domingo, 5 de junio de 2022

ANÁLISIS DE COYUNTURA INTERNACIONAL


 

MAYO-JUNIO 2022

Nueva Etapa del Sistema Capitalista

    Podemos decir que el sistema capitalista a escala planetaria ha entrado en una nueva etapa. Estamos en sus inicios, pero una nueva etapa al fin. Nueva etapa que se inicia claramente con la pandemia del COVID y las diferentes medidas impuestas por los Estados para controlar a las poblaciones más que a la enfermedad: los confinamientos masivos y la militarización de la vida social, las medidas represivas para imponer el confinamiento. Los Estados experimentaron con diversas medidas para controlar o conducir a sus poblaciones a su antojo, mientras se imponían medidas draconianas en términos económicos y sociales. Se hablaban de grandes “ayudas” e inversiones estatales, pero estas iban volcadas principalmente a las empresas multinacionales. Fue una reactivación del capital lo que impulsaron los diferentes gobiernos, pero jamás pusieron atención y contención social suficientes debido a las consecuencias de la pandemia y el gran freno económico que ella supuso.

    Sin embargo, esta etapa ya se venía gestando. Ya hace más de diez años, tal vez veinte, que se viene produciendo un giro a la derecha a nivel político, pero también a nivel ideológico, en lo que respecta al pensamiento general de la sociedad y de cómo se percibe el mundo y las soluciones a adoptar. Ello repercute sin duda en el apoyo que reciben regímenes de extrema derecha en Europa, que han llegado al gobierno ganando elecciones. Pero también en el crecimiento de apoyo a posibles soluciones autoritarias en todo el globo. 

    Se suma a ello la guerra en Ucrania, que abre desembozadamente la puja interimperialista entre las potencias por el dominio mundial, una etapa de mayor agresividad y se preparan conflictos y zonas de tensión en distintos puntos del planeta.

    De este modo, en esta nueva etapa se combinan cierto avance autoritario y cierto descaecimiento de las formas liberales de gobierno, junto a una intensificación de paquetes de medidas neoliberales en el marco de la pandemia, justo cuando muchos políticos y economistas auguraban una especie de retorno al “Estado de Bienestar” y a un rol mucho más fuerte del Estado en la economía como propietario e inversor. Lo que ocurre, y esa es la tendencia que se viene dando hace ya unas décadas -por lo menos desde el fin de la “Guerra Fría”-, es que para aplicar un modelo neoliberal puro y duro se necesitan gobiernos y formas de Estado autoritario. Claro, en todo esto no se puede hacer generalizaciones abstractas, hay que analizar cada caso en concreto. Pero sostenemos que estamos ante una nueva etapa del sistema capitalista, ya que sus instituciones refuerzan todos estos mecanismos y circulan toda una serie de discursos ideológicos tendientes a su sostenimiento y reproducción.

Un mundo en disputa entre potencias imperialistas

    En estos momentos estamos ante un incremento de acciones amenazantes entre las diferentes potencias mundiales e incluso, algunas regionales. Varios focos de tensión se están desarrollando en el presente: la invasión rusa a Ucrania y las hostilidades que allí se desencadenan, sumándose Bielorrusia en respaldo de Rusia, pero Ucrania cuenta con respaldo de EEUU y de la OTAN; el Mar de China y el Pacífico y la situación en Oriente Medio con nuevos elementos, por ejemplo, el potencial bélico de Irán. 

    En el caso concreto del conflicto entre Ucrania y Rusia está en juego el reparto de Europa: la OTAN y la Unión Europea (UE) buscando su ampliación y crecimiento hacia las ex repúblicas soviéticas y Rusia buscando recuperar influencia en su espacio ex soviético, reconstruyendo parte del histórico imperio ruso y la ex URSS en un nuevo contexto. Rusia se ve como potencia mundial, aunque tiene varios puntos débiles.  

