A continuación tres trabajos sobre la resistencia al franquismo de la década del 60. El primero refiere a la organización DI (Defensa Interior) y fue escrito por uno de sus militantes Octavio Alberola y publicado en portal de anarquismo OACA. El segundo titulado “San Sebastián. Objetivo: Matar a Franco” realizado por Barricada Libertaria. El tercero es un material extraído del trabajo de Jovenes
Anarcosindicalistas de la CGT española, publicado en jovenesanarcosindicalistas.blogspot.com.ar.
“El DI y la resistencia libertaria contra el franquismo”
Por Octavio
Alberola
Por razones generalmente partidistas, la resistencia
libertaria contra el franquismo ha sido frecuentemente olvidada en la
historiografía del antifranquismo. Pero este “olvido” es aún más notorio en el
caso de la resistencia libertaria de los años sesenta, por ser en esos años
cuando los libertarios intentaron organizar y poner en marcha su proyecto
resistencial más consecuente, el DI (“Defensa Interior”), y cuando sus acciones
obtuvieron mayor repercusión internacional.
Efectivamente, al reactualizar la lucha activa contra
el franquismo y la presencia del anarquismo, el DI fue el blanco de todos los
que, inclusive entre los libertarios, no veían con buenos ojos una
reactualización que ponía en evidencia su inmovilismo o que contrariaba sus
planes y objetivos políticos.
No es de extrañar pues que coincidieran tantos
intereses en ocultar la historia del DI y que por ello ésta sea hoy en día,
hasta en los propios medios libertarios, tan poco conocida. Un desconocimiento
que, gracias a la reactualización del caso Granado-Delgado en el marco del
actual proceso de recuperación de la memoria histórica, está comenzando a ser
paliado. No sólo porque al hablar de este caso se ha tenido necesariamente que
hablar del DI, sino también porque las nuevas generaciones de militantes y de
historiadores están demostrando un gran interés por descubrir la resistencia
libertaria de esos años, que tantos intereses coincidieron en ocultar.
Este interés exige pues un deber de información de
parte de los que podemos aportarla. Y esto es lo que me han pedido hacer hoy
aquí; pero, antes de hacerlo me parece necesario hacer algunas puntualizaciones
sobre el franquismo y el antifranquismo, desde el final de la guerra hasta 1960.
EL FRANQUISMO
Con el pretexto de restablecer el orden, los
militares facciosos se sublevan en 1936 contra el gobierno de la Segunda
República. La sublevación triunfa en algunas zonas del país; pero en
otras, gracias a la reacción popular, la sublevación fracasa y comienza
la llamada “Guerra Civil”…
Franco es uno de los generales comprometidos en la
conspiración y uno de los primeros en sublevarse; pero es gracias a una serie
de circunstancias (Sanjurjo muere en un accidente de aviación al regresar a
España y Mola encuentra muchas dificultades en el norte) que consigue ser
nombrado Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Gobierno faccioso por la
Junta militar reunida en Salamanca. Y así es como, tras apartar a los jefes
históricos del alzamiento y “unificar” la masa de militantes y dirigentes
fascistas en un partido único, Franco consigue ser, además de Jefe del Estado,
el Jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista y de la JONS y el supremo
Caudillo del Movimiento. Por eso, al terminar la guerra, logra asumir -“en su
entera plenitud” y con el título de “Caudillo de España por la gracia de Dios”-
la absoluta autoridad de ese “Estado nuevo” que, hasta el fin, será un “reino
sin Rey” y en todo momento una feroz y brutal dictadura castrense.
El franquismo, ese régimen que dura hasta la muerte
de Franco, no es otra cosa que la alianza tradicional entre caciques, curas y
militares, aunque adaptándose a los aires de la época, adopta el ropaje y el
ceremonial fascistas de la Falange. Ésta, que se considera el tercer pilar del
Régimen, copia y trata de imponer la ideología totalitaria de los fascismos
europeos; pero, ya desde el comienzo de la Guerra Civil, el Ejército, la
Iglesia y la Derecha reaccionaria, que son los verdaderos poderes que
configuran el franquismo, ven en la Falange un aliado circunstancial, pero
embarazoso para sus planes. Por ello, a partir de 1943, tras los desastres
militares de Mussolini y su arresto por orden del rey Víctor Manuel III,
comienza la desfalangización del país y el franquismo aparece como lo que
realmente es: una dictadura reaccionaria, militar y clerical.
El objetivo de estos poderes es simplemente imponer
una dictadura que garantice sus privilegios, una dictadura dispuesta a reprimir
toda forma de protesta popular, intransigente e implacable con los sectores
sociales que habían querido reformar la sociedad española y más aún con los que
habían intentado transformarla revolucionariamente.
El franquismo no sólo es un régimen que no reconoce
ninguna de las libertades fundamentales (de reunión, de organización y de
expresión), sino un régimen inquisitorial, implacable en la vindicta y en la
represión de todos cuantos se atreven a reclamar esas libertades. Entre 1939 y
1944, la represión franquista alcanza sus niveles más altos de brutalidad y las
víctimas se cuentan en cientos de miles. Sólo cuando sus padrinos Hitler y
Mussolini son derrotados, Franco hace una “pausa” en su política represiva;
pero esta “pausa” es corta, no dura más que el tiempo necesario para que el
Caudillo pulse el sentir de los Aliados sobre la continuidad de su régimen.
Después, a medida que las connivencias de las Potencias “democráticas” con
Franco aumentan y se esfuma la posibilidad de su derrocamiento, el franquismo
vuelve a ser esencial y brutalmente represivo.
EL ANTIFRANQUISMO
Al terminar la guerra, con la victoria franquista, la
mayoría de los vencidos acepta e interioriza la derrota; pero los hay que
deciden resistir y proseguir el combate contra el franquismo por las armas. Más
tarde, tras la derrota del nazi-fascismo, otros -confiando en el respaldo de
las Democracias vencedoras- deciden dedicar sus esfuerzos a la constitución, en
España y en el exilio, de una “oposición política” para “luchar” contra Franco
en las Cancillerías y esperar...
El antifranquismo institucional:
Esta Oposición espera el milagro, la caída de Franco,
gracias a la buena voluntad de las Grandes Potencias. Pero no sólo las
Democracias no provocan la caída de Franco, sino que ni siquiera hacen
evolucionar al franquismo hacia posiciones menos intransigentes, más
conciliantes. Al contrario, las Democracias pasan, poco a poco, de una condena
más o menos formal a un reconocimiento, de más en más oficial, del régimen
franquista. Por eso el tan esperado milagro acaba en una amarga decepción.
La historia de esta derrota es aleccionadora:
Comienza con triunfos aparentes: en 1945, con la
Declaracion de la ONU condenado el régimen franquista, y en 1946, con la Nota
tripartita propugnando la ruptura de relaciones con el régimen de Franco. Pero
estos “triunfos” tienen efectos más bien negativos, ya que relanzan la polémica
sobre la acción armada, dividiendo al antifranquismo y reduciendo el apoyo a
los grupos resistenciales. En 1948, España y Francia normalizan sus relaciones
y otros muchos países envían sus embajadores a Madrid. Y a partir de 1949, con
el pretexto del expansionismo soviético, termina prácticamente -aunque no
oficialmente- el aislamiento internacional del régimen franquista. Las
Democracias occidentales siguen entonces propiciando el ingreso de la España
franquista en las Organizaciones internacionales del llamado “mundo libre”, y
en 1950, a
pesar de que , desde hace mucho tiempo, abroga la Declaración de San Francisco
de 1945 y deja libre el camino a Franco para conseguir el pleno reconocimiento
internacional para su Régimen.
Esta decisión es un verdadero mazazo para el
antifranquismo en general; pero particularmente para aquellos sectores que han
puesto todas sus energías y esperanzas en conseguir el aislamiento internacional
del régimen franquista. No sólo no lo han conseguido sino que han hecho perder
el tiempo en absurdas conjeturas sobre el “posfranquismo” y en quiméricas
negociaciones para prepararlo, lo que ha facilitado los designios de
continuidad del Régimen.
Pese a este fracaso, el antifranquismo institucional
no cambia de estrategia y se resigna a seguir en una oposición puramente
simbólica... Y así pasan los años hasta que, en 1975, el franquismo -en tanto
que Régimen- acaba al morir Franco. Entonces, los prohombres de este
antifranquismo institucional se prestan a garantizar a los poderes fácticos su
continuidad y privilegios a través de una “transición” sin ruptura. Una
“transición” que es un simple cambio de fachada institucional para transformar
la Dictadura en Democracia, pero sin restauración de la República. De ahí que
los herederos del franquismo la acepten tan fácilmente, puesto que saben, desde
hace mucho tiempo, que el franquismo es un anacronismo político y que la
“transición” consagra la continuidad de los poderes fácticos y el capitalismo
en todo su esplendor.
El antifranquismo resistencial:
Durante todos esos años, los que han decidido
resistir al franquismo por las armas, son conscientes de que no es en el
terreno político o en el diplomático que Franco puede perder el Poder. Están
convencidos de que las Democracias acabarán acomodándose con la dictadura
franquista; pero saben que el descontento popular es enorme y que al Régimen le
preocupa la continuidad de las acciones resistenciales, porque éstas pueden
hacer perder el miedo a la población y el descontento popular transformarse en
insurrección.
Las instancias dirigentes de la oposición política
también lo saben; pero siguen afirmando que no hay otra alternativa que la
“solución pacífica del problema español”. La esperanza de obtener un día el
respaldo de las Democracias occidentales les impide ver la realidad, y ni
siquiera la brutalidad y la persistencia de la represión franquista les hacen
reflexionar y reconsiderar tan quimérica y desmovilizadora actitud. Su
resignación y capitulación son tales que, al considerar inoportuno todo cuanto
“molesta” a las Democracias victoriosas, llegan incluso a condenar las acciones
resistenciales.
