En
Perú se ha consumado una situación política bastante extraña: el presidente
disuelve el Parlamento y el Parlamento a su vez, desplaza al presidente y
coloca en su lugar a la vicepresidenta. Esta situación que a simple vista puede
parecer una disputa o puja de poderes dentro del marco liberal burgués, pero
tiene raíces más profundas y que hoy vemos consolidarse en un Golpe de Estado.
La
llegada de Pedro Castillo al gobierno se dio en elecciones con un margen muy
ajustado. Su contrincante, Keiko Fujimori denunció fraude, el cual no pudo ser
comprobado. En los 15 meses que duró el mandato de Castillo, éste no pudo
gobernar, ya que fueron constantes los ataques del sector fujimorista desde el
Parlamento, haciendo renunciar a todos sus gabinetes de ministros y con las
cotidianas denuncias y juicios por corrupción a Castillo y su familia
La
derecha peruana ha agudizado esta situación de inestabilidad política. En años
anteriores también cayeron otros gobiernos, como el de Kuczynski en 2016 y
Martín Vizcarra en 2020. El sector fujimorista tiene fuerte peso a nivel
parlamentario. Por otra parte, Castillo ha perdido los apoyos incluso de su
partido, Perú Libre. Y el hacer caer gobiernos que no son propios, es parte de
la estrategia del fujimorismo para controlar el poder político en el país. Lo
que no logra en las urnas, lo logra por otras vías. Toda una estrategia ya
conocida utilizada en varios países de la región en la última década.
Si
algo enseña la situación del Perú, es que el poder no está en el gobierno ni en
las instituciones electas con el “sufragio universal”. El poder político reside
en otros lugares del Estado, pero también de las esferas económica e
ideológica. Los grandes grupos económicos del Perú asociados a la derecha
fujimorista pretenden controlar incluso el gobierno, no se contentan con ser el
“poder real”. El discurso “anticomunista” en Perú es muy fuerte, se pudo
apreciar en la campaña pasada, cuando Castillo era presentado como como
“comunista” o “terrorista” por el sector fujimorista.
Estos adjetivos no son antojadizos, vienen de
una larga campaña iniciada por Alan García en los años ’80 y bajo la feroz
dictadura de Fujimori en los ’90, donde se aplicó una política de “guerra
sucia” y genocidio de la población vinculada a las experiencias guerrilleras y
la utilización del mote de “terruco” para cualquier persona de izquierda.
Tenemos aún en nuestra retina los cadáveres de Néstor Cerpa Cartolini y otros
miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en 1997, luego del asalto a
la embajada de Japón hecho a sangre y fuego por el ejército asesino de Fujimori
padre, por mencionar un ejemplo de esa política genocida.
Como vemos, el fujimorismo no está muerto. Es parte del sistema político peruano, construye discurso y logra adhesión. Corrupción endémica a altos niveles (por lo menos desde la época de Fujimori y los “vladivideos” hasta el escándalo de Odebrecht que salpicó todo el continente). Pero el problema no es la corrupción, ello es un derivado de la estructura de poder y social del Perú. Una sociedad con una gran concentración de riqueza y poder, donde los sectores indígenas y mestizos son subordinados, continuando con una estructura social proveniente de la época colonial y profundamente racista, entre otros graves problemas que enfrenta el pueblo peruano; allí deben buscarse la raíz de los problemas políticos en el Perú y las causas del levantamiento popular y que varias regiones se hayan declarado en “insurgencia”. No es solo por el retorno de Castillo o que se realicen nuevas elecciones, son las necesidades más sentidas del pueblo peruano que llevan siglos sin ser contempladas.
Hoy esas necesidades, esos
reclamos cobran vida en la exigencia de una asamblea constituyente que elabora
una nueva Constitución que suplante la de 1993, la fujimorista. El problema de
fondo sigue siendo el poder real y eso es lo que comienza a asomarse con este
levantamiento popular en el Perú. La derecha sigue controlando el Poder
Político en el país o el pueblo construye su propia fuerza, su Poder Popular
que dispute en la vida cotidiana el control de la economía, de la salud, de la
vivienda, del reparto de tierras, de los recursos, es decir de la vida social.
No hay otra opción: los de arriba o los de abajo. Poder de la burguesía y del
Estado o poder del pueblo. La solución no pasa por las instituciones burguesas
ni radica allí.
Al
momento de escribir estas líneas son más de medio centenar los compañeros del
pueblo hermano del Perú, fallecidos por la represión policial. El país ha sido
militarizado. Seguramente vendrán días y meses de lucha más ardua, con más
pueblo en la calle y en las rutas. El pueblo peruano tiene una inmensa
tradición de pelea y resistencia, lejos está de terminar esta situación de
conflicto. Los de arriba se pensaron que el pueblo se iba a quedar en sus
casas, pero el pueblo dijo presente. Está en la calle, en estado de
insurgencia.
Como
Anarquistas apoyamos la lucha popular peruana contra toda dictadura y por la
forja de un destino propio para las clases populares del Perú. Hoy están
presentes Túpac Amaru, Micaela Bastidas, Néstor Cerpa y todos los y las
combatientes de ese dignísimo pueblo hermano.
¡POR LA CONSTRUCCIÓN DE PODER POPULAR!
¡VIVA EL LEVANTAMIENTO POPULAR EN PERÚ!
¡ARRIBA LOS Y LAS QUE LUCHAN!
COORDINACIÓN
ANARQUISTA LATINOAMERICANA (CALA)
Federación
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