobierno-, que lejos está de aliviar el bolsillo de la población y de desacelerar la inflación, ésta empujada además por el aumento de precios de los productos primarios a nivel mundial. Las últimas mediciones de la inflación dieron un 4,7% en marzo y un 50,9% interanual, lo cual no es otra cosa que miles de familias teniendo que hacer malabares para poder comer y acceder a los productos de primera necesidad.
De este contexto y de la fragilidad del Frente que gobierna se aprovecharon los sectores dominantes vinculados al campo, quienes -cual depredador que huele sangre y ataca- movilizaron a Plaza de Mayo con el “noble” objetivo de garantizarse maximizar sus ganancias en las exportaciones. Debemos tener en cuenta que estos sectores, entre los que se encuentran los grandes y medianos productores rurales y terratenientes, probablemente hayan sido los mayores beneficiados en los últimos 20 años por las políticas agrarias de los gobiernos de turno.
Todo esto mientras la clase política -de quien nada esperamos- se debate en disputas internas que nada tienen que ver con las necesidades populares. Y que como sabemos, no suelen ser más que retórica para quedar bien parado de cara a las próximas elecciones. Por un lado, el Frente de Todos ensancha cada vez más su fractura, expresada a nivel mediático, con declaraciones bizarras e incluso con sectores políticos queriendo desligarse del estrepitoso fracaso del Gobierno que culminó con la sujeción ante el FMI. Por otro lado, se profundiza la disputa interna entre sectores de la oposición ultraliberal, reaccionaria y conservadora (Pro-UCR-Milei), abstraídos por las candidaturas de 2023. Estas son las verdaderas preocupaciones de la clase política, en un momento donde las condiciones de vida son similares a las del 2001.
En lo que sí hay pleno consenso entre la clase dominante, es que ante el aumento de la conflictividad social la represión estará a la orden del día. Es así que se viene desplegando una fuerte avanzada represiva por parte del Estado nacional y los gobiernos provinciales para contener la lucha de lxs de abajo, tal es el caso de la represión a trabajadores del INCAA en CABA, la represión y persecución a militantes sociales en Jujuy, Chaco y Santiago del Estero, la detención de referentes de Camioneros en Buenos Aires, y la reciente represión al pueblo de Choya que resiste a las políticas extractivas. Como así también el avance de la causa que criminaliza a estudiantes y docentes de Cordoba y Rio negro por luchar en defensa de la educación pública.
Sin embargo, esta avanzada ajustadora y represiva de los de arriba encuentra resistencia y tiene una respuesta popular, que se da quizás de manera fragmentada, quizás en cuotas, pero que avanza con medidas concretas. Ejemplo de esto son las organizaciones sociales impulsando acampes y movilizaciones para poner agenda la situación de hambre y carestía en nuestros barrios populares. También los numerosos gremios llevando adelante distintas medidas de fuerza en todo el país, principalmente en defensa del salario frente a la inflación, de los puestos de trabajo y por mejores condiciones laborales. Uno de los ejemplos fue el paro nacional de choferes (UTA) por equiparación salarial, con intentos de judicialización en Corrientes, Córdoba y Santa Fe luego del no acatamiento de la conciliación obligatoria. O el paro de marítimos y portuarios (FEMPINRA) en todas las terminales del país, en defensa de la fuente de trabajo. Otra demostración de fuerza sindical tiene que ver con los paros de lxs trabajadores bancarios (La Bancaria) por la recomposición salarial. De igual manera que lo est{an haciendo lxs maestrxs rionegrinxs (UNTER) a pesar de los enormes descuentos que vienen sufriendo. También los Metrodelegados en CABA que vienen llevando a cabo medidas de fuerza por mejores condiciones de trabajo en los Subtes.
Estas son expresiones claras y concretas que marcan un límite a la avanzada de los de arriba y que ponen en agenda las necesidades de lxs de abajo. Como venimos insistiendo, las luchas que vayamos dando nos deben permitir no sólo enfrentar las consecuencias directas del acuerdo con el FMI, sino también “marcarle la cancha” al sector político que vaya a suceder al Frente de Todos, entendiendo que cualquier opción política que asuma en 2023 traerá más ajuste, pobreza y precariedad si los sindicatos, los centros de estudiantes y demás organizaciones populares no nos encontramos en la calle resistiendo en unidad, con independencia de clase y lejos de cualquier distracción electoral.
En ese puesto de lucha debe encontrarse la militancia anarquista hoy, impulsando, apoyando y fortaleciendo las organizaciones populares. Construyendo un pueblo fuerte para frenar la avanzada sistemática de los de arriba, construyendo un pueblo organizado que luche solidariamente por las reivindicaciones de nuestra clase.