Es verdad que los primeros años son terribles para el
antifascismo en España, en Europa y en otras partes del mundo. No sólo el
totalitarismo nazi-fascista está a punto de imponer su dominación planetaria,
sino que, en España, la represión es masiva y brutal: se denuncia, se detiene,
se depura, se tortura y se fusila. Por todas partes, pero sobre todo en la zona
que fue republicana, se maltrata y se humilla a la gente del pueblo simplemente
por suponer que sigue siendo republicana. Esta represión, tiene una dimensión
diferente a la que se ha ejercido ya en la zona nacionalista con el pretexto
del “terror rojo” (los miembros del clero, militares, falangistas y ricachones
fusilados en la zona republicana durante los primeros meses de la Guerra), y no
ce cifra en miles sino en cientos de miles.
No es de extrañar pues que, destrozados por los tres
años de guerra, por la cruel e implacable represión y por la desunión y la
indecisión combativa de las organizaciones antifranquistas, el derrotismo se
extienda entre los vencidos. De ahí el aislamiento y el abandono en que se
encuentran, en los primeros años de la posguerra, los grupos resistenciales:
tanto los que se han quedado en España para continuar el combate guerrillero en
las sierras, como los que han entrado para crear grupos de guerrilla
urbana en diferentes ciudades y responder, golpe por golpe, a la represión.
No obstante, y pese a esta difícil situación, estos
núcleos guerrilleros -constituidos de ex combatientes republicanos
(socialistas, comunistas y anarquistas)- tratan de mantenerse en España. Y
cuando el sur de
Francia es liberado, el Partido Comunista Español crea la Agrupación de
Guerrilleros Españoles (AGE), comenzando, el 19 de octubre de 1944, una
expedición guerrillera (compuesta de unos 3.000 milicianos) por el Valle de
Arán. Esta expedición acaba, diez días después, en una estrepitosa retirada.
Por su parte, los republicanos también se han proclamado partidarios de la
lucha armada contra Franco, creando, ese mismo año, la Agrupación Militar
Republicana Española (AMRE) y la Acción de Fuerzas Armadas de la República
Española (AFARE); pero ninguna de las dos llega a protagonizar ni siquiera una
tentativa de acción armada.
Entre
1945 y 1949, la polémica en torno a la “lucha armada”, que “moviliza” la
atención de todas las fuerzas de la Oposición, es perjudicial para los grupos
resistenciales. Sólo algunos grupos, integrados por comunistas o por
libertarios, continúan las acciones de resistencia; pero casi exclusivamente en
Cataluña. Después, y hasta comienzos de los años sesenta, los grupos que continúan
el combate en España son verdaderamente residuales. Lo que aún puede llamarse
resistencia armada está reducida a las acciones esporádicas de algunos de los
grupos de acción anarquistas que la policía franquista no ha logrado
exterminar. Casi todos estos grupos provienen del exilio en Francia y están
compuestos por militantes de las juventudes libertarias y de la fracción
“apolítica” de la CNT; pero en pocas ocasiones cuentan con un verdadero apoyo
orgánico.
La lista de militantes anarquistas que sucumben bajo
las balas de la policía franquista es, durante este periodo, larguísima. De
ella cabe destacar los nombres de los considerados como los más irreductibles: José Luis Facerías y Francisco
Sabater Llopart (El Quico). El primero, abatido en una emboscada el 30 de
agosto de 1957 en Barcelona, combatía desde hacía veinte años contra el
franquismo. El segundo, herido en la madrugada del 4 de enero de 1960 en un
combate en el que mueren cuatro compañeros suyos, es finalmente abatido el día
siguiente en San Celoni tras veinticuatro años de combatir armas en la mano al
franquismo.
Este episodio causa gran sensación en España y
Francia “por ser una pervivencia de los viejos esquemas resistenciales”, y, de
cierta manera, pone punto final a una etapa, de la resistencia antifranquista,
en la que el protagonismo resistencial ha estado principalmente a cargo de los
grupos de acción anarquistas. Y ello porque los comunistas han optado, a partir
de 1948, por el abandono de la lucha armada, la liquidación de los últimos
focos guerrilleros y la estrategia de infiltración en las organizaciones de
masas del franquismo. Y también porque la oposición política clásica sigue
conformándose en ser únicamente espectadora...
LA RESISTENCIA DE LOS AÑOS SESENTA Y EL DI
Cuando
en 1960 Sabater decide volver a España han caído las dictaduras de Pérez
Jiménez, en Venezuela, y la de Batista, en Cuba, despertado nuevas esperanzas
en el seno de la oposición antifranquista, del interior y del exilio. En España
se ha creado el Frente de Liberación Popular (FLP), que se presenta como
“frente antifranquista y organización revolucionaria”. En México, los jóvenes
comunistas, socialistas, republicanos y libertarios crean el Movimiento Español
59 (ME 59) y algunos cenetistas, socialistas y republicanos fundan, al margen
de sus organizaciones, la Acción de Liberación Española (ALE), exigiendo la
unión y la acción. En Francia, los exiliados también despiertan de su letargo
y, principalmente, entre los libertarios comienzan a replantearse proyectos de
acción. Fruto de estas preocupaciones surge el Movimiento Popular de
Resistencia (MPR), con posiciones y propósitos unitarios y combativos.
Apenas transcurrido poco más de un mes de la muerte
de Sabater, el 18 de febrero, estallan en Madrid dos bombas y otras tres son
encontradas sin estallar. El recientemente creado Directorio Revolucionario
Ibérico de Liberación (DRIL) reivindica estas acciones. La policía detiene y
acusa a Antonio Abad Donoso de ser uno de sus miembros. Abad es ejecutado en la
madrugada del 8 de marzo de 1960.
Han pasado ya más de veinte años desde que el
franquismo celebró su Victoria, y si bien la sociedad española ha cambiado
sociológicamente, políticamente no ha habido ningún cambio substancial. Se
habla mucho de “liberalización”; pero el Régimen sigue impermeable a toda idea
de apertura -por mínima que ésta sea- en el terreno político y en el social.
Sólo se “liberaliza” la economía, y por ello las protestas populares resurgen a
partir de 1960. Para desalentar toda veleidad de resistencia, Franco hace
promulgar, el 26 de septiembre de 1960, un decreto endureciendo aún más la
represión.
A principios de 1961, en la noche del 21 al 22 de
enero, el DRIL despierta una inmensa oleada de entusiasmo al apoderarse del
trasatlántico portugués Santa María y recordar al mundo la existencia de una
resistencia activa contra las dictaduras de España y Portugal. Esta acción
tiene una gran repercusión internacional. La hazaña impacta la conciencia del
antifranquismo, particularmente en el seno del movimiento libertario por formar
parte del comando varios cenetistas. Pasados unos meses, en julio, los jóvenes
nacionalistas vascos fundan el movimiento Euskadi Ta Askatasuna (ETA) e
intentan sabotear la vía férrea cerca de San Sebastián. El 8 de agosto, El
Campesino (el célebre comandante comunista de la Guerra civil) inicia una
acción guerrillera, atacando con 13 hombres armados la central eléctrica de
Irabia, en Orbaiceta.
Estas acciones confirman el resurgir de tendencias
activistas hasta en los medios nacionalistas vascos y en los comunistas. Ante
este panorama, el antifranquismo clásico comienza a tomar conciencia de su
responsabilidad y de la urgencia de reaccionar… Comienzan a proliferar grupos
denunciando el derrotismo del antifranquismo “oficial” y propugnando actitudes
más combativas y unitarias. En el seno del Movimiento libertario exiliado
comienzan también a oírse de más en más voces con propósitos unitarios y
combativos. La militancia critica las posiciones inmovilistas de los comités y
acaba poniendo en marcha una dinámica imparable en pro de la unidad confederal.
Una dinámica que se concretiza en 1960, en el Primer Congreso intercontinental
de Federaciones Locales de la CNT de España en el exilio, a través de una moción
que permite dar un paso decisivo hacia la solución del cisma interno: “para no
forzar la voluntad de nadie” y “con vistas a dar facilidades” se da “a cada
Federación Local la autonomía de procedimientos para su liquidación”.
Así, apoyándose en esta moción, los partidarios de la
unidad confederal comienzan a hacerla efectiva en todas las Federaciones
Locales en donde la corriente unitaria es mayoritaria y a concertarse para
hacerla definitiva en el próximo comicio. La dinámica “pro unidad” se extiende
rápidamente a toda la
organización, y, aunque aún subsisten antagonismos en otras Federaciones
Locales, esta voluntad de unión y de acción se afirma definitivamente en el
congreso de la CNT que se celebra en la ciudad de Limoges del 26 de agosto al 3
de septiembre de 1961. A
este congreso asiste una delegación directa del Comité nacional de la CNT del
Interior ya reunificada.
La presencia de esta delegación, que se pronuncia
firmemente por la continuación “de la acción revolucionaria”, no es sólo
decisiva para oficializar la reunificación del movimiento libertario en el
Congreso sino también para que se apruebe -en sesión reservada y por
unanimidad- el dictamen sobre “defensa interior”. Este dictamen, elaborado por
Germinal Esgleas, Vicente Llansola y Miguel Celma, propone la constitución de
un organismo secreto para relanzar la lucha contra el régimen franquista y
afirmar la presencia libertaria en España.
La “reunificación” y la aprobación de este Dictamen
despiertan muchas expectativas en el seno de la militancia libertaria. Una
buena parte de ella espera que ahora sí se dinamice la lucha contra el
franquismo, y, desde finales de 1961, se crean comisiones para recoger fondos
para el DI en las Federaciones Locales ya reunificadas. En cambio, el sector
opuesto a la reunificación persiste en mantener vivos los conflictos personales
que han impedido la reunificación en otras Federaciones Locales: sobre todo en
las de Marsella y Venezuela.
A
pesar de ello, y tras la aprobación del dictamen de Defensa Interior por la FAI
y la FIJL, a principios del mes de enero de 1962 se reúne la Comisión de
Defensa del MLE (integrada por los secretarios de la CNT, de la FAI y de la
FIJL, más el secretario de coordinación de la CNT) para nombrar a los integrantes
del DI. Cada organización presenta una lista y finalmente son nombrados los
conocidos cenetistas Germinal Esgleas, Vicente Llansola, Cipriano Mera, Juan
García Oliver, Acracio Ruiz, Juan Jimeno y Octavio Alberola en representación
de las Juventudes Libertarias.
Los nombres de los miembros del DI sólo debían ser
conocidos, en principio, por los integrantes de la Comisión de Defensa; pero,
dada la situación conflictiva en el Movimiento, sus nombres comenzaron a
circular entre la base, comprometiendo su situación personal e inclusive las
tareas que el DI debía realizar. Es verdad que, dadas las circunstancias por
las que atravesaba el Movimiento, era importante que el DI estuviese integrado
por militantes de sólido historial: no sólo porque era muy importante consolidar
la unidad del Movimiento, sino también porque de poco podía servir el criterio
de capacidad “técnica” después de más de veinte años de exilio.
Por eso, aunque a la base se le dijo que se les había
nombrado porque “por su pasado revolucionario constituían una sólida garantía
en cuanto a la seriedad de las tareas específicas que el DI debía realizar”, la
realidad es que habían sido nombrados más bien en tanto que representaban a las
principales tendencias del Movimiento y para que estuviesen “representadas” las
tres principales zonas del exilio: tres (Esgleas, Llansola y Mera) por los
libertarios exilados en Francia, uno (García Oliver) por los de América, uno
(Jimeno) por los de África del Norte y otro (Ruiz) por los de Inglaterra,
puesto que yo representaba a la FIJL.
Dos meses después de haber sido nombrados, los
miembros del DI se reúnen con la Comisión de Defensa en un pueblito de
los alrededores de Toulouse. A esta reunión sólo ha faltado García Oliver, que
ha enviado por escrito (a través mío) su punto de vista sobre la estrategia a
seguir para alcanzar los objetivos que al DI se le fijaron. La mañana y la
tarde son dedicadas a
analizar la situación del Movimiento en el exilio y en el
interior de España, así como el contexto político y social nacional e
internacional. Esgleas plantea algunas divergencias de tipo ideológico y
táctico, pero se aprueba la visión estratégica desarrollada por García Oliver
en su escrito. En esta reunión, la Comisión de Defensa queda responsabilizada
de aportar, a través de su secretario (el secretario de coordinación de la
CNT), los fondos necesarios para sufragar las actividades del DI, que el
Dictamen Defensa Interior había evaluado, para una primera fase, a diez
millones de Francos (viejos).
Unos días después se reúnen de nuevo los seis
miembros del DI, presentes en la primera reunión, para decidir -en función de
lo estipulado en el Dictamen Defensa Interior- el modo de funcionamiento del DI
y evaluar las posibilidades humanas y materiales que el Movimiento podía ofrecer
para aplicar el plan de acción aprobado. En esa reunión, Germinal Esgleas se
propone para asumir la responsabilidad de la sección de propaganda y Vicente
Llansola para preparar un atentado contra Franco. Los cuatro restantes quedamos
encargados de preparar los grupos de acción, y yo, además, debo asegurar la
coordinación entre los miembros del DI, así como entre las diferentes
actividades... Esgleas recibe 100.000 francos (viejos), para comenzar a preparar las
actividades de propaganda, y Llansola recibe un millón de francos
(viejos), para organizar el atentado contra Franco. A los cinco miembros
restantes se nos atribuyen, en principio, cinco millones de francos (viejos),
para comenzar a
preparar las actividades que se nos han encomendado; pero, de
esta cantidad, el secretario de la Comisión de Defensa (Angel Carballeira)sólo
nos entrega 500.000, en dos ocasiones. La razón argüida es que ha entregado
todos los fondos a los “compañeros de España”. Pero la verdadera razón es que
Esgleas, al constatar la voluntad y empeño de los otros cinco miembros de
cumplir los acuerdos y que el DI se le escapa de las manos, ha decidido impedir
su puesta en marcha y, para ello, se vale de Carballeira. A esta labor
obstruccionista se suma también LLansola y todo el sector opuesto a la
reunificación de la CNT.
Al constatar tal propósito, los otros miembros del DI
-respaldados por el secretario del Comité Intercontinental (SI) de la CNT y el
de la Comisión de Relaciones de la FIJL- deciden mantener el DI y seguir adelante
con los planes de acción aprobados. El tiempo es un factor crucial para el
relanzamiento de la lucha contra la dictadura franquista, y, por el momento, no
se debe perder éste en denunciar orgánicamente a los que actúan de manera tan
irresponsable. Hay que dejarlo para más tarde. Lo primero es “recordar” a la
opinión pública nacional e internacional que, en España, hay una dictadura, que
la represión continua y que en las cárceles hay todavía miles de presos
políticos. Y, al mismo tiempo que se recuerda esto, hay que tratar de interesar
a las otras fuerzas antifranquistas a sumarse a esta acción. Además, y puesto
que Llansola se niega a informar sobre el “avance” de su misión, se decide
asumir la preparación del atentado contra Franco...
La reactivación de las acciones resistenciales
comienza el 5 de
junio de ese mismo año con la explosión de dos bombas en Madrid, una en la
Vicaría general castrense y otra en la Nunciatura. El 8 de junio, también en
Madrid, estalla una bomba en el Banco Popular Español (Opus Dei). El l3 de
junio estalla en Madrid una bomba en el Instituto de Previsión Social
(Falange), y, el 30 de junio, en Barcelona, estallan bombas en la Residencia de
Monterolas y en el Instituto Nacional de Previsión Social, así como en la
Residencia de Falange. Todas estas acciones son reivindicadas por la Federación
Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL). El 15 de julio estalla una bomba en
el balcón de la Casa
consistorial de Valencia, desde el que días antes Franco había pronunciado un
discurso. El comunicado dice: “te seguimos los pasos”. El 12 de agosto estalla
una bomba en la Basílica del Valle de los Caídos, y el comunicado dice: “ni en
tu tumba descansarás tranquilo”. Estas dos acciones son reivindicadas por el DI
y el MLE. El 19 de agosto, en San Sebastián, explosiona una fuerte carga de
plástico cerca de la entrada del Palacio de Ayete, residencia estival de
Franco. En la prensa
se habla de una tentativa de atentado contra Franco. El comunicado dice: “la
próxima ocasión será la buena”. Ese mismo día, en Madrid, estallan bombas en
las sedes de los diarios YA y PUEBLO. El 20 de agosto, en Barcelona, estallan
bombas en las sedes de los diarios LA VANGUARDIA y ABC. El 23 de septiembre, en
Roma, estallan dos bombas incendiarias en la Basílica de San Pedro, poco antes
del Concilio Vaticano. El 7 de octubre, en Nueva York, estalla una bomba en la
ventana de la residencia del Cardenal Spellman, gran amigo del régimen
franquista. Las reivindicaciones enviadas a la prensa recuerdan el apoyo
de la Iglesia a Franco. El
29 de septiembre, en Milán, es raptado el vicecónsul Elías para impedir la
condena a muerte del estudiante libertario catalán Jorge Conill que había sido
detenido unas semanas antes al mismo tiempo que otros jóvenes libertarios de
Barcelona, Madrid, Zaragoza y Valladolid. Entre el 2 y el
3 de diciembre estallan bombas en la residencia del
gobernador militar de San Sebastián, en el Palacio de Justicia de Valencia, en
el Tribunal de Cuentas del Reino de Madrid y en el Palacio de Justicia de
Lisboa, así como en el consulado español de Amsterdam. Estas acciones son
reivindicadas por el Consejo Ibérico de Liberación (CIL).
En
1963, en Roma, estallan bombas en las oficinas de Iberia y en la Delegación del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con grandes inscripciones
contra el turismo en España. Ese mismo día, en los aeropuertos de Las Palmas,
Barcelona y Madrid son saboteados diversos aviones de Iberia y de Aviaco antes
de despegar. El 16 de abril, en Valencia y en Alicante, estallan bombas
en las oficinas de Iberia, así como en el barco Ciudad de Ibiza que llegaba al
puerto de Barcelona. Las acciones de la campaña cpntre el turismo son
reivindicadas por el CIL. Pocos días después son detenidos tres jóvenes
estudiantes franceses. El 13 de junio, en los aeropuertos de Londres, Frankfort
y Ginebra, estallan bombas en los aviones de Iberia y de la Tap antes de
despegar. El 29 de julio, en Madrid, estalla una bomba en la Dirección General
de Seguridad y poco después otra en la sede de los Sindicatos Verticales. El 1
de agosto, cerca de Port-Bou es saboteada la vía del ferrocarril de Barcelona a Perpiñán. El 2 de
agosto, en la zona de Sabadell, se producen varios sabotajes en torres de
conducción eléctrica. Al día siguiente, la Guardia Civil abate al célebre
guerrillero libertario Ramón Vila Capdevila (“Caraquemada”). Ese mismo día, la prensa española da la
noticia de la detención tres días antes en Madrid de los jóvenes libertarios
Francisco Granado Gata y Joaquín Delgado Martínez, a quienes la policía
franquista acusa de ser los responsables de los atentados del 29 de julio en
esa ciudad. La prensa
afirma que “ulteriores investigaciones descubrieron que poseían un arsenal
compuesto por 20 kilos y 950
gramos de explosivo plástico, una ametralladora, cierta
cantidad de balas y un radiotransmisor destinado a provocar explosiones a
distancia por medio de onda corta.” (ABC, del 2-8-1963). En algunos comentarios
de prensa posteriores se insinúa que ese material podía estar destinado a un atentado
contra Franco en preparación.
El 13 de agosto por la tarde las agencias de prensa
reciben un comunicado oficial informando de que Granado y Delgado han sido
juzgados ese día por un Consejo de Guerra Sumarísimo (“El proceso ha sido
abierto sin previo aviso a la
prensa, a las 8 de la mañana, y los debates han sido llevados
con toda rapidez.” Le Monde, del 14-8-1963) y que se les han impuesto condenas
a muerte. Cuatro días más tarde, un nuevo y escueto comunicado oficial enviado
a la prensa
anuncia su ejecución.
La muerte de Caraquemada y luego la rápida ejecución
de Granado y Delgado caen como un mazazo sobre los libertarios. No han podido
organizar grandes manifestaciones de protesta -como las que se organizaron en
el caso del comunista Julián Grimau-, ya que se está en pleno mes de agosto,
con más de media Europa de vacaciones... Además, las presiones de las
autoridades francesas sobre el SI se vuelven imperativas y éste decide
suspender la ayuda económica al DI para paralizar “provisoriamente” sus acciones.
En tales condiciones, el DI se ve en la imposibilidad de reaccionar, como se
hizo en el caso Conill, y ni siquiera puede tomar las medidas de seguridad que
la situación exige, pues se tiene conciencia de que la represión no se ejercerá
exclusivamente en España.
Efectivamente, el 11 de septiembre, apenas terminado
el periodo vacacional, las autoridades francesas inician una redada de
detenciones contra responsables y militantes conocidos de la FIJL en todo el
territorio francés. Son detenidos más de sesenta jóvenes libertarios y dos
viejos compañeros de la CNT, Cipriano Mera y José Pascual, cuya vinculación con
el DI es “conocida”. La mayoría de los detenidos recupera la libertad pocos
días después; pero 21 quedan en prisión bajo la acusación de “asociación de
malhechores”.. Cipriano Mera es dejado en libertad gracias a su avanzada edad y
estado de salud. El objetivo de esta medida represiva es evidente para todos:
satisfacer las exigencias franquistas y ejercer presión sobre la CNT, que debe
celebrar en el mes de octubre un congreso en Toulouse, para que abandone la
línea de acción aprobada en 1961 y ponga fin al DI. Prueba de ello es
que, una vez terminado el Congreso y al quedar el SI en manos del sector
opuesto al DI, las autoridades francesas proceden a liberar a uno tras otro a
los jóvenes libertarios detenidos y a José Pascual, sin que en ningún momento
hayan sido objeto de una verdadera instrucción judicial.
La represión en España y Francia y el obstruccionismo
del sector confederal inmovilista logran su objetivo, parar la acción del DI;
pero no su continuidad orgánica... El sector inmovilista, con Esgleas a la
cabeza, ha aprovechado la ocasión para retomar las riendas de la CNT y de la
Comisión de Defensa en el congreso –que las autoridades franceses no
suspenden-, y dejar al DI definitivamente sin recursos para actuar; pero no ha
podido impedir que las delegaciones asistentes al congreso aprueben la gestión
del DI y, en consecuencia, su continuidad... La explicación es simple: ni
Esgleas ni Llansola han informado, antes o en el curso del congreso, de que son
dimisionarios del DI y de que han sido impugnados por los otros miembros de
este organismo.
El hecho es que en el congreso se han tomado dos
decisiones contradictorias: aprobación de la gestión del DI y nombramiento,
para los cargos del SI, de Esgleas y Llansola que, además de ser dimisionarios
del DI, están impugnados por los otros miembros de este organismo.
El problema orgánico es pues serio, ya que Esgleas y
Llansola han dimitido por estar opuestos a la continuidad del DI y han recibido
como mandato del Congreso el de proseguir cumplimentando el dictamen “Defensa
Interior”. Pero ni el uno ni el otro reconocen esta incompatibilidad, sino que,
al contrario, se apresuran a tomar posesión de sus cargos en el SI para
controlar el funcionamiento de la organización confederal e impedir que
la impugnación contra ellos sea debatida. De ahí que dedique todos sus
esfuerzos y gestión -que, con diferentes excusas, prolongan de un año- a
“justificar” sus dimisiones y el incumplimiento de las misiones que se habían
auto asignado en el DI, además de seguir exacerbando el enfrentamiento interno
para “justificar” el incumplimiento del acuerdo del congreso de continuidad del
organismo conspirativo y preparar su entierro “orgánico”.
EL ENTIERRO DEL DI Y EL RELEVO JUVENIL
Este entierro se produce en el Congreso de
Montpellier que, por fin, comienza el 31 de julio de 1965 cuando Esgleas está
seguro de contar con un número suficiente de delegados, de pequeñas Federaciones
Locales adictas, para disponer de una mayoría de votos. Para ello no ha dudado
en realizar una intensa campaña electoral (una de las curiosas innovaciones
introducidas en los medios libertarios por el esgleísmo) centrada en la
"salvación de la Organización", además de asegurarles, a las
delegaciones afines, los gastos de desplazamiento y estancia (otra innovación
esgleísta). El hecho de haber escogido Montpellier como sede del congreso es
porque esa región y la de la cercana Provenza estaban controladas por sus
afines.
Desde la primera sesión comienzan los enfrentamientos
para nombrar la Comisión de Escrutinio y la Presidencia del congreso. Para les
delegaciones esgleístas, la única posibilidad de salvación del anarquismo
español es el “purismo” ideológico que encarna Esgleas y la aplicación de
“reglas sanitarias, higiénicas, definitivas, contundentes” para expulsar del
movimiento a todo militante que no esté de acuerdo con esta línea. Para las
otras delegaciones, tanto para las que defienden al DI como para las que
simplemente no aceptan la ortodoxia e inmovilismo esgleísta, el anarquismo no
debe ser sectario y su futuro depende, precisamente, de su capacidad de
actuación en el contexto político y social de su época.
El enfrentamiento es cada vez más virulento, y tras
apoderarse de la Presidencia del congreso y de la Comisión de Escrutinio, los
esgleístas dedican las primeras sesiones a la eliminación de delegados que
habían sido ya objeto de las “reglas sanitarias” (expulsiones) en ciertas federaciones
locales y regionales por ellos controladas, y que el SI esgleísta había
propiciado. En buen conocedor del estado de ánimo de la organización y de la
mecánica orgánica, Esgleas había dejado podrir estos conflictos locales y
regionales para que el congreso se desarrollase en un clima de enfrentamiento
tal que toda posibilidad de analizar serenamente esos casos y el de la
impugnación fuese imposible. Esgleas sabe que su mantenimiento en los cargos
(retribuidos) de la Organización depende de ello, y a conseguir tal objetivo
dedica todo su tiempo y energía, sin ningún escrúpulo ni problema de
conciencia. De ahí que llegue hasta a la ruptura con la organización juvenil
(la FIJL) cuando ésta le exige, en la Comisión de Defensa, que él y Llansola
den cuentas de su dimisión del DI y pongan sus cargos, en el SI, a disposición
de la Organización mientras se estudia y se resuelve la impugnación por
incompatibilidad. Y no sólo rompe con la FIJL, sino que utiliza esta ruptura,
con los jóvenes, que propician y reclaman el rejuvenecimiento y puesta al día
del Movimiento, para presentarse en defensor intransigente de la trilogía
“principios, tácticas y finalidades”, que sirve de tapadera ideológica a los
que siguen viviendo en el pasado y en el inmovilismo. Esgleas sabe que a estos
militantes les arregla este simplismo ideológico y el inmovilismo que él
encarna, pues el envejecimiento y los muchos años de exilio les han
acostumbrado a una militancia poco comprometedora. Por ello, para conservar su
cargo, se permite toda clase de manejos y actitudes impropias de libertarios.
Así, al comienzo de su informe al congreso, Esgleas se permite decir que todo
ataque contra el SI es un ataque contra la CNT (“De todo lo que se hace y se
dice en contra de un Secretariado Intercontinental no es el SI finalmente el
perjudicado, sino toda la Confederación Nacional del Trabajo, todo el pueblo
español.”). Y más adelante, para justificar el por qué, pese a estar impugnado,
había aceptado hacerse cargo del SI, no tiene ningún empacho en presentarse en
defensor de la independencia de la CNT.
En su informe al congreso, Esgleas dice:
“(...)En todo momento hemos querido mantener la
independencia de la CNT, la hemos mantenido y la hemos defendido, se defenderá
siempre que se atente contra ella, venga este atentado de donde viniere. Cuando
antes de tomar posesión de nuestros cargos se nos hace la guerra por el
hecho de haber aceptado; cuando casi tres meses después del Congreso de 1963,
nos viene una representación -que no era de la CNT- a rogarnos "muy
fraternalmente", según ellos, que no tomáramos posesión de los cargos
hasta que ciertas cosas fueran aclaradas, cosas ignoradas por este
Secretariado, pensamos y les dijimos que no podíamos aceptar esta imposición. Y
en virtud de ese concepto obramos y se ajustó nuestra conducta. No puede
admitirse otra cosa para no sentar el precedente de que unos compañeros
nombrados en un Congreso dejen de ocupar sus puestos por el veto que ponga una
organización ajena (...).”
¡Esta organización “ajena” era la FIJL, que con la
CNT y la FAI integraban la Comisión de Defensa del MLE que había nombrado a los
miembros del DI, y ante la cual había sido presentada la impugnación contra
Esgleas y Llansola por los otros miembros del DI que continuaban en sus
puestos!
Claro es que a las delegaciones esgleístas les
importaba muy poco lo insuficiente de esta “explicación”, pues habían venido al
Congreso decididas a imponer
la orientación esgleísta aunque fuese a costa de dividir una
vez más a la CNT y al MLE.
El día 5 de agosto por la tarde, después de cinco
días de agrios y violentos debates, comienza la primera “sesión reservada”
dedicada a la elucidación del llamado “problema interno”. A ésta siguen cinco
más; pero, a pesar de que se deja hablar a los impugnadores, las delegaciones
esgleístas permanecen sordas a sus argumentos. Para ellas, como para Esgleas y
Llansola, no era incompatible haber dimitido del organismo conspirativo y haber
aceptado después, en el Congreso de 1963, los cargos del SI a pesar de que éste
había aprobado la gestión y la continuidad del DI. Como tampoco consideraban
grave no haber hecho absolutamente nada, durante su año y medio de gestión al
frente del SI, para cumplimentar este acuerdo o para denunciarlo...
El hecho es que la “mayoría” esgleísta termina la
quinta “sesión reservada” aprobando, en medio de gritos, insultos y amenazas,
una resolución de circunstancias que, tras ratificar su confianza a los
impugnados (Esgleas y Llansola) “no aplica sanciones” a los impugnadores
(Mera y Alberola)[1].
En un ambiente tan enrarecido, y al oponerse los esgleístas a reconsiderar esta
moción, todas las delegaciones que no quieren caucionar un tal proceder se
retiran del Congreso.
Así, ya sin oposición y para que el DI quede
definitivamente enterrado, Esgleas hace aprobar la anulación del dictamen de
“Acción directa y revolucionaria” aprobado en 1961, que él y sus
incondicionales, Llansola y Celma, habían elaborado.
Pero lo que los esgleístas entierran en Montpellier
no es tanto el DI como la voluntad de transformar en acción. los acuerdos de
lucha contra la dictadura franquista. Por eso, después de Montpellier, la CNT y
la FAI vuelven a instalarse en la rutina de aprobar y ratificar acuerdos, en la
demagogia y el inmovilismo de antes.
Años después, en su libro de memorias “El eco de los
pasos”, Juan García Oliver escribió lo que sigue:
“(…) El DI, que agrupó a unos muy viejos militantes
de probado historial revolucionario, con otros jóvenes e inteligentes miembros
de las juventudes, realizó una acción de seis meses de duración(…) Fueron, al
parecer, solamente seis meses de acción conjunta del DI, brazo armado de la
Organización. Hubiese sido menester, por lo menos, un año más para poder
terminar la obra emprendida, que no era otra que acabar, a como diese lugar,
con la dictadura en España. Desgraciadamente era una lucha que reclamaba la
aportación abundante de medios económicos. Ricos siempre de hombres luchadores,
pobres siempre en medios económicos, hubieron de suspender la empresa de la
liberación de España. Sin embargo, aquella fue la única vez que la Organización
se enfrentó con la Dictadura. Y la única también que una organización española,
antes de la ETA, emprendiera una lucha colectiva contra el franquismo
organizado(…) Se hizo la unidad, se creó el DI, se luchó incipientemente y
cuando debía darse un salto más fuerte correspondiendo a la lógica superación
de una primera etapa de ensayo, se acabó todo : hasta la unidad, porque otra
vez aparecieron las disensiones, las divergencias y las incompatibilidades (…)”
Por supuesto, terminado el vergonzoso congreso de
Montpellier, que puso en evidencia la esterilidad de la lucha contra la
gerontocracia libertaria exiliada, la FIJL abandonó definitivamente la Comisión
de Defensa del MLE y decidió continuar la lucha activa contra el franquismo
iniciada por el DI.
Comenzó entonces una nueva etapa en la que los
jóvenes libertarios lograron, tras las espectaculares acciones del “Grupo
Primero de Mayo”, no sólo poner en jaque al régimen franquista, sino
reactualizar el antiautoritarismo que dio, al Mayo del 68, su radicalidad
libertaria.
Pero, de esa etapa, hablaremos en otra ocasión...
[1] Es
en el curso de esta sesión (del Congreso de Limoges de 1965) que exigí se
esclareciera el bulo que los esgleistas habían lanzado para acusar a Cipriano
Mera de haberse quedado con 5000 francos (viejos) de la Organización. Lo grave
es que a pesar de haberse esclarecido ante todas las delegaciones (de ahí que
en el "acuerdo final", no aceptado por las delegaciones que
abandonaron el Congreso, los esgleistas no se atrevieran a expulsarnos) que esa
cantidad me la había dado a mi el
compañero Marcelino Boticario, secretario de la Comisión de Defensa, en
septiembre de 1963 (tras las detenciones en Francia) para que me volviera a
México, el sector esgleista siguió propalando tal bulo contra el compañero
Mera. Cuando digo que quedó esclarecido es porque mi intervención denunciando
el bulo fue confirmada por los compañeros Boticario y Santamaría, secretario
general del Intercontinental, miembro también de la Comisión de Defensa.
“San Sebastián. Objetivo: Matar a Franco”
Por Barricada Libertaria.
El Caudillo solía repartir sus vacaciones de verano
entre Galicia y San Sebastián. Con la recepción en La Granja para celebrar el
aniversario del Alzamiento, el 18 de julio solía significar el fin de la
actividad política y el inicio de las vacaciones. Los ministros se dispersaban
según sus preferencias en las costas o en la montaña y sólo acudían a un
Consejo que se celebraba en La Coruña y, un mes después, en San Sebastián. Cada
año se repetía invariablemente el mismo itinerario, pero los periódicos no daban
noticia de los desplazamientos del Jefe del Estado. Sólo comunicaban que el
Caudillo se hallaba ya en su destino.
Al principio del verano en una reunión de todos los
miembros que integraban el “Submarino” - así era conocida familiarmente la
sección D - I - se discutieron todos los pasos de una operación que pretendía
“ejecutar” al Caudillo en el momento de entrar en su residencia de Ayete, en
San Sebastián. Con antelación suficiente era posible minar la carretera
exterior del palacio y hacer estallar las cargas en el momento en que el coche
de su Excelencia entrara en la zona.
Sólo había un problema: conocer con exactitud el día
y la hora de la llegada de la comitiva. La presencia de Franco en San Sebastián
tenía carácter privado y no estaba prevista ninguna recepción oficial. La
caravana se dirigía directamente al Palacio y al día siguiente acudían las
autoridades locales y provinciales a agasajar al Caudillo.
Cipriano Mera y un dirigente libertario de
procedencia vasca informaron al D - I que las conversaciones con ETA habían
llegado a un punto positivo. Ambas organizaciones se repartirían la misión en
los siguiente términos: ETA transportaría el material explosivo -veinticinco
kilos de “plástico”- y las armas cortas del comando desde Bayona a San Sebastián
por mar. ETA ayudaría al comando del D - I a moverse por el País Vasco y a
protegerle en la retirada. Sin embargo, ETA no estaría al corriente de la
magnitud del atentado, cuya ejecución se reservaba el D - I. Por ser historia
demasiado reciente no ha sido posible divulgar los nombres de las personas que
formaban parte del comando conjunto.
El enlace en Madrid para seguir los pasos del
Caudillo era un militante de las juventudes libertarias que transmitía por
radio mensajes cifrados. La cuenta atrás para la ejecución del atentado empezó
al menos un mes y medio antes de la fecha en que se preveía la llegada de
Franco a Ayete que solía ser hacia mediados de agosto.
La pequeña embarcación -una de las que por entonces
pertenecía a la “flotilla ligera” de la que se servía ETA- se hizo a la mar en San Juan de Luz y amparada por
el espeso tráfico pesquero del golfo de Vizcaya tocó tierra un atardecer en una
playa cercana a San Sebastián. En aquella época, cuando aún no se había
desencadenado la gran ofensiva etarra, la vigilancia no era excesiva y las
patrullas costeras, aun sabedoras de que se realizaba un importante trasiego de
contrabando, no podían prestar atención a todas las embarcaciones que pululaban en las aguas
pesqueras. El comando etarra recogió las armas y el material explosivo.
Debidamente empaquetado llegó también un aparato emisor de ondas fabricado por
un técnico español de la CNT -hombre cuya vida supera cualquier leyenda- que
había recibido el encargo de preparar varios aparatos. Entusiasmado por ese
proyecto y por otros que más tarde se llevarían a cabo, Cipriano Mera había
decidido contar con un “stock” importante de radioemisores. Por cierto que el
técnico no los montó a partir de piezas existentes en el mercado y fácilmente
controlables, sino que recurrió a los servicios de un compatriota que trabajaba
en una base militar norteamericana. Ningún servicio de información francés
detectó la fabricación de estos aparatos.
Mientras el enlace en Madrid se “sepultaba” para
empezar a transmitir informaciones, el comando ETA entregó la carga explosiva a
los enviados del D - I en San Sebastián. Debían actuar con celeridad pues era
de suponer que se establecería un cordón de vigilancia en los alrededores de
Ayete tan pronto como Franco saliera de Madrid para Galicia. El comando pudo
moverse sin sobresaltos. Por razones de seguridad y para estar cerca de su
objetivo rehuyeron las pensiones y los hoteles y se instalaron en un camping
junto a la playa. Desde allí, amparándose en la oscuridad y paseando como si
fueran dos parejas de novios, se internaron en el monte. Eligieron el tramo de
la carretera que conduce a Ayete idóneo para el atentado: visible desde la
posición en que se situaría el comando que haría estallar la carga mediante
onda y suficientemente ancho para que el coche de su Excelencia se acercara a
la zona minada siendo observado por los activistas. El comando procedió a
excavar un pequeño túnel desde la cuneta. En pocas horas quedó terminada la
operación, incluida la evacuación de la tierra. Depositaron en el interior
veinticinco kilos de “plástico”, más que suficientes para cumplir el objetivo.
El comando dejó “dormir” el explosivo sin colocar las pilas eléctricas que
recibirían la onda para provocar la explosión. Todo dependía ya de la suerte.
El atentado había sido reproducido en una base de entrenamiento en Francia y se
conocía el comportamiento y la duración de las pilas. No podrían permanecer más
de siete días enterradas, lo que añadía una dificultad seria al proyecto.
Tendrían que ser colocadas no más de una semana antes de la llegada de la
comitiva. La vigilancia se habría incrementado notablemente, pero el comando se
consideraba capaz de burlarla para introducir las pilas y poner en marcha el
mecanismo. Siete días. La responsabilidad de la acción recaía a partir de
entonces en el enlace de Madrid que tendría que seguir a Franco en sus
desplazamientos por el Norte de la Península.
El 17 de julio el pueblo de Madrid tributó un
homenaje a Franco. Doscientas setenta y cinco mil personas le aclamaron con
motivo de la entrega de siete mil quinientas viviendas construidas en el Gran
San Blas. Durante el último decenio Madrid había crecido en un 36 por 100. Al
día siguiente se celebró la tradicional recepción en La Granja, con motivo del
XXVI aniversario del Alzamiento. Franco podía considerarse satisfecho de su
buena estrella. La tormenta contra su Régimen había amainado. En el campo
internacional -a pesar de que las democracias occidentales seguían mostrándose
reticentes- había triunfado. Quedaban lejos los años de la nota tripartita. El
Gobierno había abierto las puertas a las inversiones extranjeras y Madrid era
la cita obligada de banqueros y de inversores que en los diez años siguientes
llegarían a dominar las
industrias clave del país. Franco llevaba veintiséis de Gobierno y contaba en
esa fecha el mismo número de años que ministros había tenido: sesenta y siete.
No tenía problemas con su salud y las fotografías de la época nos lo muestran
asombrosamente joven. Quizás un poco demasiado gordo, pero ágil y lucido. Los
rumores inventaban toda suerte de enfermedades mortales, nacidos de la
impotencia y de la obstinación con que el Jefe del Estado seguía asentado en El
Pardo. Poco antes había sufrido un accidente que levantó numerosas especulaciones.
En una cacería su escopeta de caza se había reventado, produciéndole una lesión
en la mano. También entonces se habló de atentado, perpetrado esta vez por
personas que tenían acceso a la armería y al Pardo.
El martes, 24 de julio, la Prensa publica una noticia
fechada el 23. Franco ha llegado a La Coruña a las ocho de la noche. Ese mismo
día, un veterano faísta, Pedro Sánchez Martínez, cuya mutilación y avanzada
edad no le impiden desafiar a las patrullas de la Guardia Civil, sabotea
mediante tres cargas de explosivos otros tantos postes eléctricos
interrumpiendo la corriente entre las ciudades industriales de Manresa y
Sabadell. Le acompaña Ramón Vila Capdevila, Caraquemada. Pedro Sánchez será
detenido el ocho de agosto, en un encuentro con la Guardia Civil en el Pirineo,
trasladado a Barcelona y condenado a treinta años de cárcel.
Como es habitual los periódicos no han anunciado
previamente el viaje de Su Excelencia y los españoles se enteran de que su
Caudillo ha emprendido las vacaciones sin que se sepa si ha llegado a Galicia
por carretera, en tren o en avión. El viernes 27, Franco recibe al periodista
Benjamín Wells, del New York Times, acompañado de Adolfo Martín Gamero,
director general de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos
Exteriores. Franco no concede ninguna importancia a la agitación social que
conmueve a España. Invariablemente, repite que las huelgas han sido fomentadas
por el comunismo internacional y que los obreros han sido engañados por agentes
a sueldo de Moscú. Entre esos “agentes” figuran hijos de leales servidores del
Caudillo, ministros y Almirantes (Lacalle y Sartorius). El veinte por ciento de
los presos políticos que se almacenan en Carabanchel han sido seminaristas y la
mayoría de los otros procede de familias de la derecha tradicional.
Nadie hace vacaciones en el verano de 1962. Once
presos, que cumplían condena en el célebre Penal de San Miguel de los Reyes por
atracos a manos armada y sabotajes, culminan un ímprobo trabajo de meses. Han
construido una galería subterránea que atraviesa el penal y a la que han
llevado corriente eléctrica. El 31 de julio logran evadirse. La Guardia Civil
se moviliza en la zona levantina y llegan refuerzos de Zaragoza. La invasión de
turistas se encuentra con fuertes controles en las carreteras.
Coincidencia o no, cada atentado proyectado contra el
Jefe del Estado y después contra el Presidente del Gobierno, concordará con la
llegada de una importante personalidad política norteamericana. Kissienger se
marchó de Madrid horas antes de que Carrero Blanco saltara por los aires a un
tiro de piedra de la Embajada norteamericana. El 5 de agosto de 1962, cuando el comando de Ayete
duerme esperando el día cero, llega a España en visita relámpago el embajador
USA en la ONU. Adlai Stevenson aterriza en Madrid, se entrevista largamente en
San Sebastián con el ministro Castiella y se reúne, en Madrid, con el Capitán
General Muñoz Grandes. Existe “un completo acuerdo entre ellos” dice la nota
oficial. El día siete de agosto Franco preside un Consejo de Ministros en La
Coruña. El ocho presencia una corrida de toros.
El enlace, que se hospeda en una pensión de La
Coruña, se impacienta. Trata de conseguir inútilmente una pista sobre los
proyectos del Caudillo. Indaga discretamente en las redacciones de los
periódicos y recorre el camino de El Pazo de Meirás. La escolta del Caudillo
sigue ocupando los alrededores y no hay indicios de que se vaya a levantar la vigilancia
en los próximos días. Más inquietos que él, los miembros del comando pasan las
horas muerta entre el camping y los alrededores de Ayete. Llovizna en San
Sebastián, pero el agua no altera el pavimento removido,. No hay peligro para
el material explosivo. Las pilas eléctricas y el radiotransmisor están
protegidos por lona militar procedente de una base norteamericana.
Tampoco este verano de 1962 hacen vacaciones los
organismos internacionales que canalizan las inversiones hacia España. El nueve
de agosto se hace público el informe del Banco Mundial sobre la economía
española redactado por un equipo de expertos que recorrieron meses antes la
Península. En el Informe, que augura importantes ayudas al Régimen del general
Franco, se vierten algunas recomendaciones: aumento de la competencia bancaria,
mayor liberación de las importaciones y reducción del arancel de 1960, mejorar
el sistema de transportes y emprender una reforma de las carreteras. El diez de
agosto Franco se reúne con sus ministros en El Pazo de Meirás. El once, el
enlace tiene una buena noticia que ofrecer. El alcalde de la ciudad preside un
homenaje de La Coruña al Caudillo. Todo indica que el general Franco se dispone
a dar por terminada su estancia en Galicia. El día doce visita Santiago de
Compostela.
Ese mismo día el D- I, cuyo objetivo más importante
es el atentado de Ayete, despliega fuerzas para realizar una nueva acción
espectacular. Una bomba hace explosión en la Basílica de El Valle de los
Caídos, el mausoleo de los muertos de la guerra civil. El artefacto estalló
detrás del altar, al terminar la misa de la mañana. El D - I reivindica el
atentado y se permite redactar esta octavilla: “Franco: ni en tu tumba te
dejaremos descansar”.
Pero el día 12 se pierde la pista del Caudillo. El
enlace recoge informaciones y las sopesa minuciosamente. Tiene que decidir algo
trascendental y lo hace. Cree que Franco ha emprendido viaje por carretera a
San Sebastián. El comando en Ayete recibe la noticia y sin esperar una
verificación completa desempaqueta las pilas, abre el pavimento y las conecta
al mecanismo que recibirá la onda explosiva. La decisión ha sido tomada. Rápida
y eficazmente es cerrado el túnel y el comando se aleja del lugar. Los miembros
del comando tendrán que permanecer vivaqueando en las cercanías, ocultos en la
vegetación y escudriñando con los prismáticos los movimientos de la guardia
-que ya ha aparecido- y la llegada de la caravana.
Desde el día 12 desaparecen las noticias sobre el
Jefe del Estado. Se sabe que su esposa, doña Carmen Polo, llega el quince a
Oviedo y el dieciséis se dirigía a sus posesiones de La Llanera.
El diecisiete el comando se sobresalta. Doña Carmen
llega a San Sebastián. Los jóvenes libertarios la ven llegar a Ayete, pero
observan que en la comitiva no figura el coche del Jefe del Estado. Con los
nervios tensos mantienen dormido el aparato transmisor. Han estado a punto de
enviar la onda. En pocos segundos han tenido que decidir no hacerlo.
A las 7’45 de la tarde del veinte de agosto fondeaba
en aguas de la bahía de La Concha el Azor, yate privado de Su Excelencia el
Jefe del Estado, en el que viajaba el general Franco acompañado de sus ministros del
Ejército y de la Marina. Contrariamente a lo que había sido habitual en años
anteriores, esta vez se había preparado un aparatoso recibimiento con gran
protocolo oficial. La población de la ciudad donostiarra había sido invitada a
saludar al Jefe del Estado y las calles aparecieron engalanadas. En el muelle de
atraque esperaban al Caudillo, con las autoridades locales y provinciales, el
vicepresidente del Gobierno, Capitán General Agustín Muñoz Grandes, el ministro
de Jornada Castiella y los directores generales de seguridad y de la Guardia
Civil.
Para romper más la tradición, las maniobras de
atraque del Azor se prolongaron más de lo habitual y Franco fue saludado
largamente por sus servidores. A continuación, el Jefe del Estado subió
ostensiblemente a un coche descubierto -en años anteriores, sin recibimiento
oficial, había utilizado un automóvil cerrado- y la caravana recorrió despacio
las calles de la ciudad para dirigirse a la residencia de Ayete.
¿Qué había ocurrido? Desde la llegada de doña Carmen,
el diecisiete de agosto, la ansiedad y el desconcierto se habían apoderado del
comando del D - I. Dos días después, el 19, con un incremento inquietante de
las patrullas de vigilancia, el grupo se dejó ganar por la inseguridad. Habían
interrumpido la conexión con el “Submarino” y el enlace se hallaba tan desconcertado
como ellos. El Caudillo había dejado que su esposa siguiera sola a San
Sebastián y el grupo ignoraba que se hubiera embarcado en el Azor. Y aun si lo
supo, desconocía, cuando decidiría llegar a San Sebastián. La madrugada del
diecinueve sorprendió al comando enzarzado en una discusión que había nacido un
día antes. El grupo se había dividido en dos posturas. Una aconsejaba dejar
“dormir” la mina. Las pilas eléctricas se desactivarían al caer ese día o, a lo
sumo, el siguiente y puesto que no habían sido descubiertos lo prudente era
mantener enterrado el explosivo a la espera de una ocasión más propicia. La
otra postura insistía en la necesidad de explosionar la carga. Dejar “dormir”
el proyecto durante más tiempo cuando el grupo tenía otros en cartera
significaba aventurarse demasiado. No habiendo podido cumplir el objetivo era
conveniente librarse de la carga que suponía, además un peligro para la
población civil. La explosión, de todas formas, serviría a efectos
propagandísticos y podría ser tenida como la culminación de un valioso proyecto
de entrenamiento. Para resarcirse del fracaso el grupo emprendería de nuevo
otro proyecto. Esta vez se trataría de matar a Franco en el centro de Madrid.
Dos de los jóvenes harían un viaje sin retorno.
El veintiuno de agosto la Prensa española publicaba
una noticia sepultada en un rincón de los diarios, según la cual había hecho
explosión, el día 20, un artefacto en un descampado de la cuesta de Aldapeta,
en la carretera de San Sebastián a Hernani, entre los caseríos de Arquiza y
Borda. La explosión, minimizada por la nota y fijada con un día de retraso,
“sólo había producido la rotura de cristales en un noviciado de monjas cercano
al lugar”. La nota no dijo que hubo gran alarma en San Sebastián y que
numerosos turistas suspendieron sus vacaciones, con gran atasco en la frontera
de Hendaya. La prensa
francesa dio cuenta de un “fallido atentado contra el Jefe del Estado Español”.
Ese mismo día fueron detenidos los presos que se
habían fugado del penal de San Miguel de los Reyes.
“Grupo Primero de Mayo”
Por Jovenes
Anarcosindicalistas de la CGT española
El «Grupo Primero de Mayo», nacido a partir de militantes de la Federación Ibérica de las Juventudes Libertarias [FIJL], es la consecuencia directa del aislamiento en que había caído esa organización tras su ruptura con las dos otras ramas del Movimiento Libertario Español: la CNT y la FAI.
Este grupo corresponde a una nueva
etapa en el activismo anarquista español, fase definida en el mes de junio de
1965 en una circular de la Comisión de Relaciones de la FIJL, precisando los
objetivos y las diferentes fases de la campaña internacional en favor de los
presos políticos. Estos objetivos están resumidos en un párrafo de esta circular
«Consideramos que los objetivos de la oposición tolerada, secundada en ello por
la oposición clásica, se limitan a la simple demanda de libertad sindical y
derecho de huelga. Estos [objetivos] deben ser aumentados con un exigencia más
general, más concreta, más urgente y más positiva: la libertad para todos los
prisioneros políticos [...] Se trata de sensibilizar al máximo, en esta primera
fase, a la opinión pública sobre la situación de los prisioneros. Esta campaña
servirá, indiscutiblemente, para estimular y desarrollar después todas las
otras formas de lucha contra los fascismos ibéricos [España y Portugal en aquel
entonces].»
La Comisión de Relaciones de la FIJL
se había pronunciado por la autonomía de los grupos de acción. Es exactamente
lo que más tarde afirmarán grupos como el MIL o los GARI. Varios de estos
grupos autónomos de la FIJL se prepararon para pasar a la segunda fase de
hostigimiento del régimen franquista. La primera fase consistía, como ellos
mismos explican, en la solidaridad con los presos políticos. Estas dos fases
fueron asumidas por separado y ejecutadas por el MIL y los GARI: estos últimos
desarrollaron sobre todo la fase de solidaridad y los primeros, la fase de
hostilidades.
La primera vez que se oyó hablar del
«Grupo Primero de Mayo» fue con un día de adelanto respecto a la fecha que su
nombre deja suponer: el 30 de abril de 1966. Ese día, la prensa romana anuncia
la «misteriosa desaparición de monseñor Marcos Ussía, consejero eclesiástico de
la embajada española en el Vaticano.» El comunicado de la agencia italiana
precisaba que el prelado español había sido raptado por un comando anarquista
que exigía la liberación de todos los presos políticos encarcelados en España.
Al día siguiente Luis A. Edo, antiguo
secretario de la Federación local de la CNT en París -que se encontraba en
Madrid desde abril-, en unas declaraciones al corresponsal de la Agencia
France-Press, asumía la responsabilidad del rapto. Era la primera vez en la
historia de la España franquista que un particular reivindicaba un secuestro;
eso es lo que se desprende, al menos, de sus declaraciones a dicha agencia.
Cabe subrayar que Luis A. Edo había dado su verdadero nombre al corresponsal,
quien no hizo mención en su artículo del «Grupo Primero de Mayo»: Ello se
prestó a toda serie de comentarios, pues, como veremos, fue el «Grupo Primero
de Mayo» quien en realidad raptó al eclesiástico español. La prensa española
temía por su parte las consecuencias de una campaña anarquista y del hecho de
que un particular reivindicase un rapto cometido el día anterior a miles de
kilómetros.
El día 3, las circunstancias del rapto
son ya mejor conocidas por la opinión pública, gracias ante todo a Avanti,
portavoz del Partido Socialista Italiano, que publica una carta que le ha sido
enviada por un grupo anarquista español que se presenta como «Grupo Primero de
Mayo (Sacco y Vanzetti)». La carta de este grupo confirma en general las
declaraciones de Luis A. Edo: «Somos un grupo de anarquistas españoles [...]
Nos hemos visto obligados a utilizar esta forma de acción con el fin de que el
embajador de España ante la Santa Sede envíe una petición al papa a fin de que
éste, a su vez, solicite públicamente del gobierno del general Franco la
libertad para todos los demócratas que purgan penas en diversas en las cárceles
franquistas.»
La CNT, que aún no había acabado de
digerir la ruptura de la FIJL y que suponía quiénes eran responsables del
rapto, declaró «Ignoramos completamente esta historia. Se trata de una acción
marginal, acción que quizás han realizado algunos de los militantes de nuestra
organización, pero sin ningún contacto con los órganos de dirección.» Por una
extraña coincidencia estas declaraciones fueron reproducidas por el diario
Pueblo, portavoz de los sindicatos falangistas, el 5 de mayo de 1966. Esta
actitud de los «órganos de dirección» de la CNT era la que había provocado la
ruptura de las Juventudes Libertarias y lo que condujo a éstas a pronunciarse
por la autonomía de los grupos de acción.
Si el rapto de monseñor Ussía no tuvo
otro efecto que una intensa propaganda contra Franco, en el interior, y
multitud de entrevistas de los anarquistas más conocidos en Francia y en
Italia, en la radio la televisión y los diarios de ambos países, al menos
reagrupó a casi todos los partidarios de la acción directa (activistas) en
torno a la revista Presencia, cuyo primer número se remontaba a finales de
1965.
Esta revista fue un polo de
convergencia, ideológico y práctico, de cuantos, habiendo superado los viejos
sectarismos, se mostraban abiertos al diálogo con toda especie de marxistas no
dogmáticos. Presencia fue durante un largo periodo, junto con Cuadernos de
Ruedo ibérico y Mañana, uno de los portavoces más importantes de la nueva
izquierda española en el exilio. Los textos y publicaciones de estas tres
revistas influyeron profundamente en el MIL, al menos en lo que al
antidogmatismo se refiere. Pero el MIL fue un grupo con características
diferentes a las de la revista Presencia; ésta tiene el mérito de haber sido la
primera publicación que, siendo profundamente anarquista buscaba el diálogo con
los marxistas, excepción hecha del PCE.
A propósito del secuestro de monseñor
Ussía, la prensa española citó insistentemente el nombre de Octavio Alberola
como responsable del «Grupo Primero de Mayo». El 28 de octubre de 1966 fueron
detenidos cinco militantes anarquistas entre los que se encontraba Luis A. Edo.
El grupo fue presentado por la prensa como autor material del rapto y el nombre
de Alberola volvió a aparecer como «cerebro» de la operación.
Dejando aparte las cuestiones
ideológicas, el «Grupo Primero de Mayo» es, por su insistencia en la
solidaridad, el grupo que mas se identifica con los GARI. El «Grupo Primero de
Mayo» había nacido bajo el signo de la solidaridad y su acción se desarrolló en
relación con este punto. Así, en abril de 1967, tras haber retenido durante
algunas horas al secretario del embajador y al consejero jurídico de la
embajada española en Londres, el «Grupo Primero de Mayo» hizo llegar al
embajador español una carta dirigida al ministro de Asuntos Exteriores, en la
que amenazaba con retener a otros diplomáticos si la condena impuesta al grupo
de Luis A. Edo no era moderada[1].
Después de la condena del grupo de este último, el 4 de julio de 1967, apenas
nada moderadas (nueve años de cárcel para Luis A. Edo), el «Grupo Primero de
Mayo» desarrollando esa lógica que más tarde seguirán los GARI, trató de
responder a esas condenas y de crear un vasto movimiento internacional de
solidaridad.
La respuesta a las condenas fue
iniciada en la noche del 18 de agosto de 1967, en el curso de la cual fueron
ametrallados los coches de sus consejeros de la embajada española en Londres.
La acción fue reivindicada al día siguiente por el «Grupo Primero de Mayo»
quien, en acciones posteriores, relacionadas con las condenas impuestas a los
miembros del grupo de Luis A. Edo, asumirá también la responsabilidad bajo otro
nombre.
El 20 de agosto de 1967 la embajada
americana en Londres es ametrallada. Un «Movimiento de Solidaridad
Revolucionaria Internacional» (MSRI) asume la responsabilidad del acto. En sus
orígenes el MSRI estaba compuesto únicamente por los miembros del «Grupo Primero
de Mayo», lo que demuestra que cuanto más pequeño es un grupo, más
grandilocuente es su nombre.
La tarjeta de presentación del MSRI
fue un documento dirigido «A todos los movimientos revolucionarios del mundo»,
en el que se definen las bases de una práctica de solidaridad entre todos los
grupos activistas, si no de todo el mundo, al menos de los europeos. Señalemos
enseguida que esta llamada influyó profundamente en cuantos movimientos de
solidaridad se crearon con posterioridad al MSRI. El llamamiento, que sirve de
título a un folleto, consta de siete puntos que podrían ser resumidos como
sigue:
1) Considera que la única vía posible
para luchar contra la represión fascista es la lucha armada.
2) Las divergencias ideológicas son el
origen de la inacción general.
3) Renuncia a todos los partidos y a
todas las ideologías.
4) Propone que la solidaridad se
realice únicamente entre grupos que renieguen del Imperialismo y de la
coexistencia pacífica.
5) Denuncia a todos los capitalismos
(privados o de Estado) como nocivos para la humanidad y considera que el
verdadero objetivo revolucionario es la libertad para todos los pueblos.
6) Propone acabar con los antagonismos
doctrinales.
7) Y, en consecuencia, una amplia
unión en un vasto Movimiento de solidaridad Internacional.
A partir de este llamamiento
programático, el «Grupo Primero de Mayo» tratará de establecer contacto con
todos los grupos activistas de Europa. No podemos afirmar que haya existido esa
cooperación por falta de documentación. No obstante, estamos convencidos de que
un solo grupo no es capaz de colocar 10 bombas en un día: esto fue lo que
ocurrió el 12 de noviembre de 1967 con motivo del asesinato del Che Guevara en
las montañas bolivianas el mes de octubre anterior. Ese día, ocho embajadas y
dos oficinas de turismo fueron destruidas por fuertes paquetes de dinamita: en
Bonn, las embajadas de Grecia, España y Bolivia; en Roma, la embajada de
Venezuela; en La Haya, las embajadas de los Estados Unidos, Grecia y España, en
Madrid, la embajada de los Estados Unidos; en Milán y en Ginebra, las
correspondientes oficinas de turismo español.
Estos diez atentados fueron
explicados, justificados y reivindicados por el MSRI en su boletín de
información número 4, aparecido hacia finales de marzo de 1968, es decir
algunos meses después de los acontecimientos. El objetivo de estas acciones,
según se explica allí era doble:
1) Dar a conocer al público, por
intermedio de las agencias de prensa, las reivindicaciones que motivan estas
acciones.
2) Mostrar, a través de esas
reivindicaciones, la escalada de terror que se desarrolla en el mundo bajo la
égida del gobierno de los Estados Unidos.
«La escalada de terror», patrocinada
por los Estados Unidos, era uno de los temas favoritos de los guevaristas. La
influencia de Ché Guevara en España fue grande: grupos como el FLP, junto con
alguna corriente del movimiento libertario, adoptaron sus tesis, aunque la
teoría del «foco guerrillero» campesino la remplazasen por el «foco
guerrillero» urbano. Esta influencia podría explicar la cascada de bombas del
12 de noviembre de 1967.
Después de haberse inspirado durante
cierto tiempo en Che Guevara el «Grupo Primero de Mayo» se adhiere a las tesis
del «Movimiento 22 de Marzo»[2].
Daniel Cohn-Bendit, en nombre de ese movimiento, afirmó: «Es imperativo
abandonar la teoría de la «vanguardia dirigente» y adoptar la concepción -mucho
más sencilla y mucho más honesta- de minoría actuante, que desempeña una
función de fermento permanente, promoviendo la acción sin pretender dirigirla.
La fuerza de nuestro movimiento radica, justamente, en que se apoya en una
espontaneidad «incontrolable», que impulsa sin pretender canalizarla, sin
pretender utilizar en beneficio propio la acción que ha puesto en marcha». De
estas afirmaciones tomarían buena nota no sólo el «Grupo Primero de Mayo» sino
también el MIL y los GARI. Esta crítica antiautoritaria cuajó y del mayo
francés saldrían todos los grupúsculos llamados de «extrema izquierda», en cuyo
origen se encuentra, efectivamente, una rebelión contra la autoridad.
Inspirados por el «Movimiento 22 de
marzo» y en vísperas de la extraordinaria explosión del Mayo francés, el «Grupo
Primero de Mayo» envió a todos los grupos y organizaciones anarquistas en los
primeros días del mes de abril, un estudio seguido de cinco proposiciones. Este
estudio, titulado Para una práctica anarquista internacional considera que, de
hecho, existe un status quo establecido por grupos sociales que se pretenden
irreconciliables (URSS, China, Estados Unidos) y, a partir de este hecho, un
anarquista debe no sólo reafirmar su antiestatismo sino, además, asumir una
actitud de rebelión permanente junto a su crítica del autoritarismo.
Para el «Grupo Primero de Mayo» los
principios ideológicos son una simple referencia demagógica y no se puede ni se
debe esperar nada de los dirigentes políticos o sindicales. Para este grupo, ni
la coexistencia pacífica ni la sociedad de consumo han logrado hacer
desaparecer las contradicciones, que se traducen en conflictos armados, de
nuestras sociedades. Como solución a esta serie de problemas, el grupo afirma
la eficacia de la acción, «siempre que ésta responda a una línea ideológica y
táctica», y ello a pesar de que en ese mismo documento, en su segunda
conclusión se afirme que los principios ideológicos constituyen una simple
referencia demagógica. A pesar de la contradicción, retenemos que este grupo ha
ocupado una encrucijada ideológica -encrucijada que será ampliamente superada
durante el mayo francés-, y que a ella respondió con los conocimientos y
experiencias de que disponía. El llamamiento que al final de este documento se
formula cayó en el vacío al ser superado por los acontecimientos del mes
siguiente.
El «Grupo Primero de Mayo» desapareció
en la tempestad de 1968 y no volvió a saberse de él hasta el 1 de mayo de 1973,
fecha en que dirigen un documento-llamamiento (y ahora, ¿qué?) a todos los
grupos revolucionarios «que coinciden en la necesidad de una solidaridad
revolucionaria internacional», en el que sugieren a cuantos «no quieran vivir
alienados ni servir de soporte a la Dominación» lo siguiente: (...) [sugerimos]
a todos cuantos hayan superado los nocivos sectarismos ideológicos y renunciado
a la quimérica lucha legalista, unir sus esfuerzos a los nuestros para fomentar
el activismo revolucionario en todas sus formas, con el fin de poner en marcha
procesos de presión capaces de sensibilizar las masas en torno a las luchas de
los pueblos, de las minorías o de los individuos víctimas de la opresión y de
la represión de los Estados y del Capital. Esta unión o colaboración puede
estar basada en las premisas ya enunciadas en nuestros documentos, previos a la
explosión revolucionaria de mayo de 1968, por estar aún vigentes las causas que
motivaron su formulación y por haberse confirmado la eficacia del activismo
revolucionario anarquista en la propagación de la inquietud revolucionaria en
el seno de la sociedad contemporánea». Como todas las anteriores, esta ultima
llamada quedó sin respuesta.
Notas:
El «Grupo Primero de Mayo» no
estableció nunca contactos con el MIL, aunque posteriormente, Octavio Alberola[3],
antiguo miembro de ese grupo y Jean-Marc Rouillan, antiguo miembro del MIL que
logró escapar, viesen sus nombres reunidos por las circunstancias y contra su
voluntad en el dossier GARI.
[1] Luis A. Edo y cuatro militantes más
de la FIJL habían sido detenidos el 27 de octubre de 1966 en Madrid y fueron
acusados de estar en posesión de un abundante arsenal (metralletas, pistolas y
dinamita en cantidad), así como del secuestro de monseñor Ussía.
[2] Movimiento
estudiantil francés que estuvo en el origen de los acontecimientos de mayo de
1968. Entre sus miembros se contaban Daniel Cohn-Bendit y Geismar. Este último
provocaría más tarde una escisión en el «Mouvement du 22 Mars», de donde salió
La Cause du Peuple.
[3] Dos años después del
rapto de monseñor Ussía, era detenido Alberola inculpado de tenencia ilegítima
de armas y estancia ilegal en Bélgica aunque en realidad la razón fue que se le
temía más que al diablo por considerársele como el «jefe» (calificación dada
por ABC) del «Grupo Primero de Mayo».