Publicado en rebelión el 23/07/2010
“1906: la huelga de Cananea”
Por Gerardo Peláez Ramos
Cuando
el gobierno espurio del panista Felipe Calderón prepara, organiza y desarrolla
en connivencia con la gran burguesía y el capital extranjero una política de
agresión y liquidación del sindicato minero, y, en especial, de sus combativas
secciones de Cananea, Sombrerete, Taxco y El Cubo, tal vez sea de alguna
utilidad redactar un breve texto en torno a una gran huelga de la clase obrera
mexicana: la huelga de Cananea de junio de 1906, con el objeto de ubicar el rol
avanzado y progresista de los trabajadores de las minas en la historia de
México. Entremos, pues, en materia.
En
1906 en Cananea, Sonora, de sus 22 mil habitantes, 7,560 trabajaban en la
Cananea Consolidated Copper Company, de éstos 5,360 eran mexicanos y 2,200
extranjeros, principalmente norteamericanos. Los nacionales percibían tres
pesos diarios y los gringos siete, pagados en dólares.(1) Las relaciones
laborales eran negativas y discriminatorias: los mineros mexicanos laboraban
prolongadas jornadas de trabajo y bajo condiciones insalubres, sufrían abusos
en las tiendas de raya, ocupaban la mayoría de los puestos eventuales y
recibían malos tratos de mayordomos y capataces, al mismo tiempo que los
empleos de confianza y los mejores puestos los ocupaban extranjeros. De seguro,
en estas condiciones se hallaban algunas de las bases del antimperialismo de
los trabajadores de la CCCC. Pese a la falta de libertades democráticas, tales
condiciones, así como la alta concentración obrera y el trabajo político de los
cuadros del magonismo, facilitaron la organización de los obreros y empleados.
Constituida
la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, el 28 de septiembre de
1905, en Saint Louis, Misuri, Estados Unidos,(2) el movimiento magonista se
encaminaba a la lucha política abierta en contra de la dictadura de Porfirio
Díaz, y a organizar la
revolución que la sociedad mexicana requería. La influencia sobre el movimiento
obrero sería directa. El 16 de enero de 1906, surgió en Cananea la Unión
Liberal Humanidad, bajo la dirección de Manuel M. Diéguez y Esteban Baca
Calderón, como expresión del PLM.(3) En El Ronquillo y la Mesa Grande, Lázaro
Gutiérrez de Lara y otros militantes formaron una segunda organización
subterránea, el Club Liberal de Cananea, también vinculada a Ricardo Flores
Magón y su organización revolucionaria.
Con
el propósito de desarrollar actividades públicas, los liberales formaron la
Junta Patriótica, que el 5
de mayo efectuó una ceremonia de masas. En ese acto, Diéguez sostuvo: “¡Queréis
otra situación más oprobiosa! Preferible fuera renunciar a nuestro título de
hombres y de mexicanos. Enseñadle al capitalista que no sois bestias de carga;
a ese capitalista que en todo y para todo nos ha postergado con su legión de
hombres blondos y de ojos azules; ¡qué vergüenza! Estáis en vuestro propio
suelo y los beneficios que produce a vosotros debieran corresponder en primer
lugar, enseñadle a vuestros hijos el amor a la dignidad personal con el ejemplo
de vuestra conducta de hombres libres; enseñadle a los funcionarios que el
derecho de gobernar reside única y esencialmente en vosotros, y que sólo del
pueblo pueden dimanar las leyes. Ésa es la República, la inagotable fuente del
bienestar para las colectividades. ¡Así se ama a la patria! ¡Así se honra a los
héroes!” (4)
El
acto del 5 de mayo generó cierta agitación entre los trabajadores de la CCCC,
por lo que las autoridades locales tomaron medidas preventivas. Los mineros, en
reuniones y discusiones, elaboraron como demandas principales: la jornada de 8
horas, el salario mínimo de 5 pesos y la destitución de algunos capataces
yanquis. El día 28, en Pueblo Nuevo, se verificó otro mitin en el cual
intervinieron Baca Calderón y Gutiérrez de Lara.
La
Cananea Consolidated Copper Company comunicó, el 31 de mayo, a los rezagadores,
carreros, barreteros y ademadores de la mina Oversight que la extracción del
mineral quedaba sujeta a contrato, quedando, así, en manos de los mayordomos la
reducción de operarios y el incremento de las cargas de trabajo al resto de los
obreros y empleados. Los trabajadores reaccionaron de inmediato. El 1 de junio,
por la madrugada, los obreros de la mina Oversight estallaron la huelga.
Comenzó de esta manera una de las acciones huelguísticas más importantes en la
historia del movimiento obrero mexicano. A propósito, el maestro Jesús Silva
Herzog escribió: “...fueron los mineros de Cananea, los primeros que en México
lucharon por conquistar la jornada de ocho horas y un salario mínimo suficiente
para satisfacer, dentro de marcos humanos, las necesidades del trabajador y de
su familia...”(5)
De
acuerdo con Rafael Carrillo Azpeitia: “En el proceso de la huelga de Cananea...
existe la constancia del propósito de Diéguez y [Baca] Calderón para fundar la
Unión Minera, con los trabajadores mineros del lugar, como primer pilar de la
Liga Minera de los Estados Unidos Mexicanos”.(6)
Ante
la agitación obrera, se presentó en el lugar el presidente municipal de la
localidad, Filiberto V. Barroso, que planteó se nombraran representantes de los
huelguistas para negociar con la compañía en la comisaría de El Ronquillo. Por
los mineros asistieron, entre otros, Valentín Gómez, Juan N. Río y Esteban Baca
Calderón. El pliego petitorio presentado a la CCCC, se justificaba así:
“Deseamos, pues, que se utilice la inteligencia de los mexicanos y se mejore la
organización a que han estado sujetos. Desde luego proponemos a usted que a
todos los mexicanos en general se les pague un peso más sobre el sueldo que han
disfrutado... No debemos omitir otra consideración de orden superior: si a los
mineros mexicanos se les otorga justicia en el caso que nos ocupa, ocho horas
de trabajo serán suficientes para que el trabajo de todos rinda tantos o más
productos...”(7)
El
memorándum de los huelguistas de Cananea exponía las peticiones en forma por
demás clara:
“1.
Queda el pueblo obrero declarado en manifestación.
“2.
El pueblo obrero se obliga a trabajar bajo las condiciones siguientes:
“I.
La destitución del empleo del mayordomo Luis (nivel 19).
“II.
El mínimo sueldo del obrero será de cinco pesos, con ocho horas de trabajo.
“III.
En todos los trabajos de ‘Cananea Consolidated Copper Company’, se emplearán el
75% de mexicanos y el 25% de extranjeros, teniendo los primeros las mismas
aptitudes que los segundos.
“IV.
Poner hombres al cuidado de las jaulas que tengan nobles sentimientos para
evitar toda clase de irritación.
“V.
Todo mexicano, en los trabajos de esta negociación, tendrá derecho al ascenso,
según se lo permitan sus aptitudes".(8)
El
presidente de la empresa, William C. Greene, respondió en los siguientes
términos: “Con verdadera sorpresa y profundo pesar me he enterado de la
comunicación de ustedes, de esta fecha, la que me parece enteramente infundada
e instigada tan sólo por personas cuyo interés personal es del todo ajeno a la
prosperidad y bienestar de los obreros de este mineral.
“Es
del todo imposible aumentar los salarios sobre su nivel actual...”
“Con
relación al número de horas que deberá constituir un día de trabajo, esto se
rige enteramente por las condiciones bajo las cuales trabaja el operario”.
“En
cuanto a la designación de capataces o jefes, es del todo indispensable que la
compañía escoja las personas que deberán dirigir sus operaciones...”(9)
La
capacidad de respuesta de los obreros fue extraordinaria: la huelga se extendió
a las minas
El Capote y La Demócrata, a la fundición y a la planta concentradora, impulsada
por comisionados y agitadores de la mina Oversight. El movimiento adquirió un
carácter general, aunque imbuido de una gran espontaneidad.
Los
trabajadores organizaron y realizaron una manifestación, que, inicialmente,
abarcaba a 1,500 almas, con tres cartelones que llevaban como consigna “Cinco
pesos. Ocho horas”. Abundaron los vivas a México. En Buenavista se incorporaron
a la marcha 500 operarios, en la concentradora otros 200 y en la fundición
alrededor de mil. Los comerciantes, de diversas nacionalidades, recibieron a
los manifestantes con entusiasmo. Cerca de la demostración, Greene y 30 yanquis
armados, vigilaban desde automóviles el desarrollo de la movilización obrera.
La empresa imperialista estaba preparada para la represión. Todos sus pasos,
así lo indicaban. Los empleados de confianza y pistoleros organizados (guardias
blancas) fueron dispuestos para la lucha antiobrera.
Al
arribar a la maderería, George y William Metcalf utilizaron mangueras de
presión para empapar a los huelguistas. Los mineros entraron a la fuerza y se
iniciaron los primeros balazos. Un trabajador fue asesinado. A la oficina se le
prendió fuego y George Metcalf fue ajusticiado a pedradas. William hizo varios
disparos, haciendo caer a otros obreros, pero él también fue muerto. Los
huelguistas respondieron a la violencia con la violencia. Greene y sus
seguidores y pistoleros retrocedieron a un edificio cercano a la sede de la
alcaldía.
La
huelga, dada la respuesta empresarial, adquirió rasgos definidos de motín, de
revuelta. En la esquina de las calles Chihuahua y Tercera Este, los obreros
fueron recibidos a balazos por los pistoleros de la empresa y empleados gringos
armados. Mientras unos trabajadores se resguardaban en parapetos improvisados,
los demás asaltaron casas de empeño para abastecerse de rifles, pistolas y
pertrechos. Los estadunidenses usaron balas expansivas. La batalla se
generalizó. En ese combate cayeron 17 heridos y 10 muertos, de ellos ocho
mexicanos. Los huelguistas se retiraron a una loma de la localidad.
Las
autoridades porfiristas recurrieron a la formación de grupos paramilitares,
integrados con filibusteros y aventureros. El comisario del Ronquillo incluyó
en las fuerzas represivas a 14 matones. En las oficinas de la compañía se
recibió un furgón de ferrocarril repleto de armas y parque, proveniente de
Estados Unidos.
Rafael
Izábal, gobernador del estado de Sonora, se hizo acompañar de 20 hombres del
11er. Cuerpo de Rurales bajo el mando de Luis Medina Barrón; al pasar por villa
Magdalena incorporó a 20 rurales y 30 agentes fiscales, con el teniente coronel
Emilio Kosterlitski a la cabeza; luego viajó a Naco, Arizona, y después a
Cananea, por la mañana del 2 de junio, acompañado de un grupo de gabachos
armados, entre los que se encontraban 275 rangers jefaturados por el coronel
Thomas Rynning. El delito de traición a la patria se configuró plenamente. El
gobernador y el presidente de la compañía intentaron calmar a los obreros, sin
embargo, quienes intervenían como oradores inmediatamente eran apresados.
Los
liberales denunciaron la violación de la soberanía nacional, en tanto la tienda
de raya, el banco, la fundición, la concentradora de metales y el domicilio del
asesino gringo William Cornell Greene fueron ocupados por las fuerzas de
matones de la compañía, empleados estadunidenses armados y rangers.
En
la tarde de ese día, los mineros efectuaron otra gran manifestación, con la
intención de hablar con Izábal. Empero, no había disposición por parte de las
autoridades y los empresarios de negociar y darle una salida política al
conflicto. Se produjo una nueva agresión por parte de los rangers y los pistoleros
de la burguesía. El combate se generalizó. Kosterlitski amagó a los mineros por
la espalda. Los gringos cazaban trabajadores por las calles. De esta suerte,
intervinieron en la represión antiobrera elementos militares y policíacos del
Estado mexicano, rangers estadunidenses, empleados gringos y pistoleros al
servicio de la compañía imperialista. El saldo fue de 23 muertos y 22 heridos.
Los norteamericanos se regresaron, a las 10 de la noche, en el mismo tren en
que habían arribado a la ciudad sonorense.
El general Luis E. Torres, jefe de la I Zona Militar y
especialista en masacrar y vender como esclavos a los yaquis, llegó a Cananea el 3 de junio, y
amenazó a los huelguistas con incorporarlos a las tropas que combatían a la
heroica tribu yaqui si no regresaban a trabajar en un plazo de 24 horas. Así
gobernaban los oligarcas mexicanos al servicio del capital extranjero, los
capitalistas nacionales y los latifundistas.
El
4 de junio, se publicó en Washington un telegrama del mayor Wats al secretario
de Guerra de EU: “El gobernador de Sonora por conducto del comisario mexicano
en Naco me ha transmitido el siguiente mensaje:
“‘El
cuerpo de voluntarios americanos regresó anoche y ha salido para sus
cuarteles’”.(10)
La
dictadura porfirista se proponía imponer un escarmiento a la clase obrera. El 5 de junio, fueron detenidos
Diéguez, Baca Calderón y otros dirigentes del movimiento. Lázaro Gutiérrez de
Lara logró escapar al país vecino del Norte. En julio de 1908 los líderes de la
huelga fueron sentenciados a 15 años de prisión y trabajos forzados, que en
agosto de 1909 pasaron a cumplir en el fuerte de San Juan de Ulúa. En 1911, bajo
el gobierno de Francisco I. Madero, fueron excarcelados.
El
traidor Izábal, habiendo sido consignado ante el gran jurado de la Cámara de
Diputados, por traición a la patria, fue exonerado. Mientras Porfirio Díaz,
sacaba como conclusión: “No me alboroten la caballada”.
El
6 de junio, Izábal envió a Ramón Corral, vicepresidente de la República, el
telegrama que a la letra decía: “Gral. Torres y yo opinamos que convendría
ejecutar a esos individuos cuyos nombres son: Manuel M. Diéguez, socialista
decidido; Esteban Baca Calderón, natural de Tepic, bastante ilustrado e
inteligente que buscó trabajo de minero sin más fin que relacionarse con el
pueblo y sublevarlos; José Ma. Ibarra... pero a la luz del día para que el
ejemplar castigo surta sus efectos”.(11)
En
la misma fecha, Corral telegrafió a Izábal: “Envíeme telegrama diciendo: que
americanos que vinieron con Ud. a Cananea eran particulares sin ninguna
organización militar... que usted no pudo evitar que tomaran el tren en Naco...
y que... no les permitió que tomaran ninguna injerencia en los acontecimientos...”(12)
Los
caídos durante la huelga, conforme a Francisco R. Almada, fueron los
trabajadores mexicanos Doroteo Valdepeñas, Crescencio Monroy, Enrique Vizcarra,
Pedro Fimbres, Eugenio Mendívil, Francisco Lara, Juan Cota, Julio Flores,
Alberto Stone, Filomeno Morales, José Orozco, Petronilo López, Jesús Carrasco,
Pedro Amaya, Librado Leyva, Indalecio Aldaco, Manuel Montijo, Margarito N. y
uno no identificado.
Los
muertos gringos fueron George y William Metcalf, Conrad Kubler y Albert Rusk.
Un
mes exactamente después del estallido de la huelga, el 1 de julio de 1906, el
PLM lanzó el célebre Programa del Partido Liberal y Manifiesto a la Nación, en
el que se planteaban como objetivos: la educación laica, el pago de buenos
sueldos al magisterio, limitaciones a la actividad del clero y respeto a las
leyes de Reforma. En materia de trabajo, dada su importancia, conviene citar
ampliamente algunos planteamientos: “...Gracias a la dictadura de Porfirio
Díaz, que pone el poder al servicio de todos los explotadores del pueblo, el
trabajador mexicano ha sido reducido a la condición más miserable; en
dondequiera que preste sus servicios es obligado a desempeñar una dura labor de
muchas horas por un jornal de unos cuantos centavos. El capitalista soberano impone
sin apelación las condiciones del trabajo, que siempre son desastrosas para el
obrero, y éste tiene que aceptarlas por dos razones: porque la miseria le hace
trabajar a cualquier precio o porque, si se rebela contra el abuso del rico,
las bayonetas de la dictadura se encargan de someterlo...
“En
más deplorable situación que el trabajador industrial, se encuentra el
jornalero de campo, verdadero siervo de los modernos señores feudales...” “Una
labor máxima de ocho horas y un salario mínimo de un peso, es lo menos que
puede pretenderse para que el trabajador esté siquiera a salvo de la miseria,
para que la fatiga no lo agote, y para que le quede tiempo y humor de
procurarse instrucción y distracción después de su trabajo... Si se dejara al
obrero en las condiciones en que hoy está, difícilmente lograría mejorar, pues la negra miseria en que vive
continuaría obligándolo a aceptar todas las condiciones del explotador. En
cambio, garantizándole menos horas de trabajo y un salario superior al que hoy
gana la generalidad, se le aligera el yugo y se le pone en aptitud de luchar
por mejores conquistas, de unirse y organizarse para arrancar al capital nuevas
y mejores conquistas. “La reglamentación del servicio doméstico y del trabajo a
domicilio se hace necesaria...”(13)
Se
planteaban otros puntos en materia de trabajo: higiene y seguridad, prohibición
del trabajo infantil, indemnización por accidentes, y pago en efectivo.
Quedaban
incluidas, asimismo, algunas reformas constitucionales: reducción del periodo
presidencial a cuatro años; supresión de la reelección inmediata para el
presidente y los gobernadores de los estados; inhabilitación del vicepresidente
para desempeñar funciones legislativas o cualquier otro cargo de elección
popular; supresión del servicio militar obligatorio y establecimiento de la
Guardia Nacional; supresión de las restricciones a las libertades de palabra y
de prensa, y abolición de la pena de muerte, excepto para los traidores a la
patria.
El
viejo dictador Porfirio Díaz informó a la nación el 16 de septiembre de 1906:
“…Al principiar el mes de junio se produjo en el mineral de Cananea, Sonora, un
movimiento encaminado a obtener un aumento de salarios y que degeneró bien
pronto en grave perturbación del orden público. A no haber sido reprimido con
energía y prontitud, si bien con prudencia, habría podido alcanzar serias
proporciones y aun tener consecuencias trascendentales. La pronta y enérgica
actitud del gobierno del estado y del Jefe de la I Zona Militar puso fin al
trastorno sin retardo. Algunos agitadores intentaban dar al movimiento un
carácter político; pero la clase obrera, con buen sentido, se abstuvo de
secundar esas ideas y la negociación que opera en el referido mineral reanudó
inmediatamente sus labores sin que hasta ahora haya vuelto a presentarse
indicio de nuevas perturbaciones. Las autoridades judiciales instruyen el
proceso respectivo para averiguar los hechos y castigar a los culpables de los
homicidios y demás delitos perpetrados”.(14)
La
huelga de Cananea mostró, en vivo, las potencialidades revolucionarias de la
clase obrera: su capacidad de autoorganización, su disposición de defender con
decisión y coraje sus intereses de clase, su papel de primer orden en la lucha
contra el imperialismo y la participación de los obreros más maduros en tareas
más allá de las relaciones obrero-patronales y su incursión en la lucha
directamente política. Por otra parte, la huelga de Cananea puso al desnudo el
carácter antinacional de la dictadura porfirista, en especial de su sector abiertamente
proyanqui como era el caso del gobernador Izábal. En el país estaban madurando
las condiciones para configurarse la situación de crisis revolucionaria y para
el estallido de la revolución. La muerte de los mineros cananenses no fue en
vano.
Notas
(1)Diccionario
histórico y biográfico de la Revolución mexicana, t. VI. San Luis Potosí, Sinaloa,
Sonora, Tabasco, México, INEHRM SG, 1992, pp. 469-473, (entrada “Cananea,
huelga en”).
(2)Firmaban
Ricardo Flores Magón (presidente), Juan Sarabia (vicepresidente) y Antonio I.
Villarreal, Enrique F. Magón, M. Sarabia y Rosalío Bustamante. (Regeneración,
30-IX-05, en Armando Bartra (pról.., sel. y notas), Regeneración 1900-1918,
México, Era-SEP, 1987, p. 172).
(3)Luis
Araiza, Historia del movimiento obrero mexicano, t. II, México, Ed. Casa del
Obrero Mundial, 2ª ed., 1975, p. 42.
(4)Jorge
Sayeg Helú, Las huelgas de Cananea y Río Blanco, México, BINEHEM, 1980, p. 55.
(5)Jesús
Silva Herzog, Inquietud sin tregua, México, Cuadernos Americanos, 1965, p. 139.
(6)Rafael
Carrillo Azpeitia, Ricardo Flores Magón, México, STPS, 1986, p. 13.
(7)Firmaban,
entre otros, Valentín López y Esteban Baca Calderón. (Fuentes para la Historia
de la Revolución Mexicana. III. La huelga de Cananea, México, FCE, 1ª reimpr.,
1974, p. 21).
(8)Jesús
Silva Herzog, Breve historia de la Revolución mexicana, t. I, México, FCE, 7ª
reimpr., 1973, p. 53.
(9)Firmaba
William C. Greene, presidente de la CCCC. (Manuel J. Aguirre, Cananea. Las
garras del imperialismo en México, México, Libro-Mex. Ed., 1958, pp. 104-110).
(10)Feliciana
Olga Medina Serrano, La política económica porfirista y la huelga de Cananea,
tesis, México, FFyL UNAM, 1977, p. 139.
(11)L.
Araiza, Ibíd., p. 68.
(12)L.
Araiza, Ibíd., p. 71.
(13)El
Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 y sus antecedentes, rec. Chantal
López y Omar Cortés, México, Ed. Antorcha, 1985, pp. 269-271.
(14)Francisco
R. Almada, Dicccionario de historia, geografía y biografía sonorenses,
Hermosillo, Inst. S. de Cultura, 1990, p. 315, (entrada “Huelgas”).