Es un momento de tensión que recuerda a la “Guerra Fría”, pero en el cual la disputa no es nada menor, ya que Rusia ha apoyado la independencia de las repúblicas de Donetsk y Lugansk en 2014, que eran parte del territorio ucraniano. La disputa es por las fronteras exteriores de Rusia, donde Ucrania juega un papel central, ya que es la articulación entre Rusia y Europa. Rusia pretende mantener a Ucrania bajo su influencia, en cambio los sectores que actualmente dominan en Ucrania son favorables a la Unión Europea (UE) y EEUU. La alianza militar que lidera EEUU y que integra en gran parte la UE -es decir la OTAN- ha venido expandiendo sus fronteras desde finales de la “Guerra Fría”. El capitalismo occidental no solo avanzó en Europa del Este en el terreno económico, político e ideológico, sino también militar. Hoy la OTAN cuenta con bases y misiles apuntando hacia Rusia en toda Europa del Este y, de hecho, varios entrenamientos de sus tropas se han realizado en países fronterizos a Rusia desde hace ya unos años. Técnicamente, Rusia hoy está rodeada por EEUU y la OTAN, pero también mueve sus fichas: la guerra de Donbass para quedarse con el control de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, sumado a la anexión de Crimea, han sido las medidas defensivas, de control y bloqueo de puntos estratégicos para la defensa de su territorio que ha tomado.

    Por todo ello, se ha incrementado la inversión en armamento de todo tipo y en el caso de Rusia su exhibición es parte de la política estatal. En estas semanas, también son diarias las noticias de envío de armamento por parte de EEUU y algunos países europeos a Ucrania, pero también circulan noticias contradictorias: hay conversaciones para un alto al fuego, pero las hostilidades continúan abiertamente, la actitud vacilante y cambiante de varios países europeos, especialmente Alemania, entre otros aspectos.

    Otro aspecto de la guerra ha sido el realineamiento con la OTAN de estados históricamente neutrales como Finlandia o Suecia. Ciertamente podíamos considerarlos plenamente integrados en el bloque Occidental, pero es cierto que el detonante de su ingreso en la OTAN ha sido la invasión ucraniana. Por cierto, que su petición de ingresar en el tratado atlántico ha sido bloqueada por el momento, por Turquía, que exige que estos estados dejen de apoyar, ni aún como refugio, el PKK y el movimiento revolucionario kurdo. Podemos ver aquí los equilibrios complejos que conforman la realidad internacional. 

    Las sanciones contra Rusia además de intentar dañar la economía de dicho país tienen un efecto boomerang: recaen sobre Europa. El posible corte de suministro de gas natural ruso a Europa puede traer consecuencias impredecibles en lo económico y en lo social. Ya hemos visto la suba de precios, especialmente de materias primas en los mercados mundiales a partir del inicio de la guerra. Rusia tiene un aliado fundamental: China, al cual puede venderle los productos que no venda a Europa a partir de ahora.

    China, la potencia emergente, ya ha desplazado a EEUU como primera economía del mundo por segundo año consecutivo. Viene desplegando la “Ruta de la Seda”, su red comercial y de inversiones, tanto para sus exportaciones como importaciones de materias primas. En ese marco, la alianza comercial con Rusia es de vital importancia y son varios los contratos comerciales y de inversión multimillonarios entre ambas potencias.

    Así pues, China también ha puesto al Sudeste Asiático bajo su control, mayoritariamente. Ya son varios los países de esa región que salen de la esfera de influencia estadounidense y se colocan bajo protección de China, tanto en lo económico como en el terreno militar. China ha ampliado su espacio económico enormemente y sigue concentrando gran parte de la producción industrial del mundo y continúa siendo el motor del consumo y la economía mundial. Es un gran comprador de materias primas y tiene la capacidad de fijar los precios internacionales de varias de ellas, por eso aún varios países monoproductores mantienen cierto nivel de ingreso de divisas. También es cierto que una crisis económica en China puede ser de consecuencias graves para el mundo.

    EEUU aquí también mueve sus piezas y si bien bajo el gobierno de Donald Trump se retiró de la “Alianza del Pacífico” dejando un amplio espacio que China aprovechó, mantuvo igualmente buenos lazos con potencias emergentes como India y otros países de la región, incluso afianzando una alianza militar con varios países de la región Asia- Pacífico, entre ellos Australia y Nueva Zelanda. Aquí también hay preocupación, ya que se coordinan ejercicios militares conjuntos en aguas del Pacífico, cercanas a las costas chinas.

    A su vez China pretende al menos en sus declaraciones, retomar el control de Taiwán. Por su parte, Corea del Norte viene incrementando los ensayos de misiles, todo lo cual aumenta la tensión en dicha zona.

    El ascenso de los Talibanes en Afganistán también ha tenido incidencias en esta disputa interimperialista. EEUU se retira -o al menos se retira de su control político sobre el país, ya que deja algunas tropas- y China asume el respaldo al régimen talibán, garantizando un punto estratégico de la Ruta de la Seda. China aquí también gana espacio y aumenta su incidencia.

    Para los que creen que Rusia y China son los “buenos” en esta disputa, el caso de Afganistán es un buen ejemplo. El régimen chino liderado por el Partido Comunista Chino apoya a un régimen de extrema derecha como los Talibanes, sin mayores miramientos. Y no es meramente una cuestión de conveniencia para China: este país lejos está de ser un país “socialista” o en “tránsito al socialismo” -sea éste cual sea-. Es un país capitalista de primer orden, potencia imperialista y con ninguna consideración política de izquierda. Lógicamente no es igual que EEUU, sus aspiraciones, sus métodos y su historia son otros, pero el largo proceso de lucha del pueblo chino que llevó al triunfo de Revolución ya es un oscuro recuerdo del pasado. Vaya si ha sido certera la crítica del Anarquismo de que el Estado es productor y reproductor de las clases sociales y de las desigualdades y que por esa vía no hay revolución alguna que vaya al socialismo. Tiene plena vigencia la crítica y propuesta desarrollada por nuestra corriente hace más ya de 170 años. 

    Pero en la región de Asia central no todo está bajo control. Las protestas en Kazajistán ante el alza del precio de los combustibles que llevaron a una verdadera revuelta popular, debieron ser aplacadas con la participación de la alianza militar rusa en Asia Central, Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Aquí también Rusia señaló la injerencia extranjera con supuestos grupos armados entrenados y preparados, pero no aportó pruebas ni datos concretos. La única intervención imperialista fue la de Rusia de hecho. 

    Por el lado de EEUU vemos cierta pérdida de incidencia y espacio en algunas zonas como en Asia central -con la pérdida de Afganistán- y todo el avance de China ya mencionado en esa región y en el Pacífico, lo mismo que su retirada de Irak -la cual aún no se ha concretado totalmente-, hablan a las claras de que EEUU pierde influencia en zonas del mundo vitales para su proyecto imperial. Oriente Medio ya no está totalmente bajo control de EEUU: Irán tiene gran incidencia sobe Irak (por ello el asesinato de Solemani hace dos años realizado por EEUU sin tapujos), Turquía ha invadido territorio de Irak y Siria (principalmente la zona de desarrollo del proyecto del pueblo kurdo, especialmente en Rojava) e Israel que continúa agrediendo al pueblo palestino, pero también a Siria y al Líbano. 

    También el conflicto en Yemen tiene consecuencias en estos cambios en la región, ya que el gobierno surgido de la revuelta de 2015 y el movimiento popular que lo respalda están en guerra contra Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, aunque ello, no sea portada de los grandes medios de prensa. Todo parece indicar que en Oriente Medio las potencias regionales van a tener mayor protagonismo, lo mismo que Rusia. Israel ya no es solo un peón de EEUU; tiene su respaldo, pero juega su propia política. 

    Todas estas situaciones bélicas llevan a inmensas crisis de refugiados, tanto en Oriente Medio como en Europa, verdaderas catástrofes humanitarias. La población padece la guerra y su destrucción, y en el caso de Yemen ha aumentado el hambre y la desnutrición infantil. Crece el drama de los desplazados y “las poblaciones sobrantes” que el sistema genera constantemente.

    Podemos estar viendo en los próximos años un realineamiento de varios países de Oriente Medio tras la potencia económica de China, hecho que cambiaría decisivamente el predominio político mundial. Lo mismo puede estar ocurriendo en otras zonas del planeta.

Una de estas zonas es África, donde China ha estado operando de forma silenciosa durante años hasta que la administración Trump decidió contraatacar. Sin embargo, los avances en favor de la posición de China han sido tales que casi todo el continente africano se decanta ya por el gigante asiático. Y detrás de China han entrado otros grandes actores como Rusia, India o Turquía. De hecho, Rusia a través de su industria armamentística se ha atrevido incluso a desplazar a Francia en algunos estados mediante poco disimulados golpes de estado (Chad, Malí, Burkina Fasso). De esta manera también podemos observar lo poco que preocupaba irritar a Europa en Moscú.

    El hecho de que EEUU pierda peso en varias regiones del mundo, lleva a que vuelva su mirada hacia América Latina, su “patio trasero”, como siempre ha considerado a esta parte del mundo. Es su zona de influencia básica y sobre la cual ha cimentado su predominio mundial post Segunda Guerra Mundial.

    China, además de las materias primas que compra en América Latina, ha invertido aquí miles de millones de dólares en proyectos de infraestructura. Muchos de ellos, ante los cambios políticos en el continente han quedado parcialmente paralizados, otros se reactivan luego de la pandemia y la reafirmación de ciertos regímenes. Ha firmado recientemente una serie de acuerdos multimillonarios por los cuales Argentina queda incluida en la “Ruta de la Seda” y se convierte en pieza clave de la expansión económica china y por su parte, Argentina buscaba de este modo equilibrar la balanza debido al predominio norteamericano sobre su política. Sin embargo, el realineamiento argentino detrás de EEUU y el voto contra Rusia en la ONU hablan a las claras de las presiones norteamericanas a través de distintos mecanismos, incluidos el Fondo Monetario Internacional.

    En este sentido, Venezuela, Cuba y Nicaragua son los países que se mantienen fuera del control directo de EEUU, aunque sufriendo un fuerte bloqueo económico y presiones internacionales variadas. Para estos países la alianza estratégica con China, Rusia e Irán es vital. La nota novedosa es que EEUU vuelva a mantener relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, ya que necesita petróleo.

    Pero EEUU mantiene su fuerte injerencia en América Latina. Cuenta con una gran cantidad de gobiernos adictos y otros que intentan mostrarse independientes, pero firman con el Fondo Monetario internacional, como ha ocurrido con Argentina, cuyo gobierno intenta decir que el pago de los intereses de la deuda al FMI será “sin ajuste”. En aquellos países donde han triunfado gobiernos “progresistas”, EEUU apoya estrategias de desestabilización como en Perú o en Honduras. Claro, la derecha latinoamericana hace su propio juego y tiene nuevos bríos luego de un “ciclo progresista” de 15 años. 

    Lo fundamental es que en América Latina no hubo modificaciones estructurales en todo este período, solo algunas modificaciones muy parciales que no ponían en riesgo el poder de las clases dominantes ni del imperio norteamericano. Pero igualmente tanto EEUU, como la derecha y las clases dirigentes latinoamericanas no quieren perder el control de los gobiernos, ya que por esa vía garantizan ciertas políticas e intereses en forma directa. El “progresismo” por más que sea buen administrador, no viene del corazón de la burguesía y oligarquía latinoamericana. Y en el contexto actual la derecha latinoamericana ataca fuertemente varios postulados “progresistas” y creen ver allí cierta reedición del “fantasma comunista” de la Guerra Fría, por más que ello esté muy lejos de la realidad.  Agitan ese “fantasma” porque le da réditos políticos y encuentran campo fértil para ello en la lucha ideológica. 

Ciertamente todo esto está ocurriendo porque existe una fuerte crisis en el centro: Estados Unidos. El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 fue todo un acontecimiento que dio la vuelta al mundo y puso de manifiesto que la sociedad estadounidense está seriamente dividida. Pero hay que poner de manifiesto que el origen real de todo este descontento se debe a las consecuencias del neoliberalismo en las vidas de las personas corrientes. Eso las convierte en blancos de la intensa propaganda mediática de los medios reaccionarios que tienen todo el apoyo posible de los políticos. 

El cambio climático   

    Sin lugar a dudas el “cambio climático” y sus efectos son tema de vital relevancia en el presente y en el futuro próximo. Los pronósticos son alarmantes y está en riesgo la vida sobre el planeta, incluyendo la vida humana. El sistema capitalista produce daños sobre la naturaleza sin importarle la misma, solo interesan para las grandes multinacionales la maximización de sus ganancias, sin importar el saqueo de los recursos y riquezas de zonas enteras del planeta, lo mismo que la vida. Los incendios producidos en zonas de bosques o selvas, como ha ocurrido en el Amazonas y en su entorno, son claros ejemplos de depredación para cultivar materias primas requeridas por los mercados internacionales. Y si bien, el cambio climático afecta a todo el planeta, sus efectos tienen una incidencia totalmente desigual. En este sentido, gran parte del continente africano es afectado por el calentamiento climático, a pesar que solo es responsable del 3% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial; profundizando aún más la situación de pobreza y vulnerabilidad de sus pueblos.

    Estamos llegando a una situación límite: el calentamiento global producido por un sistema de producción extractivista y saqueador de recursos y comunidades, está generando fenómenos climáticos demasiado adversos y con una frecuencia inusitada, tales como incendios, inundaciones, cambios en las temperaturas y características de las estaciones; todos fenómenos que afectan a la vida y a su reproducción. Acabar con el capitalismo es una necesidad y también una urgencia para proteger la vida. “Capitalismo o vida”, o podríamos decir en una formulación un poco más clásica y general “Socialismo o muerte”, son diríamos las alternativas que tenemos hoy por delante.

    El capitalismo no va a cambiar sus parámetros de producción y destrucción. Las políticas “verdes” que se lanzan desde EEUU y la UE no son más que inversiones multimillonarias para beneficiar a grandes capitales, incluso podemos decir que son inversiones con destinatarios ya designados. Inversiones y cambios en el uso de energías y transportes que no resuelve el problema de fondo, ya que puede disminuir el consumo de combustibles fósiles, pero se utilizan otros recursos que también generan contaminación a gran escala, saqueo y sometimiento sobre poblaciones enteras, profundizando el esquema de dependencia económica y política. El capitalismo es muerte y destrucción, este sistema ecocida no puede traernos la solución al problema ecológico y de la vida en el planeta, porque su esencia es la rapiña y el saqueo. Se basa en la muerte y en el hambre de millones para que unos pocos vivan en el lujo. Esos mismos multimillonarios no van a salvar el planeta, sino que van a aprovechar esta oportunidad para sus negocios.   

    Por lo tanto, en esta etapa las luchas en defensa de la ecología y el medio ambiente son de primer orden y las propuestas que como anarquistas organizados podamos proponer y desarrollar son relevantes para esta lucha, pero también para ir construyendo en los hechos la sociedad que prefiguramos, que anhelamos. 

    Podemos utilizar diferentes denominaciones para esa sociedad futura, pero lo cierto es que en ese proyecto de sociedad que el Anarquismo ha formulado ya hace casi 200 años, está incluida la vida en armonía con la naturaleza y el cuidado del planeta, ya que de ello depende la vida humana, y la producción y distribución de bienes debe tomar en cuenta este elemento como de principal orden. Un mundo solidario, justo, con verdadera participación de la gente y desarrollo de la autogestión, es también, un mundo ecológico.

Efectos sociales de esta nueva etapa

    Además de los efectos que produce el cambio climático, esta nueva etapa del sistema capitalista que se está iniciando tiene efectos sobre las poblaciones. Las políticas de control y vigilancia acentuadas y practicadas por la pandemia que intentan controlar y dirigir poblaciones a gran escala, de alguna manera, son parte de los intentos de las clases dominantes y de los Estados para aumentar la dominación política e ideológica sobre las clases populares, pero también para evitar estallidos sociales o frenar el descontento de los oprimidos. 

    Todo ello viene de la mano de gobiernos de extrema derecha, o con su participación y en el marco de una abierta lucha interimperialista. Mayor control social, incremento de la represión, tecnificación de las políticas neoliberales y de saqueo de poblaciones y territorios, son las características de esta etapa que imponen las clases dominantes.

    Pero justamente, ese incremento desmedido del control y de la represión es a raíz de que estas políticas y este giro, este ajuste económico, político e ideológico que el sistema realiza, es debido a que prevén resistencia. Estas políticas de hambre, saqueo y muerte generan luchas y resistencia en el abajo, entre las clases oprimidas.

En este aspecto queremos destacar que las debilidades estructurales del sistema ya han salido a relucir. Esto es, la fuerte dependencia del capitalismo de recursos que se están acabando (o que no pueden producirse al ritmo que necesita el mercado). Ello produce periódicos desabastecimientos, cuellos de botella o crisis de suministros que golpean las economías más débiles haciéndolas inviables. Cada bancarrota de un país (somos testigos de la de Sri Lanka en estos días, o la de Sudán hace unos años) supone un gran desastre humano. 

    Ante el aumento del hambre o de la “inseguridad alimentaria” como ahora le llaman, el aumento del desempleo y la precarización laboral y de la vida, ante el creciente aumento de las “villas miserias”, favelas y barrios de las periferias urbanas, donde la población sobrevive, ante el desplazamiento de campesinos de la tierra, ante esos despojos, la gente dice ¡basta! Surgen por todas partes diversas luchas, algunas puntuales y en otros casos revueltas populares abiertas como las de Chile, Colombia, Kazajistán o en otros lugares del mundo, que movilizan a miles o a millones de personas hartas de esta forma de vida plagada de carencias.

    El modelo neoliberal, que ahora intentan llevar a un extremo las clases dominantes -aunque hace ya décadas varios organismos internacionales señalan que debe repartirse algo de esas ganancias para evitar estas revueltas-, solo genera pueblo en la calle y en las rutas. Es de esperar una mayor cantidad de revueltas y movilizaciones masivas a lo largo y ancho del planeta debido a este descontento e incremento de la opresión. Este ajuste feroz va a tener seguramente, respuesta popular. 

    Y allí se juega lo fundamental, y desde hoy: organizar al pueblo. Organizar ese descontento y la resistencia, generar las condiciones para que la lucha de los pueblos avance y se obtengan conquistas y se vaya avanzando sobre cambios de fondo. Es fundamental aumentar los niveles de participación en las organizaciones populares: sindicatos, organizaciones barriales, centros estudiantiles, organizaciones campesinas, indígenas o de grupos étnicos oprimidos, grupos ecologistas, organizaciones feministas, Lgtb, y todo el amplio abanico de organizaciones y sectores sociales que pueden conformar un Frente de Clases Oprimidas que luche contra el sistema. 

    En ese sentido, es fundamental nuestra presencia y participación como anarquistas organizados. Cabe a nuestras organizaciones políticas empujar e impulsar esos procesos organizativos y de lucha. Por ello es vital la Organización Política Anarquista, para brindar una perspectiva de lucha. Entendemos que la Organización Política no sustituye ni dirige la lucha ni a las organizaciones populares, no somos vanguardia, somos un motor que impulsa y brinda elementos para que las organizaciones populares puedan asumir en sus manos el destino de la sociedad. 

    Por eso en estos momentos también es fundamental fortalecer el Anarquismo Organizado. Incrementar los niveles organizativos y de incidencia social, irse preparando para los tiempos que se vienen, que sin lugar a dudas van a ser duros, pero también creadores de nuevas posibilidades para el avance de los pueblos. 

    Porque no hay soluciones por arriba, las clases dominantes solo proponen más muerte e incrementar sus millonarias fortunas, porque al capitalismo no se lo derrota en las urnas sino de forma revolucionaria, porque creemos en la solidaridad y en la autogestión, confiamos en los pueblos y en sus capacidades constructivas, son tiempos de pelea y pueblos en la calle.

ANTE ESTE SISTEMA DE MUERTE, ¡¡LUCHA POPULAR ORGANIZADA!!

¡¡NO ESTA MUERTO QUIEN PELEA!!

A FORJAR EL PROTAGONISMO POPULAR

¡¡ARRIBA LOS Y LAS QUE LUCHAN